Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

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martes, 8 de julio de 2014

Don Roque, el diplomático

Robert Lizarte localiza la respuesta del presidente Roosevelt a la felicitación del Síndico Roc Pallarès.

¡Qué final más redondo para el primer intercambio diplomático entre los EEUU y Andorra! Seguro que lo recuerdan, porque lo contábamos ayer mismo a cuenta de la felicitación que el Síndico Roc Pallarès le envió en marzo de 1933 a Franklin D. Roosevelt con motivo de la investidura de este último como 32º presidente. Una pintoresca, ingenua y conmovedora carta manuscrita que se conserva en la biblioteca presidencial de Albany (Nueva York) y que el historiador Gerhard Lang -el hombre que ha seguido el rastro de nuestro Borís Skossyreff por medio mundo- exhumó tiempo atrás y que ha acabado cediendo al Archivo Nacional de Andorra -una copia, ep, que el original se quedó en Albany. Pues ayer nos quedamos a medias: teníamos la carta del Síndico y la respuesta que el jefe de gabinete de Roosevelt, Louis Howe, le proponía al presidente. Y aquí abajo tienen copia de la carta que el cónsul de los EEUU y señora, Mr. y Mrs. Dawson, le entregaron en persona a nuestro buen Roc en mayo del mismo año. La copia del documento forma parte de la colección de Robert Lizarte, que lo mismo sube a un campanario para escrudriñar los secretos de nuestras campanas que caza pedazos de historia perdidos en el hiperespacio. Puestos a ser puntillosos, alguien se quejará porque se trata de una humilde copia, y que lo que toca es localizar el original: si sobrevivió, como parece probable, a la Revolución de 1933, el sentido común indica que debería conservarse en el Consell General o en Sindicatura. Pero tampoco pondremos la mano en el fuego. Ya no.


Respuesta del presidente Roosevelt a Roc Pallarès, fechada el 12 de abril de 1933 y que le fue trasladada al Síndico por el cónsul general de los EEUU un mes más tarde, y crónica del ABC de Sevilla sobre la visita que Pallarès y el subsíndico, Agustí Coma, giraron a Manuel Azaña en octubre de 1931, cuando acababa de jurar como presidente del gobierno provisional de la República. Fotografía: Archivo Robert Lizarte.

Hay que decir que la misiva de Roosevelt fue probablemente una de las últimas intervenciones de Pallarès en la (digamos) escena internacional, porque en agosto de 1933 fue destituido -de hecho, fue una de las víctimas ilustres de la revolución. Pero ni mucho menos la primera: por lo visto, era el Síndico hombre a quien gustaba la alta política, si por alta entendemos internacional. El mismo Lizarte ha localizado la crónica que el ABC de Sevilla -¿de verdad había algún lector sevillano a quien le interesaban estos episodios?- publicó sobre la visita que nuestro hombre y el subsíndico, Agustí Coma, giraron en octubre de 1931 a Manuel Azaña, que acababa de jurar el cargo como presidente del gobierno provisional de la República. Como se ve, tenía querencia por los gestos simbólicos y por los grandes momentos históricos, y sabía aprovechar la ocasión: a Roosevelt le escribió con motivo de la investidura, y seguro que por su cabeza llegó a pasearse la posibilidad de cruzar el Atlántico, pero no; a Azaña, cuando el hombre todavía ocupaba el cargo de forma más o menos interina. Pero él, como si nada: cogió los bártulos y se plantó en Madrid "por un deber de cortesía" -dice el periodista del ABC- "y a la vez gestionaremos algún asunto de enseñanza y alguno de hacienda". Aquí entra en acción Coma, que va directo al grano: "Queremos que la República nos conceda libertad de aduanas y también procuraremos que nos subvencione la enseñanza del castellano". Por pedir, que no quede. Pero que conste que hoy en Andorra cualquier ciudadano (o residente) puede llevar a sus hijos a la escuela pública española. Gratuita... y pagada por los españoles. Así que Pallarès no pedía nada del otro mundo. Para la posteridad queda el detalle de que Pallarès y Coma se hicieron acompañar por Andreu Massó, "el abogado asesor del Consejo General de la misma República" (andorrana, en este caso) y personaje ubicuo en la vida andorrana de los años 30, y la descripción del Síndico -Roque, para el reportero- como "un viejecito en roble (?) apacible y fuerte". El hombre sentado en el centro de la fotografía. Lo que quieran, pero lo cierto es que no habrá mucha gente que pueda presumir de haber conocido a Azaña y de haberse carteado con Roosevelt. Don Roque, sí.

[Este artículo se publicó el 24 de enero de 2014 en El Periòdic d'Andorra]

lunes, 7 de julio de 2014

'My Dear Mr. President...'

El fondo del historiador Gerhard Lang depositado en el Archivo Nacional conserva copia de la felicitación del Síndico Roc Pallarés a Franklin D. Roosevelt con motivo de la primera investidura del presidente de los EEUU; lo más sorprendente es que el yanqui respondió.

La cosa va hoy de presidentes. Uno, Franklin D. Roosevelt, acababa de ser investido 32º presidente de los EEUU. Esto ocurría el 4 de marzo de 1933 -recordemos que Roosevelt fue reelegido en 1936, 1940 y 1944- y a nuestro Síndico, entonces Roc Pallarès, le faltó tiempo para enviarle una carta de felicitación fechada aquel mismo mes de marzo. De tú a tú, porque Pallarès, que apuraba sus últimos meses de mandato, no tenía pelos manías: "Mensaje dirigido por el Presidente de la pequeña República de Andorra al nuevo Presidente de los Estados Unidos, Mr. Roosevelt..." El mensaje en cuestión, que forma parte del muy prometedor fondo que el investigador alemán Gerhard Lang ha depositado en el Archivo Nacional, consiste en dos páginas manuscritas, una veintena escasa de líneas encabezadas por el sello de Sindicatura, redactadas en un esforzado castellano y con una caligrafía más que razonable -¡y sin faltas de ortografía! El contenido constituye una lacónica y algo pelotera declaración de buena voluntad, sin florituras ni divagaciones, en que Pallarès no descuida "hacer votos para que pueda ver realizados y con feliz éxito todos los proyectos que en bien de América y de sus ciudadanos tiene proyectados".


Las dos páginas manuscritas con el membrete de Sindicatura con que el Síndico Roc Pallerès felicitó la investidura de Roosevelt como 32º presidente de los EEUU. La recepción por el Departamento de Estado está fechada el 1 de abril de 1933, y el original se conserva en la biblioteca presidencial de Albany (Nueva York). Como intermediario en el trayecto de ida actuó Ralph Heinzen, corresponsal de la agencia United Press en París. Esta copia realizada por Gerhard Lang se conserva en el Archivo Nacional de Andorra. Fotografía: Máximus.
Transcripción mecanoscrita al inglés de la carta del Síndico Pallarès efectuada por el Departamento de Estado. La copia también procede del fondo Lang y se conserva en el Archivo Nacional de Andorra. Fotografía: Máximus.

Hasta aquí, nada que se salga de la cortesía habitual en las relaciones (ejem) internacionales. Al fin y al cabo, se trata de dos presidentes interactuando en razón de su cargo. Lo curioso del caso es la pintoresca fórmula en que el Síndico le hizo llegar a Roosevelt su "más cordial y sincera felicitación": a través del corresponsal en París de la agencia United Press, un tal Ralph Heinzen que por lo que parece aterrizó por nuestro rinconcito de Pirineos en el invierno de 1933, quizás atraído por la (digamos) revolución que se estaba cociendo por aquí. Así lo cuenta el primer documento de este exótico dosier que parece salido, comprenderá el lector, de una película de los hermanos Marx: una carta que el presidente -jolín, otro- de UP en Nueva York le envía al delegado de la agencia en Washington, Fred Storm: "Aquí va una interesante: he ejercido a lo largo de mi vida de intermediario entre jefes de gobierno, y también de consejero en la sombra de pobres diplomáticos, pero jamás me habían solicitado que mediara entre dos presidentes". La cosa comienza bien., y continúa todavía mejor con el relato de cómo el presidente de Andorra -"La República más antigua del mundo, según tengo entendido", suelta Storm en un alarde de originalidad- le solicitó al bueno de Heinze que trasladara sus congratulations a Roosevelt: "Como no tiene secretario, lo escribió él de su propia mano, y como tampoco tiene ministro de Asuntos Exteriores ni, de hecho, problemas exteriores -¡hombre afortunado!- tuvo que recorrer a nosotros para llegar a la Casa Blanca". Lo mejor de todo llega en el post scriptum: "Por cierto: su nombre es Roc Falleres" [sic].
El caso es que contra pronóstico, la carta del Síndico acabó llegando a la Casa Blanca, después de pulular unos días por la Secretaría de Estado y de generar el correspondiente papeleo sobre cómo procedía responder al presidente de la república más antigua del universo -según tenía entendido Heinze. Y aquí viene la segunda sorpresa: que Roosevet encontró un momento para contestar. Bien, quien hizo un hueco en su agenda fue su jefe de gabinete, Louis Howe, el cerebro de la todavía más concisa respuesta, a duras penas una decena de líneas, mecanografiadas y en inglés, encabezadas por un sonoro "My Dear Mr. President", y que dicen así: "Es con mi más sincero agradecimiento que he recibido la amable comunicación que me dirigió con motivo de mi investidura como Presidente de los EEUU. Reciba un cordial saludo, créame, señor Presidente. Sinceramente, Franklin D. Roosevelt". El caso es que la carta -en el Archivo Nacional se conserva una copia procedente de la biblioteca personal del presidente norteamericano- no está dirigida ni a Roc Pallarès ni tan solo a Roc Falleres, sino a "Su Excelencia Roi [sic] Palleres, presidente de la República de Andorra".
El epílogo de este sainete -uno se imagina a los funcionarios del Departamento de Estado buscando desesperadamente información sobre nuestra remota y minúscula república- es el viaje inverso que tuvo que girar la respuesta presidencial. Nos da de ello oportuna noticia un artículo del Majorca Sun publicado en mayo de 1934 y rescatado de las profundidades abisales de la hemeroteca universal por el mismo Lang. Según el diario mallorquín, los encargados de trasladar el mensaje a Andorra fueron el cónsul general de los EEUU y su esposa, Mr. y Mrs. Dawson, que según la crónica viajaron en coche desde Barcelona, fueron recibidos "calurosamente" por el "ejecutivo" andorrano y por los consellers, se instalaron unos días en el hotel de Bernat Mas en Encamp -el histórico hotel Oros, que resultaría arrasado en las devastadoras inundaciones de octubre de 1937, pero ésta es otra historia- y tuvieron el humor de hacer alguna escapadita, con especial atención a la vez que se desplazaron hasta Soldeu, "la localidda más alta del país", dicen, "y hasta donde nos permitió avanzar la nieve".. La excursión, probablemente la primera misión diplomática norteamericana en Andorra, tuvo como guía de excepción al periodista y viajero Lawrence Fernsworth, que acababa de publicar en el National Geographic un extenso reportaje, Andorra: Mountain Museum of Feudal Europe, con un título que delata los prejuicios con que los yanquis se plantaron por aquí. Pero no nos pondremos ahora tiquis miquis, porque de lo que se trataba hoy era de celebrar la "sincera" y "cordial" amistad entre Roi Falleres y Franklin D.

[Este artículo se publicó el 23 de enero de 2014 en El Periòdic d'Andorra]