Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

Mostrando entradas con la etiqueta Bellver. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Bellver. Mostrar todas las entradas

miércoles, 12 de marzo de 2014

Con el Cojo, antes del 'torb'

[Torb: tormenta de nieve en alta montaña, con vientos superiores a los 56 kilómetros/hora y temperaturas inferiores a los -12º]

Rafel Dalmau reimprime las memorias de guerra de Francesc Viadiu; el autor de Entre el torb i la Gestapo reivindica su papel en la represión de la violencia anarquista en el Alto Urgel y la Cerdaña.

La escena tiene lugar la madrugada del 28 de abril de 1937, justo en la entrada de Castellciutat, al lado de la Seo: Francesc Viadiu (Solsona, Lérida, 1900-Sant Llorenç de Morunys, Lèrida, 1992) y sus dos escoltas -los guardias de asalto Peiró y Cid- acaban de apearse del coche oficial y el comité de bienvenida lo forman seis hombres armados -pongámosles, venga, cinematográfica pinta de milicianos de Tierra y libertad- dispuestos a disparar a la mínima oportunidad. De momento le dedican a Viadiu un rosario de insultos más bien exóticos, teniendo en cuenta que nuestro hombre es en aquellos momentos el delegado de Orden Público de la Generalidad en Lérida: "¡Ya te tenemos! ¡Contrarrevolucionario, fascista, salvacapellanes!" Se entiende que Viadiu no lo acabara de ver claro y que tuviera serias dudas sobre sus posibilidades de salir con vida de aquel encontronazo con los célebres incontrolados: "La situación era francamente crítica. Aquella gente que me rodeaba no las tenía todas consigo y estaba claro que tenían miedo, mucho miedo. Sentía más aprensión de que me acabaran matando de forma accidental que no consciente y deliberadamente. Pero intentar hablar con ellos era un diálogo de sordos".

Portada de la última reimpresión de Delegat d'Ordre Públic a Lleida 'la Roja', que apareció en febrero de 2013. La primera edición es de 1979. Fotografía: Archivo.
Portada de la última edición -hasta el momento- de Entre el torb i la Gestapo, reimpresa en 2007 y con el célebre cartel de Pere Català Pich, Aixafem el feixisme. Fotografía: Archivo.

Es evidente que Viadiu sí que se salió con la suya. Con algo de fortuna, todo sea dicho, y una estratagema de lo más pintoresca: primero fue la oportuna y salvadora llegada del camión con una treintena de guardias procedentes de Lérida y que constituían en esa coyuntura su argumento más convincente: el ardid consistió en hacer creer a los pelagatos del control que los guardias no moverían un dedo si no era a sus órdenes, y u si se portaban bien tenían alguna posibilidad de escapar con vida de aquel percance. Contra pronóstico picaron, y se evitó lo que parecía un inminente baño de sangre: en cuanto los guardias ordenaron "¡Alto!", a los "escopeteros" -como él los denomina- les faltó tiempo para desaparecer gallardamente del campo de batalla. Tenían vía libre hasta Bellver.

No era poco, porque se trataba del segundo encontronazo poco amistoso de aquella intensa noche: en Orgaña, antes de llegar a Castellciutat, ya se las había tenido tiesas con un comisario del ayuntamiento de la Seo -dominado en aquel momento por los anarquistas de la FAI, gente expeditiva y poco dada a las sutilezas- que en una amable charla en el café de Picoy le adviertió amablemente de que a la altura de Tres Ponts -recuerde el lector que estamos en los mismos escenarios que un siglo y medio antes se había pateado Langlois- habían emplazado un nido de ametralladoras dispuesto a cerrarles el paso. Un farol, como la columna comprobó minutos después.

Fuenteovejuna... de la Cerdaña
Pero, ¿qué se le había perdido, a Viadiu, en este rincón de mundo, jugándose el pellejo en cada control de carretera? El autor de Entre el torb i la Gestapo era en aquel momento -ya se ha dicho- el responsable de Orden Público en Lérida, y se dirigía hacia Bellver exactamente para cumplir su cometido: para poner -o imponer- algo parecido a un cierto orden y un cierta legalidad. Los vecinos de la localidad acababan de liquidar a Antonio Martín, alias El Cojo de Málaga -funesto personaje, dice, "que dominaba todos los municipios de la comarca... excepto Bellver, el único que no se había dejado tiranizar"- y a un tal Fortuny, secuaz del Cojo y jefe del comité de la Seo -glups: ya empezamos. Seguro que a esas alturas ya se arrepentían de su heroicidad: alarmantes rumores indicaban que las tres columnas de incontrolados que había comandado el Cojo -procedentes de Puigcerdá, Alp y la Seo: más de 200 hombres armados, no era cosa de broma- convergían en Bellver y se preparaban para el asalto definitivo. Viadiu y su treintena de guardias eran la única esperanza de que la cosa no terminara en un baño de sangre. El problema es que venían de Lérida y corrían el riesgo de llegar tarde. Pero no fue así: a las 4 de la madrugada entraban en Bellver sin noticia de la fuerza enemiga: con la desaparición de Martín y la desbandada de sus esbirros parecía haberse conjurado el peligro de la venganza faista. Las dos comarcas parecían dispuestas a recobrar una cierta normalidad... porque la guerra continuaba ahí fuera.

Este es uno de los episodios recogidos en Delegat d'Ordre Públic a Lleida 'la Roja', las memorias de guerra de Viadiu que Rafael Damau acaba de reimprimir. Un texto de claro carácter reivindicativo en que el autor pasa revista a su controvertida peripecia bélica, justo antes de su mucho más conocida faceta como pasador de hombres al servicio del MI6 desde el hotel Palanques de la Massana. Los suyos lo acusaban de haber provocado el enfrentamiento con los faistas que terminó con la muerte del Cojo; él insistía que se había limitado a cumplir con la palabra dada -que socorrería a todos los pueblos bajo protección de la Generalidad que fuesen atacados por incontrolados- y que en cualquier caso, cuando él y sus guardias llegaron a Bellver, Martín y Fortuny ya habían sido abatidos por uno de los defensores. Gran tirador, por cierto, porque hizo blanco a una distancia de entre 600 y 800 metros, la que había entonces entre las primeras casas del pueblo y el río Segre: "¿Quién os mató?" se pregunta Viadiu. "No fue Fuenteovejuna. Fue Bellver de Cerdaña, este admirable pueblo que supo mantener a raya a los incontrolados".

El de Bellver es posiblemente el más célebre de los episodios en que Viadiu participó durante la Guerra Civil. Aunque hay otros, menos conocidos pero igualmente significativos: en Delegat d'Ordre Públic reivindica también su papel en los primeros compases de la contienda, cuando los faistas aspiraban a "limpiar Solsona de fascistas". Como delegado en el Solsonés, Viadiu puso entonces bajo su protección a los frailes benedictinos del santuario del Miracle, y ayudó a huir al prior del convento del Corazón de María y al mismísimo obispo de Solsona,Valentí Comellas, un "ultracarquista" a quienes los anarquistas buscaban para "peinarlo con raya". También de infausta memoria, este Comellas, porque una vez terminada la guerra y repuesto en la Mitra, dice Viadiu, el obispo no movió ni un dedo para salvar la vida de dos hombres que en plena fiebre anarquista se jugaron por él el pellejo y lo acompañaron hasta Andorra. Pero así se escribe la historia.

'Entre el torb i la Gestapo': crónica de un éxito editorial
No nos encontramos quizás ante un estricto best seller, pero sí de un primo hermano suyo: un long seller, especie aun más rara, estos libros de largo recorrido que superan las modas y las coyunturas y acaban convirtiéndose en títulos de fondo. Ejemplares con pátina de los que a los libreros les cuesta deshacerse porque con los años les han cogido cariño: son casi de la familia. Pues a esta rara raza pertenece por derecho propio Entre el torb i la Gestapo, a novela que recrea en clave de ficción -mucha ficción, quizás demasiada- las redes de pasadores de hombres que operaban durante la II Guerra Mundial desde Andorra al servicio del MI6, y que Viadiu conoció desde dentro con el nombre en clave de Alexis. La novela, publicada inicialmente por Hogar del Libro (1974) y Ruedo Ibérico (Cadena de evasión, 1976), fue reeditada en 2000 en una iniciativa conjunta de a familia Viadiu y de la librería La Puça de Andorra la Vella, coincidiendo con la emisión de la serie homónima por TV3 y Andorra Televisió -a misma serie que veteranos como Quimet Baldrich y Jaume Ros no se cansaron en vida de vilipendiar con acritud- y reimpresa en 2007. Un long seller que ahora roza los 10.000 ejemplares, sumando ediciones y reimpresiones: "Hablar en este caso de superventas es posiblemente exagerado; 10.000 ejemplares no son ciertamente una enormidad, pero sí que es una cifra muy, pero que muy buena: tres o cuatro veces la tirada habitual en la memorialística en lengua catalana", dice el editor Rafael Català, con la discreta trampa de colocar en la sección de memorias una obra de ficción como lo es Entre el torb i la Gestapo. Pero no nos vamos a poner ahora quisquillosos.

El caso es que el éxito sostenido del torb es el culpable de la segunda vida de Delegat d'Ordre Públic, publicado inicialmente en 1979 por Rafael Dalmau y hasta ahora inencontrable. La bibliografía de Viadiu -miembro de Estat Català, fundador de ERC y diputado por Lérida al Parlamento catalán, exiliado en 1939, retornado en1952, juzgado en consejo de guerra y condenado a 20 años de prisión, de los que cumplió once meses- se completa con Hostal d'Entença (Hogar del Libro, 1980), donde repasa precisamente su experiencia como inquilino de la cárcel Modelo, que se levanta en la calle de Entenza de Barcelona. Un título, este último, hoy descatalogado y carne de coleccionista. Hay que añadir para terminar que Viadiu y el editor Rafael Dalmau coincidieron en su juventud en las filas de Estat Català, y que el mismo Dalmau es uno de los personajes históricos que trufan las páginas de Delegat d'Ordre Públic. Así que publicarlo en el sello del editor fue -concluye el nieto, el también editor Rafael Català- una forma literaria de reecontrarse con un viejo amigo de los años de plomo.

[Este artículo se publicó el 14 de febrero de 2013 en El Periòdic d'Andorra]

martes, 7 de enero de 2014

La última bronca del Cojo de Málaga

El número 7 de la revista Cadí/Pedraforca reconstruye la profanación de la sepultura del anarquista que tiranizó la Cerdaña y el Alto Urgel durante la Guerra Civil.

Hace unos días hablábamos aquí mismo de Antonio Martín Escudero, (a) El Cojo de Málaga, de infausta memoria. Sí, hombre, el faista que tiranizó durante los primeros compases de la Guerra Civil la Cerdaña y el Alto Urgel. Un capítulo negro -porque el malo de esta historia era de los buenos, no sé si me entienden, y porque el anarquismo conserva aún hoy una sorprendente buena prensa, sólo hay que ver Tierra y libertad y demás- que acabó el 27 de abril de 1937 en Bellver con la muerte a tiros del Cojo, que es como suelen acabar estas cosas. A la altura del puente sobre el Segre, por concretar, cuando al frente de dos centenares de conmilitones libertarios pretendía tomar la localidad y dar una lección a los poco dóciles vecinos, los únicos de toda la Cerdaña que se habían atrevido a plantarle cara y resistir el dominio de los incontrolados. Y lo explicábamos a cuenta de Francesc Viadiu -el d'Entre el torb i la Gestapo, seguro que lo recuerdan- que da su versión de los hechos en Delegat d'ordre públic a Lleida la roja. Con conocimiento de causa, cabe añadir, porque Viadiu se presentó en Bellver al día siguiente del tiroteo con la misión de poner algo de orden y evitar las represalias anarquistas.

Hasta aquí, los antecedentes. Bien conocidos, por otra parte. Pero, ¿no se había quedado el lector con las ganas de saber el destino del cuerpo del Cojo? Pues la historiadora Queralt Solé nos lo explica en el número 7 de la revista Cadí/Pedraforca. Y como era de prever, el periplo post mortem de nuestro hombre también fue algo tumultuoso. Solé ha localizado en el Archivo comarcal de la Cerdaña el expediente que da cuenta de la profanación de la sepultura del Cojo, enterrado según el documento -y para que lo tengan en cuenta si un día pasan por el cementerio de Puigcerdá- en el nicho nº 48, piso 1º, letra B. Un ultraje que fue descubierto la mañana del 2 de noviembre de 1941. Los dos enterradores y el sereno certifican la identidad del inquilino del nicho, y el último, dice Solé, añade que se ignora quiénes han sido los autores de tan vil acto, aunque se permite especular, atención, "que por su criminal actuación durante el dominio rojo, el llamado Cojo de Málaga tiene mucho enemigos en el pueblo y en toda la comarca". Muchos, e insistentes, por lo que se ve.

Una vista del camposanto de Puigcerdá, donde fue enterrado el cadáver del Cojo, muerto en abril de 1937; su sepultura, en el nicho número 47, piso 1º, letra B, fue profanada el 2 de noviembre de 1941. Fotografía: El Periòdic d'Andorra.

En la senda del conde de España
Los detalles tirando a gore los pone el cuarto testigo recogido por el juez de istrucción. Según e lpaleta que dio la alerta, el nicho "había sido violado, habiendo sacado la caja de madera en la que el cadáver se lahhalaba depositado y trasaldada a un extremos del cementerio". Una diligencia posterior del juez ayuda a aclarar los hechos: los restos del Cojo fueron abandonados en el osario "donde se encuentran los restos de los ataúdes que se van sacando de los nichos paulatinamente". Detalle curioso: a llado de la caja -que conserva las iniciales del difunto "perfectamente visibles"- aparece una insginia "masónica comunista", consistente en "dos manos en ademán de saludo". El juzgado prefiere no complicarse la vida y ventila rápidamente el asunto: el 13 de niviembre cierra el expediente, no hay noticia que ni caja ni huesos sean repuestos en el nicho 48, piso 1º, letra B, así que habrá que suponer que los restos del Cojo se quedan en el osario. Por lo menos, ni Solé ni el señor presidente de la junta del cementerio en el cargo aquel 1941 nos lo aclaran.

No és el único detalle de esta escabrosa historia que nos quedaremos con las ganas de saber: la historiadora tampoco ha encontrado rastro de la inhumación del Cojo, los días posteriores a la escabechina de Bellver, y probablemente en un ambiente algo cargado. Así que se agradecerá cualquier referencia al respecto. Añadamos para terminar que esta de profanar sepulturas es una costumbre por lo que parece bastante nuestra: muy cerca tenemos el caso del conde de España -otra tipo tirando a bestia- asesinado en 1838 al lado de Orgañá, enterrado en Col lde Nargó, y cuyo cráneo fue robado en 1840 por un tal doctor Solé -frenólgo solsonés, nada que ver con nuetsra historiadora- para iniciar inmediatamente un periplo ultramarino que habñia de pasar por las Filipinas para acabar en el despacho del célebre Marià Cubí, el mismo del callejero barcelonés, que hizo con él cosas rarísimas. Mientras tanto, a la familia del malhadado conde le dieron gato porliebre cuando años después reclamó el cuerpo para darle seultura en el panteón familiar en mallorca: un esqueleto entero, cráneo incluido, que obviamente no era el del ínclito pariente. Y todo, para ahorrarse problemas con gente tan dada al pistolón. En fin, que al lado del infausto conde, el Cojo aun salió razonablemente bien librado.

[Este artículo se publicó el 7 de enero de 2014 en El Periòdic d'Andorra]