Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

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jueves, 1 de octubre de 2015

1933: el año que casi fuimos una república

El historiador Gerhard Lang, biógrafo de Boris Skossyreff, sostiene que el síndico Pallarès, secundado por el Consell General, planeaba prescindir de los Copríncipes y proclamar la República, y que estuvo "en un tris" de conseguirlo. La destitución del Consell decretada por el Tribunal de Corts, la convocatoria de elecciones para el 31 de agosto y sobre todo, la presencia de Baulard y sus gendarmes, ayudaron a sosegar los ánimos. De Pallarès, poco más se supo.


Colegio electoral del quart de Escaldes, que entonces formaba parte de la parroquia de Andorra la Vella, en las elecciones que tuvieron lugar el 31 de agosto de 1933 y bajo la tutela de los gendarmes de Baulard. Una imagen de esta serie sirvió para ilustrar la portada del especial que La Vanguardia dedicó a los comicios andorranos, que llamaron la atención de la prensa internacional. Al año siguiente, calmados ya los ánimos, el encargad de soliviantar al personal fue Borís Skossyreff. Fotografía: Fondo Brangulí (Biblioteca Nacional de Cataluña). 





Los guardias móviles de Baulard, en la plaza Benlloch de la capital, donde tenían su cuartel general: el destacamento llegó a Andorra el 19 de agosto con  la misión de garantizar el orden público -ante las movilizaciones de los obreros de Fhasa- y hacer cumplir la resolución del Tribunal de Corts, que el 10 de junio había destituido a un Consell General francamente refractario a acatar las decisiones judiciales, algo que por lo visto ha creado escuela Runer abajo. Fotografías: Fondo Brangulí (Biblioteca Nacional de Catalunya).

Dos policías franceses montan guardia ante la central de Fhasa entonces en construcción, a la salida de Escaldes en dirección a Encamp. El edificio existe todavía. Fotografía: Fondo Brangulí (Biblioteca Nacional de Cataluña).

¡Qué año, 1933! Vale que al siguente Boris la armó, y cómo, pero admitamos que todo empezó a hervir en abril de 1933. Ya sabe, con la ocupación, el 5 de ese mes, de la Casa de la Vall por un grupo de "jóvenes" que reclamaban, para empezar, la instauración del sufragio universal -masculino, por supuesto- la publicidad de las sesiones del Consell General y la modernización de la administración; fue también el año de las dos huelgas convocadas por los obreros de Fhasa, algo jamás visto por aquí, y la consiguiente movilización del somatén, y la primera intervención de los gendarmes de Baulard, que aterrizaron en este rincón de Pirineo el 18 de agosto y se quedaron hasta el 9 de octubre, una vez elegido el nuevo (y más dócil) Consell, y restablecido aparentemente el orden.

Todo esto nos lo habían contado con cierta prolijidad Antoni Morell (52 dies d'ocupació?) y Arnau González i Vilalta (La cruïlla andorrana de 1933), y parecía por lo tanto que el tema estaba finiquitado. Pues nos equivocábamos, porque Gerhard Lang, el historiador y grafómano alemán que ha buceado en los pontificados de los cuatro primeros obispos de Urgel del siglo XX - Riu, Laguarda, Benlloch y Guitart-, que ha investigado los intentos (frustrados) de Friedrich Weilenmann por establecer unos correos andorranos, además de la figura proteica de nuestro gran Borís, desarrolla una interpretación alternativa de los hechos que tuvieron lugar en ese año crucial en Andorra, 1920-1940, nuevo tocho que busca editor y que aporta una perspectiva inédita, por no decir revolucionaria, a los acontecimientos de 1933.

Por resumir: Lang sostiene que los síndicos del momento, Roc Pallarès -el del telegrama a Roosevelt- y Agustí Coma, tenían un plan más o menos secreto, una -ejem- agenda oculta para prescindir de los Copríncipes y proclamar la república, "siguiendo un modelo similar al español", y que contaba para esta aventura pintoresca y de resultado tirando a incierto "con el apoyo de la mayoría del Consell General". Lo argumenta a partir de la interpretación de la documentación ya conocida  conservada en los archivos diplomáticos de Nantes y en los de los Pirineos Orientales, en Perpiñán, así como en el vaciado de la prensa madrileña de la época -"Sigue con mucho detalle los acontecimientos de esos meses decisivos, y Vilalta la pasa por alto"- con aportaciones personales como el proyecto de Constitución redactado por el mismo Weilenmann, inspirado en el modelo suizo y tan avanzada que el Consell difícilmente la hubiera aprobado, sospecha.

El trabajo de zapa estaba "muy avanzado" del lado de la Mitra: dice Lang que hacía tiempo que el obispo Guitart había dejado de ser el interlocutor del Consell, que despachaba directamente con las autoridades republicanas; del lado francés las cosas era algo más peliagudas, pero en este sentido iba la contumaz negativa de reconocer la autoridad de Joseph Carbonell, el veguer adjunto, una figura inventada en 1932 para vigilar á Charles Romeu -especula Ludmilla Lacueva, biógrafa del veguer; la sibilina asunción de competencias ajenas, como el mando de facto de la policía -cuenta Lang que el encargo de una partida de armas a Bilbao por parte del Consell enardeció al veguer francés, de quien dependían las fuerzas del orden, y que hubo repetidos intentos de prescindir de Paul Larrieu, viejo amigo nuestro que desde 1932 se encargaba de la instrucción de los agentes locales: diez años después, seguía al pie del cañón-, y la reforma de la ley electoral para que pudieran votar todos los hombres mayores de 25 años -y no sólo los caps de casa, como hasta entonces.

Pallarés, síndico y oportunista
Esta última constituía, de hecho, una de las reivindicaciones de los amotinados de abril -aunque ellos, en realidad, pretendían rebajar la edad del voto a los 21 años y, atención, no tenían ninguna intención de romper amarras con respecto a los Copríncipes- y Pallarés la asumió de forma "oportunista". Y este "oportunista" es el adjetivo que, dice, mejor le sienta al síndico, "un individuo que sólo buscaba su propia supervivencia política y que por esto mismo, y si era postulando la independencia, adelante; en cierta manera, me recuerda a Artur Mas": "Tres días después de la ocupación de la Casa de la Vall se convoca una Asamblea Magna en que "tras un orden del día transido de minucias administrativas se intuye la decidida voluntad de prescindir de los Copríncipes". Cuando el Tribunal de Corts los destituye en bloque, el 10 de junio, síndicos y consellers ignoran la resolución y siguen ejerciendo sus funciones, hacen suyas las reivindicaciones de los revolucionarios, y el 27 de julio, dos días antes de ser desposeídos de sus cargos, les pasan la patata caliente a los comuns, solicitándoles que se pronuncien sobre la ruptura institucional: unos, como la capital, se oponen; otros, como Canillo, asienten, y también los hay que guardan silencio: "El caso es que el 29 de julio se impone el criterio de los consellers destituidos, un criterio que para muchos equivalía a una declaración de independencia respecto de los Copríncipes".

En este contexto, la llegada de Baulard como comisario extraordinario al frente de sus guardias móviles se antoja providencial, aunque lo cierto es que hacer entrar en razón al destituido Consell General era sólo una de sus misiones. De las elecciones del 31 de agosto, convocadas por los Copríncipes, emergió un nuevo Consell con el síndico Pere Torres al frente: "No era la opción preferida por los Copríncipes, que hubieran optado por Cairat, pero Torres, por lo visto, tampoco era tan refractario a su autoridad como lo había sido Pallarès. Un hombre, este último, que solo aspiraba a "perpetuarse en el poder", y que por esta misma razón abrazó con el entusiasmo del neófito la causa de la independencia: "De hecho, pretendía que el cargo de síndico fuera vitalicio, y que los consellers se eligieran por dos mandatos -12 años en total- según un proyecto inédito que he localizado en en el alamanaque Gotha".

Lang especula, en fin, que de haber planteado abiertamente sus intenciones rupturistas, el pueblo -que había encajado muy mal la destitución unilateral del Consell decretada por el Tribunal de Corts, "no lo hubieran seguido porque entendían que hubiera sido un suicidio". Y concluye que si los franceses "no hubieran intervenido, habría ganado la lista independentista". Sin Pallarès, por cierto, inhabilitado como todo el Consell destituido a un año alejado de la vida pública: "En mi opinión, todo esto estuvo en un auténtico tris de que ocurriera". Sensacional, ¿no? Pues bien pronto, más. En Andorra, 1920-1940.

[Este artículo se publicó el 30 de septiembre de 2015 en el diario Bon Dia Andorra]

lunes, 24 de marzo de 2014

El vodevil de Borís, rey de Andorra

Julio de 1934: Borís Skossyreff se autoproclama rey de Andorra, redacta una Constitución -la primera en la historia del país- y declara la guerra al obispo de Urgel. Detenido por la Guardia Civil, juzgado por vago y maleante y expulsado a Portugal, su reinado duró exactamente nueve días.

Borís, supuesto conde de Orange y presunto barón de Skossyreff, se levantó el 11 de julio de 1934 presa de una frenética hiperactividad legislativa: fue el día más productivo de su quimérico y efímero reinado, ya que destituyó al Consejo General -el protoparlamento andorrano- se autoproclamó Príncipe Soberano y Supremo de Andorra y Defensor de la Fe -y todo, con mayúsculas- declaró la guerra al obispo de Urgel, Justí Guitart -no es que tuviera nada personal contra él: pero es que el obispo de Urgel es el copríncipe de Andorra, ya ven- y todavía tuvo tiempo de proclamar la Constitución de lo que él denominó el "Estado Libre de Andorra".

La primera, por cierto, de la historia del país. Y todo lo hizo desde el exilio: es decir, desde el hotel Mundial de la Seo, residencia oficial del monarca y sede de la corte de pacotilla desde que el 22 de mayo los representantes de los Copríncipes lo habían expulsado de Andorra. Inmune al desaliento, Borís anunció para el 18 de julio -fecha como se ve propicia para las asonadas- la toma efectiva del poder con los 600 hombres que tenía a su disposición. Según él, claro. Pero llegó el día y después de tanto cacarear va y se hace el despistado. Uno de los muchos corresponsales catalanes enviados a cubrir el acontecimiento lo resumió así: "Esta mañana Borís ha parlamentado con algunas de las personas que se supone implicadas en el complot, ha recibido visitas y ha salido del hotel a pasear. En Andorra, la tranquilidad es absoluta". Vaya, algo así como que requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

Borís Skossyreff, en su esplendor: nacido en Vilna en 1896, sirvió durante la I Guerra Mundial en la marina zarista y después de la Revolución de Octubre, en la Royal Navy, y trabajó para el Foriegn Office británico en Japón, Sibera y los EEUU... Esto, según el currículum sensacional con que se presentaba en los años 30. También se reclamaba barón de Orange, se casó con la francesa Marie Louise Parat y la pareja se instaló en Saint Cannat, en la Provenza. En 1932, poco antes de su aventura andorrana, lo encontramos en Palma de Mallorca, donde malvive del trapicheo -estafas, tráfico de estupefacientes- y conoce a la noteamericana Florence Marmon, que la acompañará en periplo pirenaico. El historiador alemán Gerhard Lang ha separado el grano de la paja en la fraudulenta biografia de Borís: damos cuenta de ella en la entrada Borís: de la Cruz de Hierro al gulag. Fotografía: Archivo.


Porque esto fue todo. Hasta que dos días más tarde, los peores augurios -para el pretendiente, claro- se hicieron realidad: a instancias del Copríncipe Guitart, a quien Borís pretendía dejar sin trabajo, cuatro números de la Guardia Civil lo detuvieron después de comer en su hotel de la Seo e inmediatamente lo trasladaron a Barcelona. Imbuido por el papel real que interpretaba, y antes de ser empaquetado hacia Madrid -donde le esperaba la ley de vagos y maleantes- todavía tuvo tiempo de redactar un comunicado dirigido a las autoridades en que se erigía en defensor de los intereses españoles en Andorra, insistía en sus presuntos derechos a la corona como lugarteniente (sic) del duque de Guisa -el pretendiente al trono francés, éste sí digamos que auténtico- y hasta se permitía amenazar con una demostración de fuerza naval en el Mediterráneo por parte de "dos potencias europeas" y el refuerzo de los EEUU en el caso de que Francia osara intervenir en los asuntos andorranos. Fabuloso hasta el final, Borís terminaba su alegato exigiendo ser repatriado (a Andorra) en una avioneta que lo esperaba en el aeródromo de Barcelona. Y dejaba una puerta abierta a que las cosas no salieran tal y como él las había previsto: en caso de que sus amenazas no impresionaran a las autoridades españolas, solicitaba como mal menor ser expulsado a Portugal.

El vodevil andorrano se acercaba al desenlace: el 23 de julio llega a Madrid, en un vagón de tercera y custodiado por dos agentes -las crónicas han conservado sus nombres: Reguengo y Ureta- y pasaba a disposición del juez Bellón. El 19 de septiembre lo condena a un año de prisión por haber desobedecido una orden anterior de expulsión que pesaba sobre él, probablemente por la mala vida -estafa y tráfico de estupefacientes- que había llevado en Mallorca antes de asaltar el trono andorrano. No llegó a cumplir la pena porque, efectivamente, fu expulsado a Portugal. Se instaló en Estoril, claro, pero los portugueses tampoco tardaron en sacárselo de encima y no le queda más remedio que volver a Saint Cannat, en la Costa Azul francesa, donde la esperaba su legítima y -hay que suponer- resignada esposa. Por el camino se quedaron las dos amantes, dos, que lo habían acompañado en su periplo pirenaico: la inglesa Polly y la norteamericana Florence.

El tono vodevilesco de la peripecia no debe ocultar la intensa y pionera obra legislativa de Borís, que además llevó a cabo de una sola tacada. Además de declarar la guerra al obispo de Urgel porque por lo visto, el purpurado no se había retractado de unas manifestaciones previas -por otro lado, absolutamente merecidas- publicadas en el diario leridano El Correo, Borís aprovecha el manifiesto del 11 de julio para convocar elecciones generales, nombrar un presidente del gobierno provisional -Pere Torres, un visionario- decreta la amnistía para los delitos "sociales" y dejaba sin efecto las expulsiones de extranjeros dictadas por los veguers, medida que debía tener algo que ver con su dudosa situación en la Seo. Paralelamente, el proyecto de Constitución -publicado en nombre de Su Muy Serena Alteza Borís I- le encomendaba la dirección del nuevo ejército nacional y la representación en el extranjero -especialmente ante la Sociedad de Naciones, auténtica obsesión de Borís- le confiere también la potestad de formar gobierno y ensaya una tímida división de poderes, al atribuir al Parlamente la facultad de aprobar leyes y de retirar a confianza en el gobierno. Claro que, por si acaso, Borís tenía la precaución de reservarse el derecho de veto.

Para redondear el invento, el primer y único decreto de la nueva era establecía la "absoluta" libertad política y religiosa y la libre importación y circulación de prensa diaria, y abolía de paso la censura. Todo lo cual le permitiría hacer realidad el programa político que había anunciado en el diario Ahora en una de las muchas entrevistas que concedió durante las semanas previas al golpe: "Protección al necesitado, educación para todo el mundo y deporte, mucho deporte; pero nada de juegos prohibidos". Tan buenas intenciones quedaron aparcadas en la terraza del hotel Mundial. Los focos de la actualidad ya no lo volverían a enfocar jamás.

Y esto es todo lo que puede saberse sobre Borís, Príncipe Soberano de Andorra.
[Apostilla: Antoni Morell afirma en su novela Borís I, rei d'Andorra, que se topó en cierta ocasión que visitaba el monasterio de Poblet con un individuo que afirmaba ser el auténtico Borís Skossyreff: era el hermano portero del monasterio.]

Un sainete contra la sequía informativa de aquel julio de 1934
Las mentes más enfervorizadas se dieron prisa en atribuir la asonada de Borís en una maniobra del duque de Guisa para convertir Andorra en base de operaciones de los legitimistas franceses. Pero a grandilocuencia inicial enseguida dio paso a un tono festivo o directamente sarcástico a la hora de enfoca los acontecimientos en Andorra. El número de julio de 1934 de la revista Andorra Agrícola apuntaba sagazmente como explicación del inusitado éxito mediático de Skossyreff a la sequía informativa de aquel verano... o a una hábil maniobra publicitaria para convertir Andorra en destino turístico. Lo cierto es que las primeras noticias del culebrón arrancan en abril de 1934, cuando el mismo Borís -a quien no se le puede negar un sentido del humor oceánico- desmiente en una carta al diario La Noche sus aspiraciones monárquicas. A partir de aquí se convierte en asiduo de la prensa, tanto barcelonesa como madrileña: La Vanguardia, Las Noticias, El Día Gráfico, La Publicitat, El Noticiero Universal, El Diluvio, La Rambla, L'Opinió, El Matí i Diari de Barcelona, así como revistas como El Bé Negre i Esplai. Todos ellos siguieron la peripecia de Borís con creciente paroxismo, cuyo clímax -ya se ha dicho- tuvo lugar el 18 de julio, cuando decenas de periodistas se congregaron en el hotel Mundial de la Seo. El príncipe atribuyó precisamente a la multitudinaria presencia de reporteros y a las expectativas generadas por la prensa su inactividad en aquel día suyo de gloria.

Los argumentos del candidato
Para fundamentar sus aspiraciones principescas, Borís se enreda en un ovillo dinástico solo apto para genealogistas sin mucho trabajo pero que no deja de aparentar cierta lógica: en primer lugar, lo cierto es que Borís no reclama para sí mismo el título de rey -equívoco quizás debido a la novela de Morell- sino que desde el primer momento se presenta como lugarteniente del duque de Guisa, el pretendiente a la corona francesa en quien recaen en aquellos momentos los derechos dinásticos de los Borbones depuestos con la Revolución Francesa. Entre estos supuestos derechos figura la soberanía sobre el Principado de Andorra, que desde los Pareatges de 1278 comparten de forma indivisible el obispo de Urgel y el conde de Foix -título que a partir de Enrique IV se incorpora al de rey de Francia. La República renunció al señorío, por el poco revolucionario regusto feudal que emanaba, y no fue hasta 1806, con Napoléon, que se volvió al statu quo anterior: es decir, al coprincipado. Borís aprovecha esta ruptura dinástica para avalar su quimérica pretensión, que se apoyaba además en el resurgimiento del legitimismo alrededor del duque de Guisa y de Action Française. Borís jugó está baraja, pero como era hombre humilde y prudente, jamás se pretendió rey; se conformó con el título de Príncipe.

Andorra: una cenicienta con muchos pretendientes
Borís Skossyreff es el más célebre, pero no el único aventurero que soñó convertir Andorra en su reino particular. Unos meses antes de su fulgurante aparición, el Consejo General ya había desmentido un despacho de la Agencia Fabra fechado en febrero de 1934 y según el cual "un rico catalán" ofrecía 80.000 pesetas anuales a cambio de ser reconocido como rey de Andorra. Las Noticias se hizo eco en su número del 2 de marzo del desmentido, pero la lió un poco más al afirmar que la oferta no la había formulado el "rico catalán" sino un ciudadano checoslovaco "que paseaba por las Escaldas luciendo un pintoresco monóculo y acompañado de una bella señora", y en nombre de un primo suyo residente en Chicago. ¿Un globo sonda del mismo Borís? Por lo fabuloso, lo parece. Más aún: durante su fugaz estancia en los calabozos madrileños, Borís llegó a retar a duelo a Fernando de la Quadra-Salcedo, marqués de Los Castillejos, a quien en fecha tan tardía como 1938 todavía acusaba -en una carta dirigida al presidente de le República, Manuel Azaña, que no debía tener nada mejor que hacer- de haberlo disputado la soberanía andorrana "en nombre de la casa de Aragón-Navarra" (!) El marqués tuvo cierta relevancia política durante la República, pero también algo menos de fortuna que Borís, ya que murió (o le murieron) en el barco prisión Altuna Mendi, compañero del Cabo Quilates y los dos anclados en la bahía de Bilba, en los primeros meses de la Guerra Civil.

Huelguistas, gendarmes y revolución
Andorra había sobrevivido históricamente en un sopor secular que se alargó hasta bien entrado el siglo XX: exactamente, hasta que en 1930 se constituyó Fuerzas Hidroeléctricas de Andorra, Fhasa, promovida por el empresario catalán Damián Mateu, "en Mateu dels Ferros" -el de la Hispano Suiza y el castillo de Perelada, padre asimismo de Miguel Mateu, el primer alcalde de la Barcelona franquista- con el objecto de construir en régimen de concesión sendos saltos de agua en Escaldes, Arcavell y Sispony para el aprovechamiento hidroeléctrico del río Valira. Una irrupción con fórceps de la modernidad que también experimentaron otros valles vecinos. Siguiendo a la historiadora Amparo Soriano -que ha radiografiado la época en Andorra durant la Guerra Civil espanyola- la consecuencia inmediata fue la llegada de un contingente de entre 600 y 1.000 oobreros, principalmente catalanes y con una fuere presencia sindical, sobre todo de cenetistas y faistas, lo que supuso un auténtico shock para una sociedad tan tradicional como lo era la andorrana, hasta entonces dedicada casi en exclusiva a la agricultura y la ganadería de pura subsistencia, y con presencia casi testimonial de la industria téxtil y tabaquera. El excedente de una población que oscilaba alrededor de los 5.000 habitantes estaba condenado a la emigración, con Barcelona y Besiers como destinos tradicionales. Estos mismos emigrantes volvían después empapados de las nuevas ideas: especialmente, el sufragio universal.

Esta fue precisamente la reclamación esgrimida por el grupo de ciudadanos -unos ochenta, según las crónicas- que el 5 de abril de 133 -un año antes de la aventura de Borís- ocuparon el Consell General. Es lo que se conoce como la "revolución de 1933", que terminó con el reconocimiento del voto a los hamobres mayores de 25 años, la destitución del Consell General y la entrada, a petición de los Copríncipes, de un destacamento de medio centenar de gendarmes franceses al mano del coronel Baulard con la misión de restablecer el orden, obligar a los consellers díscolos a acatar la destitución y garantizar elecciones al nuevo Consell, previstas para el 31 de agosto. La presencia de los gabachos, muy mal recibida por los andorranos, se alargó hasta el 9 de octubre. Un intervencionismo que, por cierto, no fue sólo cosa de los franceses: hasta el presidente Macià hizo en cierto momento campaña para una eventual incorporación de Andorra en Cataluña, en un juego político en que la opinión de los andorranos raramente fue tenida en cuenta y en el que también intervino la República para intentar apartar al obispo de Urgel de la primera magistratura del país.

La "revolución" coincidió por otra parte con las tres huelgas que aquel verano conmovieron el país, y que secundaron tanto los trabajadores que construían la central de Fhasa como los que tendían la red de carreteras -una de las contrapartidas a que se había obligado Mateu a cambio de la concesión; la otra fue el sostenimiento del primer cuerpo de policía andorrano, creado en 1931 con... ¡seis agentes, uno por parroquia! La temporada de huelgas -las únicas, por otra parte, que han tenido lugar en Andorra- terminó el 21 de septiembre, y dos meses después, el nuevo Consell suprimía el derecho de reunión. Pero, como concluye Soriano, el caldo de cultivo para la aparición de aventureros como Borís estaba servido.

[Este artículo se publicó el 3 de febrero de 2006 en Presència]

viernes, 7 de febrero de 2014

Gerhard Lang: "Borís era un cuentista, un mujeriego y un estafador; esto último, por pura necesidad"

Aquí lo tienen: Gerhard Lang (Saarbrücken, Alemania, 1951), el hombre que ha dedicado sangre, sudor y quien sabe si alguna lágrima a seguir el rastro de Borís Skossyreff por archivos de medio mundo, incluidas las profundidades abisales de la burocracia soviética. El resultado es Borís von Skossyreff, agente alemán, rey de los andorranos, la primera biografía académica que merece el efímero y pintoresco monarca, y un pozo de jugosas sorpresas como comprobarán enseguida. Lo encontrarán en las librerías a tiempo del próximo Sant Jordi, si todo va bien. Lang, que también ha radiografiado el pontificado de los cuatro primeros obispos de Urgel del siglo XX -Laguarda, Riu, Benlloch y Guitart: encontrarán el tocho en el Archivo Nacional de Andorra, ¡aunque en alemán!- ha tenido el raro gesto de ceder su monumental dosier skossyrefiano al mismo Archivo, como han podido comprobar las últimas semanas. Pero dejémosle hablar de una vez a él.

Borís Skossyreff, autoproclamado rey de Andorra -reinó entre el 11 y el 20 de julio de 1934: aquí, rodeado de periodistas durante la asonada- a quien el historiador alemán Gerhard Lang ha seguido el rastro durante los años 30, la II Guerra Mundial y la postguerra, hasta su muerte en Boppard en 1989: en 1943 se enroló en la 6a división pánzer y fue destinado al frente del Este; en 1948 fue capturado por los soviéticos en Eisenach, y enviado al gulag; regresó a Alemania en 1957. El escritor andorrano Antoni Morell lo convirtió en protagonista de la novela Borís I, rei d'Andorra. Fotografía: Archivo.

 -Perdone, pero, ¿de dónde le viene, esta obsesión por nuestro buen Borís?
-Me topé con él mientras investigaba la historia de Andorra. En aquella época su rastro se perdía después de ser detenido en la Seo y trasladado a Madrid. Aquello picó mi curiosidad, y cuando localicé su biografía alemana todavía me intrigó más. Así que comencé a tirar del hilo. Para mí ha sido como escribir una novela policíaca.

-Según el expediente de la Administración Militar Soviética que lo llevó al gulag, se había afiliado en 1935 a la sección francesa del partido nazi.
-Pues no. Hay que tener en cuenta que una de las obsesiones de Borís es conseguir un pasaporte. Primero lo intenta en Francia, y es por esta razón que se casa con Marie Louise Parat en 1931; pero fracasa; así que lo vuelve a intentar en Alemania, inventándose este pasado nazi. Pero al partido sólo se podían afiliar los ciudadanos alemanes. Y Borís era un apátrida, como consta incluso en su expediente militar.

-¿De qué le servía, ante un juez soviético? Más bien parece una temeridad, reivindicarse nazi ante semejante auditorio.
-En la época lo habían enrolado como agente de los servicios secretos de la futura República Federal, apadrinados por la CIA. Si los soviéticos lo hubiesen acusado de espionaje, se arriesgaba a penas de decenas de años, quien sabe si al pelotón de fusilamiento. Como cuando lo pillaron no llevaba ningún documento encima que lo delatara como el espía que en realidad era, se inventó como mal menor y para desviar la atención este plausible pasado nazi. De aquí surge este supuesto activismo en la Francia de mediados de los años 30. Haber sido nazi era un pecado, pero no tan grave como el de ser espía.

-¿Qué misión cumplía en Eisenach cuando lo capturan los soviéticos?
-El expediente no lo dice. Él alega que se había desplazado hasta la zona soviética por motivos comerciales, pero eso suena a otra patraña de las suyas. Un pretexto para que no saliera la verdad: que era un es´pía.

-¿Qué pena le cae?
-25 años de reclusión.

-Pues tampoco es que saliera tan bien librado. ¿Y cómo se las arregla para ser liberado en 1957?
-Adenauer firmó en aquellos años un acuerdo según el cual la Alemania Federal reconocía a la URSS, y a cambio los soviéticos liberan a los prisioneros de guerra. Primero vuelven los militares; poco después, los civiles condenados por delitos digamos comunes -o con cualquier otro pretexto, porque con los soviéticos nunca se sabía. Y Borís entra en este segundo paquete.

-¿En qué campos estuvo encerrado?
-Gracias a los archivos de la Cruz Roja sabemos que pasó por cuatro o cinco, pero sólo conocemos con seguridad uno que se encontraba cerca de Moscú.

-Lo que cuenta el expediente soviético -que lo adscribieron a la unidad de inteligencia d ela 6a división pánzer, que ganó dos Cruces de Hierro...- ¿nos lo hemos de creer?
-Una parte se la inventa y la otra es probablemente cierta, porque los mismos rusos la contrastaron con sus propios informes. Sabemos que antes de enrolarse en la Wehrmacht tuvo algún cargo de cierta responsabilidad en los campos de trabajadores extranjeros de los alrededores de Berlín. Los soviéticos dicen que fue una especie de Kapo, y que incluso llegó a castigar a alguno de los internos. Es obvio que una información como esta, que le perjudicaba, no la facilitó él. La debieron extraer de algún informe propio que no he podido localizar. Pero es que en la región de Berlín hubo cerca de 5.000 de estos campos. ¡5.000!

-¿Él formaba parte de este contingente de mano de obra llegada al Reich para trabajar en la industria de guerra?
-Tenemos el contrato firmado en París en octubre de 1943 por el que se compromete con la firma AEG. Como hablaba varios idiomas, enseguida prosperó y fue elevado a jefe de barracón.

-¿Cómo logra pasar del campo de trabajo a la Wehrmacht?
-Por sus contactos. Tenía una prima, también emigrada, que se había instalado en Berlín. Y con cierto éxito: se había afiliado al partido nazi y la habían destinado a la contrapropaganda. Lo ayudó a colocarse en el ejército. Lo destinan como sonderführer de la Policía Militar, como oficial de enlace de la 6a división pánzer, que había sido transferida en 1943 al frente del Este. Su función consistía en interrogar a los prisioneros soviéticos.

-¿Era un simple intérprete o tomaba parte activa en los interrogatorios?
-Muy probablemente recibió cierta formación en técnicas de interrogatorio.

-Ascendió hasta el grado de mayor: ¿lo podemos considerar un alto oficial?
-Comandante: ¡tú verás! También aquí demuestra su habilidad para ganarse la vida. Cuando ingresó en la Wehrmacht dijo que había sido capitán en el ejército zarista. Otra patraña, claro. Pero coló: como intérprete no hubiera pasado de sargento; sin embargo, ingresa directamente como capitán y es finalmente ascendido a comandante.

-¿Llegó a entrar en combate? Lo digo por las Cruces de Hierro que se supone que ganó.
-Lo dudo mucho. Parece la típica fanfarronada de Borís. El suyo era un trabajo de oficina. Por lo que respecta a las Cruces de Hierro, todo es mentira. He comprobado que no figura en ninguna lista oficial de soldados condecorados, que son fiables en un 95%.

-Tampoco parece muy sensato fardar no de una, sino de dos Cruces de Hierro ante un tribunal soviético.
-Lo que está claro es que en el frente ruso no cometió ninguna barbaridad. Si hubieran tenido la más mínima duda, lo liquidan.

-El final de la guerra, ¿dónde lo pilla?
-Con su división, en la frontera entre Checoslovaquia y Alemania. Cayó en manos de los norteamericanos, y como alegó que no era alemán, y además en esto no mintió, lo soltaron enseguida.

-¿Cómo fue a parar a Boppard?
-Porque el cuartel general de la división se encontraba muy cerca de esta ciudad, y además tenía un compañero de armas, un tal Von Grapov, que era originario de Boppard.

-Entre 1945, cuando se instala en Boppard, y 1948, cuando lo capturan los soviéticos, ¿a qué se dedica?
-Chanchullos, como todo el mundo. Probablemente, estraperlo con los franceses, que tenían cerca el cuartel general de su zona de ocupación. Marie Louise trabajaba como mujer de la limpieza en un hotel, y zurcía.

-Porque el matrimonio con ella había sido claramente de conveniencia...
-Sin duda: para obtener la nacionalidad francesa. Era una mujer de mala reputación, fichada por la policía, sospechosa de espionaje a favor de los alemanes durante la I Guerra Mundial y que, en fin, le llevaba 15 años a Borís: había nacido en 1885 en Marsella.

-Pero lo sigue a Berlín y después a Boppard, hasta que se separan en 1857.
-Con estos antecedentes no podía regresar a Saint Cannat. Y eso que lo intentó.

-¿Qué fue de ella, después de la separación?
-Murió en Boppard en 1962. Sus últimos años fueron muy precarios, económica y físicamente.

-¿Quién es esta Roswitha con quien Borís contrae matrimonio en 1969?
-La había dejado embarazada, por eso se casaron. Pero tuvo un aborto y se divorciaron al cabo de un año. No quiso saber nada de él nunca más.

-Pero la esquela la firma ella.
-Borís murió solo en una residencia de ancianos. Como no tenía familia conocida, la avisaron a ella, que fue quien organizó el funeral.

-¿De qué vivió, en sus últimos años?
-Tenemos que remontarnos a la inmediata postguerra, cuando trabajaba para los servicios secretos para obtener la nacionalidad: a cambio de una tarjeta de identidad alemana, aunque fuese falsa, acabó espiando para los norteamericanos. Esta tarjeta lo acompañará durante todo su cautiverio en la URSS, y la lleva encima cuando vuelve, en 1957. Es la llave que le permitirá acceder al pasaporte. A él y a su esposa. Gracias a esto tendrá derecho a la pensión de veteranos de guerra y supervivientes del gulag. Pero era una renta tan mínima, que forzosamente tenía que tener otros ingresos, muy probablemente de los servicios secretos.

-¿Volvió a casarse?
-No, no. Ya había tenido suficientes aventuras. Roswitha tampoco.

-¿Tuvo descendencia?
-No, por mucho que algunos digan lo contrario.

-¿Pudo contactar con ella?
-Sí. De hecho, muchos de los documentos personales que he reunido me los cedió Roswitha, que quería deshacerse de ellos. Ni Borís le explicó casi nada de su pasado, ni ella tuvo mostró mucha curiosidad.

-¿Alguna vez se refirió a su aventura andorrana, en la vejez?
-Roswitha sólo sabía algo de su paso por el gulag, y no gran cosa.

-La pregunta del millón: ¿por qué vino a Andorra? ¿De verdad tenía alguna remota esperanza de sacar algo de provecho?
-Hay quien dice que fue una broma. Per nadie se gasta un riñón -que por otra parte Borís no tenía- para gastar una simple broma.

-Entonces, ¿qué sugiere usted?
-Que trabajaba para los servicios secretos.

-¿Para cuáles?
-Para los alemanes, que desde los años 30 estaban muy activos en Cataluña y que intentaron infiltrarse entre los trabajadores de Fhasa para minar así la influencia francesa en Andorra, de la misma manera que lo estaban haciendo en el Sarre.

-En resumen: Borís, ¿qué era? ¿Un vividor? ¿Un estafador? ¿Un oportunista? ¿Un iluminado?
-Un personaje fascinante, difícil de explicar y de entender en términos estrictamente racionales. Sin duda fue un estafador, pero hasta cierto punto lo era por pura necesidad. Pero también un cuentista, y un mujeriego...

-¿Un chulo?
-No, porque no vive directamente de las mujeres, aunque sin duda de aprovecha de las que seduce.

-¿La pobre Florence?
-Por ejemplo. Estaba tan abducida por Borís que cuando la abandona acaba ingresando en un psiquiátrico. Piensa que a Andorra vino con Florence, que tenía alojada en el Parrilla de Escaldes, y con Phyllis, que se alojaba en el Oros de Encamp.

-¿Y dónde estaba, mientras tanto, Marie Louise?
-En Saint Canat.

-Para terminar: Borís I se publica en 1984; y Skossyreff muere en 1989. ¿Cree que llegó a conocer la novela de Morell?
-Lo dudo.

[Esta entrevista se publicó el 6 de febrero de 2014 en El Periòdic d'Andorra]

lunes, 3 de febrero de 2014

Borís: de la Cruz de Hierro al gulag

El historiador Gerhard Lang localiza el rastro de Skossyreff en los archivos soviéticos y pone rostro a las mujeres del 'Rey de Andorra'

¡Ay, nuestro buen rey Borís! ¡Qué regalo fabuloso nos hizo el día que se dejó caer por aquí arriba y tuvo la ocurrencia de declarar la guerra al Excelentísimo y Reverendísimo señor Obispo! Pues bien, hoy repasaremos su vida sentimental y también su carrera militar, probablemente dos de los rinconcitos menos transitados de su proteica personalidad. Y todo, gracias a los documentos que Gerhard Lang -el historiador alemán que un buen día sintió la llamada de Borís, como Buck la del bosque- ha ido herborizando en archivos de medio mundo: un cartapacio ahora depositado en el Archivo Nacional de Andorra que constituye como han podido ir comprobando las últimas semanas una auténtica mina.
Pero vayamos de una vez al meollo del asunto: teníamos hasta ahora clichada a su amante digamos oficial, la norteamericana Florence Marmon -ex, según parece, de un magnate del automóbil con sede en Indiana-, con quien se topó en 1933 en Palma de Mallorca. Porque Borís tenía buen ojo a la hora de escoger lugar de residencia. Con decir que se casó con una vecina de la Costa Azul, y que después de su aventura andorrana se dejó caer por Estoril, a ver si pescaba algo... Y la intuición nos dice que era esta Marmon la que pagaba los sainetes de nuestro Borís. En fin, que como sabemos a la pobre Florence la empaquetó hacia los EEUU después de la guerra de Andorra. Aunque interpretó mientras duró su papel de reina consorte con convicción: incluso consiguió que el Obispo Guitart la invitara a la misa en honor del (entonces) recién traspasado presidente Macià que se celebró en la catedral de la Seo el 20 de julio de 1934. Borís y el Obispo podían estar en guerra, pero una misa es una misa. Por lo menos, así figura en los documentos de Lang.

Boris Skossyreff, con el uniforme de oficial de la Wehrmacht; se enroló en 1944, fue destinado al frente del Este y alcanzó el grado de mayor enla 6a división pánzer. Fotografía: Fondo Lang / Archivo Nacional de Andorra.

Marmon es, seguro, la que más fortuna mediática ha tenido entre las consortes de Borís. Pero no fue ni la primera ni la última, porque el hombre era en este sentido un culo inquieto parecido, en fin, a los presidentes de la República francesa. El caso es que Lang ha puesto nombre y apellidos a la segunda señora del harén de Skossyreff: la británica Phyllis Peel Smith, Polly para los amigos, cuya pista el historiador ha tenido la paciencia de seguir hasta Londes, done la pobre polly se casó en 1920 con un tal Patrick Beauchamp Heard: teniente, atención, de la Royal Navy, galones que algunos pagaríamos por lucir un día. El de teniente, o el de optio de la IX Hispana, pero esta es otra historia, me temo.
En fin, que pobre, porque Phyllis y Patrick se separaron tres años después... por adulterio. De él, se entiende. Que una década después acabara enredándose con un vendedor de humo como Borís -un pasaporte holandés a su nombre expedido en 1923 lo describe como un hombre "sin religión" de 1,79 metros de  altura, el pelo "negro", cejas y ojos "marrones" y la nariz "recta"- no dice mucho a favor de su ojo con los hombres. Del ojo de Polly, claro. Para que vean de qué clase de individuo se encaprichó, aquí va una gacetilla del The Majorca Sun fechada en Palma -donde se conocieron- en septiembre de 1933, meses antes de la asonada andorrana: "La señora Marmon y su huésped, el capitán Borís Skossyreff, han sido interrogados por la policía bajo la sospecha de que en el piso de la primera haya sido utilizado como lugar de cita de pervertidos (!), y porque podría estar involucrada en el tráfico de cocaína".

Marie Louise Parat, primera esposa de Borís: nacida en 1895 en Marsella, la imagen procede del contrato de trabajo que la autoriza a desplazarse a Berlín, a principios de 1944. Ella y Borís se establecieron después de la guerra en la ciudad alemana de Boppard; se divorciaron en 1957. Fotografía: Fondo Lang / Archivo Nacional de Andorra.


Las legítimas
Hasta ahora nos hemos ocupado de las dos amantes digamos que oficiales de Skossyreff. Pero es que Borís también tuvo esposas legítimas. Dos, por lo menos. A la primera también la conocíamos: Marie Louise Parat, nacida en 1895 en Marsella, y con domicilio en Saint Cannat. La de la finquita en la Costa Azul, vaya. Ignoramos cuándo contrajeron matrimonio, pero lo que sí es seguro es que estaban casados en octubre de 1943, porque Lang ha localizado el contrato de trabajo que autoriza a Skossyreff y señora a trasladarse a Berlín para empezar una nueva vida. La fotografía de Marie Louise de aquí arriba proviene de este curioso, a la vez que insidioso y algo inquietante documento, que incluye una ficha antropométrica al más puro estilo nazi, con casilla para la "raza ("judía/no judía"), y datos como la altura (1,65 metros), el color del pelo ("rubio"), los ojos ("negros"), la nariz ("moyen") y la forma del rostro ("ovalado").

Boppard, 3 de abril de 1969: Borís y Maria (o Roswitha) acaban de contraer matrimonio. Son para él sus segundas nupcias (conocidas). Permanecerán casados hasta el fallecimiento de Skossyreff, el 27 de febrero de 1989. Fotografía: Fondo Lang / Archivo Nacional de Andorra.

Volveremos enseguida sobre la deriva alemana del periplo de Skossyreff. Pero antes terminemos con su trayectoria sentimental, siempre según los documentos exhumados por lang. La vida conyugal del matrimonio acaba oficialmente el 31 de diciembre de 1957, cuando Borís y Marie Louise -que después de la II Guerra Mundial se habían establecido en Boppard, en el suroeste de Alemania- firman el convenio de separación. Nos despedimos aquí de Marie Louise, que desaparece de esta historia -y quizás de la Historia- pero nos quedamos con él, para quien habrá una segunda vez.Fue el 3 de abril de 1969, cuando un Borís ya maduro -69 años, según la fecha de nacimiento, 21 de enero de 1900, que consta en el certificado de matrimonio- se casa con una tal María, una chica alemana nacida, atención, en 1939 en la localidad sajona de Brunswick. Es la señorita con cofia -ahora, ya convertida en señora- de aquí abajo, que en otros documentos aparece citada como Roswitha von Skossyreff. Parece que esta vez la cosa salió algo mejor, porque María (o Roswitha) es quien firma la esquela de Borís publicada en un diario de Boppard al día siguiente de su fallecimiento, ocurrido el 27 de febrero de 1989.

Retrato extraído del expediente de Borís elaborado por la Administración Militar Soviética en la Alemania ocupada, a raíz de su detención en Eisenach el 12 de noviembre de 1948. Fotografía: Fondo Lang / Archivo Nacional de Andorra.


En la 6a división pánzer
Así que Borís, el rey de Andorra, nacido en 1900 en Vilna, Lituania -entonces perteneciente al imperio de los zares- murió como ciudadano alemán en Boppard en 1989. ¿Sorprendente, no? Quizás no tanto si tenemos la suerte de acceder al dosier elaborado por la Administración Militar Soviética para ala Alemania ocupada con motivo de la detención de Borís, practicada el 12 de noviembre de 1948 en Eisenach por los herederos del NKVD. El acceso ahora es facilito, porque el dosier lo tenemos también en el Archivo Nacional. Pero, ¿y entenderlos? El reto es factible si tenemos a mano una auténtica rusa de Ekaterinburgo. Es nuestro caso: Alexandra Grebennikova, qué casualidad. Y resulta que según el dosier, que hay que leer, advierte, con las reglamentarias reservas que genera cualquier actuación de la policía política de la URSS- Borís Mikhalovich Skossyreff se afilió al partido nazi en 1935. Según el juez instructor, en esta fecha "ingresó en la filial extranjera del NSDAP en París y por cuenta de los servicios de inteligencia nazis se dedicó al espionaje con el objetivo de tomar el pulso a las tendencias ideológicas de la población y de distribuir propaganda nazi".
La verdad es que sorprende que la inteligencia nazi -¿el Abwehr? ¿La SiPo? ¿La Gestapo?- confiara en un hombre tan, ejem, disperso como Borís. Pero no dudaremos aquí de la capacidad de nuestro hombre para dar gato por liebre al más duro de los polis nazis. El informe soviético pasa de puntillas por las actividades concretas del espía Borís i salta hasta 1943, cuando se traslada a Berlín. Pues según el juez, Skossyreff fue nombrado "director" de un "campo de concentración para trabajadores franceses" -la clientela del Servicio de Trabajo Obligatorio, que no podemos considerar exactamente mano de obra esclava, pero tampoco trabajadores libres.

Primera página del expediente de Borís Skossyreff abierto por la Administración Militar Soviética en la Alemania ocupada. Fotografía: Fondo Lang / Archivo Nacional de Andorra.

El caso es que "como consecuencia de sus órdenes, los trabajadores franceses [bajo su custodia] sufrieron diversos castigos". Lástima que no especifique ni cuáles ni cuántos. En el mismo 1943, en fin, Borís, es reclutado por la Wehrmacht y enviado al frente del Este, glups, cuando las cosas comienzan a ponerse feas -para los alemanes, se entiende: Paulus se acababa de rendir en Stalingrado, y ya nada fue nunca lo mismo para Hitler. Participa en operaciones en Minsk, Vitebs y Smolensko, obtiene el grado de mayor y es destinado a la sección de inteligencia de la 6a división pánzer. Casi nada. Se dedicó, continúa el señor juez, a interrogar personalmente a prisioneros de guerra soviéticos. Y lo debía hacer bastante bien, porque entre pitos y flautas cosechó sendas Cruces de Hierro, de 2a y de 1a clase. Y no es por nada, pero una Cruz de Hierro se otorgaba exclusivamente por el valor demostrado en combate. Vaya, que a un juez soviético de 1948 le debía de hacer mucha gracia, toparse con uno de sus bravos titulares.
Hasta quí, la trayectoria bélica de Skossyreff, quye fue lo suficientemente hábil para volver vivo del Este, sobrevivir a las depuraciones de la postguerra y esperar que la tempestad amainara en Boppard, en el sector francés de la Alemania ocupada. Pero la suerte le dio la espalda en noviembre de 1948, cuando es detenido en Eisenach, zona soviética, procesado, condenado por espionaje y "agente al servicio de los nazis", y enviado a un "campo especial del ministerio del Interior de la URSS". Al gulag, vamos. El expediente no dice a cuántos años; el hecho es que lo liberan el 4 de junio de 1956, y si hay que juzgar por la fotografía de aquí arriba, con un aspecto no muy lozano. Pero quizás tiene que considerarse afortunado de que un tipo como él, exciudadano ruso y, por lo tanto, probablemente un traidor a ojos soviéticos, se saliera de esta con sólo ocho años de trabajos forzados. Volvió a Boppard, y rehizo su vida. No es poco para un exoficial de la Wehrmacht enviado al gulag. Borís, como ven, es una caja de sorpresas. Y sospechamos que la cosa no termina aquí.

[Este artículo se publicó el 3 de febrero de 2014 en El Periòdic d'Andorra]