Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

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martes, 22 de abril de 2014

Josep Maria Contijoch, veterano de la guerra de Ifni: "Por la noche te entraba el miedo a una bala perdida" (y II)

-Los baamranis no son saharauis, pero tampoco marroquíes...
-Creo que en el fondo sí que se sienten marroquíes, aunque son de origen bereber. Hay quizás un sentimiento de diferencia, pero por circunstancias históricas se han acabado identificando. El Sáhara, en cambio, es otra cosa: los saharauis siempre han dicho que ni rezan al sultán ni pagan impuestos.

Contijoch, veterano de la guerra de Ifni y autor de Impresiones de un movilizado, entrevistado en 2007 su residencia de Montblanc (Tarragona). Fotografía: Máximus.


Vista aérea de la ciudad de Sidi Ifni en los años 50 (arriba), y en la actualidad; los monumentales cuarteles de la Legión y de los Tiradores, en la parte superior derecha, han sido sustituidos por nuevos barrios residenciales. Fotografía: El Rincón de Sidi Ifni.


Desembarco de material militar con barcazas, debido a la inexistencia en los años 50 de puerto en la capital de la colonia; de hecho, lo habitual era que personal y pertrechos fueran descargados en las playas a bordo de carabos, nombre que recibían las barcazas locales. Fotografía: El Rincón de Sidi Ifni. 

-Se cuenta la anécdota de las mujeres baamranis de Sidi Ifni que escupían a los soldados españoles porque sabían que tenían órdenes de no responder y así los humillaban; y de los hombres baamarani que trazaban una línea en la arena de la calle y les retaban a no traspasarla porque más allá, decían, era territorio marroquí...
-Lo del escupitajo lo vi, pero lo atribuyo al ramadán: podíamos estar por ejemplo formando para el desayuno, que nos repartían el chusco con leche, y ellas pasaban a una distancia de unos cincuenta metros y escupían, sí, pero es que no las veíamos, dudo mucho de que fuera con la intención de ofendernos. Los de la ralla en la arena no lo había visto ni oído jamás, pero puede ocurrir que interpretes un hecho de una manera que tiene poco que ver con la realidad, y que con el tiempo vayas deformando y magnificando las cosas.

-El caso es que usted tampoco se atrevía a ir solo por el barrio moro.
-Por pura precaución, porque te arriesgabas a toparte con un tipo capaz de pegarte cuatro tiros.

-Entonces, ¿tenían algún trato, con los nativos?
-Con los moros que servían como ayudantes, sí; con las moras, no, pero es que eran ellas mismas, las que ponían distancia. Pero esto también fue después del follón; antes, por ejemplo, las putas de Sidi Ifni eran moras; después ya fueron siempre españolas.

-Ocio: ¿cómo mataba una guarnición de miles de hombres el tiempo?
-En Sidi Ifni no había nada que hacer. El único empresario que había era un tal Barber, oriundo de Tarragona. Creo que había llegado con Capaz, y él y su familia eran los propietarios de casi todos los negocios, incluido el cine. Antes de mi quinta parece que hubo dos cines: el moro y el europeo.

-¿Europeo, dice?
-Sí, así decíamos, porque españoles se supone que también lo eran los moros. Por lo visto en el cine moro proyectaban películas pornográficas. Pero eso yo ya no lo vi porque cuando llegué ya lo habían cerrado. El caso es que lo tenían muy bien montado, los Barber: pasaban una película a las 3, otra a las 5, una más a las 7 y la última sesión, a las 10. Todas, diferentes. Como no había nada más que hacer, ibas a la primera sesión y a media tarde ya no sabías cómo matar el tiempo. Cuatro películas era impensable porque te salía por un censal. En fin, que en mis ratos de ocio los pasaba en la oficina arreglando papeles, que estaba hecho un desastre; de vez en cuando, cine, pasear, fumar y estar en la plaza de España.

-¿Había chicas españolas?
-Las hijas de los oficiales eran inaccesibles: hacían vida aparte. Hay que tener en cuenta que la guerra marcó un antes y un después: se acabó la buena vida de los viejos tiempos -mi comandante venía a las 12 a firmar y no le volvíamos a ver el pelo en la oficina- y tuvieron que ponerse manos a la obra, por lo menos para tener a las unidades al día por lo que respecta a la instrucción.

-De todas formas, no da la impresión en sus memorias de un ejército desorganizado, de una tropa más propia de Pancho Villa, como alguien lo definió.
-Una cosa eran los oficiales de academia, que alguna vez te podían meter un puro pero que eran gente más o menos cultivada que bueno, y otra los chusqueros, algunos de los cuales habían pasado por la División Azul, o habían hecho la Guerra Civil como cabos o sargentos, que con los años fueron ascendiendo -tampoco demasiado, hasta teniente, aunque también había algún capitán. En cualquier caso, mis llamémosles colegas del estado mayor eran burócratas y, por lo genera, gente pacífica y de trato fácil.

-Cuando estalló la guerra, ¿estaban preparadas, las unidades? ¿Era correcta, la instrucción?
-Hay que tener en cuenta la sociología del ejército: a los soldados se les instruye para hacer la guerra, pero si no haces la guerra, enseguida te olvidas de lo que has aprendido. En mi caso, cuando terminé la instrucción con la brigada paracaidista, estaba relativamente bien entrenado; un año después, tras servir doce meses en las oficinas del estado mayor y no haber vuelto a coger un fusil, no sabía ni disparar. Lo mismo ocurría con otros destinos: pagaduría, intendencia, automobilismo, sanidad... Y muchos de estos oficios los desempeñaban reclutas catalanes. Te puedo contar la anécdota de un coronel de Tiradores que cada vez que licenciaban a una quinta se lo montaba para que el nuevo personal fuera catalán y con oficio: barbero, sastre, cocinero... Si te tocaba, la mili se había terminado, para ti.

-El armamento: ¿es cierto que la guerra significó también un antes y un después, con una notable mejora del material a partir de la invasión?
-Paracaidistas y legionarios estaban bien armados; los soldados de leva seguimos con nuestros máusers; pero, claro, estábamos en segunda línea.

-Se dice que el Canarias disparó por error sobre las posiciones propias: ¡fuego amigo!
-Recuerdo cuando ocurrió: eran las 8 de la mañana, estábamos durmiendo y de repente fue como un trueno, como si nos hubiera sobrevolado un jet, pero cien veces más fuerte. Y otra vez. Subimos a las terrazas a ver qué era aquello y vimos al Canarias abriendo fuego, sí, pero no sobre nuestras posiciones sino al interior del territorio. Lo de fuego amigo fue un rumor malintencionado. La prensa extranjera dijo que estábamos machacando a las cabilas. Aquello duro un par de días. Luego creo que pasaron por Agadir: una exhibición de músculo. No sé si tuvo que ver con el Canarias, pero lo cierto es que a partir de entonces la presión de los moros bajó.

-Otro rumor sostiene que los EEUU no permitieron a Franco utilizar el material más moderno que el ejército español acababa de adquirir y que por esta misma razón hubo que recurrir a los veteranísimos Junkers y Heinkel alemanes.
-No sé si había mejores aviones o no, pero que los americanos no permitieron utilizar material más adecuado es un hecho. No les interesaba que el conflicto se les fuera de la mano, ni que uno de los contendientes machacara al otro.

-¿Y la colaboración francesa, más allá de alguna pasada de los cazas?
-Creo que sí hubo una cierta colaboración por lo que respecta a inteligencia.

-Una cuestión terminológica: a los insurrectos, ¿cómo les llamaban: "bandas" o "Ejército de Liberación"? Es que hay una diferencia...
-El Ejército era el conjunto de las bandas; pero bandas no en un sentido digamos mafioso sino porque eran grupos de 20, 30 o cien hombres, que actuaban no se sabe muy bien bajo qué órdenes. De hecho, nosotros tampoco las llamábamos "bandas" sino simplemente "los moros".

-En su opinión, ¿por qué se quedó España once años, hasta 1969, después del fin de la guerra?
-Por una cuestión de orgullo imperial. Nada más. Así como en el Sáhara hubiera tenido alguna justificación resistir hasta el último momento y hasta el último hombre, por las minas de wolframio, en Ifni no había nada que defender, ninguna riqueza que explotar... salvo el prestigio, el honor de no renunciar a lo que se consideraba territorio español. ¡Y con rango de provincia!

-Sidi Ifni, ¿era una ciudad bien acondicionada, con red de alcantarillas, agua corriente, electricidad...?
-Era excepcional, porque en las cabilas no había nada de esto. En Sidi Ifni había hospital, escuelas, incluso un zoo. Los dos barrios, el moro y el europeo, estaban separados por una especie de vaguada. No es que fuese obligatorio, pero a la hora de instalarse, cada uno lo hacía con los suyos: los moros con los moros y los europeos con los europeos. Al principio, como ya he contado, llevaba mi ropa a lavar a una mora que vivía en el barrio moro; al día siguiente me traía la colada limpia su marido, que era uno de estos soldados moros que cobraba la muna.

-De la visita triunfal de Carmen Sevilla y Gila no guarda muy buen recuerdo...
-No encontrarás ni un solo veterano de Ifni que te hable bien de aquello. Atención, que hablo de Gila, no de Carmen Sevilla. Y no es una cuestión de ideologías: lo que no tenía que haber hecho es decir que fue a Ifni "obligado", que si hubiera podido no hubiera viajado. Nosotros sí que fuimos a la fuerza, porque no nos quedaba otro remedio, y no nos sirvió de nada; con la diferencia que él estuv en Ifni una semana: nosotros, 15 meses, y que a él le pagaron sus buenos dineros, por no hablar de la campaña de publicidad gratuita que aquello le reportó. Gila fue el único de los diez o quince artistas que fueron a Ifni que habló de aquella manera. Carmen Sevilla, por ejemplo, siempre lo ha evocado con cariño.

-¿Asistió usted al espectáculo?
-Sí: lo vi en el cine; pero también lo hicieron en los destacamentos: quedaba muy bien, Gila, con su número del teléfono y burlándose del ejército, todo hay que decirlo; montaban un tablao y bailaban también sevillanas... En fin, que a mí siempre me ha parecido que copiaron las giras que los americanos montaron en la II Guerra Mundial, con Bob Hope, James Stewart y compañía. Lo volvieron a hacer en Vietnam, como se ve en Apocalipsis Now.

-La primera semana después de la invasión fue también la semana del hambre...
-Hay que decir que en Ifni se comía bien; por lo menos, los paracaidistas, con los que hice la instrucción. Atención, que "bien" no significa comilonas y platos sofisticados, sino estofado, macarrones y cosas así. El resto de las unidades disponían de menos recursos y ya era otra cosa, pero se comía; jamás se pasó hambre. En los primeros días lo que ocurrió es que todos los barcos y aviones disponibles -del campo de aviación despegaba un avión cada minuto- se destinaron a transportar pertrechos militares desde las Canarias y la Península -entre ellos, una unidad de morteros de Barcelona- y resulta que se les olvidó el suministro de alimentos. Lo pasamos relativamente mal, porque ni con dinero encontrabas comida. Pero fue debido antes a la mala gestión que no a la escasez.

-Pasado el susto inicial, ¿sentían que la ciudad estaba a salvo, que no iba a caer?
-Estaba claro que no. Aunque los primeros días, digamos que la primera semana, no te podías quitar el miedo del cuerpo. Pero lo hacen bien, los militares, escogían a unos cuantos con narices, tirando a chulos, y los hacían desfilar por las diferentes unidades para levantar la moral: que esto está ganado, que los vamos a machacar... Luego, por la noche, cuando estabas de guardia solo en la terraza, te quedaba el resquemor de que te diera una bala perdida.

-¿Fue una guerra limpia? Me refiero con los prisioneros: ¿se les brindó un trato humano?
-En las memorias cuento el caso de un soldado moro, al que pillaron en unas maniobras escondiendo una pistola. El teniente de la unidad, un chusquero, lo envió al cuartel. Me había olvidado del caso cuando a la semana siguiente veo a un moro que moro que me sonaba: era él. Alguien dijo que incluso le habían aplicado descargas eléctricas para que cantara: claro que era un desertor, un desafecto. En cualquier caso, diría que aquello fue algo excepcional, por lo menos no tuve noticia de otros casos, y estahndo como estaba en el estado mayor -nos pasaban los partes de baja de todo el mundo, civiles incluidos- me hubiera enterado.

-¿Estuvo en alguna ocasión en el frente?
-Tuve suerte, porque en el estado mayor vivíamos en este sentido muy bien; si hubiera continuado en la Policía con toda seguridad me hubiera tocado liberar alguno de los fortines. Por eso me sorprende que Sánchez de León, el que después fue ministro con Suárez, acabara en Talata: siendo abogado hubiera podido solicitar un destino más seguro.

-¿Disfrutó de algún permiso, a lo largo de sus quince meses de servicio?
-Ni uno. Zamalloa los denegaba todos porque decía que necesitaba a todo el personal en la plaza. Hubo un caso, en nuestra unidad: un tal Torres, madrileño, que obtuvo un permiso por Navidad. Volví a contactar con él cuando publiqué Impresiones de un movilizado y le dije, "¡Hombre, tú eres el enchufado aquel que se largó a casa por Navidad!" Y me respondió que de enchufado nada, que había alegado que tenía exámanes en la Universidad y que si no se presentaba perdería el curso, y coló. Claro que luego lo suspendió todo: con el lío que teníamos en Ifni, cualquiera se ponía a estudiar.




lunes, 21 de abril de 2014

Josep Maria Contijoch, veterano de la guerra de Ifni: "Todo el reconocimiento que obtuvimos fue una medalla de latón" (I)

Sirvió en Ifni entre junio de 1957 y noviembre de 1958, así que se chupó toda la guerra (y más). Destinado primero en la unidad de policía de la colonia, Josep Maria Contijoch (Montblanc, Tarragona, 1935), ingresó a los tres meses como mecanógrafo en el estado mayor del gobernador del África Occidental Española, el general Gómez de Zamalloa. Era el encargado de escribir a las familias para comunicarles la baja en combate de su hijo. Como policía cobraba una soldada de 720 pesetas al mes; en la península, los reclutas como él recibían una (digamos) paga de 30 pesetas. Ha recogido sus memorias de guerra en Sidi Ifni '57. Impresiones de un movilizado (Cossetània, 2002).



Josep Maria Contijoch (Montblanc, Tarragona, 1935), sirvió como recluta en Ifni entre junio de 1957 y noviembre de 1958; la invasión le pilló como mecanógrafo en el estado mayor del general Gómez de Zamalloa, gobernador del África Occidental Española; en la imagen superior, con el uniforme de policía en 1957; en las dos inferiores, en su residencia de Montblanc, en 2007, mostrando el mismo uniforme y la medalla de latón con que el gobierno franquista condecoró a los veteranos de la guerra de Ifni. Fotografía: Archivo J. M. Contijoch / Máximus.

-¿Nadie se esperaba una operación enemiga?
-Algo nos olíamos, porque teníamos noticia de concentraciones tanto en Agadir como en Bulimin, pero no se nos advirtió que el ataque era inmimente. Tanto fue así que los fortines del interior quedaron rodeados; entre ellos, el de Sidi Inno, donde sólo había un cabo español: los auxiliares, todos moros, se lo cargaron.

-Y el alto mando, ¿tampoco?
-Lo mismo: si sabían algo, nadie lo exteriorizó, y de hecho no había ninguna inquietud. Y lo sé porque yo mismo servía en esos momentos en el estado mayor.

-Pero en los meses precedentes los incidentes habían sido continuos, casi diarios.
-Por eso mismo no pensábamos que fuera posible una invasión con todas las de la ley. Algaradas y golpes de mano, sí, pero una invasión coordinada -estilo japonés, como si dijéramos, sin declaración previa de guerra ni nada- nadie la vio venir, del comandante hacia abajo.

-¿Dónde le coge a usted, exactamente, el intento de invasión del 23 de noviembre?
-Durmiendo. Cuando se dio la alarma, cada uno se dirigió a su puesto; el mío era la oficina del estado mayor.

-¿Siempre sirvió en el estado mayor?
-No. Llegué a Ifni como soldado de reemplazo. Resultó que alguien decidió que había que reforzar el cuerpo de Policía de Ifni, que estaba dejado de la mano de Dios; parecía el ejército de Pancho Villa. En fin, no sé qué criterio debieron seguir, pero el caso es que nos cogieron a ochenta de mi quinta y nos destinaron al cuerpo de Policía. Para la instrucción nos encuadraron en una bandera paracaidista: menos saltar del avión, lo hicimos todo. Tras la jura de bandera, serví unos tres meses como policía: controles de carretera, batidas por el barrio moro... Enseguida presenté la solicitud para ingresar en el estado mayor, y aquí es donde me pilló la invasión.

-¿Cómo vivió, aquella noche?
-Supongo que el caos habitual en estos casos, con los oficiales dando órdenes contradictorias y sin mucho tino. Y nosotros, claro, no sabíamos qué hacer. La alarma saltó primero en la circunvalación de la ciudad y después se extendió al campo de aviación.

-La línea defensiva ya existía, ¿o se construyó después?
-Es posterior. Sidi Ifni era entonces una ciudad abierta. Las tropas de élite, Legión y paracaidistas, se desplegaron enseguida por los puntos más vulnerables, pero no existían posiciones defensivas, ni búnkers ni parapetos ni nada. Unos y otros tenían el campamento fuera de la ciudad, en aquel monte donde todavía se puede ver el escudo gigante que tallaron.

-¿Hubo en algún momento sensación de pánico, de desbandada?
-Pánico, no; fue más bien la sorpresa del momento; en los dos, tres y cuatro días siguientes los zapadores tendieron alambradas de espino; a los que servíamos en las oficinas nos dieron fusiles y nos destinaron a las azoteas -porque en Sidi Ifni los techos son planos- así que cada noche dejábamos las máquinas de escribir y nos íbamos de guardia. Porque después del susto inicial no estábamos todo el día con el fusil en las manos ni se combatía casa por casa o por las calles; no había una línea de frente ni tiroteos constantes, sino más bien esporádicos.

-A los nativos, ¿les llamaban moros?
-Sí, así es como les llamábamos.

-Las "bandas", el Ejército de Liberación, era una formación regular, en su opinión, o mas bien una guerrilla?
-Una guerrilla: ni se trataba de compañías regulares ni vestían con uniformidad: unos iban de civil, otros que cogimos prisioneros vestían uniformes norteamericanos, quién sabe de dónde los sacaron. Quizás se los facilitaron los mismos yanquis.

-¿Usted cree?
-Oficialmente nunca lo admitieron, pero los EEUU siempre jugaban a dos barajas: según se dijo, parece que en Agadir los rebeldes habían asaltado una base norteamericana y habían tomado armamento y uniformes. Pero dudo de que la capacidad organizativa de esta gente les diera para asaltar con éxito una base americana. Lo dudo muchísimo.

-En sus memorias afirma abiertamente que la invasión estaba instigada y organizada por Marruecos.
-Nunca lo han reconocido, pero se sabe. Situémonos en 1957: hacía 35 años de Annual, y 20 de la Guerra Civil. Al gobierno de la época lo último que le interesaba era un lío monumental como el que parecía que podía estallar en Ifni. A nosotros nos sorprendía enormemente que los periódicos españoles que leíamos no dedicaran ni una sola línea a Ifni. Y así ha sido desde entonces: por eso levantamos la asociación de veteranos, para que se nos reconozca lo que hicimos...

-¿Y qué hicieron?
-Al fin y al cabo, fuimos los últimos que defendimos lo que quedaba del imperio español. Pero miento: sí que se nos reconoció el esfuerzo, con una medalla de latón. Lo que me sorprende no es que la Dictadura nos ignorara, al fin y al cabo qué podíamos esperar de aquella gentuza. Se entiende que no quisieran revivir el fantasma de las guerras de África. Lo que nos solivianta es que con la democracia, y después de 50 años de aquello, no se reconozca que en Ifni hubo una guerra, todo lo corta que se quiera, pero una guerra con todas las de la ley -y con tres centenares de españoles muertos.

-¿Qué es lo que reclaman, ustedes, exactamente?
-Reconocimiento. Primero, con una labor de divulgación. Después, con la extensión a los veteranos de Ifni de los derechos que hoy amparan a los veteranos de las misiones en Kosovo y Afganistán. Ni más ni menos. Lo que no es justo es el olvido actual.

-Es indiscutible que hoy Ifni a la mayor parte de la población le suena a cosa marciana. Bien pocos podrían situarlo en el mapa.
-Lo cierto es que Ifni los militares profesionales vivían la mar de bien, con sus salarios doblados y sin hacer gran cosa. Pero es que aquello era un puro abandono: la única riqueza era la pesquera. Se podía haber explotado montando fábricas conserveras. ¿Por qué no se hizo? Durante la primera semana de la guerra el alimento principal de la tropa fueron las sardinas de un banco que había ido a parar a la costa. Pero claro, primero habría habido que construir un puente de verdad. Cuando volví a Ifni en el 2000, una empresa valenciana había abierto unas instalaciones para elaborar conservas: ¡en unos antiguos edificios de intendencia del ejército español que alquilaba al gobierno marroquí por 18 dirhams al mes! Unas conservas destinadas en su mayor parte al mercado español. O sea, que no que no se hizo cuando era una colonia española se hace ahora que es marroquí.

-Tampoco da la impresión, leyendo sus memorias, que aquello fuera un caos, ni un nido de mandos ineptos.
-Es que no lo eran. Lo que faltaba en Ifni eran civiles, hombres de negocios, empresarios. Los militares cumplían con su deber... y hacían lo que podían. El armamento daba miedo de lo viejo que era, pero esto no era culpa de los oficiales destinados en Ifni, sino del gobierno. Yo mismo hice la instrucción... ¡con un fusil que todavía llevaba estampado el sello de la Generalidad republicana! Por lo menos tenía 30 años.

-¿No vieron un solo Cetme?
-Los soldados de reemplazo, no; la Legión y los paracaidistas, sí.

-Se ha convertido en tópico referirse a la de Ifni como la "guerra secreta" o la "guerra silenciada". Pero viendo las fotografías de Carmen Sevilla y Gila desembarcando en Sidi Ifni, y que en las Navidades de 1957 el diputado por Barcelona organizó una colecta para hacer llegar un lote a las tropas, parece que sí que tuvo cierta repercusión en la prensa.
-Para escribir mis memorias tiré mucho de hemeroteca, y puedo dar fe de lo que decían, sí, y sobre todo de lo que callaban los diarios de la época. La Vanguardia, por ejemplo, habla tan solo en dos  tres ocasiones de Ifni... entre el 27 de noviembre y el 15 de diciembre: lo más crudo de la guerra. Y todavía, informaciones interiores: nada de portada ni de grandes despliegues. Curiosamente, el único medio que hizo un seguimiento relativamente extenso de la guerra fue Arriba, el diario oficial del Movimiento, pero siempre desde una perspectiva digamos imperial, que si héroes por aquí, patria y sacrificio por allá. Y a partir de enero, silencio absoluto. Ifni desaparece de los diarios.

-Los desastres, las posiciones interiores que iban cayendo, ¿también se silenciaron?
-La muerte de Ortiz de Zárate, primer paracaidista caído en combate, no se podía ocultar, así que lo convirtieron en un héroe: hasta el punto que la 3a bandera paracaidista lleva hoy su nombre. Pero lo cierto es que de unos hechos así hoy habría un seguimiento exhaustivo. Y lo repito: a partir de enero, silencio. Estoy seguro que hubo consignas superiores en este sentido.

-Pero en Ifni se desplegaron miles de soldados: no se podía ocultar, una movilización como ésa.
-Repartidos por toda España. De mi comarca, la Conca de Barberá, que tendría unos 20.000 habitantes, yo fui el único quinto que estuvo en la guerra.

-Cuando volvió, ¿sabían algo de lo ocurrido en Ifni, sus amigos y conocidos?
-Les sonaba que había habido follón, pero ni por asomo sabían que en Ifni se habían producido 700 bajas, entre muertos y heridos. Incluso esto se ha sabido después, cuando el general García de la Vega escribió su libro sobre la guerra. A él le dieron todas las facilidades que yo no tuve para consultar las listas de bajas en el Archivo Militar. En fin, que como mucho sabían de Ortiz de Zárate y de algún otro ilustre caído. Lo que no pudieron ocultar fue la liberación de los soldados capturados por los moros, Cinco o seis de los 80 hombres de mi compañía que estaban en las guarniciones de los fortines fueron capturados. Tuvieron suerte, porque aparte del cabo de Sidi Inno mataron a otros cinco. Debieron ser sobre el medio centenar, y cuando los liberaron lo vendieron como propaganda: los buenos oficios del franquismo y todo eso.

-También ustedes debieron hacer prisioneros entre los soldados del Ejército de Liberación.
-Por supuesto. No sé qué fue de ellos; sé que los enviaban a las Canarias y me imagino que al final también los liberarían. De hecho, yo mismo asistí a algunos interrogatorios, y por lo menos en estos no hubo la menor violencia.

-Lo que me sorprende es que, excepto los más pequeños, los fortines resistieran el ataque de cientos, quizás miles de rebeldes.
-Nuestra suerte era que no disponían ni de morteros ni de artillería. Los fortines eran baluartes; resistieron los mejor defendidos, como el de Talata, con una guarnición de una veintena de hombres más los moros. A éstos los debían desarmar al día siguiente, como ocurrió en la ciudad. Aunque hay que reconocer que no cumplieron las consignas que les habían dado: cada ordenanza tenía que liquidar a su oficial. Ninguno lo hizo. Claro que con los españoles vivían muy bien, con unos sueldos que podían llegar a las 3.000 pesetas. Eso, en la época y todavía más en Ifni, era mucho. Y muchos de ellos todavía cobran la pensión como veteranos del ejército.

-Teniendo en cuenta esta lealtad que los baamaranis mostraron hacia España, ¿cómo se explica la insurrección?
-Porque fue algo instigado desde el exterior. Vino de Marruecos; en Ifni no había un sentimiento antiespañol; al contrario, los baamaranis admiraban a Franco, eran más franquistas que la mayoría de los españoles destinados a Ifni. Tenía narices, la cosa.

-Los sorteos de quintas, ¿eran limpios?
-Lluís Noguer dice en su libro, Almogàvers a la força, que en 1943 enviaron a Ifni a un grupo de catalanes y vascos en represalia no se sabe exactamente por qué, quizás por catalanes y por vascos. Si fue por esto, en la época de la guerra ya no existía, esta discriminación. Cuando a uno le tocaba África, ya no había nada que hacer: tenía que pisar África. En cierta ocasión apareció por el cuartel general un chico de quien se dijo que era baloncestista de élite; anduvo tres o cuatro días por allí y al siguiente desapareció: había regresado a la Península. Los enchufes funcionaban de esta manera, pero primero tuvo que ir a Ifni

-¿Cuáles eran los peores destinos en Ifni?
-Las guardias en la frontera, los fortines... A los fortines habitualmente iba la policía. De hecho, me podía haber tocado a mí. Sánchez de León, el que fue ministro de Sanidad con la UCD, estuvo destinado en Telata. Como había estudiado Derecho, enseguida congeniamos. En cierta ocasión le propuse escribir sobre este episodio, pero dice que lo ha olvidado todo...

-¿Qué tiene de especial Telata?
-Es donde se produjeron más bajas. El plan de operaciones establecía que las columnas enviadas desde Sidi Ifni tenían que liberar los fortines sitiados y devolver a las guarniciones a la capital. Fue de camino a Telata donde la sección de Ortiz de Zárate cayó en una emboscada, tuvieron que refugiarse en una cresta y esperar a que Tiradores y legionarios los liberaran... ¡A ellos, que iban a liberar Telata! En en fin, la guarnición de Telata resistió como las demás, seis, siete, ocho días antes de la llegada de refuerzos. Creo que los últimos en ser liberados fueron los de Tiliuin, donde tuvo lugar el primer salto de combate del paracaidismo español. Muy bien armados, por cierto, con Cetmes y ametralladoras.

-¿Hubo muchas bajas?
-En Telata, dos: un cabo apellidado Castillo y un brigada, gran tipo. Le pegaron un tiro porque, esto si que hay que reconocerlo, los moros -bien o mal armados- eran grandes tiradores. Tienen mucha paciencia y eran capaces de pasarse las horas que fueran necesarias esperando su presa.

-Antes de la guerra, las relaciones con los moros eran -dice- relativamente cordiales.
-En la ciudad, sí; en el interior las cosas eran más... vacilantes, nadaban entre dos aguas, así que cuando veían que del otro bando era más, pues cambiaban de bando.

-Cuando los desarman, ¿se establece entre ustedes y ellos un clima de desconfianza?
-Cuando estalló la guerra los militares se dieron cuenta -e hicieron bien- de que mantener aquel pedazo de tierra lleno de cactus y de lagartijas era una pérdida de tiempo, con los fortines en mal estado y la guerrilla al acecho. Oficialmente el territorio se había conservado, pero en realidad lo que se hizo fue envolver Sidi Ifni, la capital, con una triple barrera de alambre de espino, un perímetro de 6 o 7 kilómetros, reforzado con ametralladoras y pozos de tiradores. No hubo demasiados follones, aunque en mi opinión todas las quintas que fueron a Ifni después de la mía, aunque la colonia no estuviera oficialmente en guerra, merecen el mismo tratamiento de veteranos de guerra, porque la realidad es que en Ifni estuvieron en pie de guerra hasta la retrocesión de 1969.

-La guerra acaba en junio de 1958, pero no se firmó oficialmente la paz. ¿Hasta cuándo duró, la presión de las bandas armadas?
-En Navidad todo había terminado: los fortines habían sido liberados y en febrero ya los habían dinamitado.

-Le preguntaba por las relaciones con los moros: usted mismo dice que dejó de llevarle la ropa a la señora que le hacía la colada después de la insurrección.
-Había tensión, desconfianza y miedo. Temíamos que les hubieran cambiado el chip  y nos fueran a poner una bomba. No pasó nada de esto, pero lo cierto es que eran dos formas de pensar diferentes: no sabíamos como iba a reaccionar, aquella gente, así que los desarmaron y les dijeron: "Sentáos aquí y a final de mes cobraréis la muna". Incluso llegaron a retirar al personal moro que servía en el casino de oficiales.

-A los nativos que se mantuvieron leales a España, ¿los represaliaron, en 1969, con la incorporación a Marruecos?
-Que sepamos, no. En los años 50 habría unos 3.000 habitantes; hoy deben de ser sobre los 10.000. Todo continúa igual: las viviendas de oficiales, la pagaduría, incluso el águila franquista sigue en su sitio, y el campo de aviación... aunque lleno de cabras. La plaza de España, hoy de Hasán II; el monolito a Capaz, que ocupó Ifni en 1935 -aunque sin el busto.

[Primera parte de una entrevista inédita con Josep Maria Contijoch mantenida en 2007; la segunda parte de publicará mañana]