Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

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viernes, 26 de junio de 2015

Charney: duelo aéreo en 16 mm

El historiador Claudio Meunier lcoaliza en los archivo del escuadrón 602 de la RAF una película con una veintena de combates de pilotos de la unidad; entre ellos, Ken Charney, que el 14 de enero de 1944 se bate sobre Boulogne con Focke Wulff alemán y lo derriba: fue su cuarta victoria confirmada.


Tarjetones que preceden a cada registro para identificar al piloto de cada misión; estos dos corresponden a Charney, en un ataque contra un objectivo terrestre el 15 de diciembre de 1943, y en el derribo del FW el 14 de enero de 1944. Fuente: Ian Blair / 602 (City of Glasgow) Squadron Museum Assoiciation.
Informe de la misión del 14 de enero de 1944 en la zona de Boulogne-Hardin-Saint Pol; tomaron parte en ella 24 Sptifires pertenecientes a los escuadrones 602 y 132, al mando de Colloredo-Mansfield, desaparecido en combate. Charney destruyó su Focke Wulff 190, al igual que un piloto australiano apellidado Smith; Lumbrell y Paggett compartieron el deribo probable de un Messerschmitt 109, mientras que Yule y Boulinger dañaron el primero un Me 109 y el seguno, un FW 190. Fuente: Archivo Claudio Meunier.

Era lo que nos faltaba por ver: a Ken Charney en combate, y abatiendo con su Spitfire IX y sobre el cielo de Saint Pol, al noroeste de Francia, un Focke Wulff 190 de la Luftwaffe. Madre mía. Es una secuencia brevísima que se resuelve en diez segundos escasos: la persecución frenética, el cañón que dispara varias ráfagas, y el aparato enemigo que inicia lo que parece un vertiginoso picado que acaba -según el informe de combate de la misión- con el FW estrellándose sobre el suelo de la dulce Francia. Pobre piloto alemán, pero así es la guerra: era él o Ken, y ganó Ken. Como siempre.

Ya lo ven, un documento sensacional que el historiador Claudio Meunier, claro, localizó en los archivos del museo virtual del escuadrón 602 City of Glasgow de la RAF, en que nuestro héroe sirvió entre noviembre de 1943 y julio de 1944. Lo pueden visionar aquí mismo: http://www.602squadronmuseum.org.uk/exhibitions/videos/gun-camera.php. Cliquen, tengan paciencia hasta el 1' 24" y verán lo que es bueno. Tiene poco que ver, ya lo avanzamos, con la épica de Hollywood, y mucho -curiosamente- con un videojuego caótico y más bien primitivo donde el resultado parece depender más de la diosa fortuna que de la pericia. Aunque precisamente Charney debió de tener mucho de ambas, fortuna y pericia, porque sobrevivió como sabemos a cuatro años de guerra y logró en el ínterin o seis victorias confirmadas y, de paso, dos DFC. No está nada mal.

La que recoge la sensacional película de hoy debió de ser la cuarta que se anotaba, y se la cobró el 14 de enero de 1944 en  misión sobre la región de Boulogne y Saint Pol. El Spitfire de Charney formaba parte de una formación de 24 cazas procedentes de los escuadrones 602 y 132 -según el informe de combate localizado por Meunier- que aquella mañana despegaron con la misión de escoltar a 72 Marauders que se dirigían a bombardear la zona de Dieppe. La travesía del Canal fue tranquila, pero al llegar a las costas francesas, y divididos ya los cazas en dos secciones, aparecieron inmediatamente los cazas alemanes. La sección de Charney fue atacada por dos decenas de Mersserschmitt. Sin novedad. Fue mientras regresaba a la formación cuando nuestro hombre tropezó con el solitario FW. Con la buena suerte que la ráfaga que le disparó dio en el blanco: el aparato alemán, cuenta Meunier, voló invertido durante unos veinte segundos que para el piloto debieron de ser terroríficos y terminó estrellándose contra el suelo. Ni rastro, como vemos, de la temeraria táctica de embestir a la formación enemiga de frente que le valió en la campaña de Malta el sobrenombre de Caballero Negro. En aquella misma acción, en fin, los compañeros de Charney abatieron otros dos FW más un Me probable, y dañaron a otros dos Me. Pero también recibieron: el jefe del escuadrón, un tal Colloredo Mansfield -menudo nombre para un squadron leader- despareció en combate. Nunca más se supo. 

Lo cierto es que el puñado de frikis que colabora con Meunier ha localizado incluso el aparato que Charney pilotó aquella jornada: el Mk IX MJ147, que fue posteriormente asignado a diversos escuadrones canadienses y que después de la guerra fue vendido a Turquía. La sorpresa es que por lo visto se conserva más o menos íntegro en la Gran Bretaña, gracias a los desvelos de un coleccionista de parafernalia bélica. Impresionante, ¿verdad?

Por lo que respecta a la película, se trata de una filmación en 16 milímetros que apareció por sorpresa en  la buhardilla de Ian Blair -ay, las casas de campo inglesas y sus estupendas buhardillas. Hete aquí a todo un veterano del 602 que no tenía ni idea de lo iba a encontrarse en las bobinas aquella y que se llevó la sorpresa de su vida cuando, una vez digitalizadas, vio emerger a sus colegas en acción: dos decenas de misiones entre septiembre de 1943 y febrero de 1944, filmadas con la cámara que los Spitfire llevaban empotrada en el morro y que se activaba automáticamente cuando el piloto disparaba el cañón. Se trataba, dice Meunier, de evaluar las tácticas de los pilotos y el comportamiento en combate de los aparatos. Una película, en fin, que había permanecido oculta los últimos 70 años y que ahora podemos visionar desde el salón de casa en un homenaje íntimo y póstumo a Ken Charney, el Caballero Negro de Malta y, por qué no, el as de la Quera.

[Este artículo se publicó el 17 de junio del 2015 en el diario Bon Dia Andorra]

viernes, 8 de mayo de 2015

Charney: retrato de un as

Lo recuerda perfectamente aunque han transcurrido 33 años porque aquel 3 de junio de 1982 hizo campana. Por supuesto, con una buena excusa: Rafael García y sus padres, Rafael Y Ángeles, iban a asistir al entierro de Kenneth Langley Charney (Quilmes, Argentina, 1922-la Massana, Andorra, 1982). El piloto angloargentino, as de la II Guerra Mundial, acababa de fallecer y sus restos iban a ser enterrados en el nicho número 209 del cementerio de la Quera. Fue una ceremonia íntima, recuerda Rafael. Incluso demasiado íntima: apenas seis allegados, con la viuda al frente, con los García como refuerzo: ellos asistían porque desde 1978 Charney residía en la planta baja de la casa familiar, el chalet Carvajal de la Massana.

Rafael García posa en el rellano del cementerio de la Quera, en la Massana, donde el Comú ha colocado la placa en memoria de su ilustre vecino (a la derecha). Sostiene una copia de la célebre fotografía en que Ken Charney, en la cabina de su Spitfire, recibe el saludo de Pierre Clostermann, a quien tuvo bajo sus órdenes en el escuadrón 602 durante la campaña de Normandía. Fotografía: Máximus.

Mike Leonard tenía 25 años cuando conoció a Charney: eran vecinos en Soldeu, la primera llocalidad andorrana donde nuestro as residió. En 1978 se mudó al chalet Carvajal de la Massana. Con Leonard, piloto deportivo, compartió su pasión por los aviones. En la imagen, sostiene un retrato de Ken en los años de la guerra. Fotografía: Máximus.

Recreción artística del ilustrador argentino Carlos García del combate que Charney y Clostermann mantuvieron el 2 de julio de 1944 y sobre la localidad normanda de Cabourg y Lisieux con un enjambre de 40 Focke Wulff 190: nuestro hombre abatió dos cazas enemigos, en una acción por la que se fue recomppensado con la Distinguished Flying Cross. El Spitfire de Charney, en primer término. Ilustración: Carlos García.

Así que Rafael conserva un recuerdo muy vivo de aquel hombre "alto y delgadísimo, que siempre llevaba calada una gorra blanca". Un tipo taciturno, poco dado a las efusiones ni a sincerarse con extraños, y por lo visto tampoco con sus caseros: "Sabíamos que había sido piloto de combate porque tenía las paredes llenas de fotografías y condecoraciones. En cierta ocasión en que preparaba para el instituto un trabajo sobre la II Guerra Mundial quedé pasmado al encontrar en un libro una referencia a Kenneth. Naturalmente, bajé a su piso y le mostré, orgulloso, mi descubrimiento. El hombre sonrió y eso fue todo. No le gustaba evocar los viejos tiempos. Por lo menos, conmigo. Aunque es normal, porque no tenía ni quince años: ¿qué me iba a contar, a mí?"

Pero lo cierto es que no siempre fue el tipo más bien huraño de sus últimos años. Sostienen los García que experimentó un cambio radical cuando conoció a June Cherry, vecina suya en la Massana, con quien en 1980 contraería matrimonio y hoy residente en East Sussex (Inglaterra). Poco a poco, continúan, fue dejando de lado sus antiguas aficiones -el esquí, la montaña y el cámping, a bordo de una furgoneta VW T1 de color crema- así como las escapadas hivernales a Jávea (Alicante), hasta que prácticamente se recluyó en el chalet Carvajal. Así pasó sus últimos meses, hasta que un día, dice Rafael, "June subió a nuestro piso y se puso a gritar: '¡Marrrido muy infermo!' Un infarto. Se lo llevaron al hospital, y ya no volvió a casa". Días atrás revivía estos recuerdos desde el rellano del cementerio de la Quera donde el Comú de la Massana ha instalado la placa que hasta ahora estaba en el nicho 209 y que rinde tributo a Charney: ¡Rafael no lo había vuelto a pisar desde ese lejano 1982!

Morir de tedio
Rafael está naturalmente entusiasmado ante la perspectiva de la repatriación de los restos de su ilustre inquilino -bueno, de sus padres, pero no vamos a ponernos tiquismiquis: sus seis (o siete) victorias probadas, más las cinco probables que consiguió entre 1942 y 1944, enrolado en los escuadrones 185, 602 y 132 de la RAF y siempre a la carlinga del mítico Sptifire suponen un score de as -categoría que requiere por lo menos cinco victorias en el zurrón. Igualmente entusiasmado se confiesa Mike Leonard, en la época un chico de 25 años que conoció íntimamente a Charney, de quien fue vecino en su primer destino andorrana -en Soldeu, antes de  mudarse en 1978 a la Massana- y con quien compartía la pasión por la aviación: Leonard es él mismo piloto deportivo y destila un genuino interés por las operaciones aéreas de la II Guerra Mundial. Así que con él sí que compartió nuestro hombre algunos de los episodios de su biografía bélica, con dos capítulos decisivos: la defensa de Malta, a donde es enviado en 1943 y donde conseguirá tres de sus seis derribos -los tres a cuenta de sendos Macchi 202 italianos- y Normandía, donde en julio de 1944 abatió sobre Cabourg y Lisieux dos Focke Wulff alemanes, en una célebre misión en que lo acompañaba el as francés Pierre Clostermann y que les reportó sendas Distinguished Flying Cross, la máxima condecoración aérea británica.

Coincide Leonard en el carácter reservado de nuestro héroe, "pero él mismo tenía una explicación para esto: decía que había llevado una vida tan intensa, tan estimulante, pilotando cazas durante la guerra y aviones a reacción tras ella, que al jubilarse, a principios de los 70, se moría literalmente de tedio". Quizás por este motivo, aventura, se abandonó durante sus últimos años a la bebida, "algo que no es en absoluto extraño entre los pilotos de combate: pero es que era perfectamente capaz de dar cuenta de una botella de whisky, él solo y antes de comer!" De lo que no tiene la menor duda es de que Charney fue un piloto "excepcional", aunque él mismo sostuviera que muchos otros mejores que él habían caído en combate: "Pero lo cierto es que para abatir seis aviones enemigos tenías que ser bueno, muy bueno, ¡y todavía mejor para sobrevivir a cuatro años de guerra! Terminada ésta, además, conservó su plaza en la RAF -de donde se retiró en 1968, para convertirse durante un breve período en instructor de la Fuerza Aérea Saudí-  y ahí sólo se quedaban los mejores".

Leonard, en fin, se perdió el entierro de su amigo, en 1982. Lo que no se perderá por nada del mundo -él ha sido pieza clave en la investigación que ha permitido al historiador argentino Claudio Meunier localizar el nicho anónimo donde Charney fue enterrado y en la gestión de la autorización de la viuda para repatriar los restos a la Argentina- será la exhumación de los restos del piloto, que tendrá lugar el 10 de enero [de 2015]. Al día siguiente, las cenizas viajarán a Buenos Aires a bordo del Airbus del capitán Covello, para ser enterradas -esta vez, definitivamente- en una tumba del cementerio de la Chacarita. Será, ahora sí, el último vuelo de Ken Charney, el as de la Quera.

[Este artículo se publicó el 22 de diciembre de 2014 en el Diari d'Andorra]

domingo, 16 de febrero de 2014

Billete de vuelta (el caso Charney V)

La intervención del cónsul argentino en Barcelona desencalla la repatriación del as de la aviación aliada enterrado en la Massana (Andorra); el permiso de la familia, pendiente de confirmación escrita, último trámite para que los restos del piloto sean trasladadas a la localidad de Bahía Blanca.

Hacía casi dos años que no hablábamos de él y la verdad, algunos ya habíamos perdido la esperanza de que la Operación Charney, la repatriación a su Argentina natal de los restos del aviador Kenneth L. Charney (Quilmes, 1920-la Massana, 1982) que reposan en el cementerio de la Quera, llegase un día a buen (aero)puerto. El papeleo, las dificultades de reunir los fondos necesarios y el aparente desinterés de la familia, que es la que en última instancia tiene que autorizar (o no) la repatriación, habían ido retrasando el desenlace de esta apasionante aventura promovida por el historiador militar Claudio Meunier, el hombre que con una perseverancia a prueba de Focke Wulff localizó los restos del aviador en el anónimo nicho 209 de la Quera. Todo esto ocurría en 2008. Como ven, cuando todavía no le habíamos visto las orejas al lobo de la crisis. Bueno, que entonces nos las prometíamos muy felices. Y todavía más cuando en 2010 el Comú de la Massana condonó el alquiler pendiente de la tumba -impagado desde 1988, se dice rápido- e identificó con una austera lápida el paradero de Charney. Con todo este ajetreo, no es extraño que Meunier llegara a anunciar para 2011 el regreso a casa del héroe.

Charney, a la cola de un He 111 con la esvástica nazi abatido sobre la base británica de El Daba en Egipto. Fotografía: Archivo C. Meunier.

Pero todo esto fue a parar al baúl de las buenas intenciones, y aquí parecía que iba a permanecer durante una buena temporada, quizás para siempre. Hasta ayer: la consejera de lo social de la Massana, Pilar Gabriel, contactó a través de La Querencia -la asociación que aglutina a buena parte de los argentinos residentes en Andorra- con el cónsul de su país en Barcelona, Felipe Álvarez de Toledo, de visita relámpago a la capital para resolver trámites consulares de sus conciudadanos. El objetivo era desencallar el dosier Charney. Y en este punto hay que decir, en honor a la verdad, que no deja de sorprender que haya sido precisamente el Comú quien haya tomado la iniciativa. El caso es que entre unos y otros el último vuelo de Charney parece hoy un poco más cercano que ayer. El cónsul Álvarez de Toledo confirmó ayer que el ministerio de Exteriores argentino gestionará ante las autoridades municipales de Bahía Blanca -la ciudad donde Charney se crió y donde Meunier considera que debe ser enterrado- la cesión de una tumba en El Recuerdo de Villa Harding Green, el barrio más populoso de la ciudad.

Para el tramo andorrano de la operación el dinero parece que no será un problema: la factura por la exhumación y la cremación de los restos del as ascendería -dice Gabriel- a poco más de 800 euros. Y excusará el lector que hablemos en términos tan fríamente contables de uno que abatió siete aviones del Eje, más otros seis tocados y cinco probables, por no hablar de las dos Distinguished Flying Cross -¡dos!- y el sobrenombre de El Caballero Negro que se ganó a pulso con la temeraria, casi suicida táctica de lanzarse de morros contra los escuadrones de bombarderos enemigos para romper la formación y proceder a liquidarlos uno a uno. En dos palabras: un as. De hecho, la cremación es uno de los aspectos que parece haber agilizado el expediente: a diferencia de un féretro, que requiere de un papeleo kafkiano para cruzar legalmente una frontera -y no digamos ya si son dos, la española y la argentina, y de postres hay que cruzar un océano y 10.000 kilómetros- la urna con las cenizas la puede guardar el interesado en la maleta, glups, sin necesidad de más trámites. Otra cosa es quien se hará cargo del pasaje de Meunier, si como parece el historiador es quien se encarga físicamente de la repatriación. Argentina, dice el cónsul, sólo intermediará con el consistorio de Bahía Blanca, pero no financiará la operación.

Cada día más cerca
Pero el escollo final, a estas alturas y después de un lustro no es tanto el dinero como la familia. Charney dejó viuda -June, con quien se casó en 1980 en la Massana, hoy residente en Sussex, Inglaterra- y dos hijas de un matrimonio anterior. Según Fernández de Toledo, es una de estas hijas, residente por su parte en los EEUU, con quien Meunier ha contactado y quien ha dado el consentimiento verbal para la exhumación, la cremación y la repatriación de los restos. Ahora sólo falta que estas buenas intenciones se traduzcan en un poder notarial sin el cual Charney jamás podrá moverse de la Massana. Así que de momento no hay ni calendario ni plazos, admite el cónsul, y todo está en manos de la hija norteamericana. Pero es bastante más de lo que teníamos anteayer y no nos engañemos, el apoyo de la cancillería argentina, ni que sea moral, constituye un aval en absoluto menor para una gestión de estas características. También lo es que el Comú de la Massana mantenga tres años después el interés en resolver favorablemente la última peripecia de Charney, y que Meunier haya encontrado en La Querencia un interlocutor transatlántico que le facilitará enormemente las gestiones.

En resumen: que el inquilino del nicho 209 de la Quera tiene fundadas esperanzas de adquirir más pronto que tarde billete de vuelta y ser recibido en Bahía Blanca como el héroe que es -un as de la aviación, y la máquina de matar más eficaz entre los 800 angloargentinos que se enrolaron en las fuerzas aéreas aliadas durante la II Guerra Mundial. Antes de terminar recordemos que Charney es uno de los pilotos que vuelan en El gran circo, las memorias de guerra del gran Clostermann; que fue el primero en descubrir lo que quedaba del 7º ejército pánzer en retirada, en las jornadas siguientes a Normandía -"¡Envíen a toda la aviación!"- en una gesta que ha pasado a los libros de historia -¡y a los videojuegos: vean Call of Duty!- con el nombre de la Bolsa de Falaise, y que el final de la guerra lo pilló en el Pacífico, a bordo del portaaviones HMS Smitter y a punto para la invasión de Malasia. Ah, sí: y que siempre, siempre desde que obtuvo las alas de combate, en mayo de 1941, pilotó un Spitfire, el héroe de la Batalla de Inglaterra. ¿Saben qué? Que me largo al bazar Valira a ver si queda una maqueta, quizá una Airfix, para armarla este fin de semana, que no tengo a la niña.

[Este artículo se publicó el 16 de noviembre de 2013 en El Periòdic d'Andorra]