Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

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domingo, 30 de agosto de 2015

Pierrot el Loco, ¿también?

Pues parece que sí, aunque vaya por delante que entramos en terreno pantanoso: el laurediano Hugues Lafontaine, aquí en funciones de historiador (Avranches, 1954), recogió el relató diez años atrás de labios de Emmanuel Barrategui, antiguo resistente y passeuer de Prada hoy fallecido, que aseguraba haberlo vivido en primera persona. Como suele suceder en las historias de pasadores, sobre todo cuando las cosas salieron bien y no dejaron por lo tanto rastro en los archivos policiales, no hay pruebas ni documentos. Así que habrá que fiarse de Barrategui. Lafontaine lo hace, y el episodio constituye de hecho -advierte- la única aportación inédita y de primera mano de Andorre, 10.000 ans d'histoire, que vio la luz hace unos meses y por el que el próximo 12 de septiembre recibirá el premio especial a a la amistad franco-andorrana de los Juegos Florales de Maseras, en la Arieja.


Fotografias de la ficha policial de Pierre Loutrel, alias Pierrot le Fou, que empezó su carrera delictiva en el París de la Ocupación, se enroló en la Carlingue -integrada por esbirros franceses al servicio de la Gestapo- y con la más que previsible derrota alemana en el horizonte, en el verano de 1944 aparece en Tolosa y ficha por la red Morhange. La policía le atribuye once asesinatos y, entre febrero y noviembre de 1946, una quincena de golpes. Murió el 11 de noviembre de ese mismo año como consecuencia de las disparos que recibió en el último de sus atracos; el cuerpo no apareció hasta tres años después, enterrado en una isla del Sena, cerca de Porcheville. 

El resto del volumen consiste en un breviario para neófitos en los asuntos andorranos confeccionado a base de lecturas algo caprichosas, así que vayamos sin dilación al rocambolesco episodio que hoy nos ocupa. Contaba Barrategui que cierto día de 1944, y con el secretismo reglamentario de la clandestinidad, recibió el encargo de servir de chófer a un individuo a quien no conocía de nada. Se encontraba entonces en Tolosa y una vez subió al coche, le hizo detenerse en la plaza del Capitolio, el centro administrativo de la ciudad. El desconocido se apeó, se dirigió a la terraza de un café, y decerrajó a un tal Jean Cavalerie, oficial francés a sueldo de la Gestapo.

El asesino resulto ser -aunque esto no lo supo hasta más tarde- Pierre Loutrel, más conocido -mucho más- como Pierrot le Fou (Sarthe, 1916-París, 1946), celebérrimo gángster francés de breve y sanguinaria trayectoria -fue el primer delincuente a quien la policía gala colgó la muy cinematográfica etiqueta de "enemigo público número uno"- y cuya peripecia inspiró en 1965 y muy libremente la película homónima de Godard -"Ay, Jean Luc, ay, Jean Luc, vull entendre-ho però no puc": pues sí, este Godard-, con en el bello Belmondo en el papel protagonista. El caso es que nuestro Pierrot, que ya exhibía con un currículum más negro que el carbón, se había plantado en Tolosa justo antes de Normandía, y cuando la derrota alemana era solo cuestión de tiempo, con el objetivo de borrar su infame paso por la Carlingue, la rama francesa de la Gestapo, especializada en el desmantelamiento de las redes de espías aliados en  territorio galo.

Le Fou -hay alias que describen perfectamente a su inquilino y no necesitan explicación: recuerden aquel etarra a quien llamaban El Pajas- necesitaba borrar mancha tan peligrosa de su expediente, y la red Morhange, una especie de anti-Carlingue que operaba en la zona de Tolosa a las órdenes de la Resistencia, necesitaba tipos duros. Hombres malos con que enfrentarse a los malos más malos del momento: la Gestapo. Pierrots, en definitiva. La eliminación de Cavalerie fue algo así como un examen de ingreso, y el Loco -ahora con nuevo alias: Pierre d'Héricourt- lo aprobó, claro. Pero liquidar a los amigos de la Gestapo era un juego peligroso, incluso en julio de 1944. Así que Loutrel/Héricourt tuvo que huir, y Barrategui fue, de nuevo, el encargado de conducirlo al otro lado de la frontera. Como pasador, Barretegui acostumbraba a coger la ruta que saliendo de Prada, y pasando por Sallagosa, desemboca en Alp, ya en la Cerdaña española. Pero en aquella ocasión se dirigieron en coche hasta Acs, y aquí iniciaron a pie el último tramo del periplo: "Sallagosa quedaba demasiado lejos para ir caminando, así que decidí pasar por Andorra, que era el camino lógico; en el último momento, un contacto nos advirtió que los hoteles estaban controlados por hombres a sueldo de los alemanes, así que cruzamos el país por la montaña, evitando en todo momento las zonas habitadas".

Carne de 'El Caso'
El relato de Barrategui concluye aquí, y es una lástima porque es precisamente éste el período más oscuro de la biografía de Pierrot: según algunos, regresa a su antiguo oficio, atracos, secuestros, extorsiones y demás, que había ejercido en el París de la Ocupación.. Según otros, pasó brevemente por la prisión de Saint Michel, en Tolosa, todavía bajo mando alemán. Incluso hay quien sospecha que tuvo algo que ver en el asesinato de un tal Michel Skolnikoff, alias Mandel, hombre de negocios que se forró con la Ocupación y cuyo cadáver apareció en junio de 1946 medio calcinado en el interior de su automóvil, en la localidad de El Morlar, entre Madrid y Burgos. Según esta versión, Loutrel trabajaba en esos momentos para la Direction Générale des Études et Recherches, el servicio de inteligencia francés. En fin, que lo único claro es que durante unos meses de le pierde la pista, que reaparece en París después de la Liberación, y que en compañía de tres antiguos conmilitones de la Carlingue -Henri Fefeu, Abel Danos y Georges Bouchesseiche, qué nombre sensacional para un gángster- constituye lo que la prensa de la época bautizó con el nombre del Gang des Tractions Avant, por los coches - el popular Citroën de tracción delantera, en francés, Traction Avant, más conocido en la España del momento como Pato- con que acostumbraban a perpetrar sus golpes.

Bebedor consumado y, por lo que parece, de muy mal vino, hombre de gatillo fácil -once fiambres en el zurron- y atracador vocacional -entre febrero y noviembre de 1946 se le atribuyen una quincena de golpes- lo de Pierrot solo podía terminar mal. Y así fue: el 6 de noviembre cae herido después del atraco a una joyería de París. Hay quien dice que a consecuencia de un tiro que se le escapó al mismo Loutrel -hasta las cejas de alcohol- en plena huida. Lo cierto es que murió cinco días después, y que sus colegas enterraron el cuerpo en una isla del Sena, cerca de Porcheville: el cadáver no apareció hasta tres años después, en una operación que la policía de la capital explotó mediáticamente -no se pierdan la serie fotográfica con la exhumación del cuerpo: ¡ni Elmore Leonard! En fin, que al lado de judíos con una mano delante y otra detrás como Carla Kinhi y familia; de aviadores aliados de la estirpe gloriosa de Supersonic Yeager; de celebrities como los Rotschild, y de los matemáticos polacos que descifraron Enigma -Marian Rejewski y Henry Zygalski- entre los centenares, quien sabe si miles de fugitivos que cruzaron nuestras montañas durante la II Guerra Mundial también hubo gentuza como Pierrot le Fou. No nos podemos quejar: tenemos de todo.

[Este artículo se publicó el 24 de agosto de 2015 en el diario Bon Dia Andorra]



martes, 9 de junio de 2015

Los vencedores de Enigma, fugitivos pirenaicos

Dos de los tres matemáticos polacos -Marian Rejewski (1905-1980) y Henryk Zygalski (1907-1978)- que descifraron la criptografía nazi a principios de los años 30 fueron capturados por la Guardia Civil en Puigcerdà (Gerona) cuando huían de la Francia ocupada: fue el 29 de enero de 1943; el tercero, Jerzy Rozycki, había muerto en enero de 1942 en el naufragio del Lamoricière en aguas de las Baleares.


Arriba, Marian Rejewski, que en 1932 realizó una réplica de Enigma; como sus compañeros, Jerzy Rozycki y Henryk Zygalski (abajo), fue reclutado tras licenciarse en Matemáticas en la universidad de Poznan por la Oficina de Criptografia del Estado Mayor polaco; tras la guerra regresó a Polonia, trabajó como contable y no reveló su pasado como criptógrafo hasta 1967; Zygalski, por su parte, se estableció en la Gran Bretaña y se consagró a la docencia: fue profesor de matemáticas en la Universidad de Surrey. Fotografías: Wikipedia.


29 de enero de 1943. Dos fugitivos agotados, asustados y esquilmados son capturados por la Guardia Civil en la localidad fronteriza de Puigcerdà (Gerona). Son polacos y hace tres meses, desde que en noviembre del año anterior los alemanes han ocupado lo que quedaba de Francia, pululan arriba y abajo, adelante y atrás, buscando el momento de cruzar la frontera por los Pirineos y ganar la neutralidad española: desde Uzés, en el Languedoc, hasta Niza, y desde Niza a Cannes, Antibes, de nuevo Niza, Marsella, Tolosa, Narbna, Perpiñán y finalment Ax-les-Thermes, la última población francesa antes de la frontera andorrana. Parece que por fin han llegado al fin del periplo. Y es en Ax donde se hacen con los servicios de un guía paa que los ayude en la última etapa: el salto a España.

Pero no tienen suerte: el guía que el destino les depara es uno de los infames espavilados que se dedican a desplumar a los desgraciados que, como Rejewski y Zygalski, caen en sus garra: a punta de pistola les despoja de sus últimas pertenencias de valor y los abandona a medio camino. Pero aquí sí que se reencuentran con la fortuna: otros en su misma situación vuelven desorientados al punto de partida para caer en manos de los alemanes o, pero aún, se extravían en la montaña y nunca más vuelve a saberse de ellos.. Eso, si el guía de turno no los liquida en las mismas montañas para no dejar rastro, como Lázaro Cabrero.

En fin, que nuestros dos hombres de hoy han tenido la relativa suerte de ser sólo atracados por su guía, y de ir a darse de cabeza con la patrulla de la Guardia Civil de Puigcerdà, que los empaqueta inmediatamente para Bellver y, de aquí, a la Seo, donde se encuentra la prisión del partido. Aquí se quedarán hasta el 23 de marzo, cuando son transferidos a Lérida, punto de encuentro de todos los fugitivos capturados en la provincia bajo la acusación de "paso clandestino". De fronteras, se entiende. Volveremos enseguida a Lérida para seguir la pista que los conducirá hasta Londres. Pero, ¿quiénes son, Rejewski y Zygalski, estos dos polacos de quien jamás habíamos oído hablar? Pues ni más ni menos que dos héroes (semi)olvidados de la II Guerra Mundial: ellos dos, junto con un tercer hombre -el también matemático y también polaco Jerzy Rozycki, fallecido en enero de 1942 en el naufragio del transporte de pasajeros Lamoricière, en aguas de las Baleares- tuvieron una participación decisiva en la reconstrucción, primero, y el descifrado, después, de las primeras máquinas Enigma, el célebre artefacto supuestamente inviolable que el ejército y la marina alemana utilizaban para encriptar (y desencriptar) sus mensajes.

La historia que cuenta Imitation Game, vaya, con la particularidad de que la película británica sigue la vida y milagros del muy mediático Alan Turing, la estrella polar del equipo de criptógrafos que desde el cuartel general de Bletchley Park luchan contra reloj y a mayor gloria de Su Graciosa Majestad para descifrar las nuevas y cada vez más sofisticadas versiones de Enigma, mientras que pasa de largo por los antecedentes polacos de una gesta que, al decir de ciertos historiadores, abrevió dos años el desenlace de la guerra.

Héroes (semi)olvidados
El descubrimiento se lo debemos, como es habitual en el negociado de la II Guerra Mundial y alrededores, a Claude Benet, aquí en funciones de historiador emérito, preso de legítimo entusiasmo por el hecho de que dos personajes clave en la derrota de Hitler fueran a parara a la prisión de la Seo, qué pequeño es el mundo, y quién sabe si con deriva andorrana incluida: "Una vez en Ax, no es gratuito pensar que pudieran pasar por Andorra o que el guía que los traicionó fuera conocido de los Forné, Molné, Solá y compañía". Quizás uno de los aragoneses con los que Baldrich pasó en cierta ocasión por el pico del Port Negre y le indicaron el lugar exacto donde habían esquilmado y liquidado a una pareja de judíos. Quizás. Rejewski, Zygalski y Rozycki tuvieron en los primeros años 30 un papel destacadísimo cuando, tras pasar por la Universidad de Poznan fueron reclutados por la Oficina de Criptografia del Estado Mayor polaco: Rejewski construyó en fecha tan avanzada como 1932 una réplica de Enigma, mientras que Zygalski y Rozicki idearon un método para descifrar los famosos y diabólicos rotores del artefacto.

Con la invasión de Polonia, el 1 de septiembre de 1939, los criptógrafos polacos fueron inmediatamente evacuados a Francia en un tren especial, y en septiembre de 1940 los encontramos en una base secreta camuflada en el castillo de Fauzes, en Uzés, hasta que la ocupación de Vichy, en noviembre de 1942, los obliga a huir. Ya saben: Niza, Cannes, Antibes, Niza, Marsella, Tolosa, Narbona, Perpiñán y Acs. Los reencontramos en Lérida, en la especie de prisión habilitada en el Seminario Viejo que Alberto Poveda describe en Paso clandestino. Pero no se quedarán ahí por mucho tiempo porque, dice Benet, el MI6 -el espionaje exterior de Churchill- mueve cielo y tierra para recuperar a estos dos hombres: el 4 de mayo salen rumbo a Madrid; el 21 de mayo, hacia Lisboa, y el 3 de agosto llegan a Londres tras hacer escala en Gibraltar, para incorporarse a las filas del ejército polaco en el exilio, en labores de inteligencia de segunda fila.

Terminada la guerra siguieron trayectorias diversas: Rejewski regresó a Polonia, ejerció de contable y no dijo ni pío de su trabajo como criptoanalisa hasta 1967; Zygalski se estableció en la Gran Bretaña y se consagró a la docencia -profesor de matemáticas- en la Universidad de Surrey. En el 2000 recibieron a título póstumo la máxima condecoración civil polaca, y su epopeya la recoge Sekret Enigmy, ignoto largometraje estrenado en 1979 que no tuvo ni remotamente la fortuna mediática de The Imitation Game -¡era polaco!- y que quizás deberíamos recuperar. Así que cualquier día de estos volvemos a la carga.

Sánchez Agustí pone nombre a víctimas y verdugos de las evasiones en la Guerra Civil
Empecemos por el final, con la desventurada expedición que terminó trágicamente el 5 de marzo de 1938: cinco hombres -los hermanos Antoni y Agustí Codina, de Hortoneda de la Conca (Lérida), y Josep Estrada, Antniet Batalla y Ramón Castejón, los tres de Vilanova de Meià (Lérida)- intentan pasar a Andorra huyendo de la Guerra Civil, como tantos otros antes, y tantos otros después. Lo hacían con la ayuda del guía Joan Guitart, que lo había recogido en Isona. Y todo parecía ir bien; tan bien, que cuando descendían por el barrando de Llimois, en dirección a Bixessarri -ya en Andorra- fueron descubiertos por una patrulla de carabineros. Guitart pudo escapar de milagro, pero sus clientes cayeron "al pie del Bony dels Tres Culs, en el camino de Civís hacia Os". Fueron fusilados sin contemplaciones allí mismo, en los cortals de Serbellà." Los cuerpos fueron recuperados los días siguientes por Vicenç Baró y Joan Reig, ambos vecinos de Os, y enterrados en el cementerio de esta localidad. El funesto desenlace de esta expedición lo recoge el historiador barcelonés Ferran Sánchez Agustí en La Guerra Civil al Montsec, que llega la semana que viene a las librerías, y una auténtica mina que en el capítulo dedicado a la etapa final de las evasiones por Andorra -Del Rialb a les Valls de Valira, carrefour d'evasió, por i mort- pasa luctuosa lista a una treintena de casos como el del grupo del guía Guitart, la mayoría -religiosos, carlistas, disidentes, desertores o simplemente desafectos que huían de la España republicana- víctimas de los carabineros.

[Este artículo se publicó el 9 de junio de 2015 en el diario Bon Dia Andorra]