Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

Mostrando entradas con la etiqueta operación Ilona. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta operación Ilona. Mostrar todas las entradas

jueves, 13 de marzo de 2014

Ibáñez Sanpol, historiador: "La Línea P, que hubiera sido útil en los 40, en los 50 era completamente obsoleta"

La Línea P constituye la obra de ingeniería militar más colosal del siglo XX español: más de 10.00 búnkers -sobre el papel, porque sólo se llegaron a construir la mitad- con la muy quimérica misión de blindar los Pirineos, entre Hendaya y el Cabo de Creus, contra un hipotético invasor procedente del norte -sí, pero, ¿qué invasor? Y tenemos la inmensa fortuna de tener un buen pedazo de Línea p aquí al lado_ la N-260 entre Bellver y la Seu está erizada de fortificaciones y -ya lo saben- en Montellá funciona el estupendo Parque de los Búnkers, un regalo para los aficionados a la cosa bélica. El historiador Albert Ibáñez Sanpol cogió un día el GPS y se pateó todos los de la Cerdaña y parte de los del Alto Urgel. Uno a uno. Y los diseccionó en Franco i la Línia P: la fortificació dels Pirineus (Farell).

Sanpol, GPS en mano, en el interior de un nido de ametralladoras de la Línea P en la Cerdaña. Fotografía: Archivo.


-Para empezar, ¿cómo hay que denominarla: Línea P, Línea Pirineos o Línea... Gutiérrez?
-El nombre oficial siempre fue Línea Pirineos o, para abreviar Línea P. Denominaciones como Línea Gutiérrez o Línea Valiño -como también se la ha llamado- son erróneas, posteriors y surgidas, sospecho, con finalidades más bien satíricas.

-¿Cuántos búnkers puede haber, en el Alto Urgel y la Cerdaña?
-Es difícil cuatificarlos porque buena parte no se llegó a construir jamás; otros se encuentran en zonas casi inaccesibles, y por último los hay que son tan difíciles de localizar -porque se los ha zampado la maleza- que icluso el ejército, en las periódicas ínspecciones que hasta los años 80 llevó a cabo, se reconoció incapaz de encontrarlo. También los hay que están hoy semiderruidos, o que se levantan en fincas particulares, o que se derruyeron cuando se amplió la N-260.

-Aunque sea a ojo, aventure una cifra. Será un ojo en cualquier caso experto.
-En la Cerdaña, calculo que puede haber sobre nos 132, pertenecientes a los centros de resistencia 52, 53, 54 y 55; en el Alto Urgel, unos 228, englobados en los centros de resistencia 56 y 71.

- ¿Cuántos hombres hubieran servido en cada centro de resistencia... en caso de invasión y si se hubieran desplegado, claro?
-Un batallón de entre 400 y 500 soldados, organizados en secciones de entre 30 y 40 hombres -los "elementos de resistencia"- que a su vez se dividían en grupos de 10 o 15 -"subelementos de resistencia"- y, finalmente, pelotones de 5 a 10 individuos que se encargaban de la defensa de un búnker.

-¿Qué tipos de búnkers encontramos en el Alto Urgel y la Cerdaña?
-Cuatro modelos principales: fortificaciones de observación y transmisiones; posiciones de combate; para cañón, y a cielo abierto.

-Vamos por las primeras: los puestos de observación.
-Son construcciones cilíndricas con cinco aspilleras que permitían una visión de 360º, con juna sala anexa para transmisiones. Están ubicados en emplazamientos que favorecen el contacto visual con las posiciones de combate. Se comunicaban entre sí a través del heliógrafo y del teléfono de campaña, y normalmente el acceso estaba protegido con una galería o trinchera.

-¿Y las posiciones de combate?
-Son las más abundantes, diseñadas para emplazar en ellas fusil amatrelladora o ametralladora -con dos o tres aspilleras contiguas- y también lanzagranadas, estos a cielo abierto.

-También se había previsto la posibilidad de desplegar artillería pesada.
-En las posiciones para cañón, ubicadas habitualmente cerca de las carreteras, para batir desde los flancos o desde atrás las columnas blindadas enemigas. Se disitnguen por un acceso amplio para vehículos pesados y porque constaban de dos plantas: en la superior, con una aspillera de grandes dimensiones, se emplazaba la pieza; la inferior se destinaba a almacén y a habitáculo de la tropa.

-Finalmente, las posiciones a cielo abierto.
-Una cavidad a nivel del suelo, de unos 2.5 metros de profundidad y que puede tener forma circular -para las ametralladoras antiaéreas- o rectangular -para morteros.

-¿Contra qué enemigo se erigió la Línea P?
-Hay que tener en cuenta el momento y la coyuntura internacional: las obras de fortificación empiezan en 1940, en los inicios de la II Guerra Mundial, y se abandonan en 1957, en plena Guerra Fría.

-El primer enemigo que tenían los militares españoles en la cabeza, ¿era la Alemania nazi?
-Hasta bien entrado 1942, Franco simpatiza abiertamente con el III Reich. La situación geográfica de la península la convertía en un campo de batalla ideal: los alemanes llegarons a diseñar hasta tes operaciones para ocupar la península: la OperaciónIloina, en 1942, preveía el establecimiento de una línea defensiva entre santander y Zaragoza para frenar a los aliados en el Ebro; la Operación Gisela, era una variante de la anterior, pero ya sin el apoyo de Franco; y finalmente, la Operación Nuremberg, de 1943, que pretendía fortificar los Pirineos, pero en sentido contrario al de la Línea P.

-¿Eran entonces los aliados, los hipotéticos invasores contra los que se erigió la Línea P?
-También ellos tenían sus planes de invasión: en 1943 ya estaba preparada la Operación Strong, que sobre el papel hubiera conllevado la ocupación de Catalña y del país Vasco desde los Pirineos y con la ayuda de la guerrilla, para atacar a los alemanes por la retaguardia. La Línea P hubiera sido escasamente eficaz contra una operación aerotransportada, pero para invadir un país al final hace falta que se desplieguen la infantería y columnas blindadas. Los paracaidistas son útiles para golpes de mano o para tomar objetivos concretos, pero no para la ocupación efectiva de un amplio territorio.

-¿Y el maquis?
-En 1944 tuvo lugar la frustrada invasión del Valle de Arán. Peor hay que decir que la Línea P fue concebiuda para hacer frente -o por lo menos, intentarlo- a un ejército regular, no para frenar una guerra de guerrillas. La obesión de Franco era asegurar la frontera. Francia había liderado una ofensiva diplomática contra el régimen, que incluía la retirada de los embajadores y el cierre de la frontera. Esto aceleró la construcción de la Línea P... hasta 1948, cuando a causa de la Guerra Fría los EEUU y la Gran Bretaña descartaron definitivamente la intervención en la política interior española.

-¿Hubiera resisitido, la Línea P, una ofensiva aliada, alemana o... soviética?
-Hay que tener en cuenta que nunca de llegaron a construir todas las fortificaciones previstas. Esto le hubiera restado efectividad, sin duda: sospecho que sólo hubiera supuesto un pequeño inconveniente para ejércitos como el aliado o el alemán, veteranos de durísimas campañas. Peor con la Línea completamente terminada, quizás no lo hubieran tenido tan fácil: caer hubiera caído, eso por descontado -como cayó el mucho más formidable Muro del Atlántico- pero a un coste en vidas humanas previsiblemente tan elevado que cualquier estado mayor se lo hubiera pensado dos veces antes de intentarlo.

-¿Por qué continuó la construcción de búnkers hasta más allá de 1950, cuando ya se había conjurado cualquier posibilidad de invasión por remota que esta fuera'
-El período álgido es entre 1944 y 1948, a partir del desembarco de Normandía y coincidiendo con el aislamiento internacional del régimen. A partir de 1948, con la reobertura de las fronteras, las obras se limitan básicamente a terminar las fortificaciones ya empezadas y a revisar las ya concluidas.

-¿Qué lugar le corresponde entre las líneas defensivas coetáneas?
-La Línea P se había inspirado en el ejemplo alemán, consistente en una primera línea de obstáculos que sobre el papel obligaba al enemigo a replegarse en determinadas zonas de combate en que los defensores concentraban toda su potencia de fuego: la Línea Hindenburg -posteriormnete, Sígfrid- entre Alemania y Francia, por ejemplo. El problema es que durante la II Guerra Mundial -y todavía más con la Guerra Fría- la tecnología militar evolucionó a una velocodad tal que la Línea P, eficaz según los parámetros de los primeros años 40, una década después ya había quedado irremediablemente obsoleta y hubiera sido completamente ineficaz contra un ejército moderno.

[Esta entrevista se publicó el 5 de julio de 2012 en El Periòdic d'Andorra]

lunes, 17 de febrero de 2014

Biografia íntima de la Línea P

El historiador Albert Ibáñez Sanpol traza en La fortificació dels Pirineus el primer examen exhaustivo de los búnkers de la Cerdaña; la monografía se fija en los -así llamados en la terminología militar de la época- "centros de resistencia" de Martinet y completa el Parque de los Búnkers inaugurado en 2007.

Hasta no hace demasiado, pongamos que cinco años, los búnkers de la Línea P, la mayor obra de ingeniería militar del siglo XX español, eran poco más que siluetas fantasmagóricas que salpicaban el paisaje de la Cerdaña, del Alto Urgel e incluso de Andorra: fíjense bien si un día de estos, por una de aquella casualidades, pasean a los pies del Pic Negre, en el paraje de Camp Ramonet de Sant Julià de Lòria. Espectros que alimentaban la imaginación de unos poco iluminados, que cualquier conductor que circulaba por la N-260 veía a ambos lados de la carretera sin acabar de entender -¿qué es eso?- y de los que casi nadie sabía dar razón. La situación comenzó a cambiar en 2007 con la inauguración del Parque de los Búnkers de Martinet, y hace un par de años el también historiador Josep Clara publicó el primer y clarificador intento de sistematizar la poca información disponible en Els fortins de Franco, la biblia de la materia. Pues ahora es el turno de Albert Ibáñez Sanpol, que ha puesto su lupa de investigador en los dos centros de resistencia -esta es la terminología oficial que gastaba el ejército español de los años 40 para referirse a un conjunto más o menos autosuficiente de búnkers- levantados en la zona de Martinet i Montellà, en la Cerdaña. El resultado es Franco i la Línia P: la fortificació dels Pirineus, editado por Farell y que constituye una muy necesaria radiografía íntima y exhaustiva de los búnkers de este rincón de mundo.

Emplazamiento para ametralladora que domina la N-260 entre Martinet y la Seo de Urgel. Cada centro de resistencia constaba de unos setenta búnkrs como este; en la zona de Martinet hay dos de estos centros. Fotografía: Tony Lara / El Periòdic d'Andorra.

Íntima porque destripa todos sus secretos; exhaustiva porque el autor se ha pateado, GPS en mano, todos y cada uno de los búnkers de la zona que han sobrevivido hasta hoy. Y para los aficionados a la cosa bélica, una tentación imposible de resistir, porque invita a pillar el morral al vuelo y lanzarse a la apasionante aventura de cazar búnkers por los bosques de la Cerdaña. Apasionante... y adictiva, como decimos una cosa decimos también la otra. Unos datos básicos, antes de entrar en materia: la Línea P tenía que ser una colosal obra de ingeniería militar con la que Franco pretendía blindar los Pirineos con la erección de unas 10.000 fortificaciones entre el Port de la Selva (Gerona) y Hendaya (Guipúzcoa), distribuidos entre 166 de los llamados centros de resistencia. La construcción comenzó en otoño de 1944 y se prolongó hasta 1957, aunque en fecha tan temprana como 1947, coincidiendo con el perdón occidental al régimen franquista, se abandonaron las obras más importantes. En total, se llegaron a levantar la mitad de los 10.000 búnkers proyectados, de los que unos 2.850 fueron a parar al sector catalán de la Línea P.

La pregunta es obvia: ¿contra qué enemigo se erigió esta obra faraónica? ¿Contra los aliados? ¿Contra la Alemania nazi? ¿O contra los maquis que soñaban con derrocar a Franco y que aquel mismo otoño de 1944 protagonizaron la fracasada invasión del Valle de Arán? Ibáñez Sanpol repasa estas prometedoras hipótesis -¿y si Eisenhower hubiese decidido asaltar Europa por la península ibérica, en lugar de Italia?- y sorprende descubrir que si los aliados diseñaron hasta tres operaciones, tres, para ocupar la península -nombres en clave Pilgrim, Tonic y String, suenan bien- los nazis ya lo tenían todo previsto en fecha tan remota como 1942 con la llamada operación Ilona, y en 1943 disponían incluso de planes para fortificar los Pirineos para hacer frente a un hipotético desembarco aliado -por abajo, se entiende. Incluso Francia parece que soñó en algún momento de 1945 con una improbable expedición militar tras los Pirineos. Como se ve, candidatos a enemigo no le faltaban, a Franco, pero lo cierto es que cuando ordena la erección de la Línea P no se especifica cuál es el enemigo que los estrategas españoles tenían en la cabeza. Lo único que parece claro, dice Ibáñez Sanpol siguiendo la opinión de la mayoría de los autores, es que una fortificación  de esta magnitud y características era inútil contra las incursiones guerrilleras estilo maquis, las únicas que efectivamente tuvieron lugar.

Cada centro de resistencia contaba con un número variable de fortificaciones: en el caso de los de Martinet, unos 70 por barba. Los había de observación y de mando, para fusilería, antitanque y a cielo abierto, para morteros y para artillería antiaérea. Atención al coste, porque estamos a mediados de los años 40: entre 19 y 27 millones de pesetas cada centro de resistencia. Los búnkers estaban diseñados para resistir, en teoría, el impacto directo de proyectiles del calibre 155, y se completaban con parafernalia bélica que de hecho nunca se llegó a desplegar sobre el terreno, como tampoco el armamento que debía asegurar las posiciones: ametralladoras Hotchins y Alfa, morteros de 50 y de 81 milímetros; antiaéreas Oerlikon y cañones contra carro. El perímetro de cada centro se protegía -en teoría, claro- con fosos, minas y alambre de espino, y debía estar servido por un batallón de medio millar de hombres. Todo esto, claro, sobre el papel y antes de que a partir de mediados de los 50 la Línea P comenzara a caer en el olvido. Pero aquí está Ibáñez Sanpol para rescatarla. Vaya, que tenemos una cita en Martinet.

[Este artículo se publicó el 16 de marzo de 2012 en El Periòdic d'Andorra]