Robert Lizarte localiza la respuesta del presidente Roosevelt a la felicitación del Síndico Roc Pallarès.
¡Qué final más redondo para el primer intercambio diplomático entre los EEUU y Andorra! Seguro que lo recuerdan, porque lo contábamos ayer mismo a cuenta de la felicitación que el Síndico Roc Pallarès le envió en marzo de 1933 a Franklin D. Roosevelt con motivo de la investidura de este último como 32º presidente. Una pintoresca, ingenua y conmovedora carta manuscrita que se conserva en la biblioteca presidencial de Albany (Nueva York) y que el historiador Gerhard Lang -el hombre que ha seguido el rastro de nuestro Borís Skossyreff por medio mundo- exhumó tiempo atrás y que ha acabado cediendo al Archivo Nacional de Andorra -una copia, ep, que el original se quedó en Albany. Pues ayer nos quedamos a medias: teníamos la carta del Síndico y la respuesta que el jefe de gabinete de Roosevelt, Louis Howe, le proponía al presidente. Y aquí abajo tienen copia de la carta que el cónsul de los EEUU y señora, Mr. y Mrs. Dawson, le entregaron en persona a nuestro buen Roc en mayo del mismo año. La copia del documento forma parte de la colección de Robert Lizarte, que lo mismo sube a un campanario para escrudriñar los secretos de nuestras campanas que caza pedazos de historia perdidos en el hiperespacio. Puestos a ser puntillosos, alguien se quejará porque se trata de una humilde copia, y que lo que toca es localizar el original: si sobrevivió, como parece probable, a la Revolución de 1933, el sentido común indica que debería conservarse en el Consell General o en Sindicatura. Pero tampoco pondremos la mano en el fuego. Ya no.
Hay que decir que la misiva de Roosevelt fue probablemente una de las últimas intervenciones de Pallarès en la (digamos) escena internacional, porque en agosto de 1933 fue destituido -de hecho, fue una de las víctimas ilustres de la revolución. Pero ni mucho menos la primera: por lo visto, era el Síndico hombre a quien gustaba la alta política, si por alta entendemos internacional. El mismo Lizarte ha localizado la crónica que el ABC de Sevilla -¿de verdad había algún lector sevillano a quien le interesaban estos episodios?- publicó sobre la visita que nuestro hombre y el subsíndico, Agustí Coma, giraron en octubre de 1931 a Manuel Azaña, que acababa de jurar el cargo como presidente del gobierno provisional de la República. Como se ve, tenía querencia por los gestos simbólicos y por los grandes momentos históricos, y sabía aprovechar la ocasión: a Roosevelt le escribió con motivo de la investidura, y seguro que por su cabeza llegó a pasearse la posibilidad de cruzar el Atlántico, pero no; a Azaña, cuando el hombre todavía ocupaba el cargo de forma más o menos interina. Pero él, como si nada: cogió los bártulos y se plantó en Madrid "por un deber de cortesía" -dice el periodista del ABC- "y a la vez gestionaremos algún asunto de enseñanza y alguno de hacienda". Aquí entra en acción Coma, que va directo al grano: "Queremos que la República nos conceda libertad de aduanas y también procuraremos que nos subvencione la enseñanza del castellano". Por pedir, que no quede. Pero que conste que hoy en Andorra cualquier ciudadano (o residente) puede llevar a sus hijos a la escuela pública española. Gratuita... y pagada por los españoles. Así que Pallarès no pedía nada del otro mundo. Para la posteridad queda el detalle de que Pallarès y Coma se hicieron acompañar por Andreu Massó, "el abogado asesor del Consejo General de la misma República" (andorrana, en este caso) y personaje ubicuo en la vida andorrana de los años 30, y la descripción del Síndico -Roque, para el reportero- como "un viejecito en roble (?) apacible y fuerte". El hombre sentado en el centro de la fotografía. Lo que quieran, pero lo cierto es que no habrá mucha gente que pueda presumir de haber conocido a Azaña y de haberse carteado con Roosevelt. Don Roque, sí.
[Este artículo se publicó el 24 de enero de 2014 en El Periòdic d'Andorra]
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