La hemeroteca digital de la revista norteamericana permite el acceso en línea a las noticias publicdas desde la fundación de la revista, en 1923, incluido el medio centenar de referencias andorranas; el tono paternalista que dedica sistemáticamente a la "feudal relic" perdura hasta bien entrados los años 70.
Tres cuartos de siglo dan inofrmativamente para mucho. O deberían dar. Pues a la revista Time, el siglo XX andorrano le dio exactamente para medio centenar escaso de referencias. Un puñado de noticias que arrancan en 1923, apenas seis meses después de la aparición de la decana de las revistas de su género en los EEUU, y a cuenta de los ciudadanos andorranos que eran incluidos en la lista Other Europe -¡other!- a la hora del recuneto de las cuotas de inmigración para julio de ese año. A Andorra, Gibraltar, Liechtenstein, Malta, Mónaco y San Marino -esa otra Europa- les tocaron 17 plazas, a repartir entre todas ellas. Tampoco está tan mal si se tiene en cuenta que según Time, "strictly speaking, all these countries are not countries". Un tono como se ve entre condescendiente y paternalista que persistirá hasta bien entrados los años 70: durante más de medio siglo se repetirán los trillados tópicos que identifican Andorra como una "reliquia feudal", una "minúscula república" y un país "de pastores y contrabandistas".
Un país de opereta, en fin, escenario ideal para las andanzas del aventurero de turno: el número del 30 de noviembre de 1942, en plena guerra mundial, sigue la pista de un "americano" que ocho años antes había ofrecido la fabulosa cantidad de 54.000 dólares por todo el país. Afortunadamente, dice Time, "el pequeño consejo escogido por llos cabezas de familia declinó la oferta". En octubre de 1930 merece una discreta mención la aparcición de una compañía, esta vez francesa, dispuesta a invertir 4,5 millons de dólares -esto es una oferta, y no la propina del "americano"- para convertir Andorra en un "segundo Monte Carlo, con casino, ruleta y hotel de lujo". Les faltó añadir una familia real con glamour -aunque quizás lo hubieran hecho tres años después, cuando apareció Borís Skossyreff- y sobre todo, un buen trozo de mar, con su playa, su puerto, sus yates y sus millonarios. Pero es que no se puede tener todo.
Un país de opereta, en fin, escenario ideal para las andanzas del aventurero de turno: el número del 30 de noviembre de 1942, en plena guerra mundial, sigue la pista de un "americano" que ocho años antes había ofrecido la fabulosa cantidad de 54.000 dólares por todo el país. Afortunadamente, dice Time, "el pequeño consejo escogido por llos cabezas de familia declinó la oferta". En octubre de 1930 merece una discreta mención la aparcición de una compañía, esta vez francesa, dispuesta a invertir 4,5 millons de dólares -esto es una oferta, y no la propina del "americano"- para convertir Andorra en un "segundo Monte Carlo, con casino, ruleta y hotel de lujo". Les faltó añadir una familia real con glamour -aunque quizás lo hubieran hecho tres años después, cuando apareció Borís Skossyreff- y sobre todo, un buen trozo de mar, con su playa, su puerto, sus yates y sus millonarios. Pero es que no se puede tener todo.
Hay referencias, claro, a las convulsiones sociales de la época. En abril de 1932 Time cuenta como la República Neutral de Andorra -esta es ahora la terminología de la revista- ha declarado la ley marcial y mobilizado a sus ciudadanos "más robustos" para controlar a los "escasos" trabajadores extranjeros que han convocado una huelga en la "pequeña central hidroeléctrica del país". Bueno, "ciudadanos robustos" es lo que el redactor de turno creyó que debía ser el somatén; y le debían paracer "escasos" el cerca de medio millar de trabajadores que construían la primera central del país... En fin, que como se ve para Time todo lo que tiene que ver con Andorra es pequeño, escaso o directamente minúsculo. Hay que añadir que los andorranos del momento son retratados poco menos que como unos esquiroles, cosa que no deja de tener algo que ver con la realidad: "El Gobierno, integrado exclusivamente por rudos montañeses, arrojó contra los huelguistas españoles a los hijos de las mejores familias [deben de ser los ciudadanos "robustos" de más arriba], que reventaron fácilmente la huelga y les expulsaron del país". Estos mismos y robustos hijos de las "mejores familias" son los que al año siguiente secuestrarán por unas horas el Consell General -el parlamento local- exigiendo el sufragio universal (masculino, por supuesto). Pero esto Time ya no lo cuenta.
Mas pintoresca, a la altura quizás del nuestr gran Borís -de quien por cierto no hay ni una sola referencia- es la crónica del 17 de enero de 1938. Bajo el prometedor título de Andorra: no admittance, el cronista explica que un tipo que se hace llamar Alex Abraham Sikorski -¿judío, quizás?- se había presentado en Bourgmadame, al otro lado de la frontera hispanofrancesa en Puigcerdá, con la inusitada pretensión de instalarse en Andorra. Ofrecía a cambio la construcción de un "sanatorio" en el país. Y atención, alegaba como carta de presentación su pasado como sicario de John Dillinger. "Soy un gánster, es verdad, pero no un criminal. Jamás he secuestrado a nadie". En el fondo, no era malo, sólo lo habían dibujado así. En fin, según la crónica, este tal Sikorski pretendía ser el hombre que la banda había enviado a Europa tras los pasos de Anna Sage, la putilla rumana que había delatado a John al FBI de Hoover. "Impresionados por el alegato", concluye Time, "Andorra respondió: No admitido". En cambio, por lo visto sí que admitieron a Sikorski las autoridades republicanas, necesitadas -dice la revista con ese tono bufón tan propio- de "buenos pistoleros". Time concluye el episodio de forma bien pintoresca: "En Europa puede ser tan exótico hacerse pasar por gánster americano como pretenderse príncipe en los EEUU".
Tres copríncipes y una pequeña república
Qiuzás por esto mismo, los grandes momentos de Andorra llegaran de la mano de los tres copríncipes franceses: el primero de todos, Vincent Auriol, a cuenta de la Guerra de las radios. Atención, porque estamos en octubure de 1953 y el redactor recurre otra vez al tópico del país "feudal" habitado poruna "feliz comunidad de pastores y contrabandistas hispanohablantes". Error fatal que merecerá una carta al director firmada el 26 de octubre de ese mismo año por un tal George Engerrand, de la Universidad de Texas, que aclara que "el pueblo de Andorra no habla español sino catalán, una de las ocho lenguas de raíz latina". Bravo por el texano.
En septiembre de 1962 asoma brevemente la nariz por Time el entonces síndico, Julià Reig -uno de los escasos andorranos que merece el honor de ser citado con nombre y apellido por la revista. Pues he aquí que Reig ha de dirimir lo que para Time, tan aficionada al exótico guerracivilismo peninsular, constituye una especie de lucha fratricida entre los "vellans" -hay que suponer que se refiere así a los vecinos de Andorra la Vella- y los "escaldans" -los de la vecina localidad de Escaldes, entonces todavía agregada a la capital. Una "guerra" que terminará según Time con la frontera clausurada por orden de la Mitra y la advertencia del veguer francés de que Andorra se podía convertir en un "nuevo Berlín" -entonces en estado de shock por el Muro que la URSS comenzaba a erigir. El rigor, por encima de todo. El momento estelar será la visita de Charles de Gaulle, en octubre de 1967, la primera de un copríncipe francés y -como remata la revista con malicia- efectuada con sus habituales maneras "monárquicas".
En septiembre de 1962 asoma brevemente la nariz por Time el entonces síndico, Julià Reig -uno de los escasos andorranos que merece el honor de ser citado con nombre y apellido por la revista. Pues he aquí que Reig ha de dirimir lo que para Time, tan aficionada al exótico guerracivilismo peninsular, constituye una especie de lucha fratricida entre los "vellans" -hay que suponer que se refiere así a los vecinos de Andorra la Vella- y los "escaldans" -los de la vecina localidad de Escaldes, entonces todavía agregada a la capital. Una "guerra" que terminará según Time con la frontera clausurada por orden de la Mitra y la advertencia del veguer francés de que Andorra se podía convertir en un "nuevo Berlín" -entonces en estado de shock por el Muro que la URSS comenzaba a erigir. El rigor, por encima de todo. El momento estelar será la visita de Charles de Gaulle, en octubre de 1967, la primera de un copríncipe francés y -como remata la revista con malicia- efectuada con sus habituales maneras "monárquicas".
Espectacular, vean: por motivos de seguridad, la "milicia" andorrana no pudo rendirle la reglamentaria salva de honor, el país fue ocupado por un millar de gendarmes, y surgieron fricciones cuando el ilustre huésped reclamó que se relajara la estricta ley de la nacionalidad que impedía la naturalización de los -entonces- 15.000 residentes extranjeros: los andorranos, dice Time, se rebelaron, desafinando ostensiblemente en el momento de entonar la Marsellesa. Momento glorioso que tendrá un epígono mucho menos tenso diez años después con la vista de Giscard d'Estaing y Joan Martí Alanis -el copríncipe episcopal, que por cierto ejerce en la crónica un puro papel de comparsa. Hasta el redactor del Time, siempre tan perspicaz, deja constancia de la muy andorrana institución del prestanoms -que permitía a los ciudadanos extranjeros invertir en el país a través de un hombre de paja local. Una institución, por cierto, vigente como quien dice hasta anteayer. Pero esta es otra historia. Como diría Forges, "¡País!"
[Este artículo se publicó el 18 de mayo del 2011 en El Periòdic d'Andorra]
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