Sabíamos por Pompeu Fabra a l'exili, el relato de sus últimos años que Jordi Manent publicó en 2005, que durante la jornada andorrana de 1947 -el episodio es bien conocido: el autor de las Converses filològiques, del Diccionari general de la llengua catalana y de la Gramàtica viajó en noviembre de ese año hasta este rincón de mundo para otorgar testamento... en catalán: lo hizo el día 27, ante el notario episcopal, Rossend Jordana- Fabra se había hospedado en casa del doctor Sastre que actuó como testimonio del acto, al lado de Manuel Mas- y que había encontrado las fuerzas, a sus 79 años, para caminar hasta la iglesia de Santa Coloma "una magnífica tarde de otoño, con el cielo de un azul intenso y sin apenas viento", y que la excursión le satisfizo enormemente, según contó el mismo doctor. Sabíamos incluso por esta misma fuente que su esposa (la de Sastre, se entiende), se percató de que el Maestro -como le llamaban sus discípulos y como sigue siendo hoy conocido- carecía de dentadura y le preguntó si precisaba de un menú especial para la cena: "Le respondió que no se preocupara de nada porque comía absolutamente de todo; y en efecto, rebañaba las costillitas como un dentado de 30 años", escribió Sastre en 1968 a instancias de Jordi Mir, documentalista e investigador de la vida y milagros de Fabra invitado por la Societat Andorrana de Ciències con la excusa del 66º aniversario del testamento.
Lo que no sabíamos hasta ayer, y gracias esta vez al mismo Mir, es que el domicilio donde el doctor Sastre residió durante su exilio andorrano y en la que Fabra fue acogido entre el 16 y el 29 de noviembre de 1947 era Villa Carmen, chalet que el doctor le había alquilado a un empresario de la Seo de Urgel. Un edificio que en 1968 todavía resistía en pie: Mir tuvo el buen ojo de fotografiarlo en una de sus escapaditas por aquí arriba. Un lustro después había desaparecido. El caso es que Villa Carmen, según ha podido averiguar Mir, se levantaba exactamente a la altura del número 85-87 de la avenida Príncipe Benlloch de Andorra la Vella. Un hito desde ahora mismo en nuestra ruta fabriana, a llado del templo románico de Santa Coloma, de la notaría Jordana y, por qué no, de la plaza Benlloch de la capital, desde donde Fabra subió el 29 de noviembre al coche correo que salía hacia Ospitalet, la primera localidad francesa tras la frontera.
Fue el último coche, por cierto, que salió aquel año, porque la nevada que cayó inmediatamente después cerró el puerto de Envalira hasta la primavera siguiente. En Ospitalet cogió el tren para rehacer el camino inverso que habñia seguido tres días antes: Latour-de-Carol, Vilafranca de Conflent y Prades. Especula Mir con lo que hubiera podido ocurrir si la nevada se hiubiera avanzado tan solo una jornada, porque el Maestro tenía vetado el acceso a España: ¿se hubiera quedado encerrado en Andorra? Fabra tuvo aquel día suerte, sin duda; pero, ¿y noostros? ¿Se imagina el lector que por una azar meteorológico aquel gigante de la filología, el normativizador de la lengua catalana, hubiera tenido que quedarse toda la temporada entre nosotros?
En fin, que se cumplían ayer 66 años del testamento fabriano. Y quedan aun unos cuantos más -18, exactamente- para que el testamento, conservado en el Archivo Nacional, sea de dominio público. Advierte Mir, sin embargo, que conviene no hacerse demasiadas ilusiones, que se trata de un papel de contenido más simbólico -por la perseverancia de un anciano de 79 años que insiste en venir a testar al único lugar donde podía hacerlo en catalán- que material. Pero él sí que ha tenido acceso al documento... Y si quieren saber que dice, tendrán que esperar hasta mañana.
Ya es mañana. Y les advertíamos ayer que no se hicieran demasiadas ilusiones con el testamento de Fabra. Pero alguna, sí. Resulta que Mir es vecino de la localidad leridana de Tremp. Casualmente, el pueblo donde había nacido el doctor Sastre, de quien fue amigo y quien le facilitó el acceso a un borrador del testamento conservado en el archivo familiar. Augura Mir que no encontraremos en él -el día que vez la luz- grandes disposiciones patrimoniales. Entre otros motivos, porque Fabra vivió sus años de exilio, que fueron los últimos, en una absoluta precariedad. Lo que sí que refleja es la preocupación del Fabra padre por asegurar el futuro de su hija Teresa, su hija mediana, de constitución enfermiza: "Era consciente de que la salud de la chica empeoraba y quería tener bien atado su futuro para el día en que él faltase". Fabra deja dicho que se le respecte a Teresa el porcentaje de derechos de autor que le corresponda. Unos ingressos, añade Mir absolutamente irrisorios dada la situación del país y de la lengua, y que procedían entonces y casi exclusivamente de las ventas de la Gramàtica en catalán y en francés. Hay que decir que los temores de fabra se revelaron finalmente tan fundados como inútiles, porque Teresa falleció en Perpiñán el 20 de enero de 1948: once meses antes que el mismo Fabra, muerto en su piso de la calle Merchands de Prada la Nochevieja de aquel mismo año.
No es la única revelación de Mir ,que aportó fotografías casi inéditas - sólo se habían expuesto en público en la exposición del 50º aniversario del fallecimiento de Fabra, que en el 2000 recaló en Encamp (Andorra)- de la casa donde se alojó entre el 26 y el 29 de noviembre. Un chalet llamado Villla Carmen que el doctor Sastre, su anfitrión, le habñia alquilado a Saturní Palau, peletero y propietario de la afamada Casa Biel de la Seo. y donde Sastre insistió que Fabra se instalara durante su escapada andorrana. La fotografía de aquí arriba fue tomada en 1968. Y no ha sido hasta hoy que, con la colaboración de antiguos vecinos de la zona, la SAC ha podido conjeturar que Villa Carmen se erigía exactamente en el solar que hoy ocupa el numero 85-87 de Príncipe Benlloch.
En cualquier cas, y como es de sobra conocido, Fabra había aterrizado en Andorra por su tozudez en otorgar testamento en catalán. Según había establecido el Consell General el 1 de junio de 1938, "todas las súplicas dirigidas al Muy Ilustre Consell General tendrán que estar redactadas en la lengua oficial catalana", requerimiento que afectaba también a "todos los carteles y rótulos oficiales y semioficiales". Otro de los motivos fue que precisamente en Andorra se había establecido el doctor Sastre, viejo conocido de los años de guerra y exilio: "El Maestro Fabra conocía mi nuevo lugar de residencia y me escribió para anunciarme que tenía la intención de otorgar testamento e interesarse por si en Andorra era posible hacerlo en catalán".
El doctor hizo las gestiones necesarias, con la complicidad del notario Jordana, y el resultado fue que "una tarde de los últimos días de noviembre [de 1947] se presentó en casa sin hacer ruido, como era su costumbre, y nos rogó que lo acompañáramos al hotel. Naturalmente, les respondimos que estaríamos muy honrados de que aceptara compartir nuestra humilde morada. Y a la mañana sigiuiente fuimos a la notaría".
El resto es cosa sabida: la estancia, que tenía que ser de un solo día, se alargó hasta el 29 de noviembre y el día extra que se regaló le sirvió para escaparse, cmo ya se ha dicho, hasta la iglesia de Santa Coloma.Otro lugar donde será difícil, por no decir imposible, sentarse sin oír la divisa del Maestro: "No hay que abandonar jamás ni la labor ni la esperanza".
[Estos artículos se publicaron los días 28 y 29 de noviembre de 2013 en El Periòdic d'Andorra]
Durante mi infancia y adolescencia pasé muchas horas en "Villa Carmen", nosotros lo conociamos como Chalet Biel o Cal Biel, los últimos habitantes de esta casa la alquilaron a principios de los 50 hasta que posiblemente desapareciera, él, el señor, fué uno de los dirigentes de uno de los primeros bancos de Andorra.
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