Claude Benet da noticia de los cadáveres de dos hombres asesinados de un tiro en la cabeza en el trayecto hacia Andorra; los esqueletos fueron localizados en un camino de montaña del Arieja que desemboca en Fontargent, muy frecuentado por contrabandistas y fugitivos durante la II Guerra Mundial.
¡Ay, la leyenda negra de los pasadores! Cuando parecía que sobre esta materia todo estaba dicho y redicho y que difícilmente saldríamos del recuento que Sala Rose y Garcia-Planas hacen en El marqués y la esvástica -seguro que lo recuerdan: la decena de fugitivos muertos de camino hacia Andorra registrados en cuatro operaciones diferentes- va y Claude Benet, quién si no, nos pone sobre la pista de dos víctimas más del lado oscuro. Y éstas, además, documentadas con pelos y señales. Resulta que el autor de Guies, fugitius i espies recibió en noviembre de 2012 aviso de uno de los informantes del Arieja con los que había contactado cuando preparaba la monografía. Le pedía que fuese inmediatamente porque tenía unas fotografías que no se podía perder.
La sorpresa fue mayúscula cuando vio el material: las imágenes mostraban los esqueletos amontonados de lo que después resultaron ser dos hombres, semiocultos bajo unas rocas en un camino de montaña a una hora escasa de la frontera andorrana. Los dos cráneos presentaban sendos agujeros de bala, y los investigadores de la gendarmería que retiraron los restos encontraron dentro de uno de ellos una bala del calibre 9 milímetros muy habitual en los años 40, mientras que los huesos de las piernas del otro hombre aparecieron rotos. También se recuperaron las botas del mayor de los dos hombres, con el regalo sorpresa de que todavía era posible leer la marca: resultó que se trataba de un par de botas fabricadas en Tolosa por una empresa que en los años 30 y 40 suministraba material al ejército francés. Para confirmar aun más la datación, asociada a los restos se recuperó una moneda francesa de 1943.
La sorpresa fue mayúscula cuando vio el material: las imágenes mostraban los esqueletos amontonados de lo que después resultaron ser dos hombres, semiocultos bajo unas rocas en un camino de montaña a una hora escasa de la frontera andorrana. Los dos cráneos presentaban sendos agujeros de bala, y los investigadores de la gendarmería que retiraron los restos encontraron dentro de uno de ellos una bala del calibre 9 milímetros muy habitual en los años 40, mientras que los huesos de las piernas del otro hombre aparecieron rotos. También se recuperaron las botas del mayor de los dos hombres, con el regalo sorpresa de que todavía era posible leer la marca: resultó que se trataba de un par de botas fabricadas en Tolosa por una empresa que en los años 30 y 40 suministraba material al ejército francés. Para confirmar aun más la datación, asociada a los restos se recuperó una moneda francesa de 1943.
Benet, en la presentación de Guies, fugitius i espies, la monografía definitiva sobre los pasadores centradad específicamente en el caso andorrano. Fotografía: El Periòdic d'Andorra. |
Para Benet y su informante, que han tenido acceso a las fotografías del yacimiento, no cabe duda: se trata de los restos de dos fugitivos a los que por algún motivo el guía liquidó a medio camino: "El itinerario que seguían conducía a Andorra por la parte de Fontargent, punto de entrada habitual de fugitivos y contrabandistas", sostiene. Los restos, analizados en el instituto de medicina legal de Tolosa, corresponden a un adulto de entre 40 y 50 años y a un adolescente. Padre e hijo, especula Benet, que dibuja la siguiente escena: "El chico, que tenía una pierna rota, debía caminar con suma dificultad, hasta que ya no pudo más: el guía lo conminó a seguir adelante, el padre se puso naturalmente del lado de su hijo, y el guía los liquidó a los dos." Y aprovechó para llevarse las botas del adulto; si hubieran sido soldados alemanes, opina Benet, no se hubieran molestado en robar las botas del muerto.
En fin, que el homicida medio escondió los cuerpos bajo unas rocas, y aquí se habían conservado las últimas siete décadas hasta que en verano de 2012 un grupo de estudiantes alemanes de medicina que practicaban senderismo en la zona los descubrieron, con la buena fortuna -dice- que tenían nociones de anatomía y se dieron enseguida cuenta de que se trataba de restos humanos: "Como se encontraban relativamente cerca de un sendero, es probable que otros excursionistas los hubiesen avistado antes, pero pensaran que se trataba de restos de animales".
En fin, que el homicida medio escondió los cuerpos bajo unas rocas, y aquí se habían conservado las últimas siete décadas hasta que en verano de 2012 un grupo de estudiantes alemanes de medicina que practicaban senderismo en la zona los descubrieron, con la buena fortuna -dice- que tenían nociones de anatomía y se dieron enseguida cuenta de que se trataba de restos humanos: "Como se encontraban relativamente cerca de un sendero, es probable que otros excursionistas los hubiesen avistado antes, pero pensaran que se trataba de restos de animales".
Los prefectos se lavan las manos
El caso es que el descubrimiento de los dos cuerpos ha pasado desapercibido en el Arieja. Y si Benet ha decidido hacerlo ahora público es porque ni el prefecto que había en 2012 ni el actual han atendido su petición de que permitieran que expertos en ADN estudiaran los restos para determinar su origen: "No hemos obtenido respuesta ni remitiéndoles la petición a través de la embajada de Francia en Andorra. Me parece de una insensibilidad monumental, sobre todo este 2014 que celebran por todo lo alto el centenario de la I Guerra Mundial", se lamenta. La mala suerte es que no se recuperó documentación que permitiera a los dos hombres. Pero incluso para esto tiene Benet una hipótesis más o menos plausible: otro informante suyo, André Trigano, alcalde de Pàmies y él mismo brevemente refugiado en Andorra durante la II Guerra Mundial -unos pocos meses en los que coincidió, por cierto, con el cantante y actor Serge Reggiani- recuerda a dos fugitivos, padre e hijo, que salieron en cierta ocasión de la zona de Pàmies y que nunca llegaron a su destino: Andorra.
Eran dos judíos apellidados Schwabb. ¿Tienen alguna relación los Schwabb con los dos cuerpos aparecidos ahora? "Si no podemos analizar los restos, nunca lo averiguaremos", dice Benet, estupefacto por la indiferencia mostrada por la prefectura en este asunto: "Parece incongruente tirar la casa por la ventana por el centenario de la Gran Guerra y en cambio negarse a analizar posibles pruebas de interés histórico sobre un capítulo tan sensible de la II Guerra Mundial como es el de los fugitivos". En cualquier caso, se trata de las primeras pruebas documentales de la leyenda negra de los pasadores -si descontamos el montaje del que fue víctima (¿o era instigador?) Eliseo Bayo en Reporter. Si se da el caso, ciertamente poco probable, de que las fotografías, hoy en manos de la gendarmería, son algún días desclasificadas.
Como el lector recordará, una de las aportaciones de Sala Rose y Garcia-Planas sobre este infausto capítulo consiste en haber puesto algo de orden con un balance sobre las "matanzas" de fugitivos -así las denominan ellos- que tuvieron lugar de camino a Andorra -o en la misma Andorra. A los autores de El marqués y la esvástica les salían una decena de muertos: los dos matrimonios belgas que Joaquim Baldrich afirmaba haber visto semienterrados enla nieva en la zona del Estany Negre, víctimas de dos pasadores aragoneses que se llamaban -y queden sus nombres para nuestra historia local de la infamia- Mulero y Trallero; Jacques Grumbach, judío, diputado socialista y director del diario Le Populaire a quien su guía, el también aragonés Lázaro Cabrero, liquidó de un tiro en la nuca en un caso por el que fue juzgado en Foix en 1953. Juzgado... y absuelto por falta de pruebas, aunque Cabrero admitió haber matado a Grumbach, alegando que el hombre había quedado malherido a consecuencia de una caída y que tenía consignas superiores de eliminar a los fugitivos que entorpecieran la marcha para evitar que cayeran en manos de las patrullas alemanas.
Eran dos judíos apellidados Schwabb. ¿Tienen alguna relación los Schwabb con los dos cuerpos aparecidos ahora? "Si no podemos analizar los restos, nunca lo averiguaremos", dice Benet, estupefacto por la indiferencia mostrada por la prefectura en este asunto: "Parece incongruente tirar la casa por la ventana por el centenario de la Gran Guerra y en cambio negarse a analizar posibles pruebas de interés histórico sobre un capítulo tan sensible de la II Guerra Mundial como es el de los fugitivos". En cualquier caso, se trata de las primeras pruebas documentales de la leyenda negra de los pasadores -si descontamos el montaje del que fue víctima (¿o era instigador?) Eliseo Bayo en Reporter. Si se da el caso, ciertamente poco probable, de que las fotografías, hoy en manos de la gendarmería, son algún días desclasificadas.
Como el lector recordará, una de las aportaciones de Sala Rose y Garcia-Planas sobre este infausto capítulo consiste en haber puesto algo de orden con un balance sobre las "matanzas" de fugitivos -así las denominan ellos- que tuvieron lugar de camino a Andorra -o en la misma Andorra. A los autores de El marqués y la esvástica les salían una decena de muertos: los dos matrimonios belgas que Joaquim Baldrich afirmaba haber visto semienterrados enla nieva en la zona del Estany Negre, víctimas de dos pasadores aragoneses que se llamaban -y queden sus nombres para nuestra historia local de la infamia- Mulero y Trallero; Jacques Grumbach, judío, diputado socialista y director del diario Le Populaire a quien su guía, el también aragonés Lázaro Cabrero, liquidó de un tiro en la nuca en un caso por el que fue juzgado en Foix en 1953. Juzgado... y absuelto por falta de pruebas, aunque Cabrero admitió haber matado a Grumbach, alegando que el hombre había quedado malherido a consecuencia de una caída y que tenía consignas superiores de eliminar a los fugitivos que entorpecieran la marcha para evitar que cayeran en manos de las patrullas alemanas.
El caso de Grumbach lo han contado con pelos y señales tanto Josep Calvet (Las montañas de la libertad) como Francis Aguila (Les cols de l'espoir). El siniestro balance lo completan las tres chicas judías que Jose Bazán (Jo, un nen de la guerra) recuerda que fueron recuperadas, muertas, en el valle del Madriu en 1942 y enterradas en el cementerio de Escaldes, y el matrimonio Allerhand, Gustave e Ida, judíos franceses que en septiembre de 1942 salieron de Ussats les Bains y de quien nunca más se tuvieron noticias. Un caso recogido también por Calvet.
La leyenda negra -reverso de la epopeya de los pasadores- se alimenta más de recuerdos que de documentos. Por eso mismo es tan importante, por no decir milagrosa, el hallazgo que nos ocupa. Aparte de los que integran la, digamos, lista oficial, Benet añade por su cuenta a las víctimas no de la codicia o de la mala fe de los pasadores de turno, sino de la montaña -el frío, el torb, el agotamiento- como por ejemplo el teniente Charles Peacock, aviador aliado también malherido que prefirió descolgarse de su expedición para no comprometer la supervivencia del grupo: sus compañeros intentaron localizarlo al día siguiente, pero no lo consiguieron. También añade a los dos militares canadienses desaparecidos con Eloïse, la misteriosa agente de quien reconstruye la trayectoria en Guies, fugitius i espies, y en fin, a la media docena larga de muertos en la montaña -y aquí incluye tanto a fugitivos como a contrabandistas- que constan en el registro de defunciones de Canillo de los años 40.
La leyenda negra -reverso de la epopeya de los pasadores- se alimenta más de recuerdos que de documentos. Por eso mismo es tan importante, por no decir milagrosa, el hallazgo que nos ocupa. Aparte de los que integran la, digamos, lista oficial, Benet añade por su cuenta a las víctimas no de la codicia o de la mala fe de los pasadores de turno, sino de la montaña -el frío, el torb, el agotamiento- como por ejemplo el teniente Charles Peacock, aviador aliado también malherido que prefirió descolgarse de su expedición para no comprometer la supervivencia del grupo: sus compañeros intentaron localizarlo al día siguiente, pero no lo consiguieron. También añade a los dos militares canadienses desaparecidos con Eloïse, la misteriosa agente de quien reconstruye la trayectoria en Guies, fugitius i espies, y en fin, a la media docena larga de muertos en la montaña -y aquí incluye tanto a fugitivos como a contrabandistas- que constan en el registro de defunciones de Canillo de los años 40.
[Este artículo se publicó el 11 de abril de 2014 en El Periòdic d'Andorra]
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