El Centre d'Art d'Escaldes expone una colección de tejidos coptos fechados entre los siglos III aC y XII de nuestra era conservados en el Museo de Montserrat y restaurados con la colaboración de Crèdit Andorrà.
No se hagan ilusiones: en esta ocasión no encontrarán en el CAEE ni momias ni sarcófagos. Ni tan solo de un humilde minino, como hace cuatro temporadas a cuenta de aquella estupenda exposición que fue Egipto, el paso a la eternidad. Pero quien no se consuela es porque no quiere: El Antiguo Egipto y tejidos coptos de Montserrat expone hasta el 8 de junio [de 2013] lo que podríamos denominar el fondo de armario de los difuntos que fueron inhumados en el cementerio del barrio cairota de Fustat entre los siglos II aC y XII de nuestra era. Unos cuantos, como habrá intuido el lector. Una colección adquirida en 1951 por el canónigo barcelonés Ramon Roca-Puig, que ingresó en 1997 en el Museo de Montserrat, que rara vez ha salido del santuario catalán, y que ha sido parcialmente restaurada con el patrocinio de la Fundación Crèdit Adorrà. En el CAEE recalan tapices, túnicas, mantas, cojines y cortinajes. Bueno, más bien habría que decir que recalan los fragmentos de estas piezas que han sobrevivido hasta nosotros, y a veces hace falta un notable esfuerzo de imaginación para reconstruir mentalmente la pieza entera. Y aun así. La buena noticia es que este esfuerzo lo han hecho por nosotros los comisarios -el padre Pius Tragan, erudito de otra época con cierto aire a Julio Caro Baroja, director del Scriptorium Biblicum et Orientale de Montserrat, y la egiptóloga italiana Elvira d'Amicone- con el aparato gráfico y las réplicas de las túnicas tejidas expresamente para la ocasión que ilustran la muestra.
El caso es que los tejidos del CAEE proceden de la necrópolis de Fustat y que, como dice el padre Tragan sirvieron en su momento para amortajar los cuerpos de los difuntos y hacer algo más acogedora la morada eterna. De hecho, d'Amicone recuerda el caso de una momia que se conserva en cierto museo de Bruselas que apareció vestida de arriba abajo y con sendos cojines bordados, uno bajo la cabeza y el otro bajo los pies. Especula que los (micro)fragmentos que ahora recalan en Escaldes fueron utilizados de manera similar por los inquilinos de Fustat. Y créanme, produce cierta impresión imaginar que las telas de aquí arriba sirvieron un día de sudario un coetáno de Cleopara. O de Cesarión, por decirlo de una forma que seguro que a Terenci Moix le molaría. Y quien dice un día, dice veinte siglos. Glups.
Alta costura post mortem
Constituyen, en fin, el testimonio más fidedigno de la vida cotidiana de los egipcios de los primeros siglos de nuestra vida. Y que las palabras no nos lleven a engaño: copto significa egipcio en griego, independientemente de la religión profesada, y aquí se utiliza en este exacto sentido; no nos hagamos ahora los listillos y pensemos que se trata de una exposición sobre el vestuario de los egipcios de fe cristiana. Porque no. Por otra parte, tampoco se trata de los ropajes que vestían los egipcios de a pie: los elaborados diseños de motivos florales, zoológicos y geométricos que ilustran los trapos montserratinos no estaban al alcance del egipcio común y corriente y eran de hecho un indicativo del estatus social y económico de su afortunado poseedor. Aunque probablemente a él estas cosas ya le trajeran sin cuidados. Casi, casi alta costura, porque se elaboraban según las indicaciones del cliente -cuando estaba vivo, se entiende- cada pieza era única y, en fin, faltaban aun dos milenios para que se inventara el prêt à porter. Un indicativo de clase que acompañaba al copto en el tránsito de la otra vida: no era lo mismo que te momificaran con una humilde túnica lisa adquirida en el Zara de la época por cuatro denarios de nada que con otra que luciese profusión de cenefas y filigranas.
Otra aclaración: estamos hablando de tejidos; es decir, trama, urdidumbre y todo lo demás. Y decorados con tintes de origen animal y mineral de tan alta calidad que el cromatismo conserva su intensidad después de dos milenios. Nada de bordados: demasiado vulgar, el bordado, debían pensar. Advierte el padre Tragan sobre la sorprendente continuidad temporal de esta antiquísima y compleja técnica, introducida en Egipto en la época de los faraones, que sobrevivió al helenismo, a la romanización y al Cristianismo, y que llegó a la perfección con la islamización. También de la progresiva simplificación de los motivos decorativos, que pasan del naturalismo inicial a una especie de protoabstracción.
Si empiezan a estar algo ahítos de trapos, no desesperen: El Antiguo Egipto y tejidos coptos de Montserrat se completa con una breve pero interesantísima colección de recipientes -vasos, frascos de pefumes y ungüentarios- que permiten hacernos una idea de cómo era la toilette de la copta pija del siglo III, por ejemplo. Y lo mejor de todo: estas piezas en concreto proceden de la colección del padre Bonaventura Ubach. Sí, hombre, el Indiana Jones a la catalana que el novelista Martí Gironell rescató del (semi)olvido en la novela El arqueólogo. Un secreto: el padre Tragan es el último discípulo vivo de Ubach. Y conoce de primera mano algunas de sus intimidades. Pero no se lo cuenten a nadie, porque volveremos a hablar aquí mismo de él en los próximos días. Mientras tanto, y para ir haciendo boca, prueben con El arqueólogo. Chssst.
Alta costura post mortem
Constituyen, en fin, el testimonio más fidedigno de la vida cotidiana de los egipcios de los primeros siglos de nuestra vida. Y que las palabras no nos lleven a engaño: copto significa egipcio en griego, independientemente de la religión profesada, y aquí se utiliza en este exacto sentido; no nos hagamos ahora los listillos y pensemos que se trata de una exposición sobre el vestuario de los egipcios de fe cristiana. Porque no. Por otra parte, tampoco se trata de los ropajes que vestían los egipcios de a pie: los elaborados diseños de motivos florales, zoológicos y geométricos que ilustran los trapos montserratinos no estaban al alcance del egipcio común y corriente y eran de hecho un indicativo del estatus social y económico de su afortunado poseedor. Aunque probablemente a él estas cosas ya le trajeran sin cuidados. Casi, casi alta costura, porque se elaboraban según las indicaciones del cliente -cuando estaba vivo, se entiende- cada pieza era única y, en fin, faltaban aun dos milenios para que se inventara el prêt à porter. Un indicativo de clase que acompañaba al copto en el tránsito de la otra vida: no era lo mismo que te momificaran con una humilde túnica lisa adquirida en el Zara de la época por cuatro denarios de nada que con otra que luciese profusión de cenefas y filigranas.
Otra aclaración: estamos hablando de tejidos; es decir, trama, urdidumbre y todo lo demás. Y decorados con tintes de origen animal y mineral de tan alta calidad que el cromatismo conserva su intensidad después de dos milenios. Nada de bordados: demasiado vulgar, el bordado, debían pensar. Advierte el padre Tragan sobre la sorprendente continuidad temporal de esta antiquísima y compleja técnica, introducida en Egipto en la época de los faraones, que sobrevivió al helenismo, a la romanización y al Cristianismo, y que llegó a la perfección con la islamización. También de la progresiva simplificación de los motivos decorativos, que pasan del naturalismo inicial a una especie de protoabstracción.
Si empiezan a estar algo ahítos de trapos, no desesperen: El Antiguo Egipto y tejidos coptos de Montserrat se completa con una breve pero interesantísima colección de recipientes -vasos, frascos de pefumes y ungüentarios- que permiten hacernos una idea de cómo era la toilette de la copta pija del siglo III, por ejemplo. Y lo mejor de todo: estas piezas en concreto proceden de la colección del padre Bonaventura Ubach. Sí, hombre, el Indiana Jones a la catalana que el novelista Martí Gironell rescató del (semi)olvido en la novela El arqueólogo. Un secreto: el padre Tragan es el último discípulo vivo de Ubach. Y conoce de primera mano algunas de sus intimidades. Pero no se lo cuenten a nadie, porque volveremos a hablar aquí mismo de él en los próximos días. Mientras tanto, y para ir haciendo boca, prueben con El arqueólogo. Chssst.
[Este artículo se publicó el 21 de marzo de 2013 en El Periòdic d'Andorra]
No hay comentarios:
Publicar un comentario