Tor estaba destinada a convertirse en un pueblo fantasma más de los muchos que languidecen en los Pirineos. Pero Carles Porta no se conformó con la versión oficial y tiró del siniestro hilo de los asesinatos -tres en quince años- que mancharon de sangre este antiguo feudo de contrabandistas, hoy con apenas media docena de vecinos. Tor resucita contra pronóstico gracias al goteo de lectores que quieren conocer in situ los escenarios de La montaña maldita. Un año, seis ediciones y 50.000 ejemplares después, el periodista leridano repasa las claves del éxito de su criatura y avanza exclusiva: la serie televisiva ya está en marcha.
Será una miniserie de ficción, pero ni se rodará en esta localidad del Pallars Sobirà (Lérida) ni conservará los nombres de sus auténticos protagonistas. Precauciones que imponen los asesores jurídicos del proyecto y también el sentido común, para no atizar más la polémica que el inesperado éxito de La montaña maldita (Tretze cases i tres morts, en la versión original en catalán) ha generado entre los vecinos: Jordi Riba, el Palanca, llegó a pasearse por Tor luciendo una pancarta en que tachaba al periodista de "traidor", "mentiroso" y "difamador". Una acusación similar le han lanzado otros de sus protagonistas, desde Pili, una de les fadrines de Tor, hasta Ruben Castañer, el visionario que en los años 70 abrió la caja de los truenos con el proyecto de levantar una estación de esquí en la montaña. Tor ya no volvería a ser el mismo. Hasta la periodista Carme Escales, supuesta guía de Porta en los inicios de la investigación, consiguió retirar su nombre del libro a partir de la tercera edición porque, sostiene, "se me cita en un contexto de muy mal gusto y repugnantemente machista", y porque la narración no respetaba "en absoluto" el episodio en que el equipo de TV3 que en 1997 rodó el documental que se encuentra en el origen del libro tuvo lugar en Rialp. En cualquier caso, la miniserie -Porta avanza que TV3 está interesada en el proyecto- todavía no tiene ni director ni intérpretes confirmados, y no estará lista antes de un años. Así que paciencia. Para ir haciendo boca, aquí va una conversación con el padre de Tor.
-Sus personajes se le rebelan: ¿tiene remordimientos?
-Cada uno cree que su versión es la definitiva y no acepta que puedan existir otras igualmente verosímiles. Pero yo no escribí el libro para los vecinos de Tor sino para el lector que no tenía ni idea de nada, ni del caso ni tampoco del pueblo. Entiendo que el Palanca y Pili estén dolidos porque al final no estamos hablando de un catálogo turístico sino de una tragedia que se ha saldado con tres muertos.
-Pero es que dicen que usted miente...
-Hablo con cierta frecuencia tanto con el Palanca como con Sisqueta [la madre de Pili] y siempre llegamos al mismo punto: cuando les pregunto en qué miento no saben qué responder. Por supuesto, el libro puede contener errores o conclusiones matizables. Pero mentiras, ni una. Por otra parte, a raíz del éxito de La montaña maldita Pili y Sisqueta llenan cada fin de semana su hostal con los turistas que han conocido Tor gracias al libro. Y es curioso: cuando se publicó, todo el mundo estaba encantadísimo. Los reproches comenzaron a surgir cuando empezó a venderse bien.
-Tampoco está tan mal, esto de compartir el éxito.
-Naturalmente, me enorgullece haber contribuido al renacimiento de Tor. Pero uno de los reproches que mas he tenido que tragarme es que me estoy haciendo la barba de oro a costa de los vecino. Y no es verdad. Pero aunque lo fuera: ¿hasta qué punto la historia del pueblo es patrimonio de sus vecinos, aunque sean los protagonistas? Honestamente, creo que sucesos como los de Tor pertenecen al dominio público y que el trabajo del periodista es ir al lugar en que ocurren los hechos, recoger el mayor número posible de testimonios y explicarlo. ¿Tenía que haberles pedido permiso, para hacer mi trabajo? ¿O quizás consensuar con ellos la versión que finalmente se publicaría?
-Al Palanca le repatea que haya aireado que es un hombre soltero y sin descendencia.
-Ahora parece que está indignado por esto, dice que se lo tendría que haber consultado. Pero es que uno de los puntos clave de todo este asunto es saber si tiene o no herederos. Por otra parte, a él le encanta este doble juego: me acusa a mí, se queja de los abogados y de los jueces, pero cuando nos vemos, nos pasamos horas hablando. Y no te lo pierdas: él mismo vende y firma ejemplares del libro a los turistas que se desplazan hasta Tor siguiendo la estela de La montaña maldita. Pero todo esto es normal dentro de la lógica que impera en Tor. Entiendo que a nadie le gusta que se vayan aireando sus miserias, pero la prueba de que he respetado escrupulosamente los hechos es que hace un año que se publicó el libro y no se ha interpuesto ninguna demanda ni querella.
-Tampoco está tan mal, esto de compartir el éxito.
-Naturalmente, me enorgullece haber contribuido al renacimiento de Tor. Pero uno de los reproches que mas he tenido que tragarme es que me estoy haciendo la barba de oro a costa de los vecino. Y no es verdad. Pero aunque lo fuera: ¿hasta qué punto la historia del pueblo es patrimonio de sus vecinos, aunque sean los protagonistas? Honestamente, creo que sucesos como los de Tor pertenecen al dominio público y que el trabajo del periodista es ir al lugar en que ocurren los hechos, recoger el mayor número posible de testimonios y explicarlo. ¿Tenía que haberles pedido permiso, para hacer mi trabajo? ¿O quizás consensuar con ellos la versión que finalmente se publicaría?
-Al Palanca le repatea que haya aireado que es un hombre soltero y sin descendencia.
-Ahora parece que está indignado por esto, dice que se lo tendría que haber consultado. Pero es que uno de los puntos clave de todo este asunto es saber si tiene o no herederos. Por otra parte, a él le encanta este doble juego: me acusa a mí, se queja de los abogados y de los jueces, pero cuando nos vemos, nos pasamos horas hablando. Y no te lo pierdas: él mismo vende y firma ejemplares del libro a los turistas que se desplazan hasta Tor siguiendo la estela de La montaña maldita. Pero todo esto es normal dentro de la lógica que impera en Tor. Entiendo que a nadie le gusta que se vayan aireando sus miserias, pero la prueba de que he respetado escrupulosamente los hechos es que hace un año que se publicó el libro y no se ha interpuesto ninguna demanda ni querella.
-Aparte de la periodista Carme Escales y del skin Aguilera, que a partir de la cuarta edición se convierte en Olivella...
-Son los dos únicos cambios que he introducido. Y los dos, de manera amistosa.
-Han convertido al Palanca en una especie de animal de feria. Por Sant Jordi, la editorial incluso planteó la posibilidad de hacerle bajar a Barcelona para que firmase ejemplares. ¿Tiene usted la conciencia tranquila?
-Nos dimos cuenta de que muchos lectores querían conocerlo. Y esta hubiera sido una manera de acercarlo al público. Diría que el Palanca, un hombre acostumbrado a vivir al límite, emerge del libro convertido en una especie de salvador de la montaña, en un héroe.
-Con la perspectiva del tiempo, ¿a qué atribuye el éxito de La montaña maldita?
-A tres causas: la primera, al hecho de que la versión original en catalán la lanzara una editorial tan prestigiosa y seria como La Campana, cosa que hace que libreros y críticos se lo miren de entrada con cariño. Esto ya le reportó una buena posición de salida. Por otra parte, el origen del libro está en el documental emitido en en 1997 en el espacio 30 minuts, de TV3, que tuvo una cierta repercusión. A la gente el caso le sonaba. Y aun más cuando TV3 lo reemitió, a raíz del éxito de La montaña maldita. Por último: no nos hemos gastado ni un euro en promoción. El boca-oreja ha hecho todo el trabajo. Me han llegado a parar por la calle para firmar ejemplares, y aguantó 35 semanas en la lista de los más vendidos de La Vanguardia. Sin falsa modestia: alguna cosa debe tener, más allá de una buena historia.
-¿Y usted qué cree que tiene?
-Sangre y vísceras, un muerto y unos asesinos que andan sueltos una década después. Tiene también contrabandistas. Todos los elementos de una novela de intriga. Menos sexo, porque he respetado escrupulosamente la privacidad de los personajes. La crítica más negativa que ha recibido la hivieron Ponç Puigdevall y Miquel Pairolí, que tildaron el libro de "literatura juvenil".
-Ahora que lo dice, tiene razón: a La montaña maldita le falta algo de sexo.
-Pili me ha reprochado con frecuencia la manera morbosa en que según ella cuento el asesinato del Sansa.¡Pero es que las cosas sucedieron así! Por otra parte, no he reproducido ni una sola de las mil y una historias que circulan sobre las relaciones de los vecinos de Tor, un universo claustrofóbico donde unas pocas decenas de personas tenían que convivir durante los meses en que el pueblo quedaba aislado a causa de la nieve. Esto sí que hubiera sido morboso. Y desde el primer momento lo descarté.
-¿Y ahora, qué?
-Soy un periodista esencialmente televisivo. Vivo de la productora que dirijo -los últimos programas que hemos creado son Pica lletres, para TV3, y Hazlo tú mismo, la versión de Efecte mirall, para Cuatro- y me da produce mucho respeto volver a embarcarme en un libro. Tengo uno listo, pero no sé si lo publicaré: por una parte, las expectativas generadas a partir de La montaña maldita son tan altas que da un cierto miedo no estar a la altura, decepcionar al lector y también a mí mismo. Pero también tengo el gusanillo de demostrar que no fue flor de un día ni chiripa.
-La montaña maldita nos ha descubierto la Cataluña profunda, tan alejada del país rural idealizado por cierto catalanismo de espardenya. Pora, ¿traidor a la patria?
-No era mi intención retratar la Cataluña negra. Y no creo que me haya salido un libro naturalista sino esencialmente realista. Cuando la realidad es tan cruda y tan dura como en Tor, no hace falta aliñarla con fantasía.
-Ahora que no nos oye nadie, ¿quién mató al Sansa?
-A raíz del libro me han llegado nuevos indicios, gente que se ha puesto en contacto conmigo. Puedo afirmar, por ejemplo, que al Sansa no lo mataron el 19 de julio, como hasta ahora se ha sostenido, y que todavía estaba vivo y coleando el 24 de julio: además del testimonio de su último abogado, el letrado Gómez de Oalrte, que ya recojo en el libro, un vecino de Os de Civís me aseguró que en esta última fecha habló personalmente con el Sansa. Pero no me preguntes quién lo mató: tengo mi hipótesis, por supuesto, pero sin pruebas no puedo hacerla pública.
-¿Hay una segunda entrega a la vista?
-He estado tentado de seguir tirando del hilo porque a esta historia le falta su final. Pero lo he tenido que aparcar porque tengo otros proyectos en marcha. Y diría que afortunadamente, porque después de nueve años todo este asunto se estaba convirtiendo en una obsesión algo malsana. De todas formas, la sustancia de los hechos está en el libro. Sólo falta la conclusión. Que cada lector saque la suya.
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Los supervivientes, los perdedores y los demás
La cuadrilla de personaje que pululan por La montaña maldita se puede dividir en dos clases: la de los supervivientes y la de los perdedores. Entre los primeros, y por encima de todos, Jordi Riba, el Palanca, individuo proteico, uno de los últimos ejemplares del homo pyrenaicus, desconfiado, terco y reservado, que ve cómo su mundo languidece sin remedio. Pero resistirá mientras las fuerzas lo acompañen. Quizás por este mismo motivo, Porta le profesa un especial cariño. El Palanca hace hoy la vida nómada de siempre: vive entre Tor, Os de Civís y Alins, donde tiene su cuartel general. Se le puede ver habitualmente comiendo o cenando en los hoteles Muntanya y Salòria de esta última localidad del Pallars. El autor lo define como una "víctima" más del maleficio de Tor. Como a Pili y a las fadrines.
Si ellos son las víctimas, los perdedores incontestables son el resto del reparto: desde Josep Montané, el Sansa, asesinado en 1995, hasta los secundarios del drama. Marli y Mont, los dos desgraciados que pagaron con catorce meses entre rejas la delación de Gil José, ya no verán jamás el desenlace de este asunto, si alguna vez llega: Marli falleció meses atrás víctima de un cáncer. Había llevado su caso a Estrasburgo porque pretendía que el Estado le indemnizara por sus meses en prisión. Mont también murió: hace cosa de un año, de cirrosis. Con ellos desaparecieron dos de los "hilos buenos" de esta madeja: Porta está convencido de que se encontraban en Tor -"Aunque no puedo afirmar que en el lugar de los hechos", matiza- el día que mataron al Sansa. El otro "hilo bueno" es precisamente Gil José, a quien se le ha perdido la pista, quien sabe si definitivamente.
Y al lado de los supervivientes y de los perdedores, los malos: es decir, Batallé, el contrabandista, personaje tan, pero tan turbio que Porta decidió muy sensatamente cambiarle el nombre para ahorrarse nada hipotéticas represalias: su papel en toda esta historia, dice, "no está del todo claro y quedan huevos por llenar..." La última noticia que se tiene de este pájaro es que fue detenido por una patrulla de Mossos en un control rutinario en Esterri d'Àneu, tras intentar atropellar a un agente en la huida. "Pero atención, que sigue por aquí". El otro malo es Ruben Castañer, el Ruben, que no renuncia a ver convertido en realidad el sueño de convertir Tor es una estación de esquí, y que se ha embarcado en la reescritura de los hechos. Hoy se gana la vida como promotor inmobiliario en Cartagena...
-Son los dos únicos cambios que he introducido. Y los dos, de manera amistosa.
-Han convertido al Palanca en una especie de animal de feria. Por Sant Jordi, la editorial incluso planteó la posibilidad de hacerle bajar a Barcelona para que firmase ejemplares. ¿Tiene usted la conciencia tranquila?
-Nos dimos cuenta de que muchos lectores querían conocerlo. Y esta hubiera sido una manera de acercarlo al público. Diría que el Palanca, un hombre acostumbrado a vivir al límite, emerge del libro convertido en una especie de salvador de la montaña, en un héroe.
-Con la perspectiva del tiempo, ¿a qué atribuye el éxito de La montaña maldita?
-A tres causas: la primera, al hecho de que la versión original en catalán la lanzara una editorial tan prestigiosa y seria como La Campana, cosa que hace que libreros y críticos se lo miren de entrada con cariño. Esto ya le reportó una buena posición de salida. Por otra parte, el origen del libro está en el documental emitido en en 1997 en el espacio 30 minuts, de TV3, que tuvo una cierta repercusión. A la gente el caso le sonaba. Y aun más cuando TV3 lo reemitió, a raíz del éxito de La montaña maldita. Por último: no nos hemos gastado ni un euro en promoción. El boca-oreja ha hecho todo el trabajo. Me han llegado a parar por la calle para firmar ejemplares, y aguantó 35 semanas en la lista de los más vendidos de La Vanguardia. Sin falsa modestia: alguna cosa debe tener, más allá de una buena historia.
-¿Y usted qué cree que tiene?
-Sangre y vísceras, un muerto y unos asesinos que andan sueltos una década después. Tiene también contrabandistas. Todos los elementos de una novela de intriga. Menos sexo, porque he respetado escrupulosamente la privacidad de los personajes. La crítica más negativa que ha recibido la hivieron Ponç Puigdevall y Miquel Pairolí, que tildaron el libro de "literatura juvenil".
-Ahora que lo dice, tiene razón: a La montaña maldita le falta algo de sexo.
-Pili me ha reprochado con frecuencia la manera morbosa en que según ella cuento el asesinato del Sansa.¡Pero es que las cosas sucedieron así! Por otra parte, no he reproducido ni una sola de las mil y una historias que circulan sobre las relaciones de los vecinos de Tor, un universo claustrofóbico donde unas pocas decenas de personas tenían que convivir durante los meses en que el pueblo quedaba aislado a causa de la nieve. Esto sí que hubiera sido morboso. Y desde el primer momento lo descarté.
-¿Y ahora, qué?
-Soy un periodista esencialmente televisivo. Vivo de la productora que dirijo -los últimos programas que hemos creado son Pica lletres, para TV3, y Hazlo tú mismo, la versión de Efecte mirall, para Cuatro- y me da produce mucho respeto volver a embarcarme en un libro. Tengo uno listo, pero no sé si lo publicaré: por una parte, las expectativas generadas a partir de La montaña maldita son tan altas que da un cierto miedo no estar a la altura, decepcionar al lector y también a mí mismo. Pero también tengo el gusanillo de demostrar que no fue flor de un día ni chiripa.
-La montaña maldita nos ha descubierto la Cataluña profunda, tan alejada del país rural idealizado por cierto catalanismo de espardenya. Pora, ¿traidor a la patria?
-No era mi intención retratar la Cataluña negra. Y no creo que me haya salido un libro naturalista sino esencialmente realista. Cuando la realidad es tan cruda y tan dura como en Tor, no hace falta aliñarla con fantasía.
-Ahora que no nos oye nadie, ¿quién mató al Sansa?
-A raíz del libro me han llegado nuevos indicios, gente que se ha puesto en contacto conmigo. Puedo afirmar, por ejemplo, que al Sansa no lo mataron el 19 de julio, como hasta ahora se ha sostenido, y que todavía estaba vivo y coleando el 24 de julio: además del testimonio de su último abogado, el letrado Gómez de Oalrte, que ya recojo en el libro, un vecino de Os de Civís me aseguró que en esta última fecha habló personalmente con el Sansa. Pero no me preguntes quién lo mató: tengo mi hipótesis, por supuesto, pero sin pruebas no puedo hacerla pública.
-¿Hay una segunda entrega a la vista?
-He estado tentado de seguir tirando del hilo porque a esta historia le falta su final. Pero lo he tenido que aparcar porque tengo otros proyectos en marcha. Y diría que afortunadamente, porque después de nueve años todo este asunto se estaba convirtiendo en una obsesión algo malsana. De todas formas, la sustancia de los hechos está en el libro. Sólo falta la conclusión. Que cada lector saque la suya.
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Los supervivientes, los perdedores y los demás
La cuadrilla de personaje que pululan por La montaña maldita se puede dividir en dos clases: la de los supervivientes y la de los perdedores. Entre los primeros, y por encima de todos, Jordi Riba, el Palanca, individuo proteico, uno de los últimos ejemplares del homo pyrenaicus, desconfiado, terco y reservado, que ve cómo su mundo languidece sin remedio. Pero resistirá mientras las fuerzas lo acompañen. Quizás por este mismo motivo, Porta le profesa un especial cariño. El Palanca hace hoy la vida nómada de siempre: vive entre Tor, Os de Civís y Alins, donde tiene su cuartel general. Se le puede ver habitualmente comiendo o cenando en los hoteles Muntanya y Salòria de esta última localidad del Pallars. El autor lo define como una "víctima" más del maleficio de Tor. Como a Pili y a las fadrines.
Si ellos son las víctimas, los perdedores incontestables son el resto del reparto: desde Josep Montané, el Sansa, asesinado en 1995, hasta los secundarios del drama. Marli y Mont, los dos desgraciados que pagaron con catorce meses entre rejas la delación de Gil José, ya no verán jamás el desenlace de este asunto, si alguna vez llega: Marli falleció meses atrás víctima de un cáncer. Había llevado su caso a Estrasburgo porque pretendía que el Estado le indemnizara por sus meses en prisión. Mont también murió: hace cosa de un año, de cirrosis. Con ellos desaparecieron dos de los "hilos buenos" de esta madeja: Porta está convencido de que se encontraban en Tor -"Aunque no puedo afirmar que en el lugar de los hechos", matiza- el día que mataron al Sansa. El otro "hilo bueno" es precisamente Gil José, a quien se le ha perdido la pista, quien sabe si definitivamente.
Y al lado de los supervivientes y de los perdedores, los malos: es decir, Batallé, el contrabandista, personaje tan, pero tan turbio que Porta decidió muy sensatamente cambiarle el nombre para ahorrarse nada hipotéticas represalias: su papel en toda esta historia, dice, "no está del todo claro y quedan huevos por llenar..." La última noticia que se tiene de este pájaro es que fue detenido por una patrulla de Mossos en un control rutinario en Esterri d'Àneu, tras intentar atropellar a un agente en la huida. "Pero atención, que sigue por aquí". El otro malo es Ruben Castañer, el Ruben, que no renuncia a ver convertido en realidad el sueño de convertir Tor es una estación de esquí, y que se ha embarcado en la reescritura de los hechos. Hoy se gana la vida como promotor inmobiliario en Cartagena...
[Esta entrevista se publicó el 5 de septiembre del 2006 en la revista Informacions]
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