La productora K-Das-Q debuta con Un any de la nostra vida, inspirada en la epopeya de los pasadores.
La cita es el 11 de noviembre [de 2013] en el teatro de Les Fontetes (la Massana, Andorra), en la primera de las seis funciones programadas de Un any de la nostra vida. Y empecemos por el principio: el año del título es 1943, en plena guerra mundial y con toda la carne en el asador: los nazis han ocupado el pedazo de Francia que le habían dejado a Pétain para mantener las apariencias, y grupos de pasadores integrados mayoritariamente por antiguos soldados republicanos, contrabandistas y miembros de la Resistencia inspirados por el MI6 se juegan la vida para conducir hasta el consulado británico Barcelona a miles de fugitivos de la Europa ocupada: aviadores aliados abatidos sobre el continente, jóvenes franceses refractarios al Servicio de Trabajo Obligatorio o que pretenden unirse a las fuerzas de la Francia Libre, y judíos de todas las nacionalidades -o peor aún, apátridas- destinados a los campos de exterminio.
En fin, la historia es suficientemente conocida porque la hemos contado aquí en repetidas ocasiones -y las que vendrán. No hace mucho, a cuenta de la defunción de Eduard Molné, el último superviviente -bueno, ahora ya no- de la cadena que Antoni Forné dirigía desde el hotel Palanques de la Massana. Y como ciertos acontecimientos tienen en ocasiones un raro, perturbador eco, he aquí que la productora K-Das-Q ha escogido para su debut en los escenarios Un any en la nostra vida, texto firmado por un tal Martí Llimois -les advertimos que se trata de un pseudónimo- que se estrena también como autor dramático con una peripecia ambientada -lo decíamos al comienzo- en 1943, con el telón de fondo de la contienda y el tráfico de refugiados de lo más variopinto que generó en nuestro rinconcito de la galaxia.
Antes de pasar al meolllo del asunto, digamos que K-Das-Q es la (pen)última aventura escénica de Xavi Fernández, el hombre-para-todo de la escena nacional -con minúsculas, atención, nada que ver con la Escena Nacional de verdad- que se ha decantado para su puesta de largo por un tema, dice -y con toda la razón- "fascinante y que incomprensiblemente no había sido llevado nunca a los escenarios". Un any en la nostra vida encarna por otro lado el ideario teatral de K-Das-Q y, por lo tanto, de Fernández: "Un proyecto nacido a partir del texto, que es el que ha marcado el equipo técnico y artístico que necesitábamos, y no al revés, como suele ser habitual en nuestros escenarios". Así funcionará en adelante la productora, una aventura -por cierto- inédita (y también incierta) por aquí arriba, donde nadie se juega un céntimo -ni en aventuras teatrales ni de ningún otro tipo- si no tiene detrás, o debajo, o dentro un buen cojín en forma de subvención. K-Das-Q procederá al revés: primero levantará el montaje y luego irá a buscar el patrocinio público y privado. Pobres: cómo diría Ash, el androide de Alien, "no tenéis ninguna posibilidad, pero contáis con toda mi simpatía..."
Micromecenazgo
Una opción arriesgada porque se juega el peculio, con un presupuesto que roza los 28.000 euros -sin cortarse un pelo, ya ven- astronómico para los estándares andorranos -y sospechamos que también para los catalanes- que espera reunir a través del micromecenazgo y de la taquilla, y que le reportará al director y productor una envidiable, rarísima libertad creativa: para empezar, ha prescindido de la clásica compañía estable, el sempiterno grupo de actores que cada curso busca una texto que se adapte a sus necesidades; Fernández, lo hemos dicho, procederá exactamente al contrario: es la productora la que irá a buscar a los intérpretes que considere más oportunos para cada proyecto en concreto. Como se estila en la escena profesional, vamos. El primero de todos es Un any de la nostra vida. El artefacto lo produce K-Das-Q a través de su -ejem- división teatral, Prou Ensemble, y lo dirige, claro, Fernández. Para esta singladura ha enrolado a cinco actores que provienen del Aula de Teatro de Andorra la Vella y de Lapsus, la joven compañía de Encamp -Meri Rabassa, Emma Laurent, María Alaminos, Marcos Rodríguez y Joan Sans. Y se ha permitido el lujo de repescar a Noemí Pagés, antigua alumna del Aula hoy embarcada en el Retaule de Sant Ermengol de la Seo.
Advierte el director, para que nadie se lleve engaño, que el texto navega en las fecundas aguas de la ficción histórica: los protagonista -comenzando por Ramón, exiliado catalán de la Guerra Civil y contrabandista reconvertido en pasador, un trasunto, claro, de Joaquim Baldrich, y acabando por Ton, que dirige la cadena junto a mosén Manel- los resultarán muy, pero que muy familiares a los que hayan seguido la epopeya de nuestros pasadores exhumada por Claude Benet (Guies, fugitius i espies) y Josep Calvet (Las montañas de la libertad). Hasta el punto de que el cuartel general de Ramon, Ton i mosén Manel está ubicado en una fonda que recuerda abiertamente al Palanques, aunque sin citar ni una sola vez el nombre -y no acabamos de entender por qué.
Pero no se trata sólo de pasadores. El texto está trufado de episodios que remiten directamente a la estricta realidad histórica: Ramon es capturado por los alemanes precisamente la noche del 29 de septiembre del 1943, la misma fecha en que se produjo la aciaga incursión de la Gestapo que terminó con Eduard Molné en Saint Michel, y con los cuatro soldados polacos que viajaban en su taxi deportados: nunca más se supo. Un capítulo clave en la biografía de Molné y en la historia de los pasadores que el mismo Antoni Forné -que se libró de un pelo de acompañar a Molné- contó con todo detalle en aquella fundacional serie de artículos publicados en 1979 el semanario Andorra 7 -y novelado por otra parte por Francesc Viadiu (Entre el torb i la Gestapo) y Norbert Orobitg (Pau dins la guerra).
Advierte el director, para que nadie se lleve engaño, que el texto navega en las fecundas aguas de la ficción histórica: los protagonista -comenzando por Ramón, exiliado catalán de la Guerra Civil y contrabandista reconvertido en pasador, un trasunto, claro, de Joaquim Baldrich, y acabando por Ton, que dirige la cadena junto a mosén Manel- los resultarán muy, pero que muy familiares a los que hayan seguido la epopeya de nuestros pasadores exhumada por Claude Benet (Guies, fugitius i espies) y Josep Calvet (Las montañas de la libertad). Hasta el punto de que el cuartel general de Ramon, Ton i mosén Manel está ubicado en una fonda que recuerda abiertamente al Palanques, aunque sin citar ni una sola vez el nombre -y no acabamos de entender por qué.
Pero no se trata sólo de pasadores. El texto está trufado de episodios que remiten directamente a la estricta realidad histórica: Ramon es capturado por los alemanes precisamente la noche del 29 de septiembre del 1943, la misma fecha en que se produjo la aciaga incursión de la Gestapo que terminó con Eduard Molné en Saint Michel, y con los cuatro soldados polacos que viajaban en su taxi deportados: nunca más se supo. Un capítulo clave en la biografía de Molné y en la historia de los pasadores que el mismo Antoni Forné -que se libró de un pelo de acompañar a Molné- contó con todo detalle en aquella fundacional serie de artículos publicados en 1979 el semanario Andorra 7 -y novelado por otra parte por Francesc Viadiu (Entre el torb i la Gestapo) y Norbert Orobitg (Pau dins la guerra).
Radio Andorra, banda sonora
Para que no falte de nada, el autor -este Llimois tan recatado- ha aliñado la trama con algún elemento enteramente ficticio pero que, como verán, si non è vero è ben trovato. Por ejemplo, se ha sacado de la manga un programa de Radio Andorra -Café, copa y caliqueño- con dedicatorias que ocultan mensajes cifrados. Licencia poética que queda muy lejos de la realidad histórica porque Radio Andorra -matiza Fernández- emitía "como mucho" canciones para notificar de la llegada a territorio andorrano o a su desitno final en Barcelona de cierto grupo de refugiados (lo contamos, ejem, en la entrada Tout va rès bien, madame la marquise de este mismo blog). La guerra de las ondas -qué lástima- era cosa de la BBC. Pero este detalle le basta para involucrar a la estación -no falta la voz de una locutora que recuerda sospechosamente a la de Victoria Zorzano- y dotar a la obra de una estupenda banda sonora por donde desfilan los hits de aquel 1943, desde Perfidia hasta Rascayou, y desde Glenn Miller hasta Edit Piaf.
Un any en la nostra vida, en fin combina la gran historia -la peripecia de los pasadores y la infiltración de un topo con el objetivo de dinamitar la cadena: hubo en realidad uno, Nicodème, alias Nico, el falso polaco que delató a Molné- con una subtrama digamos doméstica que se centra en el affaire de Ramon, nuestro héroe, con mademoiselle Laila, enviada por la Resistencia para desenmascarar al traidor. La cosa se complica con el pequeño detalle de que Ramon está casado -y bien casado- con una pubilla del país, y la cosa traerá naturalmente cola. Atención también a los cameos ilustres: especialmente, al del obispo Iglesias Navarri, que aparece en la obra -cortesía del No-Do- en la jura como copríncipe, el 1 de mayo de 1943, con la chiquillería de Sant Julià saludando tan tranquilamente, glups, brazo en alto, y al de Gastó de Canillo, nuestro último condenado a muerte (y ejecutado: cualquier día hablamos de él). Si han tenido la paciencia de seguirnos hasta aquí, ¿no se mueren de ganas de que llegue el 11 de noviembre?
Un any en la nostra vida, en fin combina la gran historia -la peripecia de los pasadores y la infiltración de un topo con el objetivo de dinamitar la cadena: hubo en realidad uno, Nicodème, alias Nico, el falso polaco que delató a Molné- con una subtrama digamos doméstica que se centra en el affaire de Ramon, nuestro héroe, con mademoiselle Laila, enviada por la Resistencia para desenmascarar al traidor. La cosa se complica con el pequeño detalle de que Ramon está casado -y bien casado- con una pubilla del país, y la cosa traerá naturalmente cola. Atención también a los cameos ilustres: especialmente, al del obispo Iglesias Navarri, que aparece en la obra -cortesía del No-Do- en la jura como copríncipe, el 1 de mayo de 1943, con la chiquillería de Sant Julià saludando tan tranquilamente, glups, brazo en alto, y al de Gastó de Canillo, nuestro último condenado a muerte (y ejecutado: cualquier día hablamos de él). Si han tenido la paciencia de seguirnos hasta aquí, ¿no se mueren de ganas de que llegue el 11 de noviembre?
[Este artículo se públicó el 2 de octubre del 2013 en El Periòdic d'Andorra]
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