Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

viernes, 21 de febrero de 2014

Cuando Josemaría fue un fugitivo

Son las 14 horas del viernes, 10 de diciembre de 1937. Un grupo de ocho hombres -el que posa en la portada del libro de aquí abajo, en la plaza Benlloch de Andorra la Vella, para el objetivo de Valentí Claverol- espera a que los gendarmes del puesto de aduanas del Pas de la Casa acaben de revisar la documentación para subir al autobús y cruzar la frontera, camino de l'Ospitalet, Lourdes y finalmente San Sebastián, ya en la España nacional. Se encuentran en la última etapa de un periplo que había comenzado el 8 de octubre de aquel mismo 1937, cuando la expedición abandonó la relativa seguridad que les ofrecía el consulado de Honduras en Madrid dispuestos a dejar atrás la zona republicana. El itinerario: Madrid-Valencia-Barcelona-Peramola-Pallerols-Sant Julià de Lòria. Entre estos ocho hombres se encuentra Josemaría Escrivá de Balaguer, sacerdote aragonés que en 1928 había fundado la prelatura del Opus Dei y que había de ser canonizado en 2002. En tiempo récord, por cierto, pero esta es otra historia.

Volvamos a la escapada: habían entrado en Andorra el 2 de septiembre por el Mas d'Alins, después de recorrer a pie los últimos 100 kilómetros del trayecto, con el guía del Pallars Josep Cirera al frente, y para ellos -como para tantos otros antes y después- nuestro rincón de Pirineo iba a convertirse en sinónimo de libertad. El periplo andorrano de San Josemaría se prolongó ocho días, y hace tres años Alfred Llahí y Jordi Piferrer lo reconstruyeron al detalle en Terra d'acollida, volumen que pasó injustamente desapercibido y que acaba de ser publicado en castellano por Rialp -claro. Una edición que se distribuirá en España y la América Latina y que -atención- coincidirá con el estreno, previsto para el 6 de marzo, de There be dragons, la superproducción dirigida por Roland Joffe (La Misión) que recrea la peripecia bélica del fundador del Opus Dei.

Portada de Andorra: tierra de acogida, originalmente publicado en catalán (Terra d'acollida) y que ahora Rialp edita en castellano. Fotografía: Archivo.

Oportunidad de oro, como se ve, para recuperar Tierra de acogida y descubrir la mina de anécdotas vividas de primera mano y por aquí arriba por uno de los hombres clave -claroscuros incluidos- de la Iglesia Católica del siglo XX. La jornada andorrana de San Josemaría tenía que durar exactamente eso: un día. Estaba previsto que el 3 de diciembre los recogiera en el Pas de la Casa un automóvil enviado por el marqués de Embid, hermano de uno de los miembros de la expedición -José María Albareda. Siempre vienen bien estar  bien relacionado. La nieve que cayó al día siguiente de llegar a Andorra cerró el puerto de Envalira -2.800 metros: no es broma- y fue retrasando la partida de la expedición. No les quedó más remedio que prolongar la estancia en el hotel Palacín de Escaldes -que todavía existe: rebautizado Siracusa. El diario que llevaron los ocho expedicionarios -y que constituye la fuente documental del volumen de Llahí y Piferrer- pasa lista a amigos, conocidos y saludados que les salen al paso en tierra andorrana. Entre los primeros se encuentra mosén Lluís Pujol, arcipreste de los Valles de Andorra, y también los monjes benedicitinos de la congregación que dirigía el colegio de Nuestra Señora de Meritxell, también en Escaldes, y las monjas del colegio de la Sagrada Familia.

Entre los conocidos que desfilan por el diario se encuentra un misterioso Sr. C., que los autores identifican con Joan Fornesa, banquero de la Seo, así como el coronel Baulard, huésped también del mismo hotel Palacín. También rinden cuentas: con el guía Cirera, a quien adeudan 5.000 pesetas por los servicios prestados -deuda que saldarán religiosamente después de la contienda- y con la familia Palacín-Fiter, que les hace no obstante un precio de amigos y les arregla la factura. Vean: ocho huéspedes, ocho noches, por unos módicos 1.300 francos. A 20 francos por barba y día, una sustancial rebaja de l10% sobre la tarifa estándar para no refugiados... En fin, que Tierra de acogida es una mina de anécdotas de este estilo: sin doctrina, sin sermones, sin grandes aspavientos, pero un retrato exacto de las penalidades y de las miserias cotidianas de un grupo de desplazados en tierra extranjera -aunque sea de acogida. Se lee de un tirón y tendrá continuidad con la entrada El Paso de los Pirineos que el mismo Llahí prepara para el monumental Diccionario de San Josemária Escrivá de Balaguer que la editorial Monte Carmelo publicará en 2012. Figurar en la geografía y en el imaginario del Opus Dei es un filón -religioso, por supuesto, pero también cultural y sobre todo turístico- que hasta ahora se ha omitidode forma obtusa y que alguien -ayuntamientos, ministerio- tendría que lanzarse a explorar.

[Este artículo se publicó el 8 de febrero de 2011 en El Periòdic d'Andorra]

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Josemaría, gancho turístico

El Diccionario del fundador del Opus Dei, recientemente publicado, consagra una entrada a la huida de la zona republicana a través de los Pirineos.

Somos un país sin memoria o, en el mejor de los casos, con una memoria a la altura de Dory. Ya saben, la amigiuta de Nemo. Qué le vamos a hacer. Ni una humilde placa evoca e lpasp por nuestro rinconcito de Pirineo de la plétora de personajes de toda condición que han tenido el detalle de visitarnos -por gusto o forzados por las circunstancias- no diremos ya a lo largo de la historia, sino de nuestro mucho más familiar siglo XX. Anteayer, como quien dice: ni Josep Trueta, ni Pablo Casals, ni García Márquez, ni Josep Pla ni tan siquiera Martí i Pol han merecido tan alto honor. A duras penas el obispo Benlloch, el benfeactor, y aún. A Miguel Mateu, otro prohombre con calle -en Escaldes, a cuenta de la central de Fhasa que él contribuyó decisivamente a construir- se la quitaron hace unnos años. Por franquista.

Bronce de la escultora catalana Rebeca Muñoz en la iglesia parroquial de Sant Julià de Lòria. Se instaló en diciembre de 2012 y conmemora la primera Misa que San Josemaría celebró en tierra andorrana, la mañana del 2 de diciembre de 1937. Fotografía: Tony Lara / El Periòdic d'Andorra.

Vista actual del hotel Siracusa, en la avenida Pont de la Tosca de Escaldes (Andorra): en 1937 era el hotel Palacín, y en él se hospedó entre el 2 y el 10 de diciembre el grupo de San Josemaría. Abonaron una factura de 1.300 francos, con una sustancial rebaja del 10% sobre la tarifa habitual, recuerda Alfred Llahí en Tierra de acogida. Fotografía: Àlex Lara / El Periòdic d'Andorra.

Bueno: pues por eso mismo tiene doble mérito la ocurrencia de Alfred Llahí, que pretende marcar con una pequeña rosa de Rialp los escenarios principales de la jornada andorrana de San Josemaría -ya saben, el fundador del Opus Dei- en el episodio conocido como El Paso de los Pirineos que el mismo periodista ha contado con pelos y señales en Tierra de acogida. Esos ocho días, entre el 2 y el 10 de diciembre, que el futuro santo pasó entre nosotros huyendo de la persecución religiosa desencadenada en la España republicana -los incontrolados y tal- y que protagonizan una de las 288 entradas del Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer (Monte Carmelo), tocho considerable que roza las 1.400 páginas y que pretende resumir en estas 288 pastillas la vida, la obra y la doctrina del santo. Que conste que más de la mitad de las voces son de contenido estrictamente teológico, así que el Diccionario no es precisamente para todos los paladares.

Hay que decir que Llahí no se ha limitado al copy/paste de turno, ni tampoco a extractar los datos de Tierra de acogida, sinpo que lo ha completado con las peripecias anteriores y posteriores a la jornada andorrana, que habían quedado fuera del primer volumen: es decir, lo que ocurrió entre el 8 de octubre de 1937, cuando Escrivá y sus compañeros abandonan la embajada de Honduras en Madrid, donde se habían refugiado, y la madrugada del 2 de diciembre, cuando entran en Andorra por el Mas d'Alins. El 10 de diciembre cruzan la frontera andorranofrancesa por el Pas de la Casa, para plantarse al día siguiente en Hendaya, después de dormir en Saint Gaudens y previa parada en Lourdes para celebrar la reglamentaria Misa.

Pero regresemos a Llahí y a la idea esta de amojonar el rastro andorrano del fundador de la prelatura. Una ocurrencia si se quiere modesta, pero ensayada (con éxito) en todo el Occidente civilizado para aprovechar el gancho de celebrities de primera, segunda o quinta fila. En el caso que nos ocupa, se trata de  un turismo religioso de proporciones modestas -"Sería abusrdo soñar en un turismo de masas", advierte- pero fidelísimo y reincidente: sólo hay que ver los centenares de peregrinos que cada junio se congregan en el aplec de San Josemaría convocado por la Associació d'Amics del Camí de Pallerols de Rialp a Andorra, y que en diciembre pasado, en la también anual jornada Camins de Llibertat, reunió a una pequeña multitud en el Centro de Congresos de Andorra la Vella: un millar de personas son la prueba física del poder de convocatoria de nuestro santo de hoy.

En fin, que lo que Llahí propone es tan discreto como eficaz: una rosa de Rialp -el símbolo de Josemaría- en el hotel Siracusa de Escaldes, donde los refugiados se instalaron en 1937; otra en el Centro de Arte, también en Escaldes, donde en la época la orden benedictina regentaba el colegio Nuestra Señora de Meritxell, y -por qué no- una tercera en la parroquial de Sant Julià de Lòria, la primera iglesia sin profanar que San Josemaría pisaba desde julio de 1936, donde celebró su primera Misa en libertad, y donde hace un año se instaló un bronce de la escultora catalana Rebeca Muñoz que evoca y conmemora aquel momento epifánico. Ya que hablamos de todo esto, alguien podría tomar nota y dedicarse a localizar y marcar nuestros escenarios de la -ejem- memoria. Como dice Llahí, si los mallorquines han convertido en una rentable industria turística los 15 días escasos que Chopin pasó en Valldemossa, ¿por qué no tomamos debida nota? La verdad, otras de más verdes han madurado.

[Este artículo se publicó el 21 de noviembre de 2013 en El Periòdic d'Andorra]

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