Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

martes, 22 de julio de 2014

Los zapadores se divierten

El historiador Claude Benet aporta luz (y datos) sobre los militares franceses descubiertos por Casimir Arajol; fueron requeridos por Baulard, el comandante de los gendarmes estacionados en Andorra durante la Guerra Civil, y tenían su base en Porte, a escasos kilómetros de la frontera.

Pues no; no vinieron al final de la Guerra Civil, como especulábamos días atrás, sino al comienzo; y lo hicieron a instancias del coronel Baulard -ya saben, el comandante de los gardes mobiles, los gendarmes que el Copríncipe francés envió hasta este rincón de Pirineo para desalentar el aventurerismo de los incontrolados, ay, que ya habían dado muestras de sus apetencencias expansionistas aprovechando el río revuelto de la guerra. Y fue exactamente el 25 de noviembre de 1936, es decir, cuatro meses después de iniciado el conflicto: Baulard sugería a sus superiores que enviaran al país (o alrededores) un destacamento de skieurs militaires para garantizar la circulación del correo postal entre Andorra y Francia. Lo dice con la boca pequeña, porque de momento es algo más que una hipótesis pero algo menos que un hecho documentado, el historiador Claude Benet, autor -seguro que lo recuerdan- de Guies, fugitius i espies y que es, con el permiso de la también historiadora Amparo Soriano (Andorra durant la Guerra Civil espanyola), la máxima autoridad sobre esta convulsa y todavía confusa época.



Arriba: cuatro de los zapadores del 28ème Génie posan en las escaleras del hotel Paulet de Escaldes, con un niño y un policía andorrano, quizás Pere Canturri; jugando distendidamente con unos gorrinos en un punto de la carretera de la Massana: el hombre de la izquierda, con americana y corbata, es sin duda un civil, lástima que quedara fuera del encuadre; sobre estas líneas, vista de Escaldes desde la habitación del hotel Paulet. Fotografías: Colección Casimir Arajol.


Retrato de grupo en la carretera de la Massana, ahora con uno de los gendarmes de Baulard (a la derecha), y otra escena doméstica desde la terraza del Paulet. Fotografías: Colección Casimir Arajol.

El caso es que, según cuenta Benet, los skieurs plantaron su cuartel general en Porte, localidad de la Cerdaña francesa justo al otro lado de la frontera andorrana -ni en Ospitalet ni en Ax, como también aventurábamos días atrás- desde donde subían y bajaban (o al revés) a bordo de sus flamantes skis y cargando con las sacas de correos. Aunque debemos pensar que los esquís los reservaban para el invierno y que hasta que las nieves cerraban el puerto de Envalira el servicio lo prestaban de forma motorizada. Una situación, ésta de calzarse los esquís para llevar de un lado a otro paquetes postales, absolutamente inédita y consecuencias directa de la situación bélica, porque España y Francia habían firmado en 1930 un convenio para facilitar precisamente el tránsito postal por el otro lado cuando la climatología impedía hacerlo por la frontera natural. Por decirlo claramente: cuando Envalira estaba cerrado, el correo francés pasaba por la frontera española, y desde aquí, hasta Puigcerdá y Bourgmadame.
Así que tenemos de un lado a los esquiadores militares de Baulard -que muy probablemente sean los que Pere Canturri recierda bajando en procesión desde el puerto y en dirección al Pas de la Casa- y de otro los militares del 28ème Génie rescatados del olvido por el bibliófilo Casimir Arajol en aquella estupenda serie de fotografías que hoy completamos con una nueva entrega inédita. ¿Se trata del mismo destacamento? Benet deja en el aire la respuesta hasta que aparezca la prueba fehaciente, quizás un registro que certifique la unidad a la que pertenecían los skieurs... Por supuesto, podremos sobrevivir unos años más sin resolver este pequeño enigma, pero, ¿no darían algo -no sé, un poquito de soberanismo, ahora que cotiza tan a la baja y a todo el mundo le sobran un par de arrobas- por dar con la respuesta? En cualquier caso, Benet especula que el nulo rastro que dejaron en la memoria colectiva andorrana -las fotografías de Arajol aparte, claro- se deba probablemente al hecho de que no estuvieron estacionados en el país sino en Porte, y a que complementaban las funciones esencialmente policíacas que ejercían los gendarmes de Baulard: "Es muy posible que los andorranos del momento no distinguieran entre unos y otros, entre gardes y soldados".
De hecho, y contrariamente a los que sosteníamos días atrás, en las fotografías que hoy reproducimos sí que encontramos escenas en que militares del 28ème Génie -si es que lo son- y gardes mobiles confraternizan relajadamente en un punto de la carretera de la Massana. Aun más: también accede a retratrse con ellos unos de los seis agentes de la Policía andorrana -Benet sugiere que se trata de Canturri, el padre de nuestro Pere: otro dato pendiente de confirmación- en este caso en las escaleras del Paulet, que en algún momento sirvió de cuartel del destacamento como prueban las imágenes tomadas desde el balcón de una de las habitaciones del hotel, con Escaldes al fondo. El historiador, en fin, ha aportado algo de luz al misterio de los zapadores. Queda por comprobar, entre otros extremos, si se trata de la misma unidad que Baulard mandó llamar, pero los indicios apuntan en esta dirección. Y falta también por confirmar cuál era exactamente esta unidad -¿el 28º regimiento de ingenieros? ¿El 28º batallón? ¿O el 28º de transmisiones?- y sobre todo hasta cuándo prestaron sus servicios de enlace postal. Tampoco estaría mal conocer el nombre de su comandante -quizás dejó un dietario de su aventura andorrana, extremos al que eran muy aficionados los militares franceses, vean el caso del mismo Baulard- y cuál fue su destino en la inminente guerra mundial. Pero si hemos llegado hasta aquí, no duden que daremos con el final de esta historia. Es cuestión de tiempo, y la verdad, después de 74 años, no viene de unos meses.

[Este artículo se publicó el 8 de julio de 2014 en El Periòdic d'Andorra]

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