Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

jueves, 26 de junio de 2014

Meritxell: el juego de las diferencias

La nueva imagen de la patrona de Andorra, menos flaca y menos estrábica que la original románica, se venerará en el santuario antiguo; la escultora Íngrid Forelll ha tallado la Virgen, cpia de la que Sergi Mas esculpió para substituir a la que ardió en el incendio de 1972.

Dice mosén Ramon que la nueva imagen de la Virgen de Meritxell mira no raro, pero si diferente. Un detalle en absoluto menor porque -sostiene- "los ojos son lo primero en lo que me fijo cuando miro a alguien, y los de la patrona hablan". No está sugiriendo que los de la nueva talla no hablen. Pero tampoco tiene visiones, mosén Ramon: efectivamente, la imagen que ha tallado la escultora Íngrid Forell (Sant Julià de Lòria, Andorra, 1980) para el santuario viejo de Meritxell es una copia casi exacta de la que Sergi Mas realizó para substituir a la original románica -ya saben, la que según la versión oficial ardió en el incendio del 8 de septiembre de 1972 con el santuario. Casi exacta, decíamos, porque Forell ha copiado de oídas. Más bien de fotografías, porque como recordará el lector la talla de Mas también acabó en 2005 en la hoguera -debe ser la maldición de Meritxell- y fue a su vez substituida por la que hoy se venera en el santuario nuevo, obra del tallista Jaume Rossa. Pero es que además, Forell ha ejercido de -ejem- oftalmóloga y le ha corregido a la Virgen el ligero estrabismo que padecía la talla románica; un estrabismo que había heredado la de Mas. Así que ahora mira diferente, sí: porque mira más... recto.

Imagen de la talla románica de Meritxell, la original del siglo XI que se veneró en el santuario andorrano hasta el incendio de 1972, cuando supuestamente ardió con el edificio. La fotografía la tomó Guillem de Plandolit antes de 1933. Fotografía: Fondo Guillem de Plandolit / Archivo Nacional de Andorra.

El tallista Sergi Mas en su estudio de Aixovall, con un busto de la Virgen de Meritxell. Mas realizó la réplica de la talla que se colocó en el nuevio santuario de Meritxell para sustituir a la que había desaparecido en e lincendio de 1972; también esta talla tuvo un final dramático: en 2005 un perturbado la arrancó de su peana y la quemó en una hoguera. A su vez, la talla de Mas fue sustituida por la que hoy se venera en el templo, obra del tallista Jaume Rossa. Fotografía: Máximus.


La nueva talla de la Virgen que desde el mes de mayo se venera en el santuario antiguo de Meritxelll, reconstruido en los años 90. Es obra de la tallista andorrana Íngrid Forell, que le ha introducido ligeros retoques: la Virgen ya no bizquea tanto como la original románica, tampoco es tan enjuta como su predecesora, y el Niño Jesús gasta un marcado prognatismo. La madera es de tilo, de un solo bloque, excepto las manos de la Virgen y del Niño, y para el policromado recurrió a la técnica tradicional, con una capa de preparación a base de cola de conejo. Fotografía: Tony Lara / El Periòdic d'Andorra.


Vista actual del santuario viejo de Meritxell, reconstruido sobre las ruinas del templo que ardió en 1972, justo al lado del nuevo santuario proyectado por el arquitecto Ricardo Bofill; en esta pequeña iglesia es donde en adelante se venerará la talla realizada por Forell. Fotografía: Tony Lara / El Periòdic d'Andorra.


Esta de corregirle la bizquera es una de las escasas directrices que el Servei de Patrimoni, responsable último del tinglado, le dio a Forell cuando le encargó una imagen para colocarla en el ábside del santuario antiguo, donde hasta ahora no se veneraba ninguna talla de la patrona y los turistas se tenían que conformar con un audiovisual que encima -dice mosén Ramon- "raramente funciona". Un encargo con motivo de la reciente adscripción de Meritxell a la Ruta Mariana -itinerario de turismo religioso que incluye otros cuatro templos: Montserrat, Lourdes, el Pilar y Torreciudad- e incialmente destinada al santuario nuevo. El que levantó Ricardo Bofill. Finalmente se optó por colocarla en el viejo, que no deja de ser el el emplazamiento original de la talla -se consuela Forell.
Pero no es sólo la mirada. La otra gran diferencia respecto a la original -la tienen aquí arriba, en una fotografía de Guillem de Plandolit anterior a 1933- radica en el rostro: si se fijan, comprobarán que el de la talla románica era el de una payesita más bien enjuta, inquietantemente escuchimizada, detalle que según cómo le confería una dureza bien poco maternal. La de Forell es en cambio una Virgen bien alimentada, reluciente y casi, casi rolliza, por no decir atlética y en cualquier caso mucho más saludable -y acogedora. Al Niño Jesus, en cambio, le ha salido un preocupante prognatismo que no se intuye en la fotografía de Plandolit.
Alega Forell -que por otra parte de confiesa "satisfecha del resultado y orgullosa de haber tallado a la patrona, y contenta de que luzca en un lugar tan preeminente"- que más que de una réplica se trata de una copia, y que en cualquier caso ha trabajado a partir de fotografías de la talla de Mas. El único dato fehaciente de que disponía eran los 82 centímetros de altura, desde la peana hasta la corona. El resto de medidas y proporciones los tuvo que inferir a partir de ampliaciones a tamaño natural de los cuatro costados de la Virgen de Mas: "Traspasé las medidas exactas al bloque de madera y a partir de aquí fui desbastando el material que sobraba". Del bloque primigenio emergió una Virgen ya sentada en su trono; y hete aquí otra diferencia con la original, que iba clavada literalmente a la silla con seis clavos de forja. Las manos de la Virgen y el Niño, concluye, los talló aparte y los unió a la Virgen con unas espigas de madera.

De copia en copia
Vale que Forell, que le ha consagrado a este encargo unas 175 horas, tres meses de trabajo, hizo algo de trampa: tuvo siempre a mano y como referencia la Virgen de AINA, una de las tres copias que Mas hizo de la que ardió en el santuario -las otras dos se encuentran en el hospital Nostra Senyora de Meritxell, en Escaldes, y en el colegio Janer de Santa Coloma. Muchas copias, ya lo ven. De hecho, la de Forell vendría a ser algo así como la copia de la copia de una copia. Algo parecido al juego del teléfono, ¿recuerdan? Se entenderá que el resultado final sea una recreación, más bien una interpretación, antes que una réplica. Cosa esta última que por otra parte tampoco pretendía Forell: "No buscaba una reproducción exacta sino una talla nueva en que se reconocieran los rasgos de la románica, y respetando por supuesto sus características; por otra parte, por muy fiel que pretendas ser al original, siempre acabas dejando en la obra tu sello propio, tu manera de trabajar". Forell cambió el pino negro de la original románica -que también lo era de la de Mas- por tilo, porque dice que es ésta una madera "sin vetas, resistente pero a la vez blanda, y agradable a la hora de pasarle la gubia. El pino se muestra igualmente dócil, continúa, pero tiene más nudos y es más duro. Así que tilo.
Aparte el estrabismo, la otra consigna que se le dio dese Patrimonio fue que aplicara a la talla una capa de preparación a la antigua: es decir, un potingue a base de cola de conejo y Blanco de España, que se mezcla antes de dejarla reposar al baño María: "Se trata de disolver la cola con agua e ir aplicando poco a poco el carbonato hasta conseguir una textura parecida a la del yogur"
De este yogur resultante, en fin, se aplican sucesivas capas a la madera hasta que la superficie ha quedado lo suficientemente lisa como para aplicarle la policromía definitiva. Una técnica casi arqueológica hoy substuida por la pintura acrílica y que era, dice Forell, uno de los grandes atractivos del encargo. Aunque no es la primera vez que trabaja con esta capa de preparación tan... especial: antes lo hizo en la restauración de los retablos de Sant Cerni de Canillo, Sant Iscle de la Massana y Sant Cristòfol d'Anyòs.
El otro gran reto técnico de la talla era justamente la policromía porque..., ¿cuáles eran los colores originales de la Virgen románica? Hay que tener en cuenta que seguún el mismo Mas -que elaboró un estudio casi anatómico de la de verdad cuando en 1969 talló una réplica exacta con la que el Consell General quiso honrar al Obispo (y Copríncipe) Igleisias Navarri: es la que hoy se conserva en el colegio Janer-la pintura original sólo se había conservado en la parte posterior de la talla, mientras que al resto de la imagen se les aplicó una nueva mano de pintura en la restauración (anónima) de finales del siglo XIX. Por otra parte, y tal como indica Forell, en las escasas fotografías en color que se conservan de la original la tonalidad varía enormemente: en unas es de un tétrico mate; en otras, reluciente, casi estridente.; y en unas terceras, reluciente, casi estridente. El objetivo, dice, era conferirle una tonalidad envejecida, para que no pareciera nuevo a estrenar, así que sobre el azul cobalto, el azul cerúleo, el rojo cadmio, el vermellón y toda la gama de tierras -esta es la paleta de a Virgen, y no otra, así que no se les ocurra buscar por aquí el azul de Prusia, porque no lo encontrarán- aplicó una veladura para matizar el tono y darle pátina, dice la artista. Pntura sintética, porque es bien verdad que no se puede tener todo. Ni cuando eres funcionarios. Pero no divaguemos y regresemos a la nueva talla de Meritxell, lo más aproximado a la talla original que se exhibe hoy en público... aunque le hayan curado parcialmente la bizquera -aunque no del todo, bien mirado, todavía mira algo... torcida. Aunque no del todo, diríamos que todavía mira de lado- y que nos la han engordado otro poco. Por esto mismo, y porque estamos hablando de la patrona de todos, cuesta entender por qué todo este asunto se ha llevado con el secretismo habitual de las cosas que afectan a Patrimonio: ¿De verdad considera el ministerio de Cultura  -de donde salió el encargo- o al de Turismo -que tuvieron la idea- que una nueva talla de la patrona en el santuario triste no merece merece ni una lacónica nota de prensa? Porque si ni ellos están convencidos de que esto tiene un cierto interés, la cosa empieza especialmente mal.

[Este artículo se publicó el 24 de mayo de 2014 en El Periòdic d'Andorra]

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