Ostras, tú: ¡Hazañas Bélicas! ¿No oyen el terrorífico silbido de un Stuka en pleno picado, el sudor denso del artillero de cola de un B-29 que intuye la ráfaga de un Flak del 88, el impacto directo de un Panzerfaust sobre la desgraciada tripulación de un Sherman? Una generación de lectores -y sus epígonos de la siguiente- veló sus primeras armas en los cuadernillos apaisados de la mítica serie creada por Guillermo Sánchez Boix, Boixcar. Jordi Longarón (Barcelona, 1933) se enroló en 1950, ilustró dos decenas de episodios y sobre todo concibió el marine que se ha convertido en marca de la casa. El salón del cómic de la Massana le consagra un monográfico con las planchas de un cuadernillo de 1956 -Retirada de Birmania: ¡la jungla nos espera, hummm!- y medio centenar de portadas de temática bélica por encargo de la francesa Éditions du Gerfaud. Les dejo con Longarón, un clásico; yo salgo disparado al bazar Valira a ver si encuentro la maqueta de un Spitfire -ta-ta-ta- para irla armando antes del viernes, cuando se inaugura el salón.
-Medio siglo largo como dibujante, y le recordamos como el autor del marine de la portada de Hazañas Bélicas. ¿Duele?
-Al contrario: me hace ilusión. Mi problema, y el problema de los dibujantes de mi generación, es que cuando comenzamos a trabajar para el extranjero desaparecimos del mercado español. Aparte de Hazañas Bélicas, había dibujado infinidad de portadas de novelas baratas, de aquellas de a duro, pero a partir de 1956 empiezo a trabajar para Francia, primero, luego para Inglaterra, Alemania, los países nórdicos y finalmente los EEUU. Por eso, el grueso de mi obra apenas se ha visto en España. Así que a veces pienso que es un auténtico milagro que alguien se acuerde de mí.
-Vamos a por el marine de portada: ¿de dónde lo sacó?
-Estamos en 1956. En aquella época trabajaba como jefe de estudio de Toray. El director, Antonio Ayné, me pidió una maquetación para unos álbumes que iban a incluir tres episodios cada uno. Y se me ocurrió el soldado este, muy suelto para que se diferenciara e la viñeta de Boixcar para la portada. Pero no le gustó. Insistí y al final cedió, y tuvo tanto éxito que todavía se usa.
-¿Se inSpiró en algún soldado real?
-No, no. Buscaba documentación, por supuesto, para que el vestuario y el armamento fuesen realistas. El subfusil, por ejemplo, es un Thompson auténtico, con todos sus gadgets. Pero en la época no existía Internet y la documentación había que pescarla en revistas ilustradas de la guerra que todavía corrían por los rastros: la americana Victor y la alemana Signal, sobre todo.
-Personalmente, ¿le interesaba, la II Guerra Mundial?
-Por supuesto: recuerdo a mi padre, de niño, pendiente todo el día de las noticias de la radio. Crecí con la guerra de fondo, y después leí mucho sobre ella. Así que creo que trabajaba desde el conocimiento que permitían las modestas posibilidades del momento.
-Las Hazañas transcurren principalmente en la II Guerra Mundial, pero también en la de Corea, que hoy nos parece a muchos -sospecho que a la mayoría- un acontecimiento remoto, casi marciano.
-Así es. Pero en la época tuvo un gran eco. Pero en mi opinión, y desde un punto de vista estético, en la viñeta funcionaba mejor la guerra mundial.
-Los chinos comunistas eran malos de una pieza, sin remisión; en cambio, entre los alemanes había alguno que era casi, casi bueno.
-Era Boixcar, que los hacía parecer medio buenos, a los alemanes. Yo trabajaba sobre guiones de Ayné, que no los hacía tan humanos. Pero era evidente que en los años 50 un comunista era malo de verdad, sin matices, mientras que los americanos eran indiscutiblemente los buenos.
-Hoy alguien los tildaría de belicistas; incluso de sexistas.
-Hay que verlo en el contexto de la época: el género bélico arrasaba en el cine y la percepción sobre estos asuntos era otra. Hazañas Bélicas fue una de las muchísimas series de esta temática que se publicaron entonces en España. El género funcionaba.
-¿Qué juicio le merece Hazañas Bélicas, vista en perspectiva?
-Creo que estaba bien hecha; Boixcar cuidaba el dibujo y también el guión, que era suyo. No es el típico guión de tebeo, con palos, titos y poco más. Destilaba un cierto humanismo.
-¿Y el Longarón de las Hazañas?
-Me incorporé como aprendiz a principios de la segunda época, hacia 1950 -hay que tener en cuenta que la primera etapa, en 1948, fue un fracaso y sólo se publicaron 29 cuadernillos semanales. Yo tenía 14 años, imagínate, y como es de suponer dibujaba fatal. No tenía ni idea y aprendí poco a poco. Cuando lo miro hoy, veo defectos por todas partes.
-Boixcar: evóquenos su figura.
-Cuando entré en Toray él ya era un dibujante consagradísimo, muy agradable, que siempre me trató como a un colega más y no como al aprendiz que yo era. Tenía una enorme experiencia: había sido sargento en la Guerra Civil, había huido a Francia cuando la derrota republicana, lo habían internado en varios campos de concentración y cuando estalló la II Guerra Mundial se enroló en un batallón de trabajadores extranjeros en el norte de Francia, con la mala suerte de que lo capturaron los alemanes. Pero él contaba que se había escapado, que había cruzado el país -¡a pie!- y que pudo regresar a España porque no tenía causas pendientes. El caso es que lo dejaron en paz. Parecía un artista de cine americano, siempre vestido de tomo y lomo. Pero era una persona cordial y accesible.
-En cambio, les tenía simpatía, a los alemanes.
-Sí, y no entiendo por qué. Quizás porque -según contaba- no lo habían tratado del todo mal. Claro que a él lo capturaron al principio de la guerra, cuando los alemanes debían estar todavía eufóricos.
-Como dibujante, ¿es justo, su semiolvido actual?
-En el fondo, semiolvidados -u olvidados del todo- los estaremos todos más pronto que tarde. El destino de los ilustradores es en cualquier caso el olvido. Pero esto no es ni triste ni dramático; es normal, porque cambian los gustos y cambian las modas, y los lectores jóvenes ni nos conocen.
-Por lo menos, las Nuevas Hazañas Bélicas y la reedición de las clásicas le han rescatado del limbo. ¿Qué opinión le merece, este revival?
-Prácticamente no las he visto. Es que -perdone que se lo diga- estoy apartado del mundo de la ilustración desde que me jubilé, en 2004 y después de 56 años de profesión. Tenía suficiente, tenía ganas de tocar otras teclas. He dejado aparcada la ilustración, y no sigo a mis colegas.
-¿Qué personajes o dibujantes le han gustado más?
-De niño era un fanático de Jesús Blasco, el de las aventuras de Cuto, en la revista Chicos; de mayor, claro, enseguida admiré a los americanos, los Milton Canif, Raymond, Robbins... Entre los españoles, Víctor de la Fuente y Alfons Font. Hoy, Pellejero y, sobre todo, Bernet.
-¿De qué parte de su obra se siente más satisfecho?
-Creo que pudo tener un cierto interés mi etapa inglesa, en los años 60, para revistas como Valentine, Marilyn y Roxy; también las portadas de Best Sellers, otra colección de novelitas del Oeste que publicaba Toray, y finalmente mi etapa como portadista para Gerfaud. Aquí es donde cristalizó mi estilo y constituye -en mi opinión- lo más interesante de mi obra.
-Quizás le hubiera ayudado que se lo identificara con un personaje en concreto...
-Lo tuve: Friday Foster, una tira que publiqué en diarios de los EEUU. Pero tenía un defecto: la protagonista era una fotógrafa de moda. Negra. Y a principios de los 70 todavía persistía en los EEUU un cierto racismo. Mientras que en los periódicos del Norte y de la Costa Este -New York Times, Chicago Tribune, Los Angeles Times- funcionaba sin problemas, no lo publicó ningún diario del Sur. Alguno que lo llegó a comprar sin saber el argumento, lo desechó cuando descubrió que Friday era negra.
-Negra, fotógrafa y sexy. ¿Algo que ver con la Valentina de Crepax?
-Nada. Pienso que fue un personaje -mi Friday, quiero decir- demasiado avanzado para la época, que si se hubiera publicado no sé, quizás veinte años después, quizás hubiera tenido mejor fortuna. Pero la verdad es que si por algo se me conoce en los EEUU es precisamente por Friday Foster. Es el personaje con el que se me asocia.
[Esta entrevista se publicó el 15 de marzo de 2013 en El Periòdic d'Andorra]
Un artista extraordinario. A día de hoy, se hace difícil saber lo que fue Jordi Longarón para todos sus compañeros de profesión. De él copiaron TODOS, incluso el muy afamado Pepe González y por lo menos, tres de los cuatro nombres nacionales que ha mencionado. Las portadas de Longarón para los almanaques navideños de Hazañas Bélicas, eran esperados como agua de mayo. También las que realizó para Hazañas del Oeste. ¡Un fuerte abrazo con agradecimiento de un devoto fan!
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