Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

domingo, 26 de enero de 2014

De Andorra al infierno

Roser Porta y Jorge Cebrián siguen en Andorrans als camps de concentració nazis el periplo de los trece ciudadanos del Principado que terminaron en el sistema concentracionario; seis de ellos no regresaron jamás.

Cuando el 19 de enero de 1944 Josep Franch (Prats de Canillo, Andorra, 1903) ingresó con el número de registro 40.525 en el campo de concentración de Buchenwald y lo asignaron al barracón 52 tuvo que llevarse una sorpresa mayúscula: entre los internos que malvivían en aquel "establo para caballos" -como define el barracón el hijo de unos d los deportados- se encontró a cinco paisanos, cosa que tiene mérito porque a mediados de los años 40 Andorra apenas sobrepasaba los 6.000 habitantes: Bonaventura Casal, Francesc Mora, Bonaventura Bonfill, Càndid Rossell y Pere Mandicó. Sólo los tres últimos escaparon de las zarpas del sistema concentracionario nazi. Ni Franch ni Mora ni Casal volvieron jamás a Andorra. Casal (Santa Coloma, Andorra, 1911) experimentó al menos el consuelo de asistir a la liberación del campo por los aliados, el 11 de abril de 1945. Pero después de dos años largos de confinamiento -fue detenido el 28 de marzo de 1943, e ingresó en Buchenwald en enero del año siguiente- su organismo dijo basta y murió en junio de 1945... libre y en el hospital. Un destino que sufrieron muchos de sus compañeros de cautiverio. Un fin más penoso todavía tuvo Mora (Sispony, Andorra, 1912): lo enrolaron en las mortíferas caravanas de la muerte que organizaron los alemanes en los estertores de la guerra, en plena retirada: "No pudo seguir el ritmo, las SS le pegaron un tiro y lo abandonaron en un rincón. Muerto", cuenta su hermano Amadeu. Según los registros del campo, Franch murió el 17 de junio de 1944, exactamente a las 5.30 horas de la madrugada a consecuencia, supuestamente, de una infección pulmonar y reglamentariamente acompañado por un médico. Una rara y muy sospechosa precisión burocrática que enmascara las torturas que le propinaron sus carceleros y que llevó a Franch a la tumba, según la Resistencia comunicó a la familia.

Bonaventura Casal (Santa Coloma, 1911) fue uno de los seis ciudadanos andorranos que coincidieron en el campo de Buchenwald; los otros cinco fueron Josep Franch (Prats de Canillo, 1903), Francesc Mora (Sispony, 1912), Bonaventura Bonfill, Càndid Rossell y Pere Mandicó. Ni Franch, que ingresó en el campo el 19 de enero de 1944, ni los dos últimos sobrevivieron a la guerra. Fotografía: Andorrans als camps nazis.

Éstas son seis de las trece historias recogidas por los periodistas Roser Porta (la Seo de Urgel, 1971) y Jorge Cebrián (Gijón, 1977) en Andorrans als camps de concentració nazis, libro reportaje editado por el ministerio de Exteriores del gobierno de Andorra, que parte de sendas investigaciones periodísticas que los autores emprendieron por separado en El Periòdic d'Andorra -donde Porta publicó a principios de 2007 una serie de cuatro reportajes sobre el asunto que nos ocupa- y en Andorra Televisíó (ATV), para la que Cebrián dirigió en junio de 2007 el documental Lluitant per la vida. La confluencia temática, el padrinazgo intelectual de la ministra Meritxell Mateu y una exhaustiva labor de documentación que los ha llevado a sumergirse en los archivos nacionales de París y Washington, en el de la veguería francesa depositado en los archivos departamentales de Nantes, en el del Memorial de la Shoah y en el de Buchenwald, entre otros, ha cristalizado en una obra que sigue el rastro y reconstruye el periplo vital -y en ocasiones la muerte, como hemos visto- de los trece ciudadanos andorranos que acabaron en los campos nazis. A los seis infortunados que en enero de 1944 se encontraron compartiendo barracón en Buchewald hay que añadir para completar la lista los nombres de Francesc Vidal (la Margineda, Andorra, 1919), Josep Calvó (1913), Miquel Adellach (Llorts, Andorra, 1908), Anton Vidal (Prats de Canillo, 1900) y Antoni Puigdellívol (la Seo de Urgel, 1917). Todos ellos fueron clasificados como presos políticos: algunos, como Franch, cayeron efectivamente por colaborar con la Resistencia; otros, como Puigdellívol, por colaborar con las redes de pasadores que ayudaban a cruzar los Pirineos a judíos, franceses refractarios al Servicio de Trabajo Obligatorio y a pilotos aliados abatidos sobre la Europa ocupada. Y hubo casos de auténtica mala suerte, como el de Mora, que venía de Tolosa en tren y tenía que bajara en l'Hospitalet, el último pueblo antes de la frontera andorrana, pero se durmió y fue capturado por la Gestapo en Latour de Querol.


Postal remitida por Bonaventura Cazal a su familia, residente en Besiers, fechada en Buchenwald el 3 de febrero de 1842. En el remite se pueden leer los datos de Cazal: su número de interno, el 40.493, y el bloque al que estaba destinado, el 52. Fotografía: Familia Casal / Andorrans als camps de concentració nazis.


El libro del año
Como advierten los autores, la lista no está cerrada y es posible que en el futuro aparezca el rastro y los nombres de otros andorranos que han quedado enterrados entre las montañas de papel que generó la burocracia concentracionario. Franch, Casal y Mora no fueron, con todo, las únicas víctimas mortales de los nazis: Vidal murió el 29 de marzo de 1945 en Mauthausen, oficialmente a causa de una enfermedad del intestino grueso. A saber que cómo murió realmente; Pons pereció en el campo de Melk en noviembre de 1944, y de Vidal y Calvó se desconoce su final: sólo se sabe que no regresaron de Alemania.

Pero Andorrans als camps de concentració nazis no es una lectura fascinante sólo porque rescata del olvido un episodio dramático. No. La exhumación de documentos inéditos en archivos de Europa y América -excepto los archivos de la veguería episcopal, en la Seo de Urgel, incomprensiblemente inaccesibles a investigadores como Porta y Cebrián- ha permitido a los autores profundizar en el papel de Andorra en uno de los capítulos más apasionantes de la historia del siglo XX: la II Guerra Mundial. En el libro aparecen las redes de pasadores con sede en el país, con los Forné, Baldrich, Ros y compañía, y también el dosier -no muy complaciente- que los servicios secretos norteamericanos consagraron a Viadiu; las tirantes relaciones entre el síndico Cairat y el veguer francés, Lasmartres, y el dudoso papel del segundo, que no dudó en entregar a la Gestapo a refugiados en nuestro rincón de Pirineos. Hay un esclarecedor apartado dedicado a las peligrosas amistades alemanas de Trémoulet, el factótum de Radio Andorra, y también se documentan las represalias francesas contra colaboracionistas en tierra andorrana, una vez terminada la contienda. Hay épica, drama y también lírica -ésta última, en las cartas personales de los deportados a las familias que habían dejado atrás. Lo tiene todo. Porta y Cebrián han escrito el libro de año. Sin duda.

La unión los hizo más fuertes
El origen de Andorrans als camps de concentració nazis hay que buscarlo en Españoles deportados en los campos nazis, donde el historiador Benito Bermejo documenta el paso por el sistema concentracionario de Adellach y de Mandicó, además del de Vidal, el único andorrano que Montserrat Roig había consignado en Els catalans als camps nazis, el título fundacional en la materia. Porta y Cebrián estiraron del hilo, cada uno por su cuenta, en sendos reportajes periodístico, y el curso pasado unieron sus fuerzas para elaborar Andorrans als camps de concentració nazis. Por lo que respecta a los autores, Porta -filóloga de formación- ha consagrado dos monografías a Mercè Rodoreda; Cebrián, por su parte, ha dirigido los documentales Lluitant per la vida y Pena capital.

Roser Porta y Jorgé Cebrián, autores de Andorrans als camps de concentració nazis, en la presentación del libro en marzo de 2009. Fotografía: Tony Lara / El Periòdic d'Andorra.


De Prats de Canillo a Mauthausen
Hasta el año 2007, Anton Vidal Felipo era el único ciudadano andorrano que oficialmente había pisado un campo de concentración durante la II Guerra Mundial. Vidal, como acabamos de ver, figuraba en la lista de deportados que Montserrat Roig había consignado en Els catalans als camps nazis, libro canónico. Aquel año, el Archivo Nacional de Andorra ingresó Españoles deportados a los campos nazis, tocho en que el historiador Benito Bermejo -el mismo que desenmascaró a Enric Marco, el falso deportado que llegó a presidir la Amical de Mauthausen de Barcelona- añadía a esta lista los nombres de Miquel Adellach y Pere Mandicó. La consiguiente nota de prensa que la archivera Susana Vela y el historiador Pere Cavero facilitaron a los medios de comunicación despertó el instinto periodístico de Roser Porta y de Jorge Cebrián, que elaboraron sendos reportajes para El Periòdic d'Andorra y ATV siguiendo el rastro que los deportados andorranos dejaron en archivos e Francia, Alemania, Austria y los EEUU.

La entonces ministra de Investigación, Meritxell Mateu, los contactó para profundizar en aquella inicial pesquisa periodística, responder a la pregunta que la atormentaba -¿por qué ciudadanos de un país neutral como Andorra terminaron en manos de los nazis?- y convertirla en el exhaustivo ensayo que ahora ve la luz: un título denso y a la vez accesible, que combina el rigor de un estudio histórico con la amenidad de un libro destinado al público interesado en la materia pero no especializado, que huye tanto de la idealización que lastra Entre el torb i la Gestapo como del sensacionalismo que destilaban los reportajes que Eliseo Bayo publicó a finales de los años 70 en la revista Reporter. Además de lo que promete el título -es decir, la vida y en algunos casos la muerte de los trece andorranos en los campos nazis- Porta y Cebrián aportan luz sobre un puñado de episodios mal documentados de la historia reciente de Andorra (y cercanías): señaladamente, las incursiones alemanas durante la II Guerra Mundial y el secuestro de refugiados judíos en territorio andorrano, la ocupación relámpago de Radio Andorra perpetrada por la España franquista, y el indigno, infame papel que jugó en todo este asunto el veguer francés de la época, Émile Lasmartres.

[Este artículo se publicó el 16 de marzo de 2009 en El Periòdic d'Andorra]

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