Hoy constituye casi un lugar común historiográfico, pero trece años atrás, cuando TV3 produjo Entre el torb i la Gestapo -con una generosa aportación del gobierno de Andorra: 130 de los 325 millones de pesetas del presupuesto total- la gesta de los pasadores -ya saben: los contrabandistas y excombatientes republicanos reconvertidos en guías de montaña que condujeron a través de los Pirineos y hasta el consulado británico de Barcelona a centenares, quizás miles de refugiados procedentes de la Europa ocupada por los nazis- formaba parte de una nebulosa histórica que lindaba con la leyenda, incluso con la leyenda negra. Por este motivo, la miniserie basada en la novela homónima de Francesc Viadiu -180 minutos divididos en dos episodios estrenados por Andorra Televisió el 8 y el 9 de junio del 2000- significó para buena parte de la audiencia el descubrimiento de un episodio de nuestra historia que hasta entonces sólo conocían los lectores de la novela de Viadiu y de aquella serie fundacional de artículos inspirados en su experiencia personal que Antoni Forné publicó en los años 70 en el semanario Andorra 7.
La reemisión de la serie, el jueves en TV3, es una excelente ocasión para recordar como encajaron Entre el torb y la Gestapo dos testigos tan cualificados de los hechos que Viadiu relata como Joaquim Baldrich (el Pla de Santa Maria, Tarragona, 1916-Escaldes, 2012) y Jaume Ros (Agramunt, Lérida, 1918-Oliana, Lérida, 2005): el primero, miembro de la cadena que el mismo Forné dirigía desde el hostal Palanques de la Massana; el segundo, de la de Estat Català que operaba desde Perpiñán. Con ambos tuvimos la oportunidad de hablar con motivo del estreno de Entre el torb i la Gestapo, y los dos coincidían en criticar agriamente la visión edulcorada que ofrecía de una época oscura, en que lo habitual consistía en contemporizar con los nazis o, como mucho, intentar pasar desapercibidos. Ros se indignaba ante el burdo intento del director, Lluís Maria Güell, y del guionista, Joaquim Jordà, de convertir el hotel Mirador de Andorra la Vella, donde se alojaban los agentes alemanes destacados durante los años centrales de la II Guerra Mundial en Andorra, en el Rick's de Casablanca: "¡¿Cómo pueden decir que los refugiados catalanes cantaban Els Segadors en el comedor del hotel?! Pero si lo evitábamos tanto como podíamos, el Mirador, y andábamos todos cabizbajos..."
La reemisión de la serie, el jueves en TV3, es una excelente ocasión para recordar como encajaron Entre el torb y la Gestapo dos testigos tan cualificados de los hechos que Viadiu relata como Joaquim Baldrich (el Pla de Santa Maria, Tarragona, 1916-Escaldes, 2012) y Jaume Ros (Agramunt, Lérida, 1918-Oliana, Lérida, 2005): el primero, miembro de la cadena que el mismo Forné dirigía desde el hostal Palanques de la Massana; el segundo, de la de Estat Català que operaba desde Perpiñán. Con ambos tuvimos la oportunidad de hablar con motivo del estreno de Entre el torb i la Gestapo, y los dos coincidían en criticar agriamente la visión edulcorada que ofrecía de una época oscura, en que lo habitual consistía en contemporizar con los nazis o, como mucho, intentar pasar desapercibidos. Ros se indignaba ante el burdo intento del director, Lluís Maria Güell, y del guionista, Joaquim Jordà, de convertir el hotel Mirador de Andorra la Vella, donde se alojaban los agentes alemanes destacados durante los años centrales de la II Guerra Mundial en Andorra, en el Rick's de Casablanca: "¡¿Cómo pueden decir que los refugiados catalanes cantaban Els Segadors en el comedor del hotel?! Pero si lo evitábamos tanto como podíamos, el Mirador, y andábamos todos cabizbajos..."
En este mismo sentido se expresaba Baldrich, que se escandalizaba de las farras que en la serie se montan en el Mirador, incluido un buen surtido de señoritas de compañía: "Todo esto de las putas y el champán y de las fiestas que se corrían... ¡Todo esto es mentira!" El caso es que ni uno ni otro le perdonaban a Entre el torb i la Gestapo que la versión de los hechos que daba no tenía nada que ver con la que ellos recordaban. Con la diferencia -a su favor- que tanto Baldrich como Ros sabían de lo que hablaban... porque lo habían vivido de primerísima mano. Ya les podías ir diciendo que se trataba de una serie de ficción inspirada en una novela. Para ellos, aquello era "mentira", y no había nada más que decir. Más aún: los dos cuestionaban el papel que Viadiu -Viel, en la ficción televisiva- se arroga en el funcionamiento de las cadenas de evasión que operaban a través de Andorra: para Baldrich, "era un hombre de letras, sí, pero de pasar montañas..." El único viaje en que ejerció de guía de un grupo de fugitvos, sostenía, acabó con el grupo dispersado a tiros en la estación de Manresa: "El consulado británico no volvió a confiar en él". Ros, lo mismo: "La supuesta cadena de Viadiu nunca ha tenido una explicación semioficial".
En cualquier caso, la reemisión de Entre el torb i la Gestapo es una estupenda ocasión para recuperar la novela original, publicada inicialmente en castellano con el título de Cadena de evasion por Hogar del Libro (1974) y Ruedo Ibérico (1976), y traducida en el 2000 al catalán por Rafael Dalmau y la librería La Puça de Andorra la Vella coincidiendo con el estreno de la adaptación televisiva.
En cualquier caso, la reemisión de Entre el torb i la Gestapo es una estupenda ocasión para recuperar la novela original, publicada inicialmente en castellano con el título de Cadena de evasion por Hogar del Libro (1974) y Ruedo Ibérico (1976), y traducida en el 2000 al catalán por Rafael Dalmau y la librería La Puça de Andorra la Vella coincidiendo con el estreno de la adaptación televisiva.
[Este artículo se publicó el 24 de diciembre de 2013 en El Periòdic d'Andorra]
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