Documentos exhumados en los archivos departamentales de Perpiñán permiten reconstruir la íntima enemistad que se profesaban el veguer francés y su secretario durante la II Guerra Mundial; el enfrentamiento terminó con la destitución de Larrieu, acusado después de la contienda de... ¡los crímenes de Lasmartres!
Que el veguer Lasmartres no era trigo limpio, sino un elemento de quien lo mejor que podía uno hacer era mantenerse lo más lejos posible, ya nos lo habían advertido Roser Porta y Jorge Cebrián en Els andorrans als camps de concentració nazis. Los extractos de la demoledora Note au sujet de M. Lasmartres, redactada según todos los indicios entre julio y agosto de 1943 por el secretario Larrieu y elevada al prefecto de los Pirineos Orientales (y delegado permanente para Andorra) nos retratan a un individuo "altivo y negligente", que "menosprecia" el contacto con la población local, que se creía que era (y actuaba como si lo fuese) "el amo absoluto del país", que prodigaba las "vejaciones y humillaciones" al Síndico y a los consejeros generales, y que había instaurado "un régimen despótico inspirado en el terror y el desprecio de las costumbres locales", con "accesos de furia y violencia arbitrarios" y que no se cortaba un pelo a la hora de dar rienda suelta a sus "instintos sádicos". Un elemento de tomo y lomo, ya ven. Y llegados a este punto uno echa de menos algo de concreción en Larrieu, que se podría haber explayado un poco más en esto de los "instintos sádicos" de su jefe... Pero no. Que lástima.
Para que no le falte nada a esta salsa, el Lasmartres que emerge de la Note es un tipo avaro y tirando a tacaño, traficante y acaparador, que cobra en pesetas -la moneda fuerte de la época- y paga en francos, y que tiene a su servicio a un esbirro llamado Trouve que ejerce como chófer, mano derecha, matón y chico para todo, y a quien Larrieu describe al paso como un "auténtico gángster", que lo mismo contrabandea por aquí y por allí que despluma a los desgraciados fugitivos que van a caer en sus zarpas. Volveremos a hablar de este Trouve, pero antes acabemos con el veguer, que en sus días de vino y rosas más parece un virrey y que no se corta a la hora de amenazar al delegado permanente de la Mitra con una inminente ocupación de Andorra por parte de sus amigotes, las tropas alemanas estacionadas en el Pas de la Casa. Larrieu le restriega las dos visitas que gira al cuartel general de la Gesatpo en Tolosa, comilonas incluidas, y sobre todo, sobre todo, lo acusa de haber entregado a los alemanes sendas expediciones de refugiados que habían conseguido llegar hasta Andorra: cinco militares franceses, el 23 de noviembre de 1942, y siete hombres más, también franceses, el 16 de marzo de 1943. Con el agravante que el 18 de abril siguiente, Lasmartres y Trouve se chivan a unos oficiales alemanes desplazados expresamente hasta nuestro rinconcito de Pirineo y con lo que previamente se habían regalado un pequeño banquete en el hotel Mirador, del paso del Port de Siguer, hasta entonces y por lo que se ve una autopista para los refugiados, con resultados trágicos: el 21 de abril interceptan una partida de fugitivos, a tres de los cuales los liquidan a tiros.
Pues según una nueva e inédita serie de documentos exhumados en los archivos departamentales de los Pirineos Orientales, la relación entre el veguer -que lo era desde noviembre de 1940- y el secretario -todo un veterano, en el cargo desde abril de 1932 y que, atención, se estableció por aquí arriba con la misión de instruir al por entonces recién creado servicio de policía- empezó a deteriorarse cuando Larrieu le reprocha abiertamente la entrega de la primera expedición, la de noviembre de 1943: "Lo fui a ver al hotel [Valira], discutimos, me acusó de gaullista, le eché en cara que no respetara el derecho de asilo previsto en las costumbres del país, y se puso a chillar que devolvería a Francia a todos los franceses que se refugiaran en Andorra de camino a España o a África.". Hay que decir que esta es una de las graves acusaciones que el secretario lanza en enero de 1945: Francia ya ha sido liberada y Larrieu -refugiado a su vez en España en agosto de 1943 y que desde entonces hasta septiembre de 1944, cuando volvió a Andorra para reincorporarse a su antiguo puesto, había ejercido como delegado de la Cruz Roja francesa en Zaragoza- se encuentra detenido en la prisión de Perpiñán: acusado, quién se lo iba a decir, de haber entregado a los alemanes a estas dos expediciones.
Larrieu firma ante sus interrogadores una Declaración todavía más detallada que la Note del inicio -lógico, porque se jugaba el cuello- y afirma que el mismo Lasmartres, que ya se la tenía jurada a raíz del incidente del hotel Valira, se desplaza a Barcelona para acusarlo otra vez de "gaullista" y de "traidor" ante el cónsul francés, y que en la primavera de 1943 el veguer en persona se puso a "perseguir por las calles de Andorra" a otro grupo de refugiados -que fueron reglamentariamente reexpedidos hacia Francia.
Fuego cruzado y juego sucio
El caso es que en junio de este mismo año uno y otro se lanzan con entusiasmo a una intensísima actividad epistolar -más todavía en el caso de Larrieu, pero es que le iba casi la vida en ello. Lasmartres, por su parte, llega incluso a informar al jefe de gobierno (de Vichy, claro), que es ala vez ministro de exteriores: el veguer acumula argumentos para justificar la destitución del secretario, y este no se cansa de escribir un pliego tras otro en su descargo (y que le sirven de paso para atacar la reputación de su todavía jefe: lo será exactamente hasta el 23 de julio, cuando se incorpora su sucesor). Esta guerra abierta la ganará Lasmartres, que se sale con la suya: el nuevo secretario, Germain Soulié, es un viejo conocido nuestro, lo tuvimos por aquí de visita hace unos días y resultó ser otro elemento. Entre medio asistimos a un fuego cruzado y granead, donde vale todo. Larrieu acusa a su jefe de desahuciarlo, al ordenarle que abandone el piso de la veguería que ocupaba con su familia -mujer y dos hijos de 3 años y 11 meses; de escatimarle hasta el pago de los 22 días de julio que todavía ejerció sus funciones comos secretario, y de amenazarle cn forzar su repatriación: dice que se decidió a huir él mismo a España porque unos amigos andorranos le advirtieron de que Lasmartres le había tendido una trampa y que había llegado al Pas de la Casa una patrulla especial de la Gestapo para llevarse hacia Tolosa un huésped especial: él mismo.
Pero la versión de Larrieu ya la conocíamos y por partida doble -la Note y la declaración desde la prisión de Perpiñán. En cambio, entre los nuevos documentos aparecidos como de milagro en los archivos departamentales figuran sendas y suculentas cartas del veguer, las dos fechadas el 27 de mayo de 1943 -con toda la carne en el asador- y dirigidas a M. Breddy, "ministro plenipotenciario" de Vichy encargado de los "asuntos europeos" y -ya lo habíamos dicho algo más arriba- al mismísimo jefe del gobierno (francés), porque Lasmartres no se conforma con menos: en plena contienda mundial él despacha un asunto laboral con el jefe supremo. A esto se le llaman contactos. En la primera carta se muestra relativamente contenido: "M. Larrieu no merece ninguna piedad: tendrá que responder ante la justicia francesa por fraude aduanero [hay que interpretar que por contrabando] y también ante la justicia andorrana por actos de venalidad". Y aprovecha para vender en las más altas esferas al sustituto que ya tiene en mente, este Soulie que -dice el veguer- "ofrece todas las garantías y por su conocimiento del país me será de gran utilidad". Menudo ojo clínico: "Todas las garantías..." Vea el lector -si tiene un momento- la entrada de días atrás Auge y caída del secretario Soulié y juzque por sí mismo.
En la segunda misiva dispara ya con toda la artillería. Una carga que nos ofrece la otra cara de Larrieu y que, lo comprobarán enseguida, acaba sembrando dudas también sobre un personaje que hasta ahora nos caía simpático, qué le vamos a hacer, y parecía tan solo otra pobre víctima de las circunstancias (y de los espabilados de turno). Dice que lo echa "por desacato a mi autoridad, por deslealtad y por venalidad", y enseguida pasa a desgranar las imputaciones con hechos en ocasiones (aparentemente) graves; otras, gravísimos, y unos terceros, sorprendentemente anecdóticos, como cuando dedica un par de párrafos a explicar con pelos y señales cómo Larrieu se ha lucrado con la importación de... ¡dos máquinas de escribir!
Desleal porque, continúa, Larrieu "se ha confabulado con un pequeño grupo de andorranos que gravitan alrededor de la Mitra", y porque por "ánimo vengativo" le ha proveído de falsos informes sobre ciertos ciudadanos que han acabado siendo juzgados (y condenados) por el Tribunal de Corts, del que él mismo, como veguer, forma parte: "Conducta ésta tan deshonrosa que por ella sola ya justificaría plenamente la destitución", porque Lasmartres, ya ven, es a su manera hombre de honor, como el Caspar de Muerte entre las flores. Pero lo mejor lo reserva para el final: primero siembra dudadas -gato viejo como es- sobre el patrimonio y la situación financiera de su subordinado, que según él gusta de ir de pobre -"Quejándose desde el primer día que llegué de su miserable situación", dice- pero que cobraba 30.000 francos anuales -alojamiento en la veguería aparte, acababa de contratar un seguro de vida por valor de 200.000 francos, y tenía depositados en Francia otros 100.000. ¿Cómo se lo había montado el humilde secretario de un remoto puesto de avanzada?
"Fácil", responde Lasmartres: "Traficando con sus influencias en la veguería, vendiendo sus funciones como secretario del veguer, cobrando comisiones por los permisos de importación que gestionaba en virtud de su cargo, y asociándose con contrabandistas". La conclusión es para Lasmartres tan obvia como demoledora: "Larrieu ha actuado según sus intereses personales, y la indignación que ha levantado en Andorra es inmensa". Una situación que según el veguer ya habían detectado sus dos antecesores, Samalens y Laumond, pero que por alguna razón, se sorprende, se le ocultó cuando accedió al cargo en 1940. No lo acusa, en cambio, de haber devuelto fugitivos a Francia, el cargo que se le imputará en 1944 y del que parece que finalmente se libró gracias a las cartas de refugiados franceses a quienes atendió durante su etapa en la Cruz Roja y que avalan un comportamiento intachable. Por lo menos, en Zaragoza. Pero entre la documentación de Perpiñán hay también un curioso panfleto (sin fecha) que firma un hasta ahora desconocido Agrupament Andorrà, "organización antifascista que ha llevado una lucha sorda y secreta contra la Gestapo y sus colaboradores".
Pues bien, entre las diatribas del pasquín hay una que parece escrita a propósito para turbar nuestro ánimo y alimentar las dudas con respecto al secretario: "Nos hemos dado cuenta de que la llegada del nuevo veguer [se refiere sin duda al sustituto de Lasmartres, él también huido a su vez a España tras la Liberación] no ha sido bien vista por ciertos elementos. Lo comprendemos. Queríais un nuevo Larrieu! Un Larrieu que tratara a los andorranos no con liberalidad y humanidad sino despóticamente..." Nuestro secretario... ¿¡un déspota!? ¿O es que quizás los del Agrupament también lo confundieron con Lasmartres? Una última carta del 16 de febrero del 1945, ésta del mismísimo director general de la Seguridad Nacional y dirigida al comisario de Montpeller puede sacarnos de dudas: "Parece que el interesado [Larrieu] ha sido acusado de hechos de los que podría ser culpable, en fin, M. Lasmartres, actualmente huido". Convendrá el lector que lo teníamos claro, al principio, quiénes eran los buenos y quiénes, los malos de este asunto. Pues ahora, ya no. Y uno ya no pone la mano en el fuego por nadie.
Pero la versión de Larrieu ya la conocíamos y por partida doble -la Note y la declaración desde la prisión de Perpiñán. En cambio, entre los nuevos documentos aparecidos como de milagro en los archivos departamentales figuran sendas y suculentas cartas del veguer, las dos fechadas el 27 de mayo de 1943 -con toda la carne en el asador- y dirigidas a M. Breddy, "ministro plenipotenciario" de Vichy encargado de los "asuntos europeos" y -ya lo habíamos dicho algo más arriba- al mismísimo jefe del gobierno (francés), porque Lasmartres no se conforma con menos: en plena contienda mundial él despacha un asunto laboral con el jefe supremo. A esto se le llaman contactos. En la primera carta se muestra relativamente contenido: "M. Larrieu no merece ninguna piedad: tendrá que responder ante la justicia francesa por fraude aduanero [hay que interpretar que por contrabando] y también ante la justicia andorrana por actos de venalidad". Y aprovecha para vender en las más altas esferas al sustituto que ya tiene en mente, este Soulie que -dice el veguer- "ofrece todas las garantías y por su conocimiento del país me será de gran utilidad". Menudo ojo clínico: "Todas las garantías..." Vea el lector -si tiene un momento- la entrada de días atrás Auge y caída del secretario Soulié y juzque por sí mismo.
En la segunda misiva dispara ya con toda la artillería. Una carga que nos ofrece la otra cara de Larrieu y que, lo comprobarán enseguida, acaba sembrando dudas también sobre un personaje que hasta ahora nos caía simpático, qué le vamos a hacer, y parecía tan solo otra pobre víctima de las circunstancias (y de los espabilados de turno). Dice que lo echa "por desacato a mi autoridad, por deslealtad y por venalidad", y enseguida pasa a desgranar las imputaciones con hechos en ocasiones (aparentemente) graves; otras, gravísimos, y unos terceros, sorprendentemente anecdóticos, como cuando dedica un par de párrafos a explicar con pelos y señales cómo Larrieu se ha lucrado con la importación de... ¡dos máquinas de escribir!
Desleal porque, continúa, Larrieu "se ha confabulado con un pequeño grupo de andorranos que gravitan alrededor de la Mitra", y porque por "ánimo vengativo" le ha proveído de falsos informes sobre ciertos ciudadanos que han acabado siendo juzgados (y condenados) por el Tribunal de Corts, del que él mismo, como veguer, forma parte: "Conducta ésta tan deshonrosa que por ella sola ya justificaría plenamente la destitución", porque Lasmartres, ya ven, es a su manera hombre de honor, como el Caspar de Muerte entre las flores. Pero lo mejor lo reserva para el final: primero siembra dudadas -gato viejo como es- sobre el patrimonio y la situación financiera de su subordinado, que según él gusta de ir de pobre -"Quejándose desde el primer día que llegué de su miserable situación", dice- pero que cobraba 30.000 francos anuales -alojamiento en la veguería aparte, acababa de contratar un seguro de vida por valor de 200.000 francos, y tenía depositados en Francia otros 100.000. ¿Cómo se lo había montado el humilde secretario de un remoto puesto de avanzada?
"Fácil", responde Lasmartres: "Traficando con sus influencias en la veguería, vendiendo sus funciones como secretario del veguer, cobrando comisiones por los permisos de importación que gestionaba en virtud de su cargo, y asociándose con contrabandistas". La conclusión es para Lasmartres tan obvia como demoledora: "Larrieu ha actuado según sus intereses personales, y la indignación que ha levantado en Andorra es inmensa". Una situación que según el veguer ya habían detectado sus dos antecesores, Samalens y Laumond, pero que por alguna razón, se sorprende, se le ocultó cuando accedió al cargo en 1940. No lo acusa, en cambio, de haber devuelto fugitivos a Francia, el cargo que se le imputará en 1944 y del que parece que finalmente se libró gracias a las cartas de refugiados franceses a quienes atendió durante su etapa en la Cruz Roja y que avalan un comportamiento intachable. Por lo menos, en Zaragoza. Pero entre la documentación de Perpiñán hay también un curioso panfleto (sin fecha) que firma un hasta ahora desconocido Agrupament Andorrà, "organización antifascista que ha llevado una lucha sorda y secreta contra la Gestapo y sus colaboradores".
Pues bien, entre las diatribas del pasquín hay una que parece escrita a propósito para turbar nuestro ánimo y alimentar las dudas con respecto al secretario: "Nos hemos dado cuenta de que la llegada del nuevo veguer [se refiere sin duda al sustituto de Lasmartres, él también huido a su vez a España tras la Liberación] no ha sido bien vista por ciertos elementos. Lo comprendemos. Queríais un nuevo Larrieu! Un Larrieu que tratara a los andorranos no con liberalidad y humanidad sino despóticamente..." Nuestro secretario... ¿¡un déspota!? ¿O es que quizás los del Agrupament también lo confundieron con Lasmartres? Una última carta del 16 de febrero del 1945, ésta del mismísimo director general de la Seguridad Nacional y dirigida al comisario de Montpeller puede sacarnos de dudas: "Parece que el interesado [Larrieu] ha sido acusado de hechos de los que podría ser culpable, en fin, M. Lasmartres, actualmente huido". Convendrá el lector que lo teníamos claro, al principio, quiénes eran los buenos y quiénes, los malos de este asunto. Pues ahora, ya no. Y uno ya no pone la mano en el fuego por nadie.
[Este artículo se publicó el 22 de marzo de 2014 en El Periòdic d'Andorra]
No hay comentarios:
Publicar un comentario