Incursiones relámpago, estilo Sturmtruppen, en episodios que tuvieron lugar en Andorra y cercanías durante la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y las dos postguerras, con ocasionales singladuras a alta mar, a ultramar y si conviene incluso más allá.
[Fotografía de portada: El Pas de la Casa (Andorra), 16 de enero de 1944. La esvástica ondea en el mástil del puesto de la aduana francesa. Copyright: Fondo Francesc Pantebre / Archivo Nacional de Andorra]

viernes, 7 de febrero de 2014

Gerhard Lang: "Borís era un cuentista, un mujeriego y un estafador; esto último, por pura necesidad"

Aquí lo tienen: Gerhard Lang (Saarbrücken, Alemania, 1951), el hombre que ha dedicado sangre, sudor y quien sabe si alguna lágrima a seguir el rastro de Borís Skossyreff por archivos de medio mundo, incluidas las profundidades abisales de la burocracia soviética. El resultado es Borís von Skossyreff, agente alemán, rey de los andorranos, la primera biografía académica que merece el efímero y pintoresco monarca, y un pozo de jugosas sorpresas como comprobarán enseguida. Lo encontrarán en las librerías a tiempo del próximo Sant Jordi, si todo va bien. Lang, que también ha radiografiado el pontificado de los cuatro primeros obispos de Urgel del siglo XX -Laguarda, Riu, Benlloch y Guitart: encontrarán el tocho en el Archivo Nacional de Andorra, ¡aunque en alemán!- ha tenido el raro gesto de ceder su monumental dosier skossyrefiano al mismo Archivo, como han podido comprobar las últimas semanas. Pero dejémosle hablar de una vez a él.

Borís Skossyreff, autoproclamado rey de Andorra -reinó entre el 11 y el 20 de julio de 1934: aquí, rodeado de periodistas durante la asonada- a quien el historiador alemán Gerhard Lang ha seguido el rastro durante los años 30, la II Guerra Mundial y la postguerra, hasta su muerte en Boppard en 1989: en 1943 se enroló en la 6a división pánzer y fue destinado al frente del Este; en 1948 fue capturado por los soviéticos en Eisenach, y enviado al gulag; regresó a Alemania en 1957. El escritor andorrano Antoni Morell lo convirtió en protagonista de la novela Borís I, rei d'Andorra. Fotografía: Archivo.

 -Perdone, pero, ¿de dónde le viene, esta obsesión por nuestro buen Borís?
-Me topé con él mientras investigaba la historia de Andorra. En aquella época su rastro se perdía después de ser detenido en la Seo y trasladado a Madrid. Aquello picó mi curiosidad, y cuando localicé su biografía alemana todavía me intrigó más. Así que comencé a tirar del hilo. Para mí ha sido como escribir una novela policíaca.

-Según el expediente de la Administración Militar Soviética que lo llevó al gulag, se había afiliado en 1935 a la sección francesa del partido nazi.
-Pues no. Hay que tener en cuenta que una de las obsesiones de Borís es conseguir un pasaporte. Primero lo intenta en Francia, y es por esta razón que se casa con Marie Louise Parat en 1931; pero fracasa; así que lo vuelve a intentar en Alemania, inventándose este pasado nazi. Pero al partido sólo se podían afiliar los ciudadanos alemanes. Y Borís era un apátrida, como consta incluso en su expediente militar.

-¿De qué le servía, ante un juez soviético? Más bien parece una temeridad, reivindicarse nazi ante semejante auditorio.
-En la época lo habían enrolado como agente de los servicios secretos de la futura República Federal, apadrinados por la CIA. Si los soviéticos lo hubiesen acusado de espionaje, se arriesgaba a penas de decenas de años, quien sabe si al pelotón de fusilamiento. Como cuando lo pillaron no llevaba ningún documento encima que lo delatara como el espía que en realidad era, se inventó como mal menor y para desviar la atención este plausible pasado nazi. De aquí surge este supuesto activismo en la Francia de mediados de los años 30. Haber sido nazi era un pecado, pero no tan grave como el de ser espía.

-¿Qué misión cumplía en Eisenach cuando lo capturan los soviéticos?
-El expediente no lo dice. Él alega que se había desplazado hasta la zona soviética por motivos comerciales, pero eso suena a otra patraña de las suyas. Un pretexto para que no saliera la verdad: que era un es´pía.

-¿Qué pena le cae?
-25 años de reclusión.

-Pues tampoco es que saliera tan bien librado. ¿Y cómo se las arregla para ser liberado en 1957?
-Adenauer firmó en aquellos años un acuerdo según el cual la Alemania Federal reconocía a la URSS, y a cambio los soviéticos liberan a los prisioneros de guerra. Primero vuelven los militares; poco después, los civiles condenados por delitos digamos comunes -o con cualquier otro pretexto, porque con los soviéticos nunca se sabía. Y Borís entra en este segundo paquete.

-¿En qué campos estuvo encerrado?
-Gracias a los archivos de la Cruz Roja sabemos que pasó por cuatro o cinco, pero sólo conocemos con seguridad uno que se encontraba cerca de Moscú.

-Lo que cuenta el expediente soviético -que lo adscribieron a la unidad de inteligencia d ela 6a división pánzer, que ganó dos Cruces de Hierro...- ¿nos lo hemos de creer?
-Una parte se la inventa y la otra es probablemente cierta, porque los mismos rusos la contrastaron con sus propios informes. Sabemos que antes de enrolarse en la Wehrmacht tuvo algún cargo de cierta responsabilidad en los campos de trabajadores extranjeros de los alrededores de Berlín. Los soviéticos dicen que fue una especie de Kapo, y que incluso llegó a castigar a alguno de los internos. Es obvio que una información como esta, que le perjudicaba, no la facilitó él. La debieron extraer de algún informe propio que no he podido localizar. Pero es que en la región de Berlín hubo cerca de 5.000 de estos campos. ¡5.000!

-¿Él formaba parte de este contingente de mano de obra llegada al Reich para trabajar en la industria de guerra?
-Tenemos el contrato firmado en París en octubre de 1943 por el que se compromete con la firma AEG. Como hablaba varios idiomas, enseguida prosperó y fue elevado a jefe de barracón.

-¿Cómo logra pasar del campo de trabajo a la Wehrmacht?
-Por sus contactos. Tenía una prima, también emigrada, que se había instalado en Berlín. Y con cierto éxito: se había afiliado al partido nazi y la habían destinado a la contrapropaganda. Lo ayudó a colocarse en el ejército. Lo destinan como sonderführer de la Policía Militar, como oficial de enlace de la 6a división pánzer, que había sido transferida en 1943 al frente del Este. Su función consistía en interrogar a los prisioneros soviéticos.

-¿Era un simple intérprete o tomaba parte activa en los interrogatorios?
-Muy probablemente recibió cierta formación en técnicas de interrogatorio.

-Ascendió hasta el grado de mayor: ¿lo podemos considerar un alto oficial?
-Comandante: ¡tú verás! También aquí demuestra su habilidad para ganarse la vida. Cuando ingresó en la Wehrmacht dijo que había sido capitán en el ejército zarista. Otra patraña, claro. Pero coló: como intérprete no hubiera pasado de sargento; sin embargo, ingresa directamente como capitán y es finalmente ascendido a comandante.

-¿Llegó a entrar en combate? Lo digo por las Cruces de Hierro que se supone que ganó.
-Lo dudo mucho. Parece la típica fanfarronada de Borís. El suyo era un trabajo de oficina. Por lo que respecta a las Cruces de Hierro, todo es mentira. He comprobado que no figura en ninguna lista oficial de soldados condecorados, que son fiables en un 95%.

-Tampoco parece muy sensato fardar no de una, sino de dos Cruces de Hierro ante un tribunal soviético.
-Lo que está claro es que en el frente ruso no cometió ninguna barbaridad. Si hubieran tenido la más mínima duda, lo liquidan.

-El final de la guerra, ¿dónde lo pilla?
-Con su división, en la frontera entre Checoslovaquia y Alemania. Cayó en manos de los norteamericanos, y como alegó que no era alemán, y además en esto no mintió, lo soltaron enseguida.

-¿Cómo fue a parar a Boppard?
-Porque el cuartel general de la división se encontraba muy cerca de esta ciudad, y además tenía un compañero de armas, un tal Von Grapov, que era originario de Boppard.

-Entre 1945, cuando se instala en Boppard, y 1948, cuando lo capturan los soviéticos, ¿a qué se dedica?
-Chanchullos, como todo el mundo. Probablemente, estraperlo con los franceses, que tenían cerca el cuartel general de su zona de ocupación. Marie Louise trabajaba como mujer de la limpieza en un hotel, y zurcía.

-Porque el matrimonio con ella había sido claramente de conveniencia...
-Sin duda: para obtener la nacionalidad francesa. Era una mujer de mala reputación, fichada por la policía, sospechosa de espionaje a favor de los alemanes durante la I Guerra Mundial y que, en fin, le llevaba 15 años a Borís: había nacido en 1885 en Marsella.

-Pero lo sigue a Berlín y después a Boppard, hasta que se separan en 1857.
-Con estos antecedentes no podía regresar a Saint Cannat. Y eso que lo intentó.

-¿Qué fue de ella, después de la separación?
-Murió en Boppard en 1962. Sus últimos años fueron muy precarios, económica y físicamente.

-¿Quién es esta Roswitha con quien Borís contrae matrimonio en 1969?
-La había dejado embarazada, por eso se casaron. Pero tuvo un aborto y se divorciaron al cabo de un año. No quiso saber nada de él nunca más.

-Pero la esquela la firma ella.
-Borís murió solo en una residencia de ancianos. Como no tenía familia conocida, la avisaron a ella, que fue quien organizó el funeral.

-¿De qué vivió, en sus últimos años?
-Tenemos que remontarnos a la inmediata postguerra, cuando trabajaba para los servicios secretos para obtener la nacionalidad: a cambio de una tarjeta de identidad alemana, aunque fuese falsa, acabó espiando para los norteamericanos. Esta tarjeta lo acompañará durante todo su cautiverio en la URSS, y la lleva encima cuando vuelve, en 1957. Es la llave que le permitirá acceder al pasaporte. A él y a su esposa. Gracias a esto tendrá derecho a la pensión de veteranos de guerra y supervivientes del gulag. Pero era una renta tan mínima, que forzosamente tenía que tener otros ingresos, muy probablemente de los servicios secretos.

-¿Volvió a casarse?
-No, no. Ya había tenido suficientes aventuras. Roswitha tampoco.

-¿Tuvo descendencia?
-No, por mucho que algunos digan lo contrario.

-¿Pudo contactar con ella?
-Sí. De hecho, muchos de los documentos personales que he reunido me los cedió Roswitha, que quería deshacerse de ellos. Ni Borís le explicó casi nada de su pasado, ni ella tuvo mostró mucha curiosidad.

-¿Alguna vez se refirió a su aventura andorrana, en la vejez?
-Roswitha sólo sabía algo de su paso por el gulag, y no gran cosa.

-La pregunta del millón: ¿por qué vino a Andorra? ¿De verdad tenía alguna remota esperanza de sacar algo de provecho?
-Hay quien dice que fue una broma. Per nadie se gasta un riñón -que por otra parte Borís no tenía- para gastar una simple broma.

-Entonces, ¿qué sugiere usted?
-Que trabajaba para los servicios secretos.

-¿Para cuáles?
-Para los alemanes, que desde los años 30 estaban muy activos en Cataluña y que intentaron infiltrarse entre los trabajadores de Fhasa para minar así la influencia francesa en Andorra, de la misma manera que lo estaban haciendo en el Sarre.

-En resumen: Borís, ¿qué era? ¿Un vividor? ¿Un estafador? ¿Un oportunista? ¿Un iluminado?
-Un personaje fascinante, difícil de explicar y de entender en términos estrictamente racionales. Sin duda fue un estafador, pero hasta cierto punto lo era por pura necesidad. Pero también un cuentista, y un mujeriego...

-¿Un chulo?
-No, porque no vive directamente de las mujeres, aunque sin duda de aprovecha de las que seduce.

-¿La pobre Florence?
-Por ejemplo. Estaba tan abducida por Borís que cuando la abandona acaba ingresando en un psiquiátrico. Piensa que a Andorra vino con Florence, que tenía alojada en el Parrilla de Escaldes, y con Phyllis, que se alojaba en el Oros de Encamp.

-¿Y dónde estaba, mientras tanto, Marie Louise?
-En Saint Canat.

-Para terminar: Borís I se publica en 1984; y Skossyreff muere en 1989. ¿Cree que llegó a conocer la novela de Morell?
-Lo dudo.

[Esta entrevista se publicó el 6 de febrero de 2014 en El Periòdic d'Andorra]

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