miércoles, 14 de mayo de 2014

Andorra, 18 de octubre de 1943: una crónica

El abogado catalán José María Malagelada relató la lectura de la última sentencia de muerte dictada en Andorra -y la subsiguiente ejecución del reo, Pere Areny Aleix- en el opúsculo Notas al margen de una ejecución capital.

De acuerdo: antes que nosotros ya había buceado en este fascinante opúsculo Jorge Cebrián en Pena capital -documental imprescindible paera una comprensión cabal del caso, hoy incomprensiblemente fuera de circulación- y gracias a Lídia Armengol, pionera en tanos ámbitos y que ya en 1977 publicó un extracto del libro en el número 2 de Quaderns d'Estudis Andorrans. Pero es que nosotros hemos tenido la fortuna de ir directamente al original, cortesía del bibliógrafo Casimir Arajol. Hablamos, claro, de Notas al margen de una ejecución capital, una obrita de apenas 15 páginas firmado en Andorra la Vieja en octubre de 1943 por Jose María Malagelada, abogado catalán y testimonio presencial de los hechos, que constituye lo más próximo a una crónica periodística de la infausta jornada del 18 de octubre de aquel año: ya saben, la lectura pública de la sentencia que condenaba a Pere Areny Aleix, autor confeso de la muerte de su hermano Anton Aleix Baró ,a ser pasado por las armas, y la inmediata ejecución del reo en el paraje de la Roureda de Moles, al lado del cementerio viejo de Andorra la Vella.






Los cuatro folios de la sentencia que condena a la pena capital a Pere Areny Aleix, dictada el 15 de octubre  que considera al reo "autor del delito de asesinato de su hermano, con los agravantes de alevosía, premeditación, nocturnidad, uso de medios desproporcionados y otros no especificados"; la pena capital acostumbraba a ejecutarla en Andorra un verdugo venido expresamente de España o de Francia; en esta ocasión, y en atención al contexto bélico, los jueces establecen que sea pasado por las armas y que de la ejecución se encarguen los seis agentes de policía entonces en servicio en Andorra; uno de ellos renunció a su puesto por motivos de conciencia. Fotografía: Archivo Nacional de Andorra. 

Y sacamos aquí a colación las Notas de Malagelada por el valor documental del relato, porque aporta una perspectiva estrictamente coetánea del shock que el asesinato de Anton produjo en la estrecha sociedad andorrana de la época:  un país con apenas 6.000 almas, con una economía de pura subsistencia y en el que la modernidad estaba a punto de irrumpir con fórceps. También porque completa la visión del caso que semanas atrás ofrecía aquí mismo Jordi Mas Bentanachs. Seguro que lo recuerdan: el pariente del fratrricida -y también de la víctima: eran hermanastros- denunciaba por primera vez en público las grietas del juicio que llevó al paredón a Pere Areny., que no fue examinado por los médicos a pesar de que el Tribunal de Corts -la instancia penal en el sistema judicial andorrano- le reconoció "una mentalidad bastante simple", así como las -según Mas Bentanachs- inexactitudes que se han ido repitiendo pertinazmente cada vez que el caso sale a debate: señaladamente, el móvil del crimen -el supuesto interés de Pere por hacerse con la herencia del hermano mayor (y heredero) y la muerte el año anterior al crimen de otra hermana, Antònia ,que la memoria popular pone también -y erróneamnte, sostiene Mas- en el zurrón de Pere.

Pero hoy es el turno de Malagelada, que insiste para empezar en que el móvil fue "el temor de la víctima, con ocasión del matrimonio que [Anton] tenía proyectado, de que se le alejara la posibilidad de heredarlo". La hipótesis oficial, que también se da como plausible en Pena capital, donde se cita incluso el nombre de la supuesta novia, vecina de Soldeu, con quien Anton se había prometido. Un extremo que Mas niega rotundamente. El abogado catalán alude también al rumor que atribuía a Pere la muerte de su hermana Antònia, "ahogándola en la misma cama donde yacía enferma desde tiempo atrás, afectada de una gravísima enfermedad, y haciendo creer que había muerto por causas naturales hasta que lo descubrió en el momento de confesar". Apela Mas en este punto a la presunción de inocencia y al hecho incontrovertible de que la sentencia -cuyo original se conserva en el Archivo Nacional de Andorra, y que reproducimos aquí arriba- no dice ni mu al respecto. Malagelada pierde en este asunto buena parte de su credibilidad -y demuestra que se ha dejado llevar por la rumorología popular- al sostener que Antònia había muerto "unos años antes": en realidad, falleció en 1942, el año anterior a los hechos. Tampoco se refieren a esta supuesta confesión las diligencias del batlle francés y de la policía cuyas copias conserva Mas y a las que hemos tenido acceso. Quizás existan otras diligencias en las que se menciona tanto el móvil como esta supuesta confesión, pero hasta que no aparezca el documento -si es que existe- parce que deberíamos atenernos, como solicita legítimamente Mas, a las pruebas de que disponemos, aunque sean menos truculentas que los rumores.

Describe Malagelada las últimas horas del reo, a quien el arcipreste de Andorra, mosén Lluís Pujol, comunica la sentencia el mismo 18 de octubre, poco antes de ser conducido en comitiva desde la celda situada en los bajos de Casa de la Vall hasta la plaza Benlloch, donde tendrá lugar la lectura pública: "Se hizo el silencio Se anuncia que la sentencia será leída y lo hace el notario francés, señor Moles (...) El reo escucha que será pasado por las armas sin que se le contraiga un solo músculo de la cara (...) Su expresión es de una serenidad que asusta (...) En cumplimiento de una antigua tradición indígena, el Tribunal espera si alguna autoridad o particular solicita clemencia para el reo, caso en el cual le sería conmutada la pena de muerte por la de reclusión perpetua. Sólo son dos minutos, pero parece que hayan tardado un siglo en transcurrir. Nadie ha dicho ni una palabra. El pueblo de Andorra, con su silencio, también ha dictado sentencia".

¿Ejecución o espectáculo?
El relato completa también la película rodada por Bonaventura Rebés desde el balcón de su casa, al final de la cual se intuyen dos procesiones que emergen de la iglesia parroquial: son, dice Malagelada, las congregaciones de la Buena Muerte y de los Dolores, mientras las campanas del templo tocan a difuntos: "Es un entierro que sale a buscar a su muerto", concluye tétricamente el autor ,que acompaña al reo y al "piueblo de Andorra" hasta la Roureda de Moles, donde se ha levantado el patíbulo en que Pere Areny será ejecutado: "El batlle le ofrece escoger entre morir de frente o de espaldas al pelotón. El reo, que csigue esposado por delante, opta por la primera (...) El jefe de policía levanta el brazo, los fusiles apuntant y, sin decir ni una palabra, lo baja con un movimiento repentino al tiempo que suena una descarga cerrada (...) Dos médicos [Esteve Nequi y Antoni Vilanova, ambos con calle hoy a su nombre en Andorra la Vella] comprueban la defunción del reo, cosa que hace innecesaria el tiro de gracia.

Malagelada termina el relato con el perdón que Pere Areny, a través de mosén Lluís Pujol, pidió de forma póstuma a lpueblo de Canillo, "reconociendo la justicia de la sentencia", y no puede evitar una última y no muy amable consideración sobre lo que acaba de ver: el "rito" con que se reviste la ejecución, dice, parece haberla transformado en un puro "espectáculo". Lo cierto es que todo el proceso tuvo lugar siguiendo punto por punto las instrucciones del Manual Digest, cuyo capítulo III describe detalladamente el "ceremonial, modo i forma se trauen los reos a deposar", el "ceremonial en lectura de sentencias criminals majors" y la "ejecución de sentenas criminals majors". Es decir, el caso Areny. Todo está en el Manual Digest, una especie de compilación de los usos, costumbres locales escrito en 1748 por Fiter i Rossell: desde cómo hay que trasladar al reo desde Casa de la Vall hasta la plaza mayor -hoy, Benlloch- rodeado de una fuerza especialmente nutrida para evitar que al pasar por delante de la parroquial de Sant Esteve se pueda acoger a sagrado, hasta el reglamentario toque de difuntos y la salida en procesión de las congregaciones del Rosario, del Santísimo y de las Ánimas.

Todo, así que en 1943 no inventaron nada. Tan solo innovaron -como es bien sabido- en el procedimiento de ejecución: el obispo Caixal proscribió en 1854 la horca hasta entonces vigente por aquí arriba -recuerden el caso de las burjas locales- y la sustituyó por el más humanitario garrote vil. Bueno, esta era la teoría. Pero el contexto bélico y la imposibilidad de ir a buscar verdugo a Espoaña o a Francia obliga al Tribunal de Corts a improvisar la solució de pasar a Pere Areny por las armas. Hay que decir que, según el documental Pena capital -existe una copia disponible para consiulta pública en el Archivo Nacional- el garrote que hoy se econserva en los depósitos del servicio de Patrimonio del ministerio, en Aixovall, sólo su utilizó en una ocasión: en 1860, para ejectutar a Joan Mandicó, vecino como Pere de Canillo y -ya es casualidad- tío abuelo del mismo Pere y, claro, también de Anton. A diferencia de su sobrino nieto, Mandicó fus agarrotado en la intimidad de Casa de la Vall y se ahorró la exhibición pública de su suplicio. 

[Este artículo se publicó el 13 de noviembre de 2013 en El Periòdic d'Andorra]

1 comentario:

  1. Dentro de lo terrible de la pena de muerte, creo que es de aplaudir la decisión del policía que se niega a ejecutarla. ! NO A LA PENA DE MUERTE!

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