viernes, 7 de marzo de 2014

Auge y caída del secretario Soulié

Un revelador (y demoledor) informe conservado en los archivos departamentales de los Pirineos Orientales retrata la trayectoria del secretario del veguer francés entre 1943 y 1946.

Se llamaba Germain Soulié y entre junio de 1943 y 1946 ejerció como secretario de la vegueria en Andorra. El segundo de a bordo en la representación del copríncipe francés: ¡Pétain! Una posición  privilegiada que aprovechó para hacer amistades más o menos peligrosas -especialmente, entre los agentes de la Gestapo destacados en nuestro rincón de Pirineo y, ay, también entre los contrabandistas locales- y gestionarse de paso lucrativos negocios. Primero, bajo la vigilancia de los alemanes, que desde 1942 ocupaban toda Francia y que por eso habían plantado orgullosamente la esvástica en la aduana francesa del Pas de la Casa; y desde agosto de 1944, con la Liberación, por cuenta de las autoridades provisionales francesas.

Como se ve, nos encontramos ante un espectacular caso de camaleonismo y de supervivencia política que no podía terminar bien de ninguna de las maneras, porque debían ser muchos los que se la tenían jurada. De hecho, el 22 de julio de 1947 el prefecto de los Pirineos Orientales ordena al comisario de los Reinseignements Généraux en Perpiñán que prohíba la entrada en Andorra de Soulié y de las personas "que son susceptibles de acompañarlo, como su esposa, hijos y suegros". El prefecto pretende obviamente evitar que se les escabulla un trofeo de caza mayor: sospecha que el exsecretario quiere hacer mutis y abandonar discretamente el escenario. Porque Soulié, el antiguo virrey, el hombre que sobrevivió a dos regímenes y a tres veguers -Lesmartres, Barran y Degrand- y de paso se había sacado unos buenos réditos contrabandeando por aquí y por allá, ha caído finalmente en desgracia: se acerca la hora de rendir cuentas por su actuación durante la Ocupación.


Arriba, carta del prefecto de los Pirineos Orientales fechada el 22 de julio de 1947 en que le comunica a Soulié que sus salvoconductos han caducado, que no se le expedirán documentos nuevos, y que por lo tanto "parece que en estas condiciones deberá renunciar a viajar a Andorra", dice el prefecto con sibilina cortesía; abajo, comunicación con la misma fecha en que ordena al comisario de Perpiñán impedir el acceso de Soulié a Andorra por la aduana del Pas de la Casa. El tono es terminante. Fotografía: Archivo.

Así lo insinúa el expediente consagrado a nuestro hombre que se ha conservado en los archivos departamentales de los Pirineos Orientales, en Perpiñán. Un documento prolijo en detalles y fascinante no sólo porque repasa las sensacionales andanzas andorranas de Soulié durante su movido e intenso secretariado, sino porque ofrece además un suculento retrato del contexto, del ambiente y de los personajes en su mayoría turbios, tirando a oscuros, que pululaban por aquí arriba en aquellos tumultuosos años. Unos años dorados para los oportunistas, los vividores y los espavilados como el mismo Soulié.

El caso es que en junio de 1943 el gobierno de Vichy lo destina a Andorra como secretario de la vegueria. Tampoco es algo sorprendente porque Soulié venía de ejercer como "controlador principal de aduanas" -así se denominaba su cargo- en La Tor de Querol. Nada más llegar se pone manos a la obra para levantar una red de contrabando -lana, pieles, café y... wolframio- con la complicidad de los aduaneros franceses y alemanes del Pas de la Casa -a los que llegan a ofrecer los servicios sexuales de una miembro de la red- y la entusiasta participación de contrabandistas locales cuyos nombres nos ahorraremos por prudencia. Soulié tiene el buen ojo de enrolar a los agentes de la Gestapo destacados en Andorra. Que los hay, como sabemos por Viadiu, por Baldrich, por Molné y por tantos otros. Y es en este punto donde el expediente resulta especialmente revelador porque les pone nombres y apellidos y nos ofrece un sucinto retrato de tales individuos. Aquí tenemos a Marcos von Spaien, holandés con pasaporte español instalado en el hotel Mirador -adonde volveremos enseguida, palabra- y a un tal Bequi, o quizás Vecchi, de quien no se nos concreta si es italiano o croata, pero de quien sabemos que vive en Canillo donde, atención, "compró una mujer por 50.000 pesetas" (sic). El tercero en concordia es un estonio, Hallic, que por lo visto era algo así como el sicario de Vecchi.. Hay un cuarto gestapista. aparentemente francés, que pasa de puntillas por el expediente y de quien tan solo conoceremos el apellido: Trouve.

La Gestapo en Andorra
Spaien -"De quien nadie ignora la nefasta obra que hizo en Andorra durante la Ocupación" (!), dice el dosier de forma inquietante y dejándonos con las ganas de saber algo más de esta "nefasta obra"- tenía en la lista negra al director de Radio Andorra, Etienne Laffont, que por lo que parece se negaba a pagarle al señor secretario la mordida acostumbrada. Incluso instará a la Gestapo para que detengan a Laffont y lo deporten. Sin éxito. Este mismo Spaien será finalmente uno de los que saldrán peor parados de toda esta historia: el 1 de septiembre de 1944, pocas semanas después de la Liberación, un grupo de republicanos españoles lo captura en Escaldes (Andorra) y lo entrega a las nuevas autoridades francesas del Pas de la Casa. Claro que los hay que siempre caen de pie, y este Spaien era uno de ellos: tuvo la santa suerte de que los franceses lo ponen bajo custodia... del hijo mayor de Soulié, oportunamente enrolado en las Fuerzas Francesas del Interior ahora que la guerra había cambiado sin remedio de signo: "Una de aquellas coincidencias que hacían fruncir el ceño a los extranjeros y sonreír a los andorranos", concluye el expediente.

Vecchi, por su parte, conseguirá huir a la España franquista, instalándose en San Sebastián, y Hallic -cuya esposa, porque aquí también cuentan los cotilleos, se nos dice que coqueteaba con tirios y si se terciaba con troyanos bajo su complacida mirada- intenta hacerse perdonar sus pecados colaboracionistas comprometiéndose a tenderle una trampa a Vecchi, su antiguo mentor. Es la hora, en fin, del todo vale, muy lejos de los días de vino, Gestapo y contrabando con que se regalaban estupendamente en el Mirador: alcohol abundante, comilonas opíparas y, atención, señoras que se lo hacían con el primero que se ponía a tiro, alemán, francés o marciano, tal como dice Viadiu en Entre el torb i la Gestapo y contra lo que sostenían tanto Jaume Ros como Joaquim Baldrich, que atribuían estas farras a la imaginación del novelista. Pues el dosier Soulié así lo atestigua.

Pero volvamos con nuestro hombre: ¿qué ha pasado, con el señor secretario, tras el cambio de amo? Pues sobrevivir: es decir, cambiar de chaqueta sin inmutarse y conservar la secretaría, inicialmente con Barran, el primer veguer después de la Liberación, y a partir de mayo de 1945 con Degrand, "hombre honesto pero que a causa de su avanzada edad ya no podía cumplir como era debido las obligaciones del cargo". Con la consecuencia lógica de que Soulié, nominalmente sólo el secretario del veguer, "se convierte en el veguer de facto" y paradójicamente en el hombre clave del momento, a quien solicitan orientación y consejo los agentes enviados a Andorra por los diferentes servicios secretos franceses, incluido el Deuxième Bureau: ¡Soulié, el hombre de quien la venalidad, la embriaguez y las relaciones con los alemanes durante la Ocupación eran conocidas por todos"!, se exclama el redactor con cierto efecto retórico.

O no tanto, porque el hijo de Soulié aparece involucrado en la huida a través de Andorra de un tal Goosham, el jefe de la Gestapo de Foix, según el documento, que el 19 de agosto de 1944 y acompañado por un portugués instalado, ejem, en lo más alto de Andorra "régagne l'Espagne avec des quantités importantes de francs qui'il eut bien voulu échanger contre des pesetas". Por lo que respecta a la "venalidad" del personaje, repetidamente invocada a lo largo de las ocho páginas del informe, Soulié no le hacía ascos a cualquier fuente de ingresos, por humilde que fuese, incluso después de terminada la guerra y con la situación en curso de normalizarse: en fecha tan tardía como el 5 de septiembre de 1946, un camarógrafo francés que filma las instalaciones de la vegueria es testigo de la mordida de 50 pesetas que Soulié júnior, que actúa como secretario de su padre -secretario del secretario (!)- exige bajo mano por cada trámite burocrático que gestiona en las oficinas de la vegueria. Las conclusiones, en fin, no pueden ser más demoledoras: "Soulié pertenece a quien le paga, y por dinero puede traicionar tanto a unos como a otros; aceptó dinero tanto de la Gestapo como de los andorranos y ahora de los norteamericanos. No ha pagado jamás sus aperitivos, pero naturalmente no renuncia a ellos. ¿Hasta cuándo?"

Pues como mucho, hasta el 22 de julio de 1947, cuando las autoridades francesas lo ponen en su punto de mira. Y queda por aclarar un último enigma: ¿cómo y dónde terminó el antiguo colega de los nazis, el secretario que aprovechaba su cargo para lucrarse, el hombre que cambiaba de chaqueta según soplaba el viento y según de dónde venían las oportunidades de un buen pelotazo?

[Ese artículo se publicó el 7 de marzo de 2014 en El Periòdic d'Andorra]


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