El número 7 de la revista Cadí/Pedraforca reconstruye la profanación de la sepultura del anarquista que tiranizó la Cerdaña y el Alto Urgel durante la Guerra Civil.
Hace unos días hablábamos aquí mismo de Antonio Martín Escudero, (a) El Cojo de Málaga, de infausta memoria. Sí, hombre, el faista que tiranizó durante los primeros compases de la Guerra Civil la Cerdaña y el Alto Urgel. Un capítulo negro -porque el malo de esta historia era de los buenos, no sé si me entienden, y porque el anarquismo conserva aún hoy una sorprendente buena prensa, sólo hay que ver Tierra y libertad y demás- que acabó el 27 de abril de 1937 en Bellver con la muerte a tiros del Cojo, que es como suelen acabar estas cosas. A la altura del puente sobre el Segre, por concretar, cuando al frente de dos centenares de conmilitones libertarios pretendía tomar la localidad y dar una lección a los poco dóciles vecinos, los únicos de toda la Cerdaña que se habían atrevido a plantarle cara y resistir el dominio de los incontrolados. Y lo explicábamos a cuenta de Francesc Viadiu -el d'Entre el torb i la Gestapo, seguro que lo recuerdan- que da su versión de los hechos en Delegat d'ordre públic a Lleida la roja. Con conocimiento de causa, cabe añadir, porque Viadiu se presentó en Bellver al día siguiente del tiroteo con la misión de poner algo de orden y evitar las represalias anarquistas.
Hasta aquí, los antecedentes. Bien conocidos, por otra parte. Pero, ¿no se había quedado el lector con las ganas de saber el destino del cuerpo del Cojo? Pues la historiadora Queralt Solé nos lo explica en el número 7 de la revista Cadí/Pedraforca. Y como era de prever, el periplo post mortem de nuestro hombre también fue algo tumultuoso. Solé ha localizado en el Archivo comarcal de la Cerdaña el expediente que da cuenta de la profanación de la sepultura del Cojo, enterrado según el documento -y para que lo tengan en cuenta si un día pasan por el cementerio de Puigcerdá- en el nicho nº 48, piso 1º, letra B. Un ultraje que fue descubierto la mañana del 2 de noviembre de 1941. Los dos enterradores y el sereno certifican la identidad del inquilino del nicho, y el último, dice Solé, añade que se ignora quiénes han sido los autores de tan vil acto, aunque se permite especular, atención, "que por su criminal actuación durante el dominio rojo, el llamado Cojo de Málaga tiene mucho enemigos en el pueblo y en toda la comarca". Muchos, e insistentes, por lo que se ve.
Hasta aquí, los antecedentes. Bien conocidos, por otra parte. Pero, ¿no se había quedado el lector con las ganas de saber el destino del cuerpo del Cojo? Pues la historiadora Queralt Solé nos lo explica en el número 7 de la revista Cadí/Pedraforca. Y como era de prever, el periplo post mortem de nuestro hombre también fue algo tumultuoso. Solé ha localizado en el Archivo comarcal de la Cerdaña el expediente que da cuenta de la profanación de la sepultura del Cojo, enterrado según el documento -y para que lo tengan en cuenta si un día pasan por el cementerio de Puigcerdá- en el nicho nº 48, piso 1º, letra B. Un ultraje que fue descubierto la mañana del 2 de noviembre de 1941. Los dos enterradores y el sereno certifican la identidad del inquilino del nicho, y el último, dice Solé, añade que se ignora quiénes han sido los autores de tan vil acto, aunque se permite especular, atención, "que por su criminal actuación durante el dominio rojo, el llamado Cojo de Málaga tiene mucho enemigos en el pueblo y en toda la comarca". Muchos, e insistentes, por lo que se ve.
En la senda del conde de España
Los detalles tirando a gore los pone el cuarto testigo recogido por el juez de istrucción. Según e lpaleta que dio la alerta, el nicho "había sido violado, habiendo sacado la caja de madera en la que el cadáver se lahhalaba depositado y trasaldada a un extremos del cementerio". Una diligencia posterior del juez ayuda a aclarar los hechos: los restos del Cojo fueron abandonados en el osario "donde se encuentran los restos de los ataúdes que se van sacando de los nichos paulatinamente". Detalle curioso: a llado de la caja -que conserva las iniciales del difunto "perfectamente visibles"- aparece una insginia "masónica comunista", consistente en "dos manos en ademán de saludo". El juzgado prefiere no complicarse la vida y ventila rápidamente el asunto: el 13 de niviembre cierra el expediente, no hay noticia que ni caja ni huesos sean repuestos en el nicho 48, piso 1º, letra B, así que habrá que suponer que los restos del Cojo se quedan en el osario. Por lo menos, ni Solé ni el señor presidente de la junta del cementerio en el cargo aquel 1941 nos lo aclaran.
No és el único detalle de esta escabrosa historia que nos quedaremos con las ganas de saber: la historiadora tampoco ha encontrado rastro de la inhumación del Cojo, los días posteriores a la escabechina de Bellver, y probablemente en un ambiente algo cargado. Así que se agradecerá cualquier referencia al respecto. Añadamos para terminar que esta de profanar sepulturas es una costumbre por lo que parece bastante nuestra: muy cerca tenemos el caso del conde de España -otra tipo tirando a bestia- asesinado en 1838 al lado de Orgañá, enterrado en Col lde Nargó, y cuyo cráneo fue robado en 1840 por un tal doctor Solé -frenólgo solsonés, nada que ver con nuetsra historiadora- para iniciar inmediatamente un periplo ultramarino que habñia de pasar por las Filipinas para acabar en el despacho del célebre Marià Cubí, el mismo del callejero barcelonés, que hizo con él cosas rarísimas. Mientras tanto, a la familia del malhadado conde le dieron gato porliebre cuando años después reclamó el cuerpo para darle seultura en el panteón familiar en mallorca: un esqueleto entero, cráneo incluido, que obviamente no era el del ínclito pariente. Y todo, para ahorrarse problemas con gente tan dada al pistolón. En fin, que al lado del infausto conde, el Cojo aun salió razonablemente bien librado.
No és el único detalle de esta escabrosa historia que nos quedaremos con las ganas de saber: la historiadora tampoco ha encontrado rastro de la inhumación del Cojo, los días posteriores a la escabechina de Bellver, y probablemente en un ambiente algo cargado. Así que se agradecerá cualquier referencia al respecto. Añadamos para terminar que esta de profanar sepulturas es una costumbre por lo que parece bastante nuestra: muy cerca tenemos el caso del conde de España -otra tipo tirando a bestia- asesinado en 1838 al lado de Orgañá, enterrado en Col lde Nargó, y cuyo cráneo fue robado en 1840 por un tal doctor Solé -frenólgo solsonés, nada que ver con nuetsra historiadora- para iniciar inmediatamente un periplo ultramarino que habñia de pasar por las Filipinas para acabar en el despacho del célebre Marià Cubí, el mismo del callejero barcelonés, que hizo con él cosas rarísimas. Mientras tanto, a la familia del malhadado conde le dieron gato porliebre cuando años después reclamó el cuerpo para darle seultura en el panteón familiar en mallorca: un esqueleto entero, cráneo incluido, que obviamente no era el del ínclito pariente. Y todo, para ahorrarse problemas con gente tan dada al pistolón. En fin, que al lado del infausto conde, el Cojo aun salió razonablemente bien librado.
[Este artículo se publicó el 7 de enero de 2014 en El Periòdic d'Andorra]
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