martes, 31 de marzo de 2015

Pau Castell, historiador de la brujería: "Les ataban las manos a la espalda, las izaban con una polea y las dejaban suspendidas en el aire lo que duraban tres Avemarías"

Ha exhumado medio centenar de procesos del Tribunal de Corts -la jurisdicción penal andorrana, en la época sin apelación posible- conservados en el Archivo Nacional y fechados entre principios del siglo XV y 1593. El resultado es un fascinante a la vez que inquietante Quién es quién de la brujería local, con sorpresas como que las, ejem, hechiceras confesas -y confesaban, vaya si no, ya verán cómo- acababan no sólo en la horca, como reveló Robert Pastor años atrás, sino también y en la hoguera reglamentaria o, peor aun, descuartizadas. Lo cuenta en su tesis doctoral, accesible en línea en www.tdx.cat. Un festín.

El historiador leridano Pau Castell se doctoró con una tesis titulada Orígens i evolució de la cacera de bruixes a Catalunya (segles XV-XVI), accesible en línes en www.tdx.cat. También ha publicado Un judici a la terra dels bruixots: la cacera de bruixes a la Vall Fosca (1548-1549). Fotografia: P. Castell.


¿Conocemos los nombres de las primera brujas andorranas?
Sabemos de Caterina Yvona de Escaldes, que ejerció hacia 1430. Pero el juicio se ha conservado fragmentariamente y además no se refiere a ella como bruja sino como "metzinera" ("envenenadora"), que es un término muy vinculado a la brujería, pero que no es exactamente lo mismo.

¿Y de las primera que terminaron sus días en el patíbulo?
La Vidala del Pujol [¿Puial?] y la Duranda de Canillo, hacia los años 50 del siglo XV.

¿Colgadas?
Primero las colgaron y después quemaron el cadáver: era el procedimiento habitual. Pero también hubo casos de descuartizamiento.

Glups.
Joana Call, alias la Sucarranya, de Engordany. El escribano dibujó una viñeta donde se ve claramente como la trocean. ¡Y adjuntó el dibujo al legajo! Nos ha llegado hasta hoy.

¿Por que la descuartizaron, a la pobre Sucarranya?
Era la pena reservada a los crímenes más graves. La acusan de haber envenenado a unos vecinos, lo que no deja de ser una acusación recurrente en estos casos. El caso es especialmente penoso porque declara an te el juez merecer la hoguera "antes de que su hermano pase vergüenza". Fue un juicio exprés: denuncia, interrogatorio, sentencia y ejecución se sustanciaron entre el 21 y el 27 de junio de 1471. Y aun tuvo arrestos para hacer unas mandas testamentarias: 10 libras para misas y cirios por su alma.

Perdone que me ponga gore, pero, ¿cómo se procedía al descuartizamiento de un reo?
Habitualmente, a golpes de hacha.

¿En vivo?
No necesariamente. El descuartizamiento era una vergüenza pública que se infligía después de la ejecución, que habitualmente era en la horca.

La hoguera, ¿constituía también una pena añadida a la horca?
Dos de las brujas andorranas terminan en la hoguera: Maria Guida de Encamp y Maria Tomassa de la Mosquera. La primera, en 1473; la segunda, en 1499. Pero insisto: lo normal era que las quemaran sólo una vez muertas: "Que sea ahogada hasta que el alma se le separe del cuerpo y su cuerpo [sea] quemado", acostumbran a dictar las sentencias.

¿Cuál era el repertorio de prácticas brujeriles habituales?
Las acusan de provocar enfermedades como los "galtirnons", una inflamación del cuello que es todo un clásico. También de entrar de noche en casas ajenas para sorber la sangre de los niños, y de hacer "bruixonades": provocar una granizada y cargarse la cosecha del vecindario, por ejemplo.

¿Con esto era suficiente para acabar en el patíbulo?
Era suficiente para ser acusadas. En el juicio se encargaban de obtener la confesión mediante la tortura, porque de otra forma eran acusaciones muy difíciles de probar. Vamos, imposible: ¡a ver cómo se prueba que alguien ha provocado una granizada! La confesión era lo que las llevaba al patíbulo.

Entonces, ser acusado -mejor dicho, acusada- equivalía a condena segura.
Había una remota posibilidad de escapatoria: llevar el caso a una instancia judicial fuera de Andorra. Pero pocas lo conseguían. Es el caso de Toneta de Escaldes, que consigue ser juzgada de nuevo en Barcelona, y por la Inquisición. Cuando la interrogan -atención, mediante tortura- sobre la confesión que había hecho ante el tribunal de Corts, alega que "había bebido vino y no estaba en su sano juicio".

¿Cuáles eran las torturas habituales?
El derecho penal de la época permitía interrogar al reo "con la ayuda de los tormentos" para así "obtener la verdad sobre su culpa". Los métodos que he podido documentar en Andorra son el "estrep de corda" o "estrepada", que consistía en atar las manos de la víctima por la espalda, pasarle una cuerda por las muñecas y levantarla con una polea de manera que quedara suspendida en el aire.

Duele solo de pensarlo.
Se entiende que la acusada acabara admitiendo cualquier cargo que le imputaran. Otro tormento consistía en atar los pulgares del reó y levantarlo a peso con la polea dichosa. Estaba estipulado incluso el tiempo que debía estar suspendida: tres Avemarás. Se trataba de obtener la confesión, no de matar al reo.

¿Por qué lo izaban por los pulgares?
Porque cualquier otro dedo no habría resistido el peso; simplemente, se habría partido.Más tormentos: el fuego.

A ver...
Ataban los pies del reo, se los untaban con aceite o sebo y, si no confesaba, retiraban el pedazo de madera que separaba los pies de las brasas. Y el último: el de la mano. Ponían un bastoncillo entre los dedos de la acusada y se los ataban con una cuerda.

¿Dónde está el suplicio?
Iban tirando de la cuerda, y te aseguro que al final duele. Y mucho.

¿Ha documentado alguna absolución?
Maria Carta, de Andorra la Vella, acusada en 1461 y absuelta por falta de pruebas. En estos casos, lo habitual era desterrar a la supuesta bruja para evitar represalias.

¿Qué debemos pensar del tribunal de Corts? ¿Que eran una pandilla de crédulos que se encarnizaban con la primera mujer que tenía la mala suerte de caer en sus zarpas?
Eran hijos de su tiempo: la mayor parte de la población creía sinceramente que las brujas eran capaces de "dar mal"; es decir, de matar a una oveja solo con tocarla, o de hacer que un bebé dejara de mamar para matarlo. Unas creencias que en el Pallars se han mantenido vigentes hasta bien entrado el siglo XX. Había que buscar un culpable para las desgracias que no tenían explicación. Y estas culpables eran a brujas. 

Brujos, ¿los hubo?
En el Pallars, pocos; en Andorra, ninguno en el período que he estudiado, que termina en 1593 con el juicio de Rosella de Sornàs, Jaume Joana de Llorts y Salvatge de Encamp. Antes de que me lo preguntes, no sabemos cómo acabaron. Falta esta parte del proceso.

[Esta entrevista se publicó el 19 de marzo de 2015 en el diario Bon Dia Andorra]

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