martes, 31 de marzo de 2015

Carles Gascón, autor de 'La catedral saquejada': "Los agresores eran gente del país, mercenarios que hacían la guerra a tiempo parcial"

Año del Señor de 1195: medio millar de hombres a las órdenes del conde Ramon Roger de Foix pone sitio a la Seo de Urgel, prende fuego a la ciudad y expolia la la catedral. Empieza lo que el historiador local Carles Gascón denomina la Guerra de los Cien Años del Pirineo, que trastocará para siempre el orden establecido e influirá decisivamente en la configuración del Coprincipado de Andorra. Lo cuenta en La catedral saquejada (Salòria), donde propone también suculentas novedades historiográficas, como que fue la madre del conde de Urgel, Dolça, quien reclamó la intervención de Ramon Roger de Foix en contra de su propio hijo, y que el obispo, Bernat de Castelló, se puso muy probablemente del lado del invasor. Sin que se notara demasiado.

El historiador de la Seo Carles Gascón, autor también de Càtars al Pirineu català i de Comarques oblidades -donde sigue la peripecia de José Zulueta, el ideólogo de la Cooperativa del Cadí- propone en La catedral saquejada la tesis de que fue la misma madre del conde Ermengol de Urgel, Dolça, quien auspició la intervención del conde Ramon Roger de Foix, y que el obispo de Urgel,  se unió sibilinamente a los invasores. Fotografía: Ricard Lobo.

¿Por qué estalla esta Guerra de los Cien Años pirenaica?
La unión de las casas de Castellbó y de Caboet, primero, y de Castellbó y Foix, después, culmina la maniobra envolvente sobre los territorios del obispo de Urgel, que se encuentra en la disyuntiva de luchar para conservar su poder o resignarse a un papel secundario, que es lo que acabará ocurriendo.

¿Serán cien años de reloj?
La guerra se prolongará durante todo el siglo XIII, hasta que el Pareatge de 1278 resuelve aunque sea parcialmente las principales disputas políticas en juego.

¿Quién gana?
Más bien quién pierde: el obispo de Urgel, que empieza la guerra como poder hegemónico en los territorios del norte del condado, la terminará siendo obligado a compartir el señorío de Andorra con el conde de Foix.

¿Es gracias a esta guerra, que Andorra es Andorra?
Entre otras causas, porque se firmaron otros pareatges similares en Orgañá, la Vallfarrera y Ferri de la Sal, por ejemplo, y ninguno de estos territorios dio lugar a una entidad remotamente parecida a Andorra, regida por dos soberanos -el obispo de Urgel y el conde de Foix- que ejercen un poder indiviso.

Pero sin el coseñorío, que es consecuencia de la guerra, ¿habría seguido Andorra el camino de los otros valles pirenaicos?
Sin duda.

Dice el historiador Climent Miró que el norte del condado de Urgel no se recuperará jamás de este siglo de enfrentamientos fratricidas. ¿Por qué?
Todo el territorio desde Coll de Nargó hasta los valles de Andorra había estado hasta entonces en la órbita del condado de Urgel. En adelante serán los señores de Foix los que mandarán por aquí arriba, y el condado de Urgel, que en otro tiempo no muy lejano llegaba hasta las mismísimas puertas de Lérida, queda reducido a la mitad de lo que actualmente es la comarca de la Noguera. 

¿Y el señor obispo?
Seguirá siendo un actor importante, pero el que podría haber sido el árbitro de los litigios de esta región acaba confinado tras las murallas de la Seo. Y todavía puede darse con un canto en los dientes.

Vayamos a la guerra: ¿en qué consistió, la invasión?
En el sitio e incendio de la Seo y el consiguiente saqueo de la catedral, donde se había refugiado la población -en la época, un millar escaso de almas. Pero el saqueo fue tan solo un efecto digamos colateral, no el objetivo de las operaciones: el conde lo autorizó para pagar la soldada de los mercenarios que servían en su ejército.

¿Hubo víctimas?
Muertos, sin duda. Y nos consta que algunos defensores fueron secuestrados y tuvieron que satisfacer luego el consiguiente rescate. También fueron muy comentados los sacrilegios cometidos por las huestes del conde de Foix.

A ver, a ver.
Hubo quien dio de comer a las monturas en los altares de la catedral.

La datación del saqueo, con la transcendencia que tuvo, sorprende por incierta. ¿Cómo se explica esta ausencia de fechas concretas?
Durante años se dijo que había tenido lugar en 1198. Pero hemos reducido la horquilla a un período comprendido entre mayo de 1195, cuando Bernat de Castelló es nombrado obispo de Urgel, y agosto de 1196, cuando el mismo obispo y la condesa dan unos dineros para reconstruir precisamente el altar mayor de la catedral, signo inequívoco que el saqueo ya se había producido.

Los hombres de Foix, ¿eran un ejército de verdad, o simples bandoleros?
Ni una cosa ni otra. Los documentos de la época los describen como "aragoneses" o "brabançones" -de Brabante, en Falndes, tesis que considero altamente improbable. En mi opinión, se trataba de gente el país que se dedicaba a la guerra a tiempo parcial. Incluso conocemos el nombre de uno de ellos: un tal I. de Nargó.

¿Eran muchos?
Medio millar, quizás, pero es una cifra que deducimos de lo que sabemos de episodios similares en territorios próximos. Las crónicas coetáneas no nos dicen nada al respecto. Pero para un ejército feudal, medio millar de hombres no estaba nada mal.

¿Y los defensores?
En el mejor de los casos hubo una milicia integrada por los caps de casa. Pero la gran diferencia es que los agresores eran mercenarios, profesionales que guerreaban a cambio de una paga; los defensores eran civiles, tejedores, sastres, herreros, tenderos...

Propone una tesis alternativa a la tradicional para explicar la invasión del obispado. Primero de todo, ¿cuál es la tesis digamos oficial?
Que el conde Ramon Roger de Foix saqueó la catedral porque era intrínsecamente malo. Un degenerado. Un argumento completamente ahistórico que en los últimos tiempos se había apuntalado en el supuesto catarismo del conde.

¿Y qué relectura propone?
Que un hecho de tan graves consecuencias no se puede explicar simplemente porque el conde era "malo". El deber del historiador es buscar las causas geopolíticas, económicas y sociales que condujeron a esta guerra.

Pues díganoslos usted.
Se puede resumir en la lucha de facciones dentro del condado de Urgel.

¿Cuáles eran, estas facciones?
De un lado, y simplificando, la alta nobleza, con Arnaldo de Castellbó como figura prominente.

¿Y del otro?
El obispo, el conde y el rey, que intentarán en vano limar los poderes de los señores feudales e imponer una especie de nuevo orden público. Fracasarán.

El conde de Foix, ¿a quién apoya?
A los barones, para enfrentarse a Ermengol de Urgel. La cosa se complica porque la madre de Ermengol -y a su vez tía del conde Ramon Roger- es quien insta al conde de Foix a intervenir...

¡...contra su propio hijo!
Eso es, porque Ermengol estaba casado con Elvira, a quien creía estéril, y quería promover a otra de sus hijas, casada ésta con el conde de Cabrera.

Mala pécora, esta Dolça.
Y encima se equivocó por todo lo alto: Ermengol de Urgel tuvo finalmente una hija con esta esposa supuestamente estéril, Auremabiaix. Quien, por cierto, fue amante de Jaime I el Conquistador.

También insinúa que el obispo se puso del lado del de Foix: ¡el invasor de su propio obsipado! ¿Un traidor?
Más bien un peón al servicio de la facción que lo había puesto en el cargo, los canonges de la catedral, a su vez extraídos de la nobleza local.

[Esta entrevista se publicó el 4 de marzo de 2015 en el diario Bon Dia Andorra]

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