miércoles, 2 de julio de 2014

Alicia Giménez Bartlett: "Los años andorranos fueron los más amables en la vida de la Pastora" (la Pastora y IV)

Vuelve la Pastora. Ahora, la de ficción, la que la escritora Alicia Giménez Bartlett (Almansa, 1953) convirtió en la protagonista de Donde nadie te encuentre, premio Nadal 2011. Ya saben: Florencio Pla Meseguer (Castellón, 1917-2004), alias la Pastora, el maquis hermafrodita que en 1956 se refugió en Andorra y que cuatro años después fue delatado, detenido y entregado a la policía franquista, acusado de 29 asesinatos y condenado a sendas penas de 30 y 40 años de prisión. Giménez Bartlett parte de la investigación que en la España negra -en este caso, negrísima- de 1956 emprenden un psiquiatra francés y un periodista barcelonés seducidos por el rastro del maquis hermafrodita.


Giménez Bartlett, creadora de Petra Delicado, se llevó el premio Nadal del 2011 con la novela Donde nadie te encuentre, donde sigue el rastro de Florencio la Meseguer, el maquis hermafrodita. Fotografía: El Periódico de Catalunya.


-¿Fue la Pastora un personaje digamos mediático, en España de los 50, o simple carne de cañón para publicaciones sensacionalistas tipo El Caso?
-Estudié el bachillerato en Tortosa, y en la época, en la zona del Maestrazgo y de los Puertos las madres decían: "Portate bien o vendrá la Pastora y se te llevará". Todo esto, en aquel ambiente tenebroso y de miedo. Recuerdo a mi padre, que era republicano, escuchando a escondidas emisoras extranjeras -entre ellas, Radio Andorra- mientras mi madre le decía: "Cuidado, que no te oigan los vecinos. Todo esto es hoy inimaginable".

-La policía le endosaba 29 asesinatos. Él sostenía que se había limitado a vigilar mientras sus compañeros perpetraban los golpes. ¿Cuál es su opinión al respecto, usted que lo ha conocido íntimamente?
-Dos tribunales franquistas, dos, no pudieron condenarlo a muerte porque no se pudieron probar todas las acusaciones. Pero es obvio que estuvo sistemáticamente involucrado en actos de violencia, que presenció asesinatos -en plural- y que si no fue cómplice por activa, como mínimo sí que lo fue por pasiva. Lo que podemos pretender es mitificar al personaje, presentándolo como una Madre Teresa de Calcuta que se encontró un fusil por casualidad. Pero al final, no me atrevo a pronunciarme sobre su culpabilidad. De hecho, lo que más me interesa es su trayectoria psicológica, retratar al ser humano que había detrás de la leyenda, su sufrimiento y su extrema soledad.

-¿Cree que el hermafroditismo de la Pastora derivó en una patología psicológica?
-Los indicios y testimonios dicen que no fue así. Tuvo que ser una persona muy equilibrada -no olvidemos sus muy humildes orígenes, y que no aprendió a leer ni a escribir hasta que ingresó en el maquis- para sobrevivir dos años absolutamente solo, escondido en una cueva, justo antes de irse a Andorra, y no perder la cabeza.

-Para el lector el hermafroditismo es, para decirlo suavemente, un elemento casi exótico. Pero para él debió ser una experiencia traumática.
-En realidad no era un hermafrodita puro. Sufría, es cierto, una malformación genital. Por eso su madre lo inscribió en el registro como mujer, para evitarle en el futuro las probables burlas de que hubiera sido objeto en el servicio militar, por ejemplo. Sus hermanas le pegaban porque era diferente, y aprendió a lidiar con todo este acoso a causa de su sexo ambiguo a base de violencia. Era un tipo alto y bien parecido, que sabía hacerse respetar. En la novela cuento un episodio en  mi opinión revelador: advertido por unos chavales de que un grupo de hombres pretendía emborracharlo y desnudarlo en medio de la plaza del pueblo, se presentó en la fiesta con un estupendo vestido rojo... y con un hacha reluciente y enorme al cinto.

-¡¿Un hacha!?
-Sí. La colocó ostentosamente en el colgador donde los otros dejaban los abrigos, y con voz bien alta dijo: "Espero que nadie me dé mucho trabajo, esta noche, porque sólo he venido a bailar". Y nadie le sopló. Este fue el tipo de aprendizaje vital por el que tuvo que pasar la Pastora.

-Calvo, su biógrafo, cuenta que en sus días andorranos conoció a cierta chica que podría haber sido el amor de su vida.
-Eso parece, pero el mismo Calvo duda de que jamás practicara sexo con nadie. La Pastora era consciente de que nunca tendría un novio, y mucho menos un marido. Pero tampoco novia ni mujer. Creo que había descartado el sexo entre sus expectativas vitales. Vaya, estoy convencida de ello, aunque no podemos estar del todo seguros.

-En un reconocimiento médico que se le practicó en Valencia en 1968 se afirma que el individuo dice tener apetencias por el sexo femenino y haber tenido eyaculaciones..."
-Era un gran masturbador, con el permiso de Dalí. Pero porque no tenía otro remedio, especialmente con los prejuicios y los temores de la época. Dudo por lo tanto que jamás tuviera sexo... si es que fisiológicamente podía practicarlo, porque eso tampoco lo sabemos.

-No parece un individuo excesivamente politizado. ¿Habría ingresado en el maquis si no hubiera sido hermafrodita?
-Diría que se hizo del maquis por motivos más psicológicos que no políticos. Vivió siempre solo y aislado: como sus hermanas le pegaban, su madre, que temía que lo acabaran matando, lo había entregado a los 9 años a otra familia, que a los 11 ya lo enviaba solo al monte a cuidar de los rebaños. No tuvo nunca una familia de verdad, ni por descontado novios, ni tan siquiera amigos. No tenía nada ni tenia a nadie. Y de repente descubre el maquis, encuentra unos compañeros que de entrada le enseñan a leer. Se siente por fin miembro de un grupo. Creo sinceramente que fue todo esto lo que le impulsó a quedarse. 

-Y usted, ¿se habría interesado literariamente por el personaje si no hubiera sido hermafrodita?
-Lo me atrajo de él no fue su condición sexual sino lo que se derivaba de ella: la absoluta soledad que experimentó a lo largo de toda su vida. Es que nos encontramos casi, casi, ante un experimento psicológico: cojan a una persona y háganla vivir aislada toda su vida, a ver qué pasa...

-Si fuera una historia de buenos y malos, ¿el primero sería el periodista Enrique Rubio, que se encarnizó con el personaje?
-Supongo que este señor no hizo nada tan diferente de lo que hoy hacen tantos periodistas: algo de sensacionalismo, aliñado con un poco de sal y otro de pimienta. Todo vale por la audiencia. O para vender diarios. 

-Marino Vinuesa, el funcionario de prisiones que lo acogió al final de su vida. ¿sería el bueno de la película? ¿O hay gato encerrado?
-No, no. He aquí un buen hombre, alguien que sintió piedad y obró en consecuencia. Vinuesa nos permite mantener la fe en el ser humano incluso en una historia tan triste, tan patética como la de la Pastora.

-¿Por qué se refugió en Andorra?
-Ya había estado allí en 1952. Sabía que era muy difícil pasar a Francia sin buenos papeles, y además tenía miedo de sus compañeros del maquis: no dejaba de ser un desertor y tenía todas las papeletas para que le acabaran montando un juicio sumarísimo. Quiero pensar que en algún momento pensó que en Andorra podría establecerse definitivamente. De hecho, allí rehizo su vida, tenía su trabajo e hizo algún dinero. Los años andorranos quizás fueron los más plácidos, los más amables de su vida. Pero lo delataron.

-Para terminar, y sobre el maquis: ¿los considera usted unos revolucionarios con causa, o unos bandoleros contumaces?
-Doy de ellos una visión bastante ecléctica y no los mitifico en absoluto. Ya está bien de prejuicios. ¿Héroes antifranquistas? Sí, pero con la excusa del maquis y del antifranquismo se cometieron muchos actos de violencia extrema e injustificada, y al final la sola idea de luchar contra la maquinaria de represión franquista equivalía a llevar a aquellos hombres, carne de cañón, al matadero.

[Esta entrevista se publicó el 16 de febrero de 2011 en El Periòdic d'Andorra]

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