martes, 21 de enero de 2014

'Tout va très bien, madame la marquise'

La epopeya de los pasadores -ya saben, los contrabandistas y resistentes que durante la II Guerra Mundial ayudaron a miles de fugitivos de la Europa ocupada a cruzar clandestinamente los Pirineos- tiene un inquietante, casi secreto lado oscuro: la leyenda negra, según la cual algunos de estos guías o passeurs traicionaron, expoliaron, abandonaron e incluso asesinaron a los hombres y mujeres a quienes se habían comprometido -previo pago- a conducir hasta la seguridad del consulado británico en Barcelona. La última monografía sobre este tráfico clandestino aporta algo de luz sobre un asunto difícil de documentar y por el cual la historiografía académica ha pasado comprensiblemente de puntillas.

Entre las siete expediciones que Francis Aguila reconstruye en Les cols de l'espoir: passage des évadés de France, 1942-1943, tiene precisamente por este motivo especial interés la que en noviembre de 1942 condujo el aragonés Lazare Cabrero, antiguo combatiente republicano reconvertdio en guía de la red Ponzán, y que terminada la II Guerra Mundial se instaló en Andorra. Cabrero había de conducir a cinco hombres desde Tarascón hasta el Principado. Después de tres días de viaje, la expedición cruzó el 25 de noviembre el Port de Siguer, llegó a la Cortinada, ya en territorio andorrano, y se refugió en Casa Tort. Pero faltaba uno de los expedicionarios: el periodista y militante socialista Jacques Grumbach, desaparecido durante el trayecto. Siete años después, y durante un levantamiento geológico del pico des Aigles, fueron localizados y rescatados los restos de Grumbach, y en 1953 se abría en Foix un proceso por el que se acusaba directamente a Cabrero de haber liquidado al fugitivo para robarle el dinero que llevaba encima, cuenta Aguila. El guía alegó que Grumbach había resultado herido de gravedad en una pierna a consecuencia de una caída, y que los pasadores tenían la consigna superior de eliminar o abandonar en la montaña a los clientes que pudieran entorpecer hasta tal punto la marcha que pusieran en peligro la seguridad del resto del convoy. Siguiendo según él estas consignas, había disparado a Grumbach en la cabeza y se había deshecho del cadáver. Con el mismo argumento -evitar que las patrullas alemanas pudieran seguir su rastro- justificó la sustracción de la documentación del desdichado periodista (glups) y de los 7.000 francos que llevaba en la cartera. Sorprendentemente, el tribunal lo absolvió.

Aguila reconstruye en Les cols de l'espoir la peripecia de siete expediciones a través de los Pirineos, incluida la del polémico guía Lazare Cabrero, acusado en 1953 de asesinar a uno de sus fugitivos. Resultó absuelto.


Hotel Coma y Radio Andorra
Esta es, como decíamos, una de las siete historias recogidas por Aguila en un volumen donde Andorra y los guías locales tienen especial protagonismo. Habitualmente, digámoslo de una vez, con un papel mucho más honroso y no tan polémico como el del aragonés, tan sospechoso aun con el indulto en el bolsillo. En cualquier caso, que la huioda a través de los Pirineos, normalmente en invierno y superando pasos de más de 2.500 metros para ponérselo difícil a las patrullas alemanas era una gesta peligrosísima en que muchos dejaron el pellejo, como prueban no sólo el caso de Gumbarch sinó también la notici ade la muerte por congelación de expediciones enteras, como los ocho cuerpos encontrados al pie del pico de l'Albeille, a un paso de la salvación. Lo recoge el autor en el capítulo dedicado al paso de Réné Bosc, vecino de Montauban i marinero del Panthère, torpedero anclado en Tolón. A mediados de mayo de 1943, Bosc entraba en tierra andorrana por el Port del Rat -otra vez- y se refugiaba en el albergue Grau de Arinsal, "siempre abierto a los perdidos en la montaña", dice el autor. El destino final de Bosc era Casablanca, en el Marruecos francés, para unirse a las fuerzas de la Francia Libre.

La expedición más multitudinaria que Aguila documenta es la que en agosto de 1943 acabará con un heterogéneo grupo formado por una veintena larga de militares, jóvenes franceses que huían del Servicio de Trabajo Obligatorio y desertores alemanes refugiados en el hotel Coma de Ordino, otro destino habitual de los fugitivos. Con el añadido de que el protagonista de este relato, el piloto François Séguélas, contactará con un tal Vidal, trabajador de Radio Andorra, para alquilar los servicios de una red de pasadores que los conduzca hasta Barcelona: son, según Aguila, "contrabandistas que han cambiado el tráfico de mercancías por el mucho más rentable transporte de personas entre Andorra y Francia". Quien sabe si este grupo era el de Forné y Baldrich...

El hotel Coma será también sinónimo de salvación para Pierre Dalloz, uno de los fundadores del maquis de Vercors, que se refugia en Ordino a principios de noviembre de ese mismo año. Este Dalloz acabará ganando la seguridad del consulado británico en Barcelona gracias a las gestiones -dice Aguila- de nuestro Bonaventura Armengol. Les cols de l'espoir termina con la peripecia de una última expedición formada por 22 jóvenes de Tarascon que en mayo de 1943 cruzaron Andorra camino del norte de África. Llegados, cómo no, al hotel Coma, la consigna para que los familiares que habían quedado atrás supiesen que habían llegado sanos y salvos sería la canción Tout va très bien, madame la marquise, que debía de emitirse por Radio Andorra. Y la marquesa, aquella vez, sonó.

[Este artículo se publicó en 2009 en El Periòdic d'Andorra]

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