miércoles, 4 de marzo de 2015

Baby Doc: el huésped más incómodo

Los EEUU, Francia y el Vaticano presionaron en mayo de 1986 al obispo Martí Alanis para que acogiera al derrocado dictador haitiano; tres días de frenética actividad diplomática en que participaron activamente el veguer episcopal, Francesc Badia, y el secretario del Copríncipe, Joan Massa, evitaron que se consumara la Operación Duvalier.

Baby Doc salió de Haití en febrero de 1986, tras ser derrocado por una revulera popular; se instaló en Francia -fue pululando entre la Alta Saboya, la Costa Azul, los Alpes Marítimos y, claro, París- y no regresó a su país hasta al cabo de un cuarto de siglo. En 2011 volvía a pisar tierra haitiana, donde fue acusado de corrupción, tras haber amasado una fortuna calculada en 300 millones de euros que se llevó consigo al exilio. Murió el 4 de octubre de 2014 en Puerto Príncipe, la ciudad donde nació, en 11951.
El fallecimiento de Jean-Claude Duvalier hace quince días pasó por aquí arriba casi desapercibido. Normal, pensará el lector, porque no parece haber ningún vínculo entre nuestro rincón de Pirineos y quien fuera dictador de Haití entre 1971 y febrero de 1986. Pero las cosas podrían haber sido muy diferentes si se hubiera consumado el plan urdido por la embajada de los EEUU en Madrid, la Santa Sede y la misma Francia para endosarnos a tan incómodo huésped. La Operación Duvalier -recuerda Francesc Badia, veguer episcopal entre 1972 y 1993- se gestó contra reloj una vez el dictador hubo aterrizado en territorio francés y a lo largo de tres días de frenética actividad diplomática en que se vio directamente involucrado.

Retrocedamos hasta principios de mayo de 1986. El obispo de Urgel y Copríncipe de Andorra, Martí Alanis, se encuentra en Palma de Mallorca en la inauguración del II Congreso Internacional de la Lengua Catalana, qué oportuno. Y en el palacio episcopal de la Seo reciben una llamada. La atiende Nemesi Marqués, delegado permanente de la Mitra; su interlocutor le plantea la sensacional propuesta de que Andorra conceda asilo político al derrocado dictador haitiano. Marqués se pone inmediatamente en contacto telefónico con Martí Alanis, que se muestra tajante: "De ninguna manera podemos cobijar a este individuo en Andorra", le instruye; "pocas veces lo era tan taxativo", recuerda Badia.

Inmediatamente después, el Copríncipe recibe en Palma una segunda llamda. Ahora es el Nuncio apostólico en Madrid -en la época, Mario Tagliaferri- que insiste en la ocurrencia: "Al llegar a esta punto el obispo ya estaba francamente preocupado: temía que recurrieran a los hechos consumados, y que la comitiva de Duvalier se plantara en el Pas de la Casa con el consiguiente recuelo diplomático. Así que el Obispo ordena a Badia que informe de la situación al entonces síndico, Francesc Cerqueda, que le brinda todo su apoyo, y que ponga en marcha un discreto despliegue policial en el Pas.

La larga mano del Elíseo
En este momento entran en liza los EEUU: probablemente advertidos de la negativa del Obispo, la embajada yanqui juega una última carta y envía a Palma al cónsul norteamericano en Barcelona para entrevistarse en persona con el Copríncipe, que se sacude como puede el muerto de encima. El argumento al que recurrió, cuenta Badia, es que tan solo la escolta que acompañaba a Duvalier ya sería probablemente más nutrida que todo el cuerpo de policía andorrano, que en aquellos momentos apenas superaba el medio centenar de agentes. Aparentemente, el señor cónsul picó el anzuelo. Pero por si acaso, y ya de regreso a la Seo, el sábado, 3 de mayo, se reúne con Badia y le ordena que a la mañana siguiente parta hacia Madrid para entrevistarse con el Nuncio. Y así fue: "Para mi sorpresa, dijo que nos comprendía perfectamente y me pidió que le trasladara al obispo Martí Alanis su pleno apoyo. Y en aquel mismo momento terminó el incidente. Jamás volvimos a recibir llamada alguna respecto a este lamentable capítulo".

Fuese por las dotes convicción del obispo, fuese prque los EEUU, Francia y el Vaticano ya le habían buscado otra salida mas viable a Duvalier, Andorra acababa de esquivar, no sabremos si por méritos propios o por simple hartazgo del personal, la molesta presencia del dictador caribeño. Pero quedan todavía algunos cabos por atar. El más gordo de todos: ¿quién fue el instigador de todo este asunto? Joan Massa, en aquellos momentos secretario de los servicios del Copríncipe episcopal -porque este era exactamente su cargo-, ve detrás de tdo esto la larga mano de los servicios especiales del Elíseo. Y apunta a un hecho según él clave: la primera llamada que se recibió en el palacio episcopal fue hecha directamente desde París, omitiendo de lleno el canal reglamentario, que eran los veguers, en este caso el francés. Badia evoca desde sus 93 años la sincera cara de estupefacción de su colega galo, Louis Deblé, cuando le expuso la delicada situación. Por eso lo interpreta como una ocurrencia extraoficial del Quay d'Orsay -y saben, el ministerio de Exteriores francés- para sacarse el muerto de encima: "Otra cosa es si ellos [los franceses] actuaban al dictado de los norteamericanos, que quizás le debían algún favor al dictador".

Más cabos sueltos: el papel del entonces jefe de gobierno español, Felipe González. Massa fue testigo presencial de la conversación telefónica que mantuvieron en plena crisi con el obispo Martí Alanis: "Felipe entendió enseguida que aquello no podía ser, que Duvalier era un pez demasiado grande para un país tan pequeño. Desconozco si el mismo González realizó por su parte alguna gestión ante la embajada de los EEUU, pero podría haber sido así".

Y hemos dejado para el final la gran pregunta: ¿qué hubiera ocurrido si la comitiva de Duvalier aparece aquella noche de mayo por el Pas? Badia no lo duda: recibí órdenes expresas de no dejarles pasar. Llegado el caso la decisión la hubiéramos tomado conjuntamente con el veguer francés, que hubiera estado de acuerdo... siempre que no hubiese instrucciones en sentido contrario. Como recuerda Badia, al día siguiente al día siguiente recibieron en la Seo una llamada tranquilizadora del mismo Badia: "Noche sin incidentes". La vigilancia se mantuvo unos días, y finalmente el incidente Duvalier se perdió como las lágrimas del replicante Roy en la lluvia interestelar. Hasta hoy claro.

El hombre a quien todo el mundo se quería sacar de encima
La buena memoria del veguer Badia y del secretario Massa ha permitido añadir el nombre de Andorra a la larga lista de países que sonaron como candidatos para acoger en el exilio a Duvalier (1951-2014), derrocado el 7 de febrero de 1986 a causa de una revuelta popular y que embarcó con destino a Francia en un avión de la Fuerza Aérea de los EEUU. Lo más curioso del caso es que ni estos, sus antiguos padrinos, ni Francia la antigua metrópoli, estaban en absoluto dispuestos a concederle asilo. Finalmente el gobierno galo cedió y se instaló en Francia (la Alta Saboya, la Costa Azul, los Alpes marítimo y, claro, París), ya arruinado, primero con un permiso temporal y después de forma más o menos temporal, pero con la connivencia de las autoridades. En 2011 volvió finalmente a Haití, de donde había salido 25 años antes. Fue entonces acusado de corrupción -se calcula que huyó con 300 millones de dólares en los bolsillos- pero no por las 30.000 muertes violentas que se registraron durante sus quince años de mandato. 

[Este artículo se publicó el 19 de octubre de 2014 en el Diari d'Andorra]

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