jueves, 29 de mayo de 2014

Jordi Panyella, autor de 'Salvador Puig Antich. Cas obert': "El antifranquismo no hizo suyo el caso hasta el día siguiente de la ejecución"

¿Otro libro sobre Puig Antich? Pero, ¿no estaba todo dicho, sobre todo después de que la película de Manuel Huerga estableciera la verdad sobre el caso? Pues resulta que no: el periodista Jordi Panyella (Barcelona, 1966) ha conseguido en Cas obert el milagro de localizar testigos inéditos que aportan nueva luz sobre lo que ocurrió el 25 de septiembre de 1973 en el número 70 de la calle Gerona de Barcelona. Testigos que sostienen, por ejemplo, que el joven militante anarquista no fue el único que disparó en aquella infausta jornada, que el policía Anguas murió probablemente víctima de fuego amigo, y que todo el proceso estuvo manipulado desde el principio para encubrir la chapuza policial en que derivó la operación para capturar a la célula anarquista y con un único objetivo: castigar a Puig Antich con la pena de muerte. Fue, en fin, el último ajusticiado con garrote vil de la historia (negra) de España: el 2 de marzo de 1974. Hace 40 años.

El periodista catalán firma ejemplares de Salvador Puig Antich. Cas obert, en la librería La Puça de Andorra la Vella.

-¿Qué era el Movimiento Ibérico de Liberación (MIL)?
-Una organización anarquista y revolucionaria, antisistema y anticapitalista, con un componente nacional y de lucha contra el franquismo; pero sobre todo, obrerista y de clase. Para entendernos: si Puig Antich tuviera hoy 18 años, sería uno de esos que de vez en cuando quema contenedores por las calles.

-¿Qué papel tenía él en el MIL?
-Simpatizó desde muy joven con el anarquismo; en 1972 se integró en la formación y paso a formar parte de su brazo digamos operativo. Básicamente, un comando armado que se dedicaba a atracar bancos. Ellos lo llamaban "expropiaciones".

-¿No tenía delitos de sangre?
-En cierta ocasión la cosa se les fue de la mano e hirieron de un tiro a un empleado de una sucursal del Banco Hispanoamericano. Fue su gran golpe... y también el que puso a la policía en estado de alerta. Eran muy jóvenes y también muy inexpertos. Fíjate, que alquilaron el coche que después utilizarían en el asalto... ¡con su propio DNI! La policía, claro, los fichó inmediatamente.

-¿Por qué lo detienen, el 25 de septiembre de 1973?
-Tres militantes del MIL habían acordado una cita: eran Santi Solé, Xavier Garriga y el mismo Puig Antich. Resulta que a Solé lo detiene antes la policía y lo utiliza como cebo; se pensaban que a la cita iba a acudir sólo otro militante pero se presentaron los otros dos. A partir de aquí el operativo policial hace aguas, se ven superados por las circunstancia, y se produce el tiroteo final, que le endosan en exclusiva a Puig Antich.

-¿Iba armado, él?
-Llevaba dos pistolas, pero la policía procedió de forma tan chapucera que cuando lo cachearon sólo le encontraron una de las dos; la otra la llevaba a la espalda, y es la que acabó esgrimiendo y disparando, pero con la intención de escapar, no de matar. Pero los policías también desenfundaron las suyas, cosa que en su día se silenció.

-¿Cuál es el delito concreto por el que lo condenan a garrote?
-Asesinato terrorista, según el código militar. Pero es que el MIL ya se había autodisuelto y, por lo tanto, Puig Antich ya no formaba parte de ninguna banda terrorista. Otra manipulación de la ley.

-La gran aportación del libro son los testigos hasta hoy inéditos. ¿Por qué no habían hablado hasta ahora?
-Los localizo en la causa, donde aparecen citados con nombres y apellidos. Los abogados defensores de Puig Antich solicitan que declaren, pero el tribunal militar los rechaza uno a uno. Yo he ido a buscar a los que ni entonces ni hasta ahora habían hablado, quizás porque otros investigadores que se han acercado al caso los consideraban testigos secundarios. Y he tenido la fortuna de dar con dos que en mi opinión resultan decisivos porque podrían llegar a sustentar la reapertura del caso ante el Tribunal Supremo.

-Pues vamos a por ellos: ¿el primero?
-El que en el libro -y en el sumario- aparece baj el seudónimo de Valero, mozo que se encuentra prsente en el momento en que le practican la autopsia al guardia Anguas. Pues este Valero sostiene que en el cadáver aparecieron cinco orificios de bala.

-¿Y qué demuestra, este dato?
-Según la versión oficial, sólo había disparado Puig Antich: cuatro disparos, de los que tres impactaron en el policía Anguas. Por eso la autopsia sólo habla de tres orificios: para ajustarse a la versión oficial. Pero resulta que no fue exactamente así: los policías también dispararon. Por otra parte, la autopsia sólo la practicó uno de los dos doctores que la firmó -Sánchez Maldonado-, hecho que constituye una flagrante irregularidad.

-¿Y el segundo de los testigos clave?
-El alférez Enric Palau, que prestaba su servicio militar en el juzgado militar número 3, el que instruyó finalmente la causa. Palau se encargaba de tareas administrativas, y fue partícipe de la manipulación del sumario, cuando la policía le ordenó expurgar ciertos documentos, que desaparecieron de esta manera de cuerpo central de la causa. Recuerda que estos documentos probaban que Puig Antich no había sido el único que disparó.

-También ha entrevistado a las enfermeras -Margarida Jansà y Natividad Viguera- que trataron a Puig Antich en el Clínico. ¿Qué relevacia tienen en el caso?
-Demuestran que una prueba de cargo como lo fue la confesión del reo fue un burdo montaje policial: Puig Antich había recibido un tiro en la mandíbula y por lo tanto no estaba en condiciones de hablar; pero se presentó el fiscal con dos policías y salieron de la habitación con una declaración de ocho folios. Ellas sostienen que Puig Antich tenía la boca cosida y que tenía que alimentarse sorbiendo por una cañita. No podía hablar, en suma, y por lo tanto aquella declaración era imposible. Un montaje.

-Hubo médicos del Clínico que vieron el cadáver de Anguas y que también afirmaron que tenía presentaba cinco orificios...
-Los doctores Barjau, Latorre y Muné; los dos primeros aparecen gracias al proceso de revisión del caso emprendido en 2005. Vieron el cadáver del guardia la misma tarde de los hechos, justo después de ingresa en el Clínico. A Munné lo he localizado yo mismo. Y los tres testimonios concuerdan con el de Valero.

-El último de sus testigos: Garriga, el compañero de Puig Antich. ¡Que extraño, que hasta hoy no se haya decidido a hablar, después de 40 años?
-Se trata de un amigo de la infancia de Puig Antich, que siempre ha tratado de evitar que todo aquello se convirtiera en un circo, en un espectáculo. Es su decisión y hay que respetarla. Y si habla hooy es por su voluntad de que se haga justicia.

-¿Estaba teledirigida, la condena?
-El caso se plantea en los estertores del franquismo, con la tensión subsiguiente entre los sectores más inmobilistas del Régimen y los más... posibilistas. A este tenso contexto hay que añadirle el asesinato de Carrero Blanco en el atentado del 20 de diciembre de 1973. Aquello hizo crecer las ansias de venganza y la voluntad de aplicar un castigo ejemplar. Por esto mismo creo que el caso Puig Antich es la expresión máxima de la tiranía del franquismo.

-¿Quién hay detrás de este encarnizamiento con el militante de base de un grupúsculo anarquisa ya disuelto?
-No creo que existiese una mano negra sino que confluyeron una serie de factores: los errores de la operación en que fue detenido, con la policía manipulando los hechos y las pruebas; la connivencia de la justicia militar para escarmentar a la sociedad catalana, y por último, el factor político, con las luchas intestinas a que se veían abocado el Régimen.

-En su opinión, ¿Puig Antich disparó contra Anguas?
-Si. Otra cosa es si fue él quien lo mato. Esto no podemos saberlo. Puig Antich, en fin, no era inocente, pero tampoco era culpable del delito por el que fue procesado y condenado, porque no le dejaron demostrar que la suya no fue la única pistola que disparó en aquella jornada.

-¿No hubiera sido más fácil liquidarlo in situ, sin la pantomima del jucio?-
-Lo intentaron, de ahí procede la herida en la mandíbula que lo manda al Clínico. Y lo intentan de nuevo cuando la policía llega al Hospital y se encuentra con el cadáver de su compañero. Entonces pidieorn a los médicos que les entregaran a su hombre. Pero se negaron, claro.

-¿Por qué el caso Puig Antich tiene, me parece a mí, más transcendencia hoy que hace 40 años?
-Por desgracia, tuvo más eco al día siguiente de la ejecución que en los días y semanas y meses precedentes; la oposición organizada en torno a la Assemblea de Catalunya no le prestó apoyo por su militancia en un grupo anarquista y, lo que era mucho peor, armado. No era e los suyos.También hay q€ue decir que probablemente no se esperaban que Franco fuera capaz de llegar a ejecutarlo. A partir de entonces, el caso ha ido creciendo hasta convertirse en sinónimo de injusticia, de revuelta, de ataque contra Cataluña.

-¡¿Contra Cataluña, dice?! ¿Se veía él como representante de Catalña?
-No tenía intención de convertirse en mártir de ninguna causa; lo que quería era vivir. Pero el Régimen aprovecho el caso para imponer un castigo ejemplar. Es a partir de aquí que el país [Cataluña] se lo hace suyo y lo convierte en un referente de la libertad.

[Esta entrevista se publicó el 16 de abril en El Periòdic d'Andorra]


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