Los parientes de Pere Areny Aleix, ejecutado en 1943 tras la última sentencia capital dictada en Andorra, cuestionan los argumentos del Tribunal de Corts; accedemos a los interrogatorios a los que fue sometido el homicida, y les ponemos rostro a él y a la víctima, su hermano Anton.
Lo habíamos visto hasta ahora en la dramática fotografía tomada por Claverol a mediodía del fatídico 18 de octubre de 1943: de espaldas, esposado, con la cabeza gacha y humillado ante las autoridades, el servicio de orden y la pequeña multitud congregada en la plaza Benlloch de Andorra la Vella para asistir a la lectura de la que resultará la última sentencia de muerte dictada en nuestro rincón de Pirineo. Lo habíamos entrevisto también en la no menos dramática filmación de Bartomeu Rebés, dos minutos escasos de película en que intuimos al reo ahora sí de frente pero sin llegar nunca a verle el rostro, porque no levanta ni una sola vez la cabeza y porque la calidad de la imagen es más bien justita. Pero nunca hasta hoy le habíamos visto la cara a Pere Areny Aleix, el protagonista de aquel infausto episodio, el hombre que la madrugada del 1 de agosto había matado de un tiro a su medio hermano, Anton Areny Baró. Unos hechos que la sentencia dictada el 15 de octubre por el Tribunal de Corts describen así: "Hacia las 3 de la madrugada, el citado Pere Areny, después de asegurarse de que su hermano dormía profundamente, tomó una escopeta calibre 12 (...) y disparó sobre su hermano produciéndole una herida en la región derecha (...) mortal de necesidad".
Pere Areny y su hermano Anton. Fotografía: Tony Lara. |
Hasta hoy, decíamos, que los descendientes de Casa Gastó se han decidido a abrir los archivos familiares, a mostrar los rostros de las dos víctimas -las dos- de aquella jornada negra, y a cuestionar abiertamente los argumentos con que el Tribunal de Corts -la instancia penal en Andorra- castigó con la pena capital -"El condenado será pasado por las armas", concluye fríamente la sentencia- a Pere Areny, un hombre de 29 años que, según Jordi Mas Bentanachs, erigido en portavoz de la familia, padecía de problemas psíquicos, extremo que era de dominio público: "Transcurridos 70 años quizás ha llegado el momento de reflexionar sobre los hechos y no limitarnos a recordar la parte más escabrosa de la muerte de Anton y la ejecución de Pere", dice Mas, que dispara inmediatamente el desasosiego que lo carcomía y que le ha impulsado a hablar por primera vez en público sobre el caso: "Nadie se ha planteado jamás si tuvo un juicio justo ni si se respetaron las garantías judiciales mínimas. Se dan por válidas las conclusiones de la sentencia, pero si tenemos en cuenta las declaraciones de Pere y leemos con atención la instrucción, podemos sacar otras conclusiones", alega.
Se ve venir que ni Mas ni la familia comulgan con la versión oficial, la que consta como "hechos probados en la sentencia -depositada en el Archivo Nacional de Andorra y disponible para cualquier curioso- y la única, de hecho, que habíamos conocido hasta ahora. Una versión que declara a Pere "autor del delito de asesinato de su hermano (...) con los agravantes de alevosía, premeditación, nocturnidad y uso de medios desproporcionados", y que, aunque reconoce que "el inculpado ha revelado tanto en el sumario cmo en la audiencia una mentalidad bastante simple", concluye su "plena responsabilidad penal".
Revisión del caso
Mas rebate los argumentos del Tribunal de Corts con las diligencias del caso, a las que ha tenido acceso en calidad de pariente del reo, unos documentos que nunca hasta ahora habían visto la luz. Enseguida los analizaremos con detalle, pero avancemos la conclusión que extrae. El mismo 1 de agosto, dice, se practican hasta tres interrogatorios: Pere y su hermana, Àngela, declaran por separado ante el batlle francés, Joan Solsona; de nuevo Pere vuelve a prestar declaración, esta vez ante el jefe de policía. Al día siguiente, 2 de agosto, el batlle francés vuelve a interrogar al todavía presunto aunque ya confeso fratricida. Después de esto, nada más: "Hasta el 15 de octubre, cuando se reúne el Tribunal de Corts, no consta ninguna otra diligencia", se lamenta. Un hecho sorprendente porque, según parece, el Tribunal debería de haber tomado declaración a un sospechoso acusado de delito mayor -como era el caso de Pere.
Con las cinco páginas, cinco, que contienen las diligencias del batlle y de la policía -se sorprende mas, casi se escandaliza- "tuvieron suficiente para condenarlo a muerte; no fue un juicio justo; ha llegado el momento de que se reconozca que la manera como se condujo el proceso no fue ni corecta ni humana". Comprobémoslo yendo al fondo del asunto. El Tribunal le endosaba a Pere todo el repertorio imaginable de agravantes. Y Mas procede a desmontarlos a partir de las diligencias. El jefe de policía le pregunta a Pere "cómo procedió a ejecutar" el homicidio de su "medio hermano", que era en aquel momento el heredero de Casa Gastó y con quien compartía habitación y cama. Y responde el "declarante" -es decir, Pere- que "hacia las tres horas de la madrugada, encontrándose en un estado muy excitado, se levantó de la cama y tomando la escopeta, teniendo como de costumbre la luz encendida, disparó sin mirar a su hermano Anton Areny (...) que quedó muerto" (las cursivas son nuestras).
¿Hubo en verdad premeditación y alevosía, se pregunta Mas, cuando el mismo Pere dice que se levantó "en un estado muy excitado" y que disparó "sin mirar", y si tenemos además en cuenta que la escopeta -una de las tres que había en Casa Gastó, "como en la mayor parte de las casas de la Andorra de la época"- se encontraba en la misma habitación de los hechos, és decir, muy a mano? También el móvil del crimen plantea dudas razonables: la sentencia declara probado que Pere mató a Anton para "hacerse con la herencia de su hermano, puesto que este último tenía proyectado contraer matrimonio y el procesado dedujo que se le escapaba de manera definitiva la posibilidad de adquirir un día la herencia". Pues resulta que a la pregunta directa del batlle de si "tenía pretensiones de ser el heredero de los bienes y derechos de Casa gastó", Pere responde lapidariamente "que no", que "lo que pretendía como medio hermano era que lo ayudara a reunir un capitalito por su cuenta". Ante la policía se reafirma en su declaración -"Cuando [Pere] le pedía [ayuda] para tener alguna cabeza de ganado de la propiedad del declarante, [Anton] siempre se la negó"- pero admite, eso sí, que "habían tenido en alguna ocasión discusiones por lo expresado". Como se ve, de aquí a concluir que lo mató "para hacerse con la herencia de su hermano" va un mundo. Con los documentos disponibles, pura rumorología.
También discrepa amargamente Mas de la sentencia por lo que respecta a la imputación de Pere, de quien -recuerden- había concluido la "plena responsabilidad penal" aun habiendo constatado durante las diligencias una "mentalidad bastante simple" y apuntar que su hermana Àngela -la misma que el 1 de agosto presta declaración ante el batlle, y la tercera de los hermanos Areny que quedaban en Casa Gastó- "sufre de debilidad mental". Pues bien: resulta que esta misma Àngela será internada inmediatamente después de los hechos en un sanatorio psiquiátrico de Barcelona, donde morirá en 1980: "Existen indicios de que Pere podría sufrir la misma enfermedad mental -esquizofrenia paranoide- que se le diagnosticó a su hermana, pero no se solicitó ningún informe forense para conocer el alcance de la afección de Pere", se sorprende de nuevo Mas. Y eso que tenían a los doctores a mano: los dos que firmaron el acta de defunción del reo -y los dos con calle en Andorra la Vella: Esteve Nequi y Antoni Vilanova.
¿Dura? ¿Inhumana? ¿Injusta?
Aún más: "Uno de los síntomas de la esquizofrenia es la apatía, la indolencia que Anton le reprochaba a Pere [cuando éste le pedía dinero dinero y le respondía que era un "gandul", que lo que tenía que hacer era ganárselo, según consta en las declaraciones ante el batlle]". Otro síntoma de la enfermedad es, recuerda, "la extrema agresividad, que acostumbra además a focalizarse en el círculo más íntimo". Por todo lo que antecede, "y habiendo hablado con personas que conocieron a los hermanos, me atrevo a afirmar que Pere probablemente padecía también de esquizofrenia".
La diatriba no se acaba aquí. Mas reserva también una dura reflexión sobre la poca compasión que la sociedad andorrana de la época mostró para con Pere: "Al final de la lectura de la sentencia, cuando según es tradición se dio la oportunidad de solicitar clemencia para el reo, el silencio fue sepulcral. Nadie dijo nada". Uno de los escasos gestos de humanidad que se registró en aquellas jornadas infaustas fue la renuncia de uno de los seis agentes de policía -no había más- para evitarse el trance de formar parte del pelotón de ejecución. Aquí sigue un extracto de la carta de dimisión del agente: "El abajofirmante, agente de policía, de la parroquia de Sant Julià de Lòria, con todo el respeto se dirige a vuestra jefatura (...) que no encontrándome en situación de ejercer mi cargo de policía(...) os ruego aceptéis mi dimisión". Lo firma el 17 de octubre, el día antes de la ejecución.
Mas termina pasando lista a las leyendas y mixtificaciones que se han ido repitiendo sobre el caso hasta adquirir carta de naturaleza. Por ejemplo, el rumor -recogido en el breve que La Vanguardia le dedicó al caso, publicado el 9 de noviembre de 1943- que Pere "no solamente se confesó autor del fratricidio sino que también declaró haber dado muerte, hace diez años, a una hermana, delito este que había quedado en la más completa impunidad". Nada de esto. En primer lugar, porque la hermana en cuestión, Antònia Areny Aleix, había muerto en 1942, y no "diez años antes". Y sobre todo, recuerda Mas, "porque en ninguna diligencia ni en un ningún documento consta que la muerte la provocara Pere. No existe, por lo tanto, ningún hecho cierto que permita llegar a esta conclusión".
¿Fue, en fin, una sentencia dura? ¿Inhumana? ¿injusta? ¿O sólo hija de su tiempo y del contexto bélico -estamos en plena guerra mundial? Dejémosle hoy, por primera vez y después de 70 años la última palabra a Mas, en nombre de Pere Areny: "Afortunadamente, Andorra es hoy un esatdo de derecho que ha suprimido la pena capital y que fija unas garantías para los acusados. Se ha recorrido un camino importante, pero no hay que bajar jamás la guardia. Las garantías en un proceso judicial son uno de los pilares de nuestra libertad. este caso debería servir de ejemplo de lo que jamás tendría que volver a producirse".
Casa Gastó: cinco siglos de historia y diecisiete generaciones
La genealogía conocida de la familia arranca en 1552 con un tal Miquel Abella.
Se ve venir que ni Mas ni la familia comulgan con la versión oficial, la que consta como "hechos probados en la sentencia -depositada en el Archivo Nacional de Andorra y disponible para cualquier curioso- y la única, de hecho, que habíamos conocido hasta ahora. Una versión que declara a Pere "autor del delito de asesinato de su hermano (...) con los agravantes de alevosía, premeditación, nocturnidad y uso de medios desproporcionados", y que, aunque reconoce que "el inculpado ha revelado tanto en el sumario cmo en la audiencia una mentalidad bastante simple", concluye su "plena responsabilidad penal".
Revisión del caso
Mas rebate los argumentos del Tribunal de Corts con las diligencias del caso, a las que ha tenido acceso en calidad de pariente del reo, unos documentos que nunca hasta ahora habían visto la luz. Enseguida los analizaremos con detalle, pero avancemos la conclusión que extrae. El mismo 1 de agosto, dice, se practican hasta tres interrogatorios: Pere y su hermana, Àngela, declaran por separado ante el batlle francés, Joan Solsona; de nuevo Pere vuelve a prestar declaración, esta vez ante el jefe de policía. Al día siguiente, 2 de agosto, el batlle francés vuelve a interrogar al todavía presunto aunque ya confeso fratricida. Después de esto, nada más: "Hasta el 15 de octubre, cuando se reúne el Tribunal de Corts, no consta ninguna otra diligencia", se lamenta. Un hecho sorprendente porque, según parece, el Tribunal debería de haber tomado declaración a un sospechoso acusado de delito mayor -como era el caso de Pere.
Con las cinco páginas, cinco, que contienen las diligencias del batlle y de la policía -se sorprende mas, casi se escandaliza- "tuvieron suficiente para condenarlo a muerte; no fue un juicio justo; ha llegado el momento de que se reconozca que la manera como se condujo el proceso no fue ni corecta ni humana". Comprobémoslo yendo al fondo del asunto. El Tribunal le endosaba a Pere todo el repertorio imaginable de agravantes. Y Mas procede a desmontarlos a partir de las diligencias. El jefe de policía le pregunta a Pere "cómo procedió a ejecutar" el homicidio de su "medio hermano", que era en aquel momento el heredero de Casa Gastó y con quien compartía habitación y cama. Y responde el "declarante" -es decir, Pere- que "hacia las tres horas de la madrugada, encontrándose en un estado muy excitado, se levantó de la cama y tomando la escopeta, teniendo como de costumbre la luz encendida, disparó sin mirar a su hermano Anton Areny (...) que quedó muerto" (las cursivas son nuestras).
¿Hubo en verdad premeditación y alevosía, se pregunta Mas, cuando el mismo Pere dice que se levantó "en un estado muy excitado" y que disparó "sin mirar", y si tenemos además en cuenta que la escopeta -una de las tres que había en Casa Gastó, "como en la mayor parte de las casas de la Andorra de la época"- se encontraba en la misma habitación de los hechos, és decir, muy a mano? También el móvil del crimen plantea dudas razonables: la sentencia declara probado que Pere mató a Anton para "hacerse con la herencia de su hermano, puesto que este último tenía proyectado contraer matrimonio y el procesado dedujo que se le escapaba de manera definitiva la posibilidad de adquirir un día la herencia". Pues resulta que a la pregunta directa del batlle de si "tenía pretensiones de ser el heredero de los bienes y derechos de Casa gastó", Pere responde lapidariamente "que no", que "lo que pretendía como medio hermano era que lo ayudara a reunir un capitalito por su cuenta". Ante la policía se reafirma en su declaración -"Cuando [Pere] le pedía [ayuda] para tener alguna cabeza de ganado de la propiedad del declarante, [Anton] siempre se la negó"- pero admite, eso sí, que "habían tenido en alguna ocasión discusiones por lo expresado". Como se ve, de aquí a concluir que lo mató "para hacerse con la herencia de su hermano" va un mundo. Con los documentos disponibles, pura rumorología.
También discrepa amargamente Mas de la sentencia por lo que respecta a la imputación de Pere, de quien -recuerden- había concluido la "plena responsabilidad penal" aun habiendo constatado durante las diligencias una "mentalidad bastante simple" y apuntar que su hermana Àngela -la misma que el 1 de agosto presta declaración ante el batlle, y la tercera de los hermanos Areny que quedaban en Casa Gastó- "sufre de debilidad mental". Pues bien: resulta que esta misma Àngela será internada inmediatamente después de los hechos en un sanatorio psiquiátrico de Barcelona, donde morirá en 1980: "Existen indicios de que Pere podría sufrir la misma enfermedad mental -esquizofrenia paranoide- que se le diagnosticó a su hermana, pero no se solicitó ningún informe forense para conocer el alcance de la afección de Pere", se sorprende de nuevo Mas. Y eso que tenían a los doctores a mano: los dos que firmaron el acta de defunción del reo -y los dos con calle en Andorra la Vella: Esteve Nequi y Antoni Vilanova.
¿Dura? ¿Inhumana? ¿Injusta?
Aún más: "Uno de los síntomas de la esquizofrenia es la apatía, la indolencia que Anton le reprochaba a Pere [cuando éste le pedía dinero dinero y le respondía que era un "gandul", que lo que tenía que hacer era ganárselo, según consta en las declaraciones ante el batlle]". Otro síntoma de la enfermedad es, recuerda, "la extrema agresividad, que acostumbra además a focalizarse en el círculo más íntimo". Por todo lo que antecede, "y habiendo hablado con personas que conocieron a los hermanos, me atrevo a afirmar que Pere probablemente padecía también de esquizofrenia".
La diatriba no se acaba aquí. Mas reserva también una dura reflexión sobre la poca compasión que la sociedad andorrana de la época mostró para con Pere: "Al final de la lectura de la sentencia, cuando según es tradición se dio la oportunidad de solicitar clemencia para el reo, el silencio fue sepulcral. Nadie dijo nada". Uno de los escasos gestos de humanidad que se registró en aquellas jornadas infaustas fue la renuncia de uno de los seis agentes de policía -no había más- para evitarse el trance de formar parte del pelotón de ejecución. Aquí sigue un extracto de la carta de dimisión del agente: "El abajofirmante, agente de policía, de la parroquia de Sant Julià de Lòria, con todo el respeto se dirige a vuestra jefatura (...) que no encontrándome en situación de ejercer mi cargo de policía(...) os ruego aceptéis mi dimisión". Lo firma el 17 de octubre, el día antes de la ejecución.
Mas termina pasando lista a las leyendas y mixtificaciones que se han ido repitiendo sobre el caso hasta adquirir carta de naturaleza. Por ejemplo, el rumor -recogido en el breve que La Vanguardia le dedicó al caso, publicado el 9 de noviembre de 1943- que Pere "no solamente se confesó autor del fratricidio sino que también declaró haber dado muerte, hace diez años, a una hermana, delito este que había quedado en la más completa impunidad". Nada de esto. En primer lugar, porque la hermana en cuestión, Antònia Areny Aleix, había muerto en 1942, y no "diez años antes". Y sobre todo, recuerda Mas, "porque en ninguna diligencia ni en un ningún documento consta que la muerte la provocara Pere. No existe, por lo tanto, ningún hecho cierto que permita llegar a esta conclusión".
¿Fue, en fin, una sentencia dura? ¿Inhumana? ¿injusta? ¿O sólo hija de su tiempo y del contexto bélico -estamos en plena guerra mundial? Dejémosle hoy, por primera vez y después de 70 años la última palabra a Mas, en nombre de Pere Areny: "Afortunadamente, Andorra es hoy un esatdo de derecho que ha suprimido la pena capital y que fija unas garantías para los acusados. Se ha recorrido un camino importante, pero no hay que bajar jamás la guardia. Las garantías en un proceso judicial son uno de los pilares de nuestra libertad. este caso debería servir de ejemplo de lo que jamás tendría que volver a producirse".
Casa Gastó: cinco siglos de historia y diecisiete generaciones
La genealogía conocida de la familia arranca en 1552 con un tal Miquel Abella.
Pere Areny Aleix (1913-1943) era el menor de los nueve hijos que tuvo Antoni Areny Duedra: los dos primeros, Antoni (1887-19439 y Rosa, con su primera esposa, Rosa Baró Duró; los siete últimos -Gil, Josepa, Josep, Antònia (1900-1942), otra Josepa, Àngela (1905-1980) y Pere- con la segunda, Josepa Aleix Solsona. Sólo cuatro de los nueve hermanos -Anton, Antònia, Àngela y Pere- llegaron a la edad adulta: los otros cinco murieron antes de los 5 años. El caso es que con la muerte de Antòjnia, Anton y Pere, que quedó como heredera de Casa Gastó fue Àngela, diagnosticada de esquizofrenia paranoide e ingresada en un sanatorio psiquiátrico el mismo año de 1943. Jordi Mas Bentanachs (1961) es uno de los herederos vivos de casa Gastó a través de su abuela, Antònia Areny Baró, prima hermana de Anton y de Pere.
Las primeras noticias documentales de la familia y de Casa gastó de Ransol, en Canillo, se remontan según el libro Nostres arrels a 1552, año en que falleció el primer heredero de quien conocemos la identidad: Miquel Abella. Cinco siglos y diecisiete generaciones separan a Abella de Mas Bentanachs, erigido hoy en portavoz familiar. Los hechos de 1943 tuvieron lugar en la casa familiar, deshabitada desde 1943 y hoy prácticamente intacta.Una vez hubo matado a Anton, Pere se dirigió primero al dormitorio de Àngela, con la precaución de cerrar la habitación donde había disparado a su hermano "a fin de que ella no se diera cuenta de la desgracia fatal". Àngela no quiso por lo visto levantarse -eran las tres de la madrugada- así que Pere se fue al pajar -la construcción a la izquierda de la fotografía inferior, hoy completamente reformada- y ocultó el arma del crimen -una escopeta de 12 milímetros, un cañón y fuego central, según el atestado policial- "bajo la pared". En el pajar se quedó hasta las cinco de la madrugada, cuando fue a despertar a los segadores para ir a trabajar, e inmediatamente después avisó a los vecinos de la muerte de Anton, "pero sin confesarse autor del crimen".
[Este artículo se publicó el 7 de noviembre de 2013 en El Periòdic d'Andorra]
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