miércoles, 19 de marzo de 2014

Vida, pasión y muerte del maquis hermafrodita (La Pastora II)

El historiador José Calvo reconstruye la trayectoria de La Pastora, protagonista del premio Nadal 2011 que Alicia Giménez Bartlett obtuvo con Donde nadie te encuentre.

"¡Te cortaré el cuello!" Esta amenaza fue la perdición de Florencio, el maquis hermafrodita, el terror del Mestrazgo, donde todavía hoy -medio siglo después- se le recuerda con el sobrenombre con el que ha pasado a la crónica negra espanyola: La Pastora. El destinatario de la amenazaera el Cisco de Pessonada, reconocido contrabandista a quien Florencio reclamaba una deuda de 12.000 pesetas que el de Pessonada se negaba a devolverle porque -alegaba- no constaba en ningún documento. De repente, el señor contrabandista se había vuelto un leguleyo. En fin, que todo esto ocurría en Andorra, donde Florencio se había refugiado en 1956 dejando atrás un luctuoso y quien sabe si apócrifo rastro de sangre: la policía franquista le endosaba una treintena de asesinatos, que no está mal -exactamente, 21 guardias civiles, siete alcaldes e incluso un ermitaño- cometidos en la zona del Maestrazgo entre 1949 y 1954.

"¡Te cortaré el cuello!" El tal Cisco lo denunció, y a partir de aquí todo fue de mal en peor para Florencio: el 5 de mayo de 1960 la policía andorrana lo detuvo, muy probablemente en la borda de Les Pardines de Sant Julià de Lòria, donde trabajaba cuidando los rebaños de la casa. Como pastor, vamos. ¿La excusa? Que se trataba de un ciudadano extranjero indocumentado. Ni más ni menos que los últimos cinco años, pero ahora mediaba denuncia del Cisco, y vete tú a saber los hilos que podía mover un contrabandista bien situado. Esa misma tarde, para que no hubiera lugar a pensárselo do veces, era entregado a la guardia civil en el puente de Arcavell, y La Pastora iniciaba un via crucis judicial -una condena a muerte y sendas penas a 30 y 40 años de reclusión, conmutadas después por otra de sólo 20 años- que no terminaría hasta el 22 de septiembre de 1977, cuando salió del penal cántabro del Dueso. Los años siguientes, hasta su muerte en 2004, los pasó en la localidad valenciana de Olocaut y acogido a la hospitalidad de Marino Vinuesa, funcionario de prisiones con quien había coincidido en Valencia.

Esta es a grandes rasgos la historia de Florencio Pla Meseguer (Vallbona, Castellón, 1917-2004) según la ha podido reconstruir el periodista castellonense José Calvo en Del monte al mito. Una vida que combina en dosis similares aventura, drama y también truculencia y que ha proveído a Alicia Giménez Bartlett del material con que pergeñar Donde nadie te encuentre, la novela ganadora del premio Nadal 2011. Bartlett sigue el periplo de La Pastora exactamente hasta su huida a Andorra. Es decir, los años de plomo, cuando Teresa deja de ser Teresa -o Teresot, como también era conocida-, se convierte en Florencio, ingresa en la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA) y se erige en uno de los maquis más buscados de España.

Mala estrella
El caso es que Florencio había nacido niño -padecía un cuadro de pseudohermafroditismo, según la terrorífica terminología médica- pero fue inscrito en el registro civil como mujer. Y como mujer vivió hasta que en 1949 la Guardia Civil liquida a una cuadrilla del maquis que se había refugiado en la cabaña que Florencio utilizaba para cobijar a sus cabras. Cayó también el propietario de la cabaña, y Teresa, temiendo las represalias que le podían caer de rebote, huye al monte e ingresa en el AGLA. Su padrino en el maquis es Jesús Caelles, jefe del 23º sector, que la lleva a su casa en La Senia, le corta el pelo y la (lo) viste con ropas masculinas. Acababa de nacer Florencio.

La aventura en el maquis durará sólo 20 meses. Abandona la guerrilla en compañía de un tal Francisco Serrano, alias El Rubio, se emplean durante un tiempo en Andorra pero -dice Calvo- terminan volviendo al Maestrazgo y retomando ahora una vida más próxima al bandolerismo que al (supuestamente) romántico maquis: se suceden secuestros, extorsiones y sí, también asesinatos. "Él aseguraba que se había limitado a vigilar mientras sus compañeros ejecutaban sus fechorías; mantenía que jamás había matado a nadie. Lo creo, pero también es cierto que se le condenó como cooperador necesario de las muertes en las que se vio implicado", matiza el historiador.

En cualquier caso, lo cierto es que en 1954 se le agota la fortuna. El Rubio muere en un enfrentamiento a tiros con los propietarios del mas del Reguer, en Tarragona, a los que pretendía extorsionar. Florencio se refugia en una cueva de Chert (Castellón) donde permanecerá durante dos años sin mantener contacto con persona alguna, dice Calvo.Y en 1956 salta a Andorra: "Su sueño era pasar a Francia, donde parece que tenía un hermano, pero temía las represalias de sus antiguos compañeros de armas". En este rincón del Pirineo ejercerá su oficio de pastor, pero también como contrabandista y como hombre de confianza de los propietarios de unos almacenes de Andorra la Vella. Incluso tendrá por lo visto el tiempo y la oportunidad de enamorarse. Una chica -continúa Calvo, que entrevistó a Florencio en 1988, tres décadas después de estos hechos- que lo marcó pero que desaparece del mapa al cabo de poco tiempo. Mala suerte que vuelve a visitarlo cuando confía sus ahorros, pura inocencia, en un individuo de dudosa reputación, un tal Constante que se iba a Francia y se había comprometido a esperarlo en su nuevo destino. Con el dinero, claro. Pero Constante también desaparece y es en ese momento cuando Florencio se topa con el Cisco de Pessonada. Todavía no lo sabe, pero acaba de firmar su sentencia.

Dice Calvo que la Guardia Civil sólo le encontró encima seis fotos del de Pessonada, uno de los dos únicos amigos que por lo visto hizo durante su aventura andorrana. Teniendo en cuenta el otro fue el dichoso Constante, no es que tuviera mucho ojo para las amistades. En fin, según Calvo parece que en el primer momento los agentes de la Seo no lo reconocieron como La Pastora, el buscadísimo maquis dels Maestrazgo. La única fotografía de que disponían era la de una mujer, y ellos tenían ante sí a un fornido hombretón que se identificaba como Florencio Pla. Una marca en el labio superior -leporino- que reconoció un teniente natural como él de Castellón fue lo que finalmente lo delató.

[Este artículo se publicó el 17 de enero de 2011 en El Periòdic d'Andorra]

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