sábado, 22 de febrero de 2014

Miguel Mateu, defenestrado

El gremio de historiadores cuestiona el cambio de nombre del tramo final de la avenida Carlemany de Escaldes en adelante rebautizada como Pont de la Tosca; el Comú pretende realzar así el monumento, pero Amparo Soriano cree que se le castiga "por franquista".

Indignada. Así se siente Amparo Soriano, autora de Andorra durant la Guerra Civil espanyola y probablemente la historiadora que más y mejor ha estudiado la trayectoria de Miguel Maeu, ante el cambio de nombre del tramo final de la avenida Carlemany de Escaldes, acordado el verano pasado -con cierta agostidad, por decirlo claramente- y que ha eliminado del nomenclátor y de la memoria pública al empresario, financiero y político catalán, el hombre clave -según Soriano- en la erección de Fhasa. Fhasa, sí: Forces Hidroeléctricas d'Andorra, la central eléctrica que hizo posible el despertar de todo un país de la modorra secular, completó la red de carreteras, creó el primer servicio de Policía y lo catapultó, en fin, hacia la modernidad. Casi nada, vamos. El Comú -o ayuntamiento- ha rebautizado el tramo con el mucho más aséptico nombre de avenida del Pont de la Tosca, en na decisión que, según las actas del consejo, sólo pretende "realzar la importancia histórica y simbólica del monumento".

Miguel Mateu i Pla (Barcelona, 1898-1972) era hijo del fundador de la Hispano Suiza; en 1929 obtuvo la concesión de Fhasa, Fuerzas Hidroeléctricas de Andorra; miembro del estado mayor franquista durante la Guerra Civil, alcalde de Barcelona (1939-1945), embajador en Francia (1945-1947), procurador a Cortes (1943-1972) y presidente de la patronal Fomento del Trabajo. Fotografía: Archivo.

El Comú de Escaldes rebautizó en agosto de 2010 como Avenida del Pont de la Tosca el tramo final de la avenida Carlemany de Escaldes, que desde los años 70 llevaba el nombre del prócer Miguel Mateu; abajo, el monumento que la robó la calle al fundador de Fhasa. Fotografías: El Periòdic d'Andorra.
El argumento oficial no convence en absoluto a Soriano, que percibe en la decisión una sospechosa aplicación selectiva de la memoria histórica y un castigo más o menos velado por los conocidos vínculos de Mateu con el primer franquismo. En este sentido, conviene recordar que el empresario formaba parte del estado mayor del bando nacional durante la Guerra Civil, que fue el primer alcalde de la Barcelona de postguerra y que ejerció también como consejero de Falange, a demás de procurador a Cortes. Un franquista de tomo y lomo, vamos. Aunque este historial, añade Soriano, no puede borrar sus méritos andorranos, que son precisamente por los que figuraba hasta ahora en el callejero. Fue Mateu, y no otro, quien intercedió ante Franco para que en plena Guerra Civil pudieran llegar a Andorra los alimentos que escaseaban; y fue Mateu quien evitó que los nacionales bombardearan la central de Escaldes, destino que corrieron las otras hidroeléctricas pirenaicas en territorio de la República. Aún más: gracias a Fhasa -es decir, a Mateu- se completó la red de carreteras, se creo el servicio de orden y se fundó el Banc Agrícol, precedente del actual Andbanc: "Todo esto no tiene nada que ver con el franquismo; de hecho, es anterior a la Guerra Civil. Por eso me parece injusto y demagógico que ahora le retiren el nombre. Y me recuerda mucho a esta lastimosa reescritura de la historia que consiste en borrar lo que no nos gusta de lo que ocurrió, como el olvido de Pétain en la lista de los copríncipes franceses en la Nova aproximació a la història d'Andorra", insiste la historiadora.

Y los otros, ¿que?
El argumento definitivo es para Soriano es el agravio comparativo con otros coetáneos de Mateu que simpatizaron o, como mínimo, contemporizaron con el franquismo. Señaladamente, dice, el Síndico Cairat y el obispo Guitart, "por no hablar de otros personajes de gran prominencia en la vida económica del momento". De Guitart recuerda que se mostró "especialmente combativo con la República" -contra la República, se entiende- mientras que ante Franco procedió "con total mansedumbre": pues un busto recuerda hoy en la capital al señor obispo. Argumentos similares son los que plantea Antoni Morell para criticar la decisión del Comú. El historiador, que ha radiografiado los años 30 andorranos en 52 dies d'ocupació?, evoca el conocido caso del escultor Josep Viladomat, autor de una escultura ecuestre de Franco que hasta el final de la dictadura presidió el patio del museo militar de Montjuich. Pues bien: Viladomat tiene hoy museo propio y avenida a su nombre en la misma Escaldes. Morell cita también a Juan Antonio Samaranch, delegado nacional de educación física y presidente de la Diputación de Barcelona en el último franquismo, y hoy presidente del Campeonato europeo de policías y bomberos que Andorra acogerá en junio. Y lanza un par de preguntas que merecerían respuesta oficial: "¿Por qué le pusieron el nombre de Mateu a la avenida? ¿Por sus vínculos con Franco? ¿O en agradecimiento a su papel clave en el establecimiento de la primera industria moderna de este país?" Y dispara con bala: "Porque si es por su ideología, deberíamos concluir que el Quart de Escaldes que le homenajeó poniéndole su nombre a una avenida también era franquista... ¿Lo era?"

Más matices introduce Joan Peruga en el análisis del personaje. El autor de L'Andorra del segle XIX asegura que ya durante los años 30 "la omnipotencia y la omnipresencia de Fhasa y de su consejero delegado generó fricciones con muchos sectores de la sociedad andorrana y con las autoridades del momento". Además, su "profunda" filiación franquista lo convierte en un personaje "incómodo". Por eso concluye que, "aunque debe tener presencia, y mucha, en los libros de historia, no lo encontraré a faltar en el callejero de Escaldes". En un punto intermedio se sitúa Arnau González i Vilalta. El autor de La cruïlla andorrana de 1933 constata que Mateu, aun con su incuestionable pedigrí franquista, "no ejerció en Andorra ninguna autoridad dictatorial" y que por lo tanto se trata de un caso particular, diferente a otros casos comparables que se han dado en Cataluña en que toda referencia pública al franquismo ha sido eliminada, "una decisión que en la práctica lo que supone es borrar la historia, exactamente lo mismo que hacía la Dictadura". Vilalta aboga por una muy sensata tercera vía consistente en cambiar el nombre de la avenida en cuestión... pero manteniendo alguna referencia a su titular anterior. ¿Como podría quedar en este caso, la placa? Algo así como "Avinguda del Pont de la Tosca. Anteriorment, avinguda Miquel Mateu i Pla. Empresari català amb interessos a Andorra. Primer alcalde franquista de Barcelona, membre de l'aparell polític i empresarial de la Dictadura del general Francisco Franco". La verdad: más que la placa de un callejero parece la entrada de un diccionario biográfico. Pero es una idea.

[Este artículo se publico el 25 de enero de 2011 en El Periòdic d'Andorra]

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